¿Para esto ‒se preguntarán los veteranos‒ hemos preservado un legado milenario? ¿Qué destino les espera a los museos y las bibliotecas en el mundo bárbaro del TikTok, la telebasura y el reguetón? ¿Llegará pronto ese futuro distópico que nos anuncia el raquitismo cultural de nuestra época?
Vivimos unos tiempos inquietos, en los que se advierte una glacial indiferencia a la hora de preservar las bellas artes y las humanidades. Es más: a ojos de la ciudadanía media, los amantes de la cultura se sienten un poco marcianos. ¿Quién lee hoy a los clásicos? ¿Por qué los jóvenes detestan el cine en blanco y negro? ¿Carecemos ya de memoria? ¿Ya se han salido con la suya los que quieren degradar, de una vez por todas, los estudios académicos? ¿Les sonarán a los adolescentes de hoy los nombres de Flaubert, Stendhal o Borges? ¿Habrán oído hablar de Ulises o Gilgamesh? ¿Tanto ha llovido desde aquellos días en los que la televisión y hasta las colecciones de cromos tenían un fin educativo?
Vamos a la deriva, y gracias al empacho digital, la alta cultura empieza a parecer una antigualla. ¿Una antigualla? Pues sí, sobre todo en ese reino del todo vale, de la ramplonería y del mínimo esfuerzo que empieza a ser internet (o al menos, buena parte de la red).
Frente a ese porvenir tan oscuro, que además dará pie a conductas repetitivas, caben dos reacciones: el cilicio de penitente ‒es decir, la melancolía‒ o la reivindicación emocionada del Arte y el Pensamiento con mayúsculas.
Esto último es, justamente, lo que encuentro en este excelente libro, La cultura, querido Robinson, donde se reúne un admirable puñado artículos de Guillermo Busutil. En ellos, el placer de la lectura, la cinefilia o la melomanía afloran con una contagiosa seguridad, subrayando asimismo ‒o esa es mi constante impresión‒ la oportunidad perdida en estos últimos años, dominados por esa creciente estupidez que ensombrece el mundo.
Cualquiera que sea su tema, estos textos aplican a la perfección la norma de lo que ha de ser una crónica cultural: el fondo es valioso y la escritura alcanza una calidad elevada. En este sentido, leer a Guillermo Busutil calma ese pesimismo con el que empecé estas líneas, y nos identifica con las grandes tradiciones del mundo occidental.
Me admira el modo en que Busutil da forma a sus ideas, pero a la hora de redactar, fíjense en cómo nos seduce con los párrafos iniciales. Algunos de ellos podrían coleccionarse como aforismos: «Nadie tiró tanto de espada en verso como Francisco de Quevedo». «La calle es un álbum de fotografías inéditas». «La poesía es un arrebato de intimidad basado en hechos reales». «La moda talla el cuerpo en poema. No es fácil hacerlo». «El estudio de un pintor es un permanente cuadro en construcción»… ¿Se les ocurre una mejor manera de comenzar una crónica?
Resumir un libro antológico no es fácil, pero lo intentaré con este otro entrecomillado: «Salirse del tiempo, entrar en un museo. No hay mejor antídoto contra las exigencias de la velocidad que nos alborotan los sentidos y llenan de ruidos la conciencia». Precisamente de ese antídoto nos habla Busutil en este espléndido volumen.
Sinopsis
Prólogo de Antonio Muñoz Molina
En este ecosistema de rutina y realismo estricto en el que se han convertido nuestras vidas, la cultura es, para muchos de nosotros, robinsones náufragos de tantas pérdidas, una verdadera tabla de salvación, esa isla del tesoro que nos da refugio y nos permite sobrevivir al temporal, la única en la que la imaginación y el conocimiento echan raíces. El ruido y la saturación mediática nos incapacitan día a día a entender lo que nombran las palabras, lo que dicen las imágenes, lo que nos proponen la literatura, el cine, el arte o la música, todo aquello que sucede en una ciudad de la que sólo somos cicatrices y ecos. Frente a ello, la cultura no sólo nos aísla en el disfrute, el conocimiento y el reencuentro con nosotros mismos: también nos libera de la alienación del mundo-pantalla de cuyo laberinto de superficialidades, violencias y abismos somos rehenes.
La cultura es un detective que interroga lo que se esconde detrás de las apariencias de lo real, e indaga en los pasillos por los que siempre se escapa la imaginación. De su luz aprendemos a crear palabras nuevas, a construir imágenes distintas, a existir de otra forma más enriquecedora, del otro lado del espejo. La cultura es el lugar desde el que mirar el mundo con sentido crítico, y el estilo con el que lo vivimos de forma más auténtica.
Guillermo Busutil (Granada, 1961) es escritor y periodista. Columnista de opinión y crítico literario de La Opinión de Málaga, también colabora en La Vanguardia como crítico de arte, en el diario El País y en Crónica Global. De 2007 a 2019 fue Director de la revista Mercurio, Panoramas de Libros, de la Fundación José Manuel Lara (Premio Fomento de la lectura 2010 concedido por el Centro Andaluz de las Letras).
Es miembro de la Real Academia de las Bellas Letras de Barcelona, y profesor del Máster en Creación Literaria de la Universidad de Valencia. En 2012 fue galardonado con el Premio Andalucía de la Crítica por su libro Vidas Prometidas, finalista del Premio Setenil al mejor libro de relatos de 2011. Ha obtenido también el Premio de Periodismo Nacional Francisco Valdés; el Premio Unicaja de artículos periodísticos y el Premio de periodismo Jerez Perchet.
Entre sus últimos libros destacan Noticias del frente (2014), Vidas Prometidas (2011), Moleskine (2008), Nada sabe tan bien como la boca del verano (2005) y Drugstore (2003). En 2017, la Asociación de la Prensa de Málaga le concedió la Medalla de Honor de Periodismo por su trayectoria, y el Ateneo de Málaga la Medalla de Oro de la Cultura.
Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.
Copyright de imágenes y sinopsis © Fórcola. Reservados todos los derechos.