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Mi canon de Conan

Lo mejor de los cuentos de Conan el Bárbaro es que siempre serán considerados basura literaria por los círculos académicos. A la baja estima en la que se tiene la literatura de espada y brujería, que apela a los motivos más infantiles y primarios de nuestra alma, se sumaría ahora el revisionismo moralista.

Y sí, Robert E. Howard abraza el ridículo sin pudor en muchas de sus historias ‒casi todas se pueden imaginar interpretadas por una troupe fija de espectáculo de variedades a lo Benny Hill: el héroe fortachón, la princesa, el brujo, el monstruo, el galán guapito de cara y solo faltaría el alivio cómico al que poder atizar palmaditas sobre su calva‒, y su limitada prosa recicla mil veces los mismos términos centrifugados; pero pocos autores hacen gala de un discurso de fantasía épica tan arrollador y convincente, ¡con la ventaja de no recurrir a los gnomos ni a los ewoks para forzar la ternura! Y la violencia de sus pasajes de acción todavía nos dejan boquiabiertos por su crudeza y audacia.

REH no es mi escritor favorito ‒difícil no sentir bochorno en los puntos más bajos de su obra completa y de los que no pararíamos de reírnos si el pobre hubiera nacido en nuestro país: aquí ya lo habríamos enterrado vivo con el remoquete de FASCISTA bien cincelado en su losa‒; pero fácilmente es el escritor con el que más me identifico, tal vez por la pureza de su impulso creativo y su condición ajena al aparato intelectual oficial. Lo peor, como siempre, son algunos de sus fanáticos, tan puristas como sus detractores.

En pocas palabras, estamos ante un patán sensible, de imaginación portentosa y obsesionado por el comportamiento instintivo, probablemente homosexual reprimido, perdido en un pueblo texano y en cuyas historias siempre está del lado del “no-tan-buen” salvaje, para horror cósmico del pijo Lovecraft. ¿Cómo no me va a caer bien?

En cómic prefiero la versión lobuna de Buscema a la prerrafaelita de Barry Smith: pese a la belleza indiscutible de su dibujo, Smith diseñó al Bárbaro como un caballero civilizado…, por más que también me cueste recrear en mi cabeza la versión buscemaniana con los ojos azules que Howard otorgó a su bestia humana. Siempre lo visualizo con ojos negros como la muerte.

Aquí van, muy brevemente y sin ánimo de sentar cátedra, sino de animar a su lectura y despresurizar algunas inquietudes divulgativas, mi lista de peores a mejores relatos de Conan publicados en vida de su autor y deglutidos en su versión original:

17. «Red Nails» (Weird Tales, julio-octubre de 1936)

«Clavos rojos» es un cuento tan hortera y absurdo que no me extraña que fuera el favorito de Howard. Conan y Valeria entran en una ciudad-palacio (el concepto de “metrópolis interior” es muy atractivo, sí) donde dos bandos de pobladores llevan décadas guerreando.

A partir de ahí todo es tópico, rutinario y muy simplista, más incluso de lo que las propuestas de Howard ya se arriesgaban a ser de natural.

Tampoco la bruja lesbiana Tarcela, personaje que podía haberse erigido en todo un hito pionero y rompedor del pulp, merece el triste destino de ser empalada por su despechada prisionera…

16. «Shadows in Zamboula» (Weird Tales, noviembre de 1935)

Sin ser el peor cuento de Conan, nos deja un poco contritos ante el uso barbárico de los tópicos coloniales sobre tribus caníbales. De hecho, dramáticamente lo mejor del argumento es ese uso barbárico, así que imaginaos cómo será el resto.

15. «Shadows in the Moonlight» (Weird Tales, abril de 1934)

Seguimos en la etapa sombría: también hallé algo agotada esta fórmula de un Conan mercenario perdido junto a una princesa en una isla repleta de peligros, incluso si por medio merodea un simio gigante, que siempre supone cierta garantía y agrega alegría al conjunto.

14. «Jewels of Gwahlur» (Weird Tales, marzo de 1935)

Ciudad fantasmal oculta, antigua profecía y hechiceros en danza, para una receta exótica que Howard mismo había elaborado previamente con mayor originalidad y acierto.

13. «A Witch Shall Be Born» (Weird Tales, diciembre de 1934)

Lo mejor de este cuento es su glorioso título (su traducción por «Nacerá una bruja» retiene su cariz evocador) y el pasaje en el que Conan es crucificado y degüella un buitre con los dientes, como en LA película. Lo demás se me antojó bastante rutinario, con la inclusión de esas maniobras militares que tanto fascinaban a Howard y que manejó con mayor soltura en otros cuentos.

12. «Rogues in the House» (Weird Tales, enero de 1934)

Comienzan a pesar más los elementos positivos: aunque la historia no aporta gran cosa, el primate bestial que amenaza este periplo subterráneo del cimmerio impone lo suyo y la atmósfera opresiva de las catacumbas recorridas junto a ellos compensa con creces el aluvión de clichés manidos.

11. «The Devil in Iron» (Weird Tales, agosto de 1934)

Tiene su gracia este “Desde Turán con amor”, anticipándose varias décadas a Tatiana Romanova, la espía rusa de la saga de James Bond: una princesa de Nemedia es obligada por sus captores turanianos a seducir a Conan, líder por entonces de los feroces bandidos “kozaki”, para atraerle donde se convierta en presa fácil.

Además, hay un duelo trepidante y bárbaro entre el bárbaro y una serpiente gigante.

10. «The Phoenix on the Sword» (Weird Tales, diciembre de 1932)

Nada que objetar en el debut de Conan con esta historia corta donde ya lo encontramos autoproclamado Rey de Aquilonia. Los capítulos todavía funcionan como solemnes escenas teatrales, pero la agilidad y fuerza narrativas de Howard nos arrollan sin remisión.

Con la participación del mítico Thot Amon y de un babuino gigante.

9. «The Scarlet Citadel» (Weird Tales, enero de 1933)

El segundo cuento del rey Conan en orden de publicación aún supera en calidad al anterior, y aunque no soy muy fan del Risk, hay que reconocer que Howard dominaba a la perfección la “dirección de masas y extras” en sus escenificaciones de batallas y escaramuzas.

8. «Black Colossus» (Weird Tales, enero de 1933)

Este relato contiene el que a mi gusto es el mejor comienzo de una historia de Conan: el dios Mitra profetiza ante la princesa Yasmela que si desea salvar su reino amenazado, deberá salir al azaroso peligro de la noche y poner su destino en manos del primer tipo con el que tropiece. Y claro, tropieza con el perdulario de Conan. Hay cierta poética esencial en este arranque, que nos lleva a caer una vez más en el deseo folletinesco de que el personaje bondadoso ‒en este caso Yasmela‒ resuelva victoriosamente su angustioso conflicto.

Por lo demás, es otra muestra ejemplar de las dotes para la narración épica de su autor.

7. «Queen of the Black Coast» (Weird Tales, mayo de 1934)

Las peripecias de Conan junto a la reina pirata Belit no conforman su más brillante aventura, pero resultan muy entretenidas y nos presentan al personaje femenino más altivo, autosuficiente y poderoso de todo su universo: la orgullosa Belit no se rebajaría nunca a tenderse en el suelo para agarrar posesiva una pierna jamona del bárbaro.

Su resurrección para socorrer al cimmerio y salvarle la vida constituye además uno de los momentos más emocionantes y legendarios de todo el repertorio de escenas clásicas del subgénero inventadas por Howard.

6. «The Slithering Shadow» (Weird Tales, septiembre de 1933)

Aunque en ocasiones parezca una parodia de epopeya protagonizada por un “macho man” ochentero, me subyuga la ambientación de esta trama en una ciudad fantasma: contemplar a Conan y a Natala recorrer los salones vacíos de Xuthal resulta claramente inspirador para abordar fabulaciones fantásticas y terroríficas. El tratamiento en tono femme fatale de la bruja Thalis le añade su dosis de delicioso sadismo.

Una magnífica pintura de ambientes espectrales.

5. «The People of the Black Circle» (Weird Tales, octubre-noviembre de 1934)

Si os va la magia, ésta es una de las mejores historias del lote a ese respecto y de las mejor ambientadas: los hechiceros del Círculo Negro nos ponen la piel de gallina y esos riscos desérticos de “Afghulistán” configuran el marco idóneo para contrastar con los engendros que convoca semejante camarilla brujeril.

Una gozada de relato, de esos que parecen genuinamente escritos por Howard en un duermevela que lo conectaban con otro mundo paralelo y atroz.

4. «The Tower of the Elephant» (Weird Tales, marzo de 1933)

Uno de los relatos fundamentales de Conan el Bárbaro, en el que se subraya su carácter de ladrón y bribón con fondo noble, y donde se pone de relieve con mayor énfasis la conexión entre los Mitos de Cthulhu y la Era Hiboria. Respecto a «La Torre del Elefante» suele haber unanimidad entre los fans.

3. «Beyond the Black River» (Weird Tales, mayo-junio de 1935)

Ni la historia es particularmente destacable ni suceden eventos especialmente extraordinarios: sin embargo, la crónica de esta invasión picta de un territorio aquilonio se lee como un western de los primeros colonos y hay momentos en que parece que estemos asistiendo a una mezcla de Tambores lejanos y Holocausto caníbal.

La sensación de persecución de pesadilla que alcanza esta narración nos arrastra ineludible y demuestra la concreción y viveza con que Howard plasmaba esos otros mundos que recorría su “yo idealizado”.

2. «The Hour of the Dragon» (Weird Tales, diciembre de 1935-abril de 1936)

La única novela que el creador de Conan dedicó a su mayor héroe merece un puesto en el podio, porque no debía de resultar fácil hilvanar una entrega extensa de sus aventuras sin caer en la rutina, y Howard nunca cae en ella. Antes al contrario, ejecuta una de sus historias más entretenidas, que jamás afloja el ritmo, y con una de sus prosas más cuidadas. El único que cae en varias ocasiones es el propio cimmerio, cuyo talón de Aquiles, como aquí se demuestra, no lo aporta su celebérrimo pavor a la brujería, sino las alfombras mal colocadas, que provocan más de una vez que el buen hombre tropiece y se desplome de bruces, propiciando su captura ante el más inofensivo enemigo. Las alfombras como deus ex machina son un clásico en el mundo de Conan y las veríamos mucho más a menudo si en lugar de haber comprado Marvel su franquicia para los cómics, lo hubiera hecho Bruguera.

Aparte de ese graciosísimo punto débil, detonante de varias dosis de humor involuntario, esta disfrutable novela se aguanta por sí sola de maravilla y supone un excelente popurrí de los más selectos lugares comunes de nuestro guerrero favorito.

1. «The Pool of the Black One» (Weird Tales, octubre de 1933)

Este cuento me ha vuelto loco. Es uno de los relatos más extrañamente terroríficos que he podido leer en lengua inglesa. Lo considero además absolutamente perfecto de principio a fin, con una estructura y una confección formal modélicas.

La llegada a la isla de Conan al mando de sus piratas y los sucesos extraños que empiezan a producirse en ella nos recuerdan a Depredador y El guerrero número 13, con su mezcla de épica, suspense y otrismo; pero esa extraña ciudad alienígena que se encuentra, esos humanoides que no tienen parangón en nuestra especie y esos muñequitos que adornan las paredes y terminan resultando “versiones condensadas” de sus sacrificios humanos (como una jibarización de todo el cuerpo), componen un panorama extrañamente magnético y desasosegante que permanece como un intruso estomacal en el organismo de los ojos lectores…

Para mí, la mejor historia de Conan.

Copyright del artículo © Hernán Migoya. Reservados todos los derechos.

Hernán Migoya

Hernán Migoya es novelista, guionista de cómics, periodista y director de cine. Posee una de las carreras más originales y corrosivas del panorama artístico español. Ha obtenido el Premio al Mejor Guión del Salón Internacional del Cómic de Barcelona, y su obra ha sido editada en Estados Unidos, Francia y Alemania. Asimismo, ha colaborado con numerosos medios de la prensa española, como "El Mundo", "Rock de Lux", "Primera Línea", etc. Vive autoexiliado en Perú.
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