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Roberto Arlt. A rabiar

Tarde o temprano tenía que toparme con Roberto Arlt (1900-1942). De hecho, creo que ha sido considerablemente tarde, hace cinco, diez años lo hubiera disfrutado más. Con su generosidad habitual, Joan Ripollés me presta El juguete rabioso (1926), su primera ficción.

Pero no me ocurre como con El guardián del centeno, que tuve que tirarla porque me causaba arcadas (Hay yogures que caducan consumidos más allá de los 16 años.)

Con Arlt no pasa, pese a que supongo que El juguete rabioso es la más floja de sus cuatro novelas. Todo está desconcertado, hay pasajes de diálogos apresurados, otros de deliciosa mesura. Hay brillantez espasmódica, pero está ahí.

Me recuerda, salvando distancias salvables, a John Fante. Arlt me gusta más, porque no es traducido: y el lenguaje en él es lo mejor. También ese entusiasmo romántico que convierte la miseria cotidiana en hecho de excelencia. Y su sentimentalismo geométrico, francamente desconcertante y creo que inimitable.

Me recordaba a Fante porque ambos apelan a la irracionalidad del miserable. Y ambos han sido en cierto modo padres de una generación paralela. Aguanto mejor la primera persona de Arlt que la de Fante (pero, para ser justos con el gringo: también prefiero el clasicismo dickensiano de Espera a la primavera, Bandini que la transgresión impertinente de Pregúntale al polvo). Sospecho que el defensor español tiene más argumentos genuinos con Arlt; la moda de Fante se me antoja soportada por razones de solidaridad esnob: a todo el mundo le gusta revolcarse en la mala vida… de otro escritor. La credencial de un autor sufrido luce mucho en la propia.

Arlt también está herido de literatura. Ya libra la batalla de la vida como simulacro de vidas de libros. Pero le redime su asombroso talento, su desprecio por las formas institucionales, su entusiasmo por vivir. A la hora de rendir cuentas con sus maestros, no es tan pesado como Fante, y ciertamente no llega a las cotas de insoportabilidad de Bukowski en sus poemas. Arlt mitifica, pero a sabiendas, sin falsas expectativas. No es un petimetre caprichoso que quiere jugar a ser pobre. ¡Él siempre, sólo, quiere salir de la pobreza!

Y no tiene prejuicios formales. Esos palabros inventados porque qué bien suenan… él sabe que existen.

Y el lector también.

Copyright del artículo © Hernán Migoya. Previamente publicado en Comicsario, un blog para la fenecida editorial Glénat España. Reservados todos los derechos.

Hernán Migoya

Hernán Migoya es novelista, guionista de cómics, periodista y director de cine. Posee una de las carreras más originales y corrosivas del panorama artístico español. Ha obtenido el Premio al Mejor Guión del Salón Internacional del Cómic de Barcelona, y su obra ha sido editada en Estados Unidos, Francia y Alemania. Asimismo, ha colaborado con numerosos medios de la prensa española, como "El Mundo", "Rock de Lux", "Primera Línea", etc. Vive autoexiliado en Perú.
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