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«Joe el bárbaro» (2010-2011), de Grant Morrison y Sean Murphy

Comprobado. Las combinaciones inesperadas son las que deparan mayores sorpresas en el terreno creativo. Y si no que, se lo digan a Grant Morrison, que en esta novela gráfica consiguió alternar Solo en casa con El Señor de los Anillos.

Lo anterior, como ya habréis imaginado, es una frase promocional que el sello Vértigo se encargo de airear. Pero lo cierto es que ese cóctel que anunciaba el departamento de márketing no se aleja mucho de la realidad. En Joe el bárbaro (marzo de 2010-marzo de 2011), la fantasía heroica se entremezcla con la peripecia cotidiana de un chaval común y corriente, cuya enfermedad –diabetes tipo 1– le juega una mala pasada.

En las alucinaciones que le asaltan durante un ataque hipoglucémico, Joe descubre un mundo alternativo en el que vive aventuras propias de un folletín de espada y brujería. Obviamente, nada es aquí del todo ficticio, y en medio de una ilusión desbordante, el protagonista también va resolviendo claves que atañen a su vida real.

El cómic refleja desde un plano muy sutil el mundo interior de un chaval de once años, huérfano por culpa de la guerra de Irak. La ausencia definitiva del padre, sumada a los esfuerzos de la madre por no perderlo casi todo –empezando por la casa–, tiñen de melodrama este relato que, en el plano de la fantasía, es una epopeya desmedida y frenética.

Por esta vía, un delirio derivado de la falta de insulina se convierte en una mágica aventura con aliados y adversarios formidables. Sin ir más lejos, el avatar fantástico de la mascota de Joe, una rata blanca llamada Jack. Este roedor de laboratorio acaba transformado en Chakk, un héroe del Reino de Hierro, ataviado con una armadura retro y dispuesto a vencer a Sir Ulrik el Indescriptible o a los bucaneros de Draka con una katana y un mandoble.

La ambientación steampunk contribuye a embellecer esta entrega que, por su eficacia narrativa, no defraudará a los admiradores de Morrison. El dibujo de Sean Murphy cumple con creces. Sin duda, este no es uno de esos casos en los que el guionista y el dibujante van cada uno por su lado. Al contrario: se advierte que Murphy está comprometido con la historia que cuenta, y en algunas páginas alcanza la excelencia.

Me pregunto qué píldora habrá que tomarse para acceder a un mundo tan exuberante como el que habitan Jeo y Jack en su fascinante alucinación. Se admiten sugerencias.

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

Guzmán Urrero

Colaborador de la sección cultural de 'The Objective'. Escribió de forma habitual en 'La Lectura', revista cultural de 'El Mundo'. Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador de las páginas de cultura del diario 'ABC' y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Ha trabajado en el sector editorial y es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.