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«Gotham Central», de Greg Rucka y Ed Brubaker

Como en casi todas las novelas policíacas, en ésta hay también persecuciones impulsadas por el miedo y la adrenalina, conversaciones en el asiento delantero durante guardias interminables, y por supuesto, instantes en los que las emociones de la brigada de homicidios se colorean de tragedia. Lo que diferencia a esta obra extraordinaria es que todos esos ingredientes del clásico procedural se combinan en la ciudad de Gotham.

La premisa es formidable. Un thriller realista, duro y ocasionalmente feroz, ambientado en las calles que domina el Caballero Oscuro, pero sin que su intervención distorsione el trabajo policial.

Editado entre diciembre de 2002 y abril de 2006, Gotham Central es un relato poderoso, escrito en estado de gracia por Greg Rucka y Ed Brubaker, y dibujado (aunque sabemos que era difícil estar a la misma altura) por un Michael Lark que intenta responder al reto de sus guionistas. Fueron éstos, por cierto, quienes lo quisieron a bordo del proyecto desde que éste se puso en marcha.

La descripción humana y profesional del Departamento de Policía de Gotham es todo un hallazgo. Tanto es así, que Gotham Central  logró sorprender a los seguidores habituales de Batman, acostumbrados a transitar una y otra vez por ese paisaje oscuro, en el que la felicidad o el optimismo son lujos que no están al alcance de casi nadie.

Brunaker y Rucka desarrollaron Gotham Central a lo largo de un tiempo suficiente como para que todas las tramas fueran lo suficientemente firmes como para sostener esa sobrecarga emocional que las caracteriza. Y eso se nota en cada página.

Dadas sus características, ya estaba claro en 2002 que esta era una de esas creaciones destinadas a convertirse en obras de culto. Así quedó de manifiesto en la edición del año siguiente de los premios Eisner. Por desgracia, aunque los tres artífices de Gotham Central fueron nominados en los citados galardones, las ventas del cómic no fueron tan honrosas. Sin llegar a ser una serie minoritaria, es evidente que no se trataba de una adquisición preferente para los seguidores habituales de DC.

Por estas y otras razones, tanto Lark como Brubaker acabaron dejando el proyecto, y Rucka, con buen sentido, decidió que no era una empresa que pudiese afrontar en solitario.

El tiempo, más allá de las cifras de venta registradas en aquellas fechas, ha acabado dando la razón a Brubaker y Rucka. Es casi seguro que el público actual, acostumbrado a novelas y a teleseries más sofisticadas dentro del mismo género, se sentirá capaz de disfrutar con mayor intensidad de este magnífico cómic.

A todo esto, hablando de teleseries, cuando la Fox anunció en otoño de 2013 que iba a producir Gotham, a pocos se les ocultó que la fuente de inspiración de aquel proyecto no era otra que Gotham Central.

Un thriller realista

A diferencia de otros cómics que parecen hechos con una hoja de cálculo, Gotham Central alcanza esas notas altas y resonantes que están reservadas a las creaciones realmente originales. En realidad, esta obra de  RuckaBrubaker y Lark parte de una premisa simple ‒las vivencias de los agentes que forman parte del Departamento de Policía de Gotham‒ y de un esquema narrativo que conoce cualquier aficionado al género policiaco ‒el llamado procedural, o relato de una investigación‒. Sin embargo, una serie de personajes muy logrados, un generoso colorido psicológico y un tono entre melancólico y fatalista convierten a este tebeo en todo un hallazgo, tanto por su calidad como por el impacto emocional que ejerce en los lectores.

Pese a que nunca fue un título superventas, y a pesar de un sentimiento minoritario apenas disimulado, Gotham Central se ha consolidado como un verdadero cómic de culto. Una obra contundente, profunda, por la que no parecen pasar los años, y que seguramente resistirá el cambio de las modas con esa facilidad que distingue a los relatos imperecederos.

El auténtico meollo de la acción abarca tres ciclos argumentales: Corrigan (Gotham Central #23-24), escrito por Rucka y dibujado por Lark y Stefano GaudianoLuces apagadas (Gotham Central #25), completado por el mismo equipo, y De patrulla por el infierno (Gotham Central #26-27), con guión de Brubaker y arte de Jason Alexander.

En el primer tramo, asistimos a una trama en la que Catwoman desempeña un papel secundario pero relevante. El nivel sube aún más si cabe en la línea argumental hilvanada por Brubaker, un relato feroz, trágico, que transmite la temperatura de Gotham de forma excepcional.

Esta etapa de la serie contiene momentos icónicos ‒el cierre de la batseñal‒ y está enriquecida con esas virtudes que hacen grande a un cómic ‒la verosimilitud, la tensión, los giros memorables…‒. Sin embargo, lo que confiere verdadero vigor a Gotham Central es su inteligente exploración de la imaginería noir, aislada en sus principales ingredientes: el misterio infeccioso, la crudeza en las tramas, la impresión de que algo necesariamente peor va a suceder en cualquier momento, la violencia que abre las junturas de una ciudad enferma, los homicidios aún por resolver y los nuevos casos que exigen dedicación completa a unos agentes que se acercan al borde del abismo y miran hacia abajo.

Mitos urbanos de la Ciudad Gótica

Ni el observador más superficial puede evitar sorprenderse ante la densidad y la eficacia de esta obra que desarrollaron Brubaker y  Rucka. Una serie en la que Gotham City es vista sin compromisos sobrenaturales, desde la perspectiva de los agentes de policía que defienden la existencia de la ley en un escenario que parece negarla cada día.

Hay que reconocerle esto a Brubaker y a Rucka: han enriquecido la mitología de Batman desde una posición extremadamente inteligente, porque le añaden detalles a su mundo sin necesidad de que el Hombre Murciélago protagonice ninguna trama.

Esto último no inmuniza a este cómic frente a las críticas ‒los gustos, ya se sabe‒, pero contribuye a justificar su estatus de obra de culto. En realidad, la gran fortaleza de Gotham Central es el modo en que nos permite saborear el recuerdo del hardboiled clásico, con sus detectives al borde del abismo, sus intrigas fatalistas y su fluctuación entre la épica y el retrato de costumbres.

Gotham Central es una serie magníficamente escrita, en la que esa geografía del género negro es recorrida a conciencia, como si sus autores hubieran olvidado que, en el fondo, éste es otro tebeo de superhéroes. Sí, ya sé que Batman habita en un thriller permanente, pero no me negarán que esta es una historieta donde los archivos policiales cuentan más que los superpoderes.

Por suerte, títulos como éste ‒adulto, profundo, muy compacto‒ nos sirven a los aficionados para contradecir con poderosos argumentos a quienes aún creen que un cómic de esta naturaleza no puede competir en las grandes ligas narrativas.

La saga conduce a un desenlace impactante. Tras su relectura, no me sorprende que Rucka plantease a DC la posibilidad de una nueva serie, Streets of Gotham, en la que la agente Renee Montoya hubiera debido convertirse en investigadora privada. Luego sobrevino el evento 52 y el asunto, como ya saben, se complicó extraordinariamente.

El cierre se trama con los últimos arcos argumentales de la serie: Naturaleza (Gotham Central, nº 32), Robin muerto (nos. 33-36), Sunday Bloody Sunday (nº 37) ‒donde sí que impera el terror cósmico‒ y Corrigan II (nos. 38-40). Aunque todos los episodios son magníficos, este último arco, escrito por Greg Rucka con arte de Kano y Stefano Gaudiano, me parece memorable. Ese drama que escenifican Montoya, Crispus Allen y el corrupto Jim Corrigan, jefe de la Unidad de Policía Científica de Gotham, merece, por derecho propio, pasar a la historia del universo de Batman. Toda una paradoja, teniendo en cuenta que el justiciero enmascarado no aparece ni de refilón.

Brubaker y Rucka utilizan el choque entre los distintos departamentos de policía como una alegoría de la propia Gotham, una metrópoli siniestra, dominada por el temor y la desconfianza, donde ninguna conciencia parece tranquila.

Al final, tanto en los episodios en los que intervienen figuras con superpoderes como en aquellos donde predomina el realismo, la sensación que invade al lector es la de éste es un noir con mayúsculas, muy alejado de la vulgaridad y con logros narrativos que nunca pasarán de moda.

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

Copyright de imágenes y sinopsis © DC Comics, ECC Ediciones. Reservados todos los derechos.

Guzmán Urrero

Colaborador de "La Lectura", revista cultural de "El Mundo". Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador habitual de las páginas de cultura del diario ABC y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.