Qué repetitivos eran los slashers de los ochenta. Qué tendencia a relatar una y otra vez la misma historia. Qué obstinación por las mismas fórmulas. Y si embargo, cuánto agradezco aquellos sobresaltos que te hacían gritar y reír a la vez, aunque no tuvieras claro por qué.
Todo tiene su reverso, y durante los años en que triunfó este subgénero, la reiteración de situaciones, y muy especialmente, los psicópatas (predecibles y pintorescos), en lugar de aburrir, nos ofrecían una diversión muy directa, sobre todo si uno era un quinceañero e iba en grupo a la sala de cine.
En Scream (1996) Wes Craven exploró concienzudamente esa fascinación juvenil. Por un lado, proponía un slasher de manual, con todos los ingredientes habituales. Y por otro, la película era, más o menos por este orden, un homenaje, una parodia autoconsciente y un comentario metatextual. Entretenidísimo, por cierto.
No sé decir ahora mismo hasta qué punto fueron necesarias las tres secuelas posteriores. En todo caso, la nueva Scream, dirigida por Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett y escrita por James Vanderbilt y Guy Busick, se presenta como una quinta entrega, pero también como un reinicio. Quizá por esto último, la cinta levanta el mismo andamiaje que la película de 1996. Una vez más, nos encontramos con una carta de amor al cine de psicópatas, con sangre, aura de cercanía y coletillas socarronas. Y de nuevo, los guiños al espectador que conoce la franquicia se dan por supuestos, pero en este caso están dosificados con prudencia y sentando los límites de lo que corresponde abordar y lo que no.
El retorno a la ciudad de Woodsboro también se plantea en dos fases: la que protagoniza el elenco juvenil de la película y la que recupera el interés que en su día despertó el trío formado por Courtney Cox (Gale Weathers), David Arquette (Dewey Riley) y Neve Campbell (Sidney Prescott). ¿Huevos de Pascua? Los hay a decenas. De hecho, si hablamos de algunas voces que suenan fugazmente ‒a modo de cameo‒ y de algunos minipapeles, el asunto se convierte en un auténtico Trivial: un quién es quién que recupera, aquí y allá, a Drew Barrymore, a Skeet Ulrich, a Kevin Williamson y a otros viejos conocidos.
Aunque sea inevitable la impresión de que recorremos un camino muy trillado, creo que este nuevo Scream alcanza un balance aceptable. Retorna a lo esencial de la franquicia, tiene un reparto eficiente, asusta según lo estipulado, arma con profesionalidad su estructura, y por supuesto, sumerge al trío de veteranos (Cox–Arquette–Campbell) en un frasco de confitura nostálgica. Echo de menos una mayor dosis de humor, pero eso no es en sí mismo criticable.
No obstante, al margen de su envoltorio pop, a nadie se le oculta que este nuevo Scream puede resultar atrayente, o por el contrario, repetitivo. Todo depende de la disposición personal del espectador. Seamos positivos: si uno es un admirador apasionado de Ghostface, encontrará aquí motivos para volver a pasarlo bien. Si por el contrario, los años le han hecho olvidar qué tenía de bueno el slasher, la cadena de acontecimientos que cuenta la película le resultará ‒¿cómo decirlo?‒ poco inspiradora.
Sinopsis
Veinticinco años después de que una serie de brutales asesinatos conmocionara al tranquilo pueblo de Woodsboro, un nuevo asesino se ha puesto la máscara de Ghostface y comienza a perseguir a un grupo de adolescentes para resucitar los secretos del mortífero pasado del pueblo. Neve Campbell (Sidney Prescott), Courteney Cox (Gale Weathers) y David Arquette (Dewey Riley) retoman sus icónicos papeles en Scream junto a Melissa Barrera, Kyle Gallner, Mason Gooding, Mikey Madison, Dylan Minnette, Jenna Ortega, Jack Quaid, Marley Shelton, Jasmin Savoy Brown y Sonia Ammar.
Las mejores películas de terror suelen dejar una huella indeleble en los espectadores. Puede que sea porque el miedo, en palabras del autor HP Lovecraft, es la “emoción más antigua y más intensa” de la humanidad. Una película verdaderamente terrorífica puede tener una repercusión especialmente duradera si la película se ha visto a una tierna edad, como fue el caso del codirector de Scream, Tyler Gillett, que vio la película de terror de 1996 Scream, de Wes Craven, con 13 o 14 años.
“El recuerdo que tengo de ir a ver Scream es de genuino pavor”, dice Gillett. “Entré en contacto con ese terror cuando era muy joven, así que me impactó de una forma muy profunda. La película fue la puerta de acceso al terror para toda una generación, porque era una especie de enciclopedia de todo lo bueno que tiene el género. Me abrió los ojos de par en par y descubrí el poder que se conjura cuando se combina el terror de verdad con momentos de humor inteligente y personajes que realmente te importan.”
Ambientada en la soporífera ciudad dormitorio de Woodsboro, Scream narra la escalofriante historia de la estudiante de instituto Sidney Prescott (interpretada por Neve Campbell) y un grupo formado por sus mejores amigos, que se ven acosados por un asesino en serie obsesionado por las películas de terror llamado Ghostface. Cargada de un inquietante suspense, y estructurada como la típica historia de misterio, aunque con un giro sangriento, la película era, simultáneamente, un espeluznante largometraje de psicópata con cuchillo descomunal, y un entrañable homenaje al género.
Cuando Scream llegó a las salas cinematográficas el 20 de diciembre de 1996, rompió todas las reglas y reinventó un género que necesitaba imperiosamente sangre nueva. La popularidad de las películas de terror se estaba desvaneciendo a mediados de la década de 1990, y a mitad de la década, los taquillazos del género cada vez eran más infrecuentes. Los aficionados habían empezado a aburrirse con la inacabable sucesión de nuevas versiones recicladas, secuelas sin imaginación y cansinas imitaciones que se estrenaban periódicamente.
Scream cambió todo eso. El ingenioso guion, obra del brillante debutante Kevin Williamson, deslumbró a los espectadores, que tuvieron claro desde el principio que estaban ante la obra de un genio con un conocimiento enciclopédico del género. Los admiradores de la película la vieron en repetidas ocasiones, y su fama no dejó de crecer a medida que la popularidad de la película se extendía.
La repercusión cultural de Scream, con su sucesión de increíbles escenarios, personajes perfectamente desarrollados y algunas de las más estremecedoras escenas de asesinato jamás captadas en la pantalla, fue profundísima. El largometraje generó por si solo toda una nueva categoría de películas de terror autorreferentes, y su arrollador éxito dio alas al moribundo género de los psicópatas con arma blanca, dando pie a taquillazos como Sé lo que hicisteis el último verano, escrita también por Williamson.
Nada de esto hubiera sido ni siquiera remotamente posible de no ser por la genialidad del director Wes Craven, cuyo legado en el género no ha sido superado. Después de estremecer a los aficionados hasta dejarles exangües en la década de 1970 con películas independientes como La última casa a la izquierda y Las colinas tienen ojos, Craven invadió el inconsciente colectivo del público con el clásico de 1984 Pesadilla en Elm Street, que tuvo seis secuelas, una película basada en su universo, y una nueva versión, así como una serie de televisión con dos temporadas. La saga cargada de efectos protagonizada por Freddy Krueger fue la pionera del subgénero de “realidad que se estira y se encoje”, en el que las fronteras entre los sueños y la realidad se diluyen, y que se convirtió en un rasgo distintivo del estilo narrativo de Craven.
Después de dirigir una serie de películas independientes aclamadas por la crítica, como La serpiente y el arco iris y El sótano del miedo, Craven volvió a dejar sin respiración al público con su estreno de 1996, Scream. La película sigue siendo el mayor éxito de taquilla de su distinguida carrera, con cuatro secuelas, que hacen que toda la serie de Scream haya obtenido la asombrosa cifra de 608 millones de dólares de ingresos en todo el mundo.
El codirector de Scream, Matt Bettinelli-Olpin, que junto a Gillett y el productor ejecutivo de Scream Chad Villella, forman el colectivo cinematográfico conocido como Radio Silence, afirma que al ver la revolucionaria obra maestra de Craven por primera vez disfrutó de la experiencia que siempre aspira a tener cuando va al cine. “Fue terrorífica, y divertida y conmovedora. Tenía todo lo que se podía pedir, y más. No solo eso, sino que era la primera película que veía que era autorreferente y que comprendía de verdad las películas que habían abierto el camino de la cinematografía para hacerla posible.
La travesía para llevar la franquicia de Scream al futuro comenzó en 2018, cuando el estudio cinematográfico independiente Lantern Entertainment adquirió los activos de la Weinstein Company, y entre ellos, los derechos de Scream. El veterano productor y líder de la industria del ocio Gary Barber y un grupo de inversores se unieron a Lantern para crear Spyglass Media Group, y asumieron los derechos de la biblioteca y de la franquicia.
De acuerdo con el Presidente de Producción de Spyglass, Peter Oillataguerre, que también es productor ejecutivo de Scream, continuar con la franquicia siempre fue una de las principales prioridades de Barber. “Gary percibió el valor que tenía Scream desde el principio, así que fue el primer proyecto al que prestamos verdadera atención”, dice. “Eso se debe a que Scream es algo más que una simple película de terror. Hay un cierto elemento de diversión en toda la serie que va más allá del terror. Las relaciones entre los personajes son únicas, y la franquicia satisface a un amplio conjunto de miembros del público, no únicamente a los aficionados al terror.”
Aunque es un gran admirador de la serie, Gillett reconoce que el guion de Scream escrito por Vanderbilt y Busick deja claro que los guionistas están en una liga diferente. “Las únicas personas del mundo que son aún más admiradoras del universo Scream que Matt y yo, son Jamie y Guy”, afirma el director. “Su amor por la franquicia queda de manifiesto desde la primera línea del guion. Dan en el clavo una y otra vez. No hay un paso en falso, y no hay ni una sola página que no esté cargada de terror o de misterio.”
Su gran admiración por los personajes creados por Kevin Williamson en el original resultó de gran utilidad para Busick y Vanderbilt a la hora de desarrollar los nuevos personajes de Scream. “Nuestra historia sigue a una joven de nombre Samantha Carpenter, que se fue de Woodsboro hace cinco años”, afirma Busick. “En pocas palabras, se desentendió de su hermana pequeña Tara y todavía se culpa por ello. Así que cuando Tara es atacada por Ghostface, dicho ataque se convierte en el catalizador para que Samantha vuelva al pueblo. Y a partir de ahí, presentamos un nuevo grupo de amigos del Instituto de Tara. Naturalmente, todos son sospechosos, y acabaremos señalando con el dedo a cada uno de ellos. Después, empiezan a aparecer poco a poco nuestros personajes clásicos, Sidney Prescott, Gale Wheathers y Dewey Riley y se ven involucrados en el misterio.” A la hora de volver introducir a estos personajes clásicos, Vanderbilt y Busick decidieron comenzar con cada uno de ellos en lugares muy diferentes de los que ocupaban cuando el público los vio por última vez. “Con Sidney, pensamos que como había experimentado tanto dolor y espanto en su vida, merecía estar en una situación feliz cuando volviésemos a verla”, dice Vanderbilt. “Dewey, sin embargo, fue en la dirección contraria.”
El dinamismo innato y la ambición de Gale Weathers la llevó a un nuevo inicio en su vida, afirma Busick. “En Scream 4 se apreciaba que Gale no estaba satisfecha habiendo renunciado a su carrera y viviendo en Woodsboro con Dewey. En aquella película hizo un gran sacrificio personal por él, así que pensamos que deberíamos darle una maravillosa nueva oportunidad como presentadora de televisión en Nueva York.”
Durante su primera reunión con Neve Campbell, Bettinelli-Olpin puso las cartas sobre la mesa y afirmó que la película no se podría hacer si ella no participaba. “Simplemente le dijimos lo que pensábamos: Si no participas tú, ¿qué queda de Scream? Y afortunadamente accedió a colaborar con nosotros en el proyecto.”
Aunque hayan pasado 10 años desde el momento en el que protagonizó Scream 4, Campbell dice que volver a introducirse en el papel de Sidney resultó sorprendentemente sencillo, porque conoce perfectamente al personaje. “También fue muy útil el hecho de que el nuevo guion tuviese la misma energía y dinamismo que el primero”, afirma. “La historia estaba cargada de ideas divertidas, de modo que el guion captó realmente la emoción que había rodeado a la película original.”
Como cabía esperar, al hablar de la franquicia Scream surge la figura de Craven, y los recuerdos de Campbell sobre su adorable y gentil personalidad quedan de manifiesto en la conversación. “Wes era un espíritu muy especial”, dice. “Tenía un sentido del humor muy retorcido, claro, pero era muy dulce en su interior. Era muy respetuoso y amable, muy parecido a un padre en muchos aspectos. Y me dio mi primer papel protagonista en una película, por lo que le estaré agradecida eternamente. Era mágico. De verdad.”
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