Lo que convencionalmente se conoce como Edad de Oro de la Ciencia Ficción corresponde al periodo comprendido desde 1938 hasta 1950. ¿Qué tuvo de especial esa década? Profundizaremos en ello en artículos posteriores, pero digamos ahora que coincidió con los años de dominio absoluto del género por parte de una sola publicación, Astounding Science Fiction. En octubre de 1937, John W. Campbell asumió el cargo de editor de la revista, y gracias a su política de selección de relatos, las directrices que impartió a los autores, su apoyo y patronazgo a nuevos escritores y su particular visión de lo que debía constituir el núcleo de una historia de ciencia ficción, renovó hasta tal punto el género que no sólo hoy seguimos valorando las historias según los baremos que estableció, sino que eclipsó buena parte de todo lo que anteriormente se había escrito.
A partir de 1950, Astounding Science Fiction perdió su privilegiada posición. En parte ello fue debido al nacimiento de otras publicaciones que imitaron su política y la llevaron incluso más allá, disolviendo parcialmente la influencia que hasta entonces había tenido la revista; y por otro lado, a que algunos de los más reconocidos autores comenzaron a publicar directamente en el formato de libro, saltándose la hasta entonces canónica serialización en revista.
Isaac Asimov fue uno de aquellos autores prodigio seleccionados por Campbell para Astounding, y durante aquel periodo de mágica efervescencia creativa produjo bajo la supervisión del estricto editor algunos de sus mejores relatos, como la saga de la Fundación o los primeros cuentos de robots.
Sin embargo, no es la Edad de Oro de la Ciencia Ficción el objeto de atención de Asimov en este libro, sino la suya personal, la década que marcó el inicio de su amor por la ciencia ficción en su infancia y primera adolescencia. Asimov nació en 1919 y, tal y como cuenta en esta obra, comenzó a leer ciencia ficción cogiendo a escondidas las revistas de la tienda de dulces de su padre y devorándolas con avidez antes de devolverlas a la estantería para ser vendidas. Más tarde, cuando tuvo acceso a un carnet de adulto de la biblioteca pública, pudo ampliar sus lecturas, lecturas a las que ya nunca pudo volver a tener acceso puesto que los relatos que aparecían en aquellas revistas pulp en su inmensa mayoría jamás volvieron a ser reeditados.
Aquellas historias, sin embargo, nunca se borraron de su mente. Ya en su madurez y habiendo alcanzado los años finales de su carrera como escritor y divulgador, decidió recuperarlos. No tuvo problemas en convencer a su editor habitual para tal proyecto y se puso en contacto con un viejo amigo y reconocido experto en literatura pulp, Sam Moskowitz, en cuya bien surtida colección de amarilleadas y crujientes revistas pudo hallar esos cuentos que quedaron grabados a fuego en su fantasía adolescente.
Así, este libro es en realidad una compilación de relatos cortos publicados entre 1931 y 1938, en Amazing Stories, Wonder Stories y Astounding Stories –esta última rebautizada Astounding Science Fiction en 1938– precedidos por una breve y quizá algo presuntuosa autobiografía de Asimov de sus años mozos e introducciones a cada uno de esos relatos, situándolos en el contexto de la vida del autor y de la evolución del mundo del pulp.
La selección es variada, desde historias con un toque de terror («El hombre que evolucionó», «Tetraedros del espacio»), viajeros en el tiempo que se trasladan al lejano futuro de la Tierra («El satélite Jameson», «El mundo del Sol rojo», «El hombre que despertó», «Pasado, presente y futuro»), aventuras al estilo de Edgar Rice Burroughs («Submicroscópico», «Awlo de Ulm», «Tumithak en Shawm»), escenarios postapocalípticos («Tumithak de los corredores»), futuros falsamente utópicos («El hombre que despertó»), historias de acción en otros lugares del Sistema Solar («La era de la Luna»), astronautas que consiguen salir de nuestro Universo y explorar más allá («Coloso», «El hombre que encogió»), vida alienígena («Viejo amigo», «El planeta de los parásitos», «Los ladrones de cerebros de Marte»)…
En estas aventuras hay seres superevolucionados, alienígenas de extrañas culturas, mundos microscópicos, atractivas princesas, venusianos invasores, marcianos amistosos, civilizaciones humanas subterráneas, extraños selenitas del remoto pasado de nuestro satélite, subhumanos, ecologías extraterrestres hostiles, apocalipsis diversos, naves en misión colonizadora…
Son relatos diversos, aunque la mayoría comparten una serie de elementos: personajes poco trabajados que sirven como meros figurantes, planteamientos científicos disparatados o superados hace ya tiempo y una prosa sobrecargada de adjetivos e hipérbaton propia de escritores que tratan de esconder sus carencias bajo un estilo afectado en exceso.
No es de extrañar, por tanto, que la mayor parte de los escritores aquí seleccionados, por mucha que pudiera ser su popularidad en aquel momento, quedaran olvidados en unos cuantos años. Astounding Science Fiction marcó un estilo tan distanciado del de aquellos autores que, salvo honrosas excepciones, todos ellos fueron incapaces de adaptarse. Henry Hasse, Neil R. Jones, Capitán S.P. Meek, P. Schuyler Miller, Laurence Manning… son nombres que no volveremos a mencionar una vez finalizada la década de los treinta. Entre las excepciones se cuentan Jack Williamson, Murray Leinster o Clifford D. Simak, quienes acabaron convirtiéndose en grandes nombres del género. A ello se añadía el que la literatura pulp estuviera muy mal remunerada. En muchas ocasiones el escritor que tenía la oportunidad abandonaba ese formato y pasaba a publicar en periódicos o revistas de mayor categoría.
Antes de la edad de oro es un libro interesante por varias razones. En primer lugar, por tratarse de una acertada y representativa selección de relatos de la etapa pulp de la ciencia ficción, periodo de una prolijidad apabullante –las historias publicadas se cuentan por miles– y del que, sin embargo, no ha quedado apenas nada que resulte accesible para el lector moderno. Y es que tal fue la renovación efectuada por John W. Campbell que todo lo anterior se antoja hoy tosco, torpe y primitivo. Con todo, aquellos relatos destilaban una inocencia y un vigor juvenil que luego fue quedando sepultado en aras de una mayor sofisticación y complejidad narrativa y estilística.
Pero además, esa selección no sólo aporta un recorrido por algunos de los más importantes tópicos del género, sino que refleja la rápida evolución que se estaba produciendo en aquellos años hacia la madurez del mismo. Desde las fusiones de ciencia ficción con otros géneros (terror, fantasía, aventura) hasta lo que Asimov denomina revolución de las ideas, esto es, aproximaciones innovadoras, radicales y sorprendentes a temas aparentemente trillados, desde la vida extraterrestre al viaje espacial. Por otra parte, su orden cronológico permite comprobar cómo los autores fueron introduciendo en los relatos –porque así se lo exigían los lectores– un mayor rigor científico, lo que conllevó una mayor plausibilidad tanto en los planteamientos como en los desarrollos de las historias.
Por otro lado, resulta apasionante para cualquier aficionado el profundizar en la vida de uno de los grandes maestros del género, aprendiendo de su propia pluma qué relatos fueron los que ejercieron sobre él tal influencia que decidiera dedicar su vida no sólo a imitarlos y, eventualmente, a superarlos, sino a vincularse personal y profesionalmente a la ciencia. Aquí el autor realiza un análisis crítico de los cuentos, subrayando los defectos de estilo y planteamiento que los han convertido en caducos o explicando sus inconsistencias científicas; pero al mismo tiempo nos desvela cuáles de sus aspectos fascinaron su imaginación infantil y el influjo que tuvieron en sus propias obras años después (por ejemplo, aquí encontró la inspiración para la creación de sus famosos robots positrónicos o el Venus de su Lucky Starr, o la inteligencia extraterrestre de Los propios dioses…).
Si el mundo de la literatura pulp parece –y es– un bosque espeso en el que no sólo resulta difícil acceder, sino discriminar aquel material que pueda ser representativo y con interés, Asimov ofrece la solución: una selección de gran calidad y variedad que ayudará a entender aquella época fundamental en la historia de la ciencia ficción previa a su madurez.
Imagen superior: Michael Whelan.
Copyright del artículo © Manuel Rodríguez Yagüe. Descubre otros artículos sobre cine, cómic y literatura de anticipación en nuestra sección Fantaciencia. Publicado previamente en Un universo de ciencia ficción, y editado en Cualia con permiso del autor. Reservados todos los derechos.