¿Recuerdan aquella época en la que estaban de moda los tebeos de terror? Ibero Mundial de Ediciones publicó tres de ellos en España. Guardo un gratísimo recuerdo de los tres. Dossier Negro (1968), Vampus (1971) y Rufus (1973). Todos ellos fueron relanzados por la editorial Garbo a partir de 1974.
La moda perduró. En el caso de Dossier Negro, la cabecera llegó hasta 1988 gracias a los sellos que fueron adquiriéndola. Después de Garbo, llegaron Delta, Gyesa y Zinco. Iban sobre seguro. Las tres revistas reproducían historietas que ya habían aparecido en publicaciones de Warren Publishing, como Creepy, Eerie y Vampirella. Al final, ese mismo catálogo también nutrió el repertorio de la Creepy española, editada en nuestro país por Toutain a partir de 1979.
Aquello era un canto de ida y vuelta. Eran cómics estadounidenses, pero las ediciones de Warren estaban realizadas, en buena medida, por artistas españoles.
Dentro de aquella oleada de tebeos de horror que inundó los quioscos ibéricos, destacó ‒ahora veremos por qué‒ Vampirella, la revista que Warren lanzó en 1969 y que Garbo adaptó a nuestro mercado a partir de 1974,
Para los adolescentes de ese periodo, el personaje de Vampirella ‒una exuberante vampira que huye de la destrucción de su planeta, Drakulón‒ era un guiño muy tentador. Con desparpajo y valentía, esta heroína encarnaba el erotismo que siempre se ha filtrado en el género del terror, sobre todo en su versión cinematográfica.
En el mundo del cómic tiene que haber de todo, y aquella figura venía a ser la versión dibujada de los últimos delirios vampíricos de la Hammer. Así lo pueden comprobar en las maravillosas portadas de Enric y Sanjulián. Por otro lado, de alguna manera había que celebrar la tardía desaparición de la censura en los cómics. Y no no sólo en España, por cierto.
Vampirella había sido creada por el rey del coleccionismo cinematográfico, Forrest J. Ackerman, en colaboración con la dibujante Trina Robbins. Al principio, fue la anfitriona de otros relatos de terror, pero en noviembre de 1970, gracias a artistas como Tom Sutton, se convirtió en protagonista de sus propias peripecias. Todo era posible en ellas. Incluso lo más enloquecido que pueda soñar un guionista.
Como ya saben, los setenta no fueron la década adecuada para poner los pies sobre la tierra. De ahí que uno relea estas páginas con cierta sensación lisérgica. Esta locura, en mi opinión, forma parte de los encantos de la serie, dirigida a unos lectores que crecieron en el movedizo contexto del glam, el hippismo, la música disco y los pantalones acampanados. Imagínense: un LP de rock progresivo en el tocadiscos, un póster de Bowie en la pared, y acaso una entrada en el bolsillo para ver en el cine lo último de Russ Meyer (o algún subproducto «clasificado S», en el caso español).
Si el arte de Vampirella fuera mediocre, ya nos habríamos olvidado de ella. Pero resulta que a partir del número 12, fue el español Pepe González quien pasó a ocuparse de las viñetas. Y el resultado fue pasmoso. Detectábamos su estilo a cien metros de distancia. González era realista, incluso académico, pero lo que lograba con lápices y pinceles iba más allá. Era pura psicodelia. ¿Qué importaban aquellos guiones reciclados e insensatos cuando lo que aparecía en cada página era tan deslumbrante?
Confío en que sus lectores actuales sabrán que esto último es lo fundamental: el arte de González. De hecho, al leer la recopilación de su trabajo en Vampirella, uno siente que hay más cabos sueltos de lo debido, precisamente porque nos falta el aporte de otros compañeros que se dedicaron al mismo personaje. Esteban Maroto, Gonzalo Mayo, José Ortiz, Leopold Sánchez, Pablo Marcos y Ramón Torrents, por citar a algunos de ellos.
Supongo que todo depende del enfoque con que nos aproximemos a esta obra. El completista quizá encuentre razones para la queja frente a los saltos en la continuidad, pero yo, que cargo con esa nostalgia que comenté al principio, solo tengo motivos para el disfrute. ¿O de veras alguien piensa, a estas alturas, que la disparatada «historia» de Vampirella era lo fundamental?
Ahí es nada. La protagonista de este cómic es una extraterrestre con superpoderes, pero en la Tierra se la ve como una vampiresa. Ahora bien, se trata de un personaje benigno. Una semidiosa que lucha contra monstruos y villanos ataviada con su peculiar bikini encarnado.
Al leer sus aventuras, a uno le dan ganas de escuchar «Monster Mash», aquel clásico de Halloween con el que triunfó el cantante Bobby Pickett en 1962. Al fin y al cabo, esto es cultura popular sin prejuicios, y la forma, gracias al infinito talento de González, es mucho más notable que el fondo.
Terror y erotismo
Con su debut en Vampirella nº 1 (septiembre de 1969), esta vampiresa ataviada con un provocativo uniforme rojo conquistó el corazón de los aficionados a los tebeos de terror.
El sello Warren Publishing, responsable de revistas como Eerie y Creepy, convirtió a Vampirella en una notable franquicia. Por este orden, se encargaron de la publicación Bill Parente, Archie Goodwin, Billy Graham, Bill DuBay y Louise Jones. Tras la bancarrota de Warren en 1983, Harris Publications se hizo cargo del personaje entre 1991 y 2010. Este último año, «Vampi» fue a parar al catálogo de Dynamite Entertainment, donde continúa en activo, para disfrute de su legión de admiradores.
Pero volvamos a 1969. En palabras de Manuel Mir, Vampirella ejerce de anfitrión en la revista homónima, del modo en que lo hace Tío Creepy en su correspondiente cabecera. Sin embargo, Vampi es «un bellísimo guía, cuya hermosura y atractivo erótico nos hace olvidar su calidad de vampira. Al contrario que Creepy y Eerie, Vampirella tiene una aparición periódica y las primeras páginas de su revista contienen un capitulo de las increíbles aventuras de esta bella vampira que emigró de su lejano planeta Draculón, y que, en busca de supervivencia, aterrizó en la Tierra. (…) Sus aventuras, de un marcado corte erótico, sirven también para que su encantadora anatomía nos sea mostrada con extrema generosidad, lo que es muy de agradecer (incluso cuando de su bella espalda surjan dos grandes alas de vampiro que le sirven para volar)» (Terror Fantastic, nº 19, abril de 1973).
Archie Goodwin, uno de los responsables de que este personaje prosperase en las viñetas, añade varios detalles acerca de su génesis y desarrollo comercial: «Con la introducción de un nuevo título, Vampirella –nos dice Goodwin–, Warren no sólo empezó a superar sus problemas económicos, sino que introdujo un personaje continuo y duradero que pasaría a ser una importante figura de horror-fantasía del cómic y, por si fuera poco, un personaje que encima era sexy y provocativo».
Obviamente, Vampirella era una vampiresa, pero su antecedente más inmediato era Barbarella. El creador de la dama, como ya vimos, fue el director de Famous Monsters of Filmland, Forrest J. Ackerman.
Ackerman, según nos cuenta Goodwin, «escribió sus dos primeras aventuras en un estilo despreocupado y rebosante de humor burlón. Su vestido lo diseñó la dibujante underground Trina Robbins y lo interpretó Frank Frazetta en un cuadro original para la portada que sentó el estilo del personaje. Tom Sutton se encargaba de dibujar los relatos. Warren decidió que Vampi debía vivir unas aventuras más complicadas, con un toque de seriedad, y me llamó para que renovase la serie. Conservé el concepto original de Ackerman, según el cual el personaje procedía de un planeta de vampiros y las circunstancias la habían trasladado a la Tierra, pero le añadí un culto lovecraftiano a los malvados y demonios, a los que Vampirella debería hacer frente (el Culto al Caos) y unos cuantos personajes secundarios (Conrad y Adam Van Helsing, Pendragon) para que Vampirella jugase contra ellos. En la cuarta de sus nuevas aventuras, Death’s Dark Angel, la hermosa portada de Sanjulián y los deslumbrantes dibujos interiores de José González completaron la transformación y fijaron la pauta de la serie. La versión de González se convirtió en la Vampirella definitiva» («Las revistas Warren y otras aventuras en blanco y negro», Historia de los Cómics, Toutain, 1983).
Sinopsis
Niebla sobre Nueva Orleans: Llega desde el golfo de México, una niebla tan espesa, tan sofocante, que alguien que la atraviese podría llegar a pensar que los dioses han condenado al mundo a las tinieblas. Pero una ambulancia con un irritante aullido se abre paso a través de la asfixiante neblina con infalible facilidad.
Quizá sea la urgencia de su misión lo que da al joven asistente sanitario unas habilidades tan consumadas, quizá no sea más que buena fortuna, o, quizá, sea la sutil influencia guía de la chica que se sienta a su lado… la chica llamada…Vampirella.
Pepe González (Barcelona, 1939-2009) tenía mucho talento. Llevaba el dibujo en la sangre. El mundo empezó a tener noticia de él a partir de 1956, cuando Josep Toutain, gerente de Selecciones Ilustradas (SI), una agencia de reciente creación que se ocupaba de exportar el talento de nuestros dibujantes, le ofreció a aquel joven de 17 años la posibilidad de publicar a nivel profesional. Ya desde 1959, en las historietas románticas que dibujaba para el mercado británico, Pepe González era un dibujante que destacaba por el tratamiento de la figura femenina. Consolidó un estilo propio, realista, de trazo suelto, más sintético o más elaborado, según el encargo, en el que más que nunca destacaban su tratamiento de los ojos, el pelo, el rostro, la ropa y el cuerpo de las féminas. De hecho, el estereotipo de mujer de Pepe González marcó una época, sobre todo entre sus compañeros de profesión, que acudían a él cuando se trataba de perfilar o mejorar una silueta femenina.
Si había contactado con la editorial norteamericana Warren en 1970, y muy pronto revistas de terror como Creepy o Eerie evidenciaron la calidad de los dibujantes españoles. Pero había otro magazine de terror en Warren, Vampirella, nacido en 1969. El personaje había sido concebido como una habitante del planeta Drakulón que, ante la inminente desaparición de su mundo, viaja hasta la Tierra al descubrir que en los seres humanos anida el alimento que le da vida: la sangre. Creada por Forrest J. Ackerman con un primer diseño de Trina Robbins, las entregas de Vampirella habían sido dibujadas por Tom Sutton y por Mike Royer. Sin embargo, no fue hasta el nº 12 de Vampirella (julio de 1971) cuando apareció el dibujante que daría forma definitiva al personaje: Pepe González. Es evidente que fue su maestría, no ya solo en su personal tratamiento de la imagen femenina, sino en su puesta en escena, su facilidad para crear ambientes y su adecuación al tono narrativo de las historietas, lo que convenció a Warren de que Pepe González era el dibujante de Vampirella.
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