Cada momento y cada lugar por los que pasaron Bruce Wayne y el comisario Gordon en su juventud esconden secretos que solo un guionista ha sabido desvelar en clave noir. En Batman: Año Uno, Frank Miller relata, con una contundente sinceridad, los acontecimientos que sellaron el destino de ambos personajes.
Gracias al arte de David Mazzucchelli y a la inteligencia narrativa de Miller, Batman: Año Uno (febrero-mayo de 1987) ha pasado a figurar en el catálogo de los mejores tebeos realizados en torno al Hombre Murciélago.
La trama nos conduce a los inicios de Bruce Wayne como justiciero enmascarado ‒acaba de cumplir 25 años‒ y a la primera etapa de Jim Gordon en el corrupto Departamento de Policía de Gotham City.
Gordon llega a la ciudad gótica desde Chicago. Su mujer, Barbara, está embarazada, y el detective parece tan preocupado por el porvenir de su familia como por el oscuro ambiente de la comisaría: cestos con memorandos, tableros para registrar la evolución de los casos, balas del calibre 22 y el olor de la traición y el chantaje en cada escritorio.
Otro personaje que da pasos decisivos en estas páginas es una dominatrix del East End, Selina Kyle, cuyo interés por los gatos ‒su animal totémico‒ va a perfilar el alter ego que va a darle fama: Catwoman.
Más allá del modo realista y brutal con el que Miller retrata a sus protagonistas, este relato es un perfecto reflejo de lo que es Gotham en el imaginario moderno. Un parque temático del crimen. Una ciudad amenazante, golpeada, salpicada de sangre, fácil de manipular, donde los matones asumen el trabajo sucio y quien nos da los buenos días puede tener un cargo pendiente por homicidio múltiple.
La influencia de este cómic ha sido primordial en el Universo DC. De hecho, podemos rastrear sus huellas en otras obras de Miller, y también en títulos como El largo Halloween (1998), de Jeph Loeb y Tim Sale, o Gotham Central (2002), de Ed Brubaker y Greg Rucka, por citar solo dos referencias destacadas, entre las muchas que beben del trabajo de Miller y Mazzucchelli.
Al margen del noveno arte, ese influjo se hace notar en el largometraje Batman Begins (2005), de Christopher Nolan, cuyo primer guión ‒redactado cinco años antes por Darren Aronofsky y luego rechazado‒ era una libre adaptación de Batman: Año Uno.
Se trata, en fin, de una obra magnética, poderosa e inspirada, en la que el combate nocturno con unos maleantes puede ser tan revelador como una insinuación susurrada.
Concebida y ejecutada como una novela negra, Batman: Año Uno es, por decirlo de la manera más directa, una narración magistral.
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