Desde la serie original hasta Star Trek: Picard (2020), la saga Star Trek (Viaje a las estrellas) es un fenómeno que nos desafía por su impacto, por su longevidad y por el fervor que aún despierta en medio mundo. Por otro lado, se trata de una de las creaciones más rentables de toda la industria cultural estadounidense.
Por todo ello, vale la pena que retrocedamos cuatro décadas, porque la historia de Star Trek tiene dos personajes principales, y con ellos debe comenzar.
La actriz Lucille Ball y su esposo Desi Arnaz, protagonistas de la telecomedia Te quiero, Lucy, son dos de las personalidades más conocidas en la televisión de los años sesenta. Coincidiendo con la expansión de su productora, Desilu Productions, ambos se divorcian y la actriz toma entonces las riendas de esta empresa, cuyo objetivo prioritario será, de ahí en adelante, realizar obras de ficción para grandes emisoras como ABC TV y NBC TV.
En marzo de 1964, un guionista y productor, Gene Roddenberry, propone a la NBC un proyecto que la compañía rival ha rechazado. Se trata de una serie de ciencia-ficción cuyo título provisional es Wagon Train to the Stars. El bueno de Roddenberry no tiene una experiencia demasiado brillante en la televisión. Su principal logro ha sido un teledrama, The Lieutenant, en cuyo reparto figura un actor desconocido, elegante y de exótico aspecto. Su nombre es Leonard Nimoy.
Los responsables de programación de NBC dudan del proyecto. Hay otras producciones semejantes en antena, y la que Roddenberry ofrece no parece especialmente competitiva. Por otro lado, los estudios que finalmente promoverán la realización del episodio piloto, Desilu Productions –propiedad del matrimonio Arnaz–, también tienen serias dudas sobre su viabilidad.
Finalmente, se da luz verde al proyecto. La propia Lucille Ball prefiere permanecer al margen, y desconoce casi todos los detalles sobre el plan de rodaje, a excepción de las condiciones de financiación. De hecho, durante los meses anteriores al rodaje del episodio piloto, la actriz estará convencida de que se trata de un telefilme bélico.
Ese desinterés exaspera a Roddenberry, obsesionado por llevar a término su obra sin las habituales intervenciones de la productora, los ejecutivos de la emisora y los patrocinadores comerciales.
Cuando se aprueban las condiciones de realización del piloto, Roddenberry mantiene frecuentes reuniones con el novelista Sam Peeples, con el que repasa las colecciones de varias revistas de ciencia-ficción, entre ellas Thrilling Wonder Stories (1931). De hecho, el crucero espacial en el que habrá de desarrollarse la serie, cuyo título ha cambiado por el de Star Trek, guarda un notable parecido con el dibujado en la portada de una de estas revistas.
Con la misma intención, el argumento de los primeros guiones está inspirado en las tramas que Roddenberry descubre en este tipo de publicaciones. No obstante, la referencia más poderosa proviene de las aventuras de un marino inglés del siglo XVIII, el capitán Horatio Hornblower; personaje novelesco creado por Cecil Scott Forester y llevado a la gran pantalla por Gregory Peck en El hidalgo de los mares / Conquistador de los mares (Captain Horatio Hornblower R. N., 1951)
El diseñador artístico chileno Patricio “Pato” Guzmán, encargado de los escenarios interiores de Te quiero, Lucy, es consultado con relación a los decorados necesarios para una teleserie de anticipación de estas características. También es llamado el maquetista Walter “Matt” Jefferies, a quien se le pide la construcción de un prototipo de nave espacial. Su modelo es desarrollado para la filmación de los efectos especiales.
En el guión del episodio piloto se describen las líneas generales de lo que más adelante será la serie. La acción discurre a mediados del siglo XXIII, cuando los humanos ya han entrado en contacto con una raza alienígena, los vulcanos, unos seres de orejas puntiagudas y formidable inteligencia. Se trata de una civilización entregada a la práctica de la lógica, ajena a las emociones más espontáneas.
Los dos pueblos forman la Federación de Planetas, que mantiene el orden galáctico con enormes astronaves. Uno de esos buques espaciales es el USS Enterprise, cuya misión consiste en explorar las fronteras del universo conocido.
Roddenberry quiere contratar como protagonistas del episodio piloto a Jeffrey Hunter, en el papel del capitán Robert April, y a Leonard Nimoy, para dar vida a Spock, un mestizo de vulcano y humana. Los jefes de Desilu Productions aceptan el reparto inicial, pero rechazan numerosos detalles del primer guión, empezando por el nombre del protagonista, que pasa a llamarse Christopher Pike.
Otros actores seleccionados son DeForest Kelly, villano habitual en numerosos westerns de bajo presupuesto, encargado en este caso de dar vida al doctor Leonard McCoy; y Majel Barrett, la actriz que encarna a la enfermera Christine Chapel, y que más tarde se casará con Roddenberry.
El 23 de noviembre de 1964 empiezan los ensayos, y tres días después se inicia el rodaje del primer capítulo, que lleva por título The Cage. La filmación es realizada en formato de 35 milímetros para garantizar una buena calidad fotográfica y la espectacularidad de los efectos especiales.
Byron Haskin, el productor asociado, ofrece una garantía al respecto, pues se ha especializado en superproducciones de compleja realización. Cuando se completan los trabajos, la película es mostrada a los ejecutivos de la NBC. Se planea su programación para 1965, pero las opiniones no pueden ser más negativas. El calificativo más frecuente en boca de los primeros espectadores que asisten a los pases es “demasiado cerebral”. El fracaso es prácticamente seguro para Roddenberry, quien además queda advertido por sectores cristianos integristas. ¿La razón? Nada más fácil: no conciben cómo Spock, un personaje positivo, puede aparecer ante los niños con atributos físicos que lo asemejan al diablo. No hace falta añadir que la opinión pública de mediados de los sesenta se parece en poco a la actual.
A la vista de todo ello, se impone modificar el eje central de The Cage, variar el reparto y hacer más accesibles al gran público los contenidos. La productora permite la realización de un segundo episodio piloto. Roddenberry llega a tal punto en su entusiasmo por controlar cada pequeño detalle de la nueva película, que sus compañeros en el estudio lo apodan “Goddenberry”, jugando con la palabra “God” (Dios).
El reparto de Star Trek se convierte en otra complicación, pues los personajes han de ser queridos por el público para que el programa funcione comercialmente. Todos los ojos de la compañía están puestos en estas decisiones, así que es elegido como supervisor de la contratación Joe D’Agosto.
El primer seleccionado es William Shatner, un actor canadiense experimentado en diversos montajes teatrales. A Shatner le asignan el papel del capitán James T. Kirk, jefe del Enterprise. En principio, nadie duda de que habrá de convertirse en la gran estrella de la serie. DeForest Kelley, Majel Barrett y Leonard Nimoy conservan su trabajo, aunque a este último le suavizan bastante el maquillaje para atenuar ese aspecto satánico que soliviantó a algunos espectadores.
Uno de los nuevos intérpretes, James Doohan ya conoce a William Shatner, pues ha trabajado con él en Toronto. Interpreta al ingeniero escocés del Enterprise, Montgomery Scott. El actor japoamericano George Takei da vida a Hikari Sulu, el físico asiático.
Por su parte, Nichelle Nichols es Uhura, la jefe de comunicaciones afroamericana. Gene Roddenberry quiere potenciar el atractivo erótico de Nichols, así que solicita para ella un vestuario más provocativo, minifalda incluida.
El reparto se completa definitivamente durante la segunda temporada, cuando el periódico soviético Pravda acusa a Star Trek de ser una producción típicamente capitalista. Airado con esta afirmación, el productor escribe a su editor una carta de protesta el 10 de octubre de 1967, e impone poco después un nuevo personaje, Chejov, el auxiliar ruso interpretado por Walter Koenig.
Gene Roddenberry se obsesiona con el control de cada detalle. Así, para la escritura de los guiones, recurre a valores seguros de la novela de anticipación, como Theodore Sturgeon, Robert Bloch, Norman Spinrad y Richard Matheson, aunque siempre se cuida de revisar las copias finales, hecho que provoca las iras de algunos escritores. Tal es el caso de Harlan Ellison, quien denuncia la manipulación de su guión. Poco después, Ellison hace público su deseo de no escribir nunca más para la pequeña pantalla. No obstante, la mayoría de los novelistas se muestran complacidos de su trato con Gene Roddenberry, quien mantiene una buena amistad con Poul Anderson, Isaac Asimov y Ray Bradbury, tres de los mejores autores de ciencia-ficción en Estados Unidos.
Puesto que Star Trek es una serie de ficción científica, y dado que se hace necesaria una supervisión de los detalles aeroespaciales, es contratado el doctor Harvey P. Lynn Jr., aunque su presencia acaba por ser una baza promocional escasamente útil, ya que la teleserie se deja llevar por los cauces de la fantasía con total libertad.
Aunque en principio el serial goza de una buena acogida, pronto comienzan las complicaciones para el equipo. En principio, la mayor parte de los guiones precisan retoques para ajustarlos al presupuesto, cada vez más limitado. Además, William Shatner, el protagonista, empieza a mostrar su hostilidad hacia Leonard Nimoy. Todo se resume en una palabra: celos. Aunque el sueldo de Nimoy es muy inferior, lo cierto es que resulta más querido por el público.
Nimoy protesta por esta situación a Roddenberry, que se siente incómodo y no atiende sus solicitudes. Todo ello, unido al descenso de la audiencia, origina problemas nerviosos al productor, cuya vida familiar se ha arruinado, seguramente a causa de este plan obsesivo de trabajo. Cuando el asunto llega a los despachos, una de las soluciones propuestas es el despido de Leonard Nimoy. Éste acaba de solicitar un aumento de sus ingresos, tratando de equipararse a Shatner, que incluso cuenta con una participación en los beneficios de la serie. Entre los actores previstos para sustituirlo figuran David Carradine, Michael Rennie y Mark Lenard (Este último, por cierto, interpretará al padre de Spock cuando se realice la primera versión cinematográfica).
Finalmente, el cambio de actor deja de ser un objetivo prioritario. De hecho, una catástrofe mayor se avecina. NBC TV y Desilu Productions pierden dinero con la emisión de Star Trek, y por esa contundente razón, sus ejecutivos ordenan la retirada de la serie. El último episodio es emitido el 3 de junio de 1969. Por el momento, ningún comentarista televisivo se queja de la cancelación.
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Comienza la década de los setenta, y la cadena hace balance. Aunque la emisión de Star Trek no ha resultado un fracaso total, tampoco ha dado un resultado comercial satisfactorio. Todo hace indicar que pronto caerá en el olvido. Sin embargo, en las oficinas de la productora reciben día a día cientos de cartas de seguidores deseosos de que la serie vuelva a la parrilla televisiva.
El número de esos seguidores crece de forma extraordinaria a partir de 1971, cuando son emitidas las primeras reposiciones del programa. La presión de estos grupos de aficionados hace que los responsables de Paramount se planteen la viabilidad de una nueva entrega de las aventuras del Enterprise.
Puestos al habla con Gene Roddenberry, deciden que lo más viable es una serie de dibujos animados. Para conservar la coherencia con el telefilme original, contratan nuevamente al reparto encabezado por William Shatner y Leonard Nimoy para efectuar el doblaje. La animación es encomendada a la empresa Filmation. Esta nueva teleserie es emitida por la NBC TV durante la programación infantil de los sábados. Así, desde el 15 de septiembre de 1973 hasta el 12 de octubre de 1974, una nueva generación de trekkies puede disfrutar de sus héroes favoritos.
La fama de la franquicia no decae. A mediados de los setenta, la constante reposición de la serie, y su buena acogida internacional, propician otro proyecto que Gene Roddenberry titula Star Trek II, una nueva producción en la que se plantean importantes novedades con respecto al teledrama original. Curiosamente, esta serie, que nunca llega a rodarse, sirve de base a otro empeño: el salto a Hollywood.
En los guiones de Star Trek II, el personaje de Spock queda eliminado y sustituido por un vulcano de nombre Xon. Sólo se filtran los nombres de dos nuevos actores para ocupar el puente de mando del Enterprise. El joven galán Stephen Collins ‒hoy marcado por un escándalo de abusus sexuales‒ es uno de los candidatos para reforzar su tripulación, que también cuenta con una bella actriz, Persis Khambatta, con experiencia interpretativa en su India natal y en Europa.
De la noche a la mañana, el triunfal estreno de La guerra de las galaxias (Star Wars, 1977), de George Lucas, modifica la opinión de los directivos de Paramount Pictures, que consideran más rentable el lanzamiento de un largometraje. Así, el proyectado episodio piloto pasa a convertirse en película, quedando eliminada la opción de una serie.
No obstante, el rodaje acaba siendo extremadamente dificultoso para su director, el veterano Robert Wise. Así, pese a que en el equipo hay quien no le tiene simpatía, Leonard Nimoy decide volver a interpretar a Spock en el último momento, hecho que obliga a modificar el guión a toda prisa. Otra pesadilla para Wise son los efectos especiales. Sólo pueden definirse como mediocres, y ello fuerza el despido de sus responsables y la contratación de dos profesionales de reconocida eficacia, Douglas Trumbull y John Dykstra.
Inspirado en dos episodios de la saga original, The Changeling, escrito por John Meredith Lucas, y The Doomsday Machine, obra de Norman Spinrad, el guión de la película recoge algunos contenidos frecuentes en Star Trek. A saber: hay un romance de difícil resolución, un caos que amenaza con destruir la Tierra y una reflexión filosófica más o menos elaborada.
Sin embargo, Star Trek: La película carece de la frescura e inocencia transmitida por los capítulos televisivos. Aunque impecable en sus aspectos formales, la cinta es demasiado solemne para los espectadores que recuerdan haber seguido semanalmente a sus héroes a través del receptor. El público no acude a los cines en el número que Roddenberry esperaba. No obstante, se recupera lo invertido, y por esa misma razón, los productores entienden que la exhibición cinematográfica es el nuevo camino para rentabilizar a unos personajes que –quién lo diría– siguen despertando admiración en una creciente minoría.
El argumento de la cinta está bien diseñado, y su registro coincide con lo que venía a ser la vieja teleserie. Un grupo de astronaves klingon sufren el ataque de un desconocido ingenio electrónico, V’ger, que siembra la destrucción a su paso. Mientras tanto, en unos astilleros espaciales se completa el acondicionamiento del Enterprise, que cuenta ahora con un moderno sistema de propulsión. El veterano James T. Kirk, ascendido a almirante de la flota galáctica, lleva años separado de los que fueron sus compañeros de aventura en esa nave espacial que ahora está siendo renovada. El doctor Spock ha permanecido en su planeta natal, Vulcano, buscando el crecimiento espiritual, y McCoy, alejado del servicio activo, se dedica a la investigación. Pero todos se reunirán cuando sean requeridos para investigar el caos originado por el V’ger. En realidad, se trata de un viejo satélite explorador Voyager que, capturado por una civilización de máquinas inteligentes, ha sido reformado por éstas para adquirir esa personalidad destructora, que lo empuja a buscar a su creador en la Tierra, sin saber que está a punto de aniquilar el planeta donde fue construido.
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En 1982, se estrena en las pantallas Star Trek II: La ira de Khan (Star Trek: The Wrath of Khan), una cinta condicionada en demasiados sentidos por su predecesora. Y es que, tras el dispendio económico de la primera entrega, a duras penas recuperado en taquilla, Paramount Pictures impone un presupuesto restrictivo para la realización de la secuela.
El novelista y realizador Nicholas Meyer, especialista en el trabajo con actores, es el profesional encargado de dirigir la película. La falta de medios técnicos, cifrada en un menor número de efectos especiales, queda compensada con una mayor intensidad de las interpretaciones. De ese modo, la carencia se convierte en virtud, y el desarrollo dramático se acerca más al espíritu del Star Trek televisivo.
El guión viene a ser una prolongación de uno de los episodios de la teleserie, Space Seed, donde el perverso Khan era desterrado a causa de sus fechorías. Ricardo Montalbán interpreta nuevamente al personaje, demostrando un talento como actor bastante superior al del resto del reparto.
El guión es uno de los mejores de la saga: tras su anterior aventura, el comandante Kirk renuncia a continuar la navegación espacial y se dedica a labores administrativas. El retiro de Kirk es interrumpido por Spock, quien anima a su camarada para que vuelva al puente de mandos del Enterprise, convertido en una nave-escuela donde se forman los cadetes de la Federación. Mientras tanto, un amigo de ambos, el comandante Chejov, participa en una ambiciosa misión, el proyecto Géminis, un mecanismo de fusión que origina la vida en aquellos lugares donde no existe, favoreciendo la formación de atmósferas habitables y el crecimiento de nuevas especies vegetales y animales. Una lanzadera espacial, la USS Reliant, pilotada por Chejov y el capitán Terrell, se dedica a localizar planetas deshabitados, útiles para la experimentación del nuevo dispositivo. Inesperadamente, en un área apartada, descubren al malvado Khan Noonian, enemigo de Kirk desde que éste forzara quince años atrás su destierro. Khan tortura a Chejov y a Terrell y se hace con su nave, que contiene el instrumental básico del Génesis. La situación se complica aún más, pues un hijo de Kirk, David, también participa en el proyecto colaborando con un antiguo amor del comandante, la doctora Carol Marcus, y ambos quedan en peligro de muerte por culpa de Khan. Aunque el villano será finalmente vencido y los amigos de Kirk rescatados, la tragedia estalla para los miembros del Enterprise cuando el doctor Spock, tratando de desactivar el reactor Génesis, queda desintegrado junto a la máquina que pretende detener.
Como pueden comprobar, los acontecimientos narrados se acercan peligrosamente a lo folletinesco, en particular los referidos al reencuentro de Kirk con su hijo y a la supuesta muerte de Spock. Sin embargo, al público norteamericano le agrada este melodrama espacial y las recaudaciones son substanciosas, lo que garantiza la continuidad de nuevos proyectos.
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El siguiente film de la saga va a ser Star Trek III: En busca de Spock (Star Trek: The Search for Spock, 1984).
Es el actor Leonard Nimoy, con cierta experiencia como realizador televisivo, quien figura como director de esta película. Se entiende que ese cometido profesional es lo que mantiene a Spock ausente de la pantalla a lo largo de buena parte del metraje.
No obstante, todo el argumento gira en torno a este personaje, lo que cabe interpretar como la revancha de Nimoy tras los problemas habidos con William Shatner durante la realización de la teleserie. Si en un tiempo tuvo que soportar un sueldo más bajo y la desatención del productor, ahora tiene la oportunidad de ejercer como director y protagonista en la sombra.
El reparto es bastante peculiar, pues cuenta con dos comediantes habituales en la televisión, Chistopher Lloyd y John Larroquette, en papeles que nada tienen que ver con el humor. Asimismo, aparece la veterana actriz Judith Anderson, recordada por su interpretación en La gata sobre el tejado de zinc (1958), dando vida a una sacerdotisa del planeta Vulcano.
El argumento que plantea Harve Bennett desarrolla acontecimientos ya conocidos por el público. El Enterprise regresa a puerto con múltiples daños técnicos, aunque el peor, sin duda, es la desaparición del doctor Spock. Por si ello fuera poco, el mando comunica a la tripulación que la astronave debe ser desmantelada. Sarek, el padre de Spock, explica a Kirk que, aunque el cuerpo de su hijo se desintegró, su alma ha reencarnado en otro de los miembros del equipo, el doctor McCoy, quien muestra signos de desequilibrio mental. Urge transportar al científico hasta el planeta Vulcano, donde el espíritu de Spock será extraído de su cuerpo. De lo contrario, ambos corren grave peligro. Kirk vuelve a los mandos del Enterprise y vuela con sus compañeros hasta Vulcano. Pronto sabrán que Spock está renaciendo en el planeta donde estalló el dispositivo Génesis. El problema es que una patrulla klingon también se traslada al mismo lugar y amenaza con eliminarlos antes de quedar completado el ciclo de renacimiento de su antiguo camarada.
Artículo recomendado: Star Trek III: En busca de Spock (1984), de Leonard Nimoy
Tras la buena acogida de Star Trek II, Bennett y sus colaboradores deciden agotar la vía melodramática, e incluyen dosis aún mayores de sentimentalismo en esta tercera entrega. Así, Kirk pierde a su hijo, y la nave Enterprise es destruida. Incluso el Spock renacido en el planeta Génesis sufre una total amnesia de las aventuras vividas con sus compañeros.
Nimoy es un actor cultivado –en esto supera al resto del reparto–, y por otro lado parece satisfecho con su ascenso profesional dentro de la franquicia. Estos dos factores se dejan sentir en la nueva entrega, Star Trek IV: Misión, salvar la Tierra (Star Trek: The Voyage Home, 1986). Sin duda, nos hallamos ante la más inteligente de las cintas realizadas hasta el momento, y también ante la que mejor se adapta a la personalidad de Nimoy. Aunque su argumento –¿las ballenas pueden viajar al futuro para salvar el mundo?– pueda parecer insólito, lo cierto es que esta película es un gratísimo espectáculo.
El mensaje ecologista que contiene sirve de excusa para desarrollar una comedia de aventuras en la que no faltan momentos de parodia. Que los protagonistas de Star Trek, convenientemente uniformados, se paseen por el San Francisco contemporáneo sin despertar recelos, ya dice mucho del humor con que se plantea la trama.
El ya mencionado Harve Bennett, un acreditado profesional de la televisión y estrecho colaborador de Gene Roddenberry, es el productor y argumentista de esta producción, seguramente la más atípica de todas las realizadas en la historia de Star Trek. Por cierto, la idea del viaje hacia el pasado será el núcleo argumental de otra teleserie de ciencia-ficción producida por Bennett, Misión en el tiempo (1993).
El guión firmado por Bennett, Steve Merson, Peter Krikes y Nicholas Meyer comienza con el Enterprise destruido en el planeta del proyecto Génesis. Kirk y sus compañeros han de emplear la nave klingon para escapar, y en el camino de regreso a la Tierra, detectan una extraña turbulencia interestelar. Es un torbellino de enorme fuerza, que avanza con un ritmo regular. Analizando la frecuencia, descubren que resulta extrañamente similar al canto de un animal desaparecido, la ballena. Así pues, no les queda otra salida que adentrarse en un vórtice temporal y viajar hasta el siglo XX, cuando aún quedan cetáceos en los mares, para transportar rumbo al futuro a una pareja de ellos, y así detener la turbulencia. La nave klingon aterriza junto al Golden Gate de San Francisco, quedando oculta gracias a un dispositivo de invisibilidad. En un acuario local, Spock y Kirk encuentran a dos ballenas en cautividad que se ajustan perfectamente a sus planes. Ambas están al cuidado de una bióloga marina, Gillian, que desea liberar a los animales en breve. Los viajeros del futuro inician entonces una carrera contra reloj para, una vez suelta en el mar, proteger a la pareja de los balleneros pretende su caza. Por fortuna, cumplen su objetivo y, una vez capturados y elevados a través del vórtice, los dos cetáceos impiden que la turbulencia llegue a la Tierra.
A lo largo de los años, la saga cinematográfica sigue atrayendo a nuevos seguidores. De hecho, una nueva generación de trekkies se va a sumar a la familia de Star Trek gracias al empeño de J.J. Abrams.
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En el año 1987, una vez comprobado el buen funcionamiento financiero de las producciones cinematográficas inspiradas en Star Trek, Paramount acepta el proyecto de realizar una nueva teleserie con actores reales. De nuevo, Gene Roddenberry es encargado de coordinar todo lo relacionado con el rodaje.
En esta ocasión, el veterano Roddenberry está convenientemente asesorado por un grupo de eficaces colaboradores, entre los que destacan Rick Berman y Michael Piller, y algunos viejos conocidos de la serie original, como Bob Justman, D.C. Fontana, Eddie Milkis y David Gerrold.
La teleserie, que cuenta con un nuevo reparto, lleva por título Star Trek: La nueva generación (Star Trek: The Next Generation). Con ello, se hace referencia al salto temporal que se produce en el relato, pues la acción comienza ochenta años después de las andanzas del antiguo Enterprise.
Con un presupuesto asignado de un millón y medio de dólares por capítulo, las condiciones de trabajo se asemejan más a las de un rodaje cinematográfico que a las propias del medio televisivo. Son contratados especialistas en efectos digitales y maquilladores de primer orden. El proceso de escritura de guiones busca el equilibrio entre los autores profesionales y los jóvenes talentos salidos de las modernas escuelas de cine. Todo, en suma, se prepara para conseguir el éxito de audiencia y el nivel de calidad que Star Trek no pudo conseguir en los sesenta.
El nuevo argumento cuenta con personajes cuidadosamente diseñados. En el puente de mando del Enterprise se distingue el capitán Jean-Luc Picard (Patrick Stewart), un líder lleno de talento. Su segundo de a bordo, más semejante al Kirk de la primera entrega, es William T. Riker (Jonathan Frakes), el galán de la serie. La psicóloga ‒llamémosla así‒ de la nave es la consejera Deanna Troi (Marina Sirtis), capaz de sentir las emociones ajenas. Data (Brent Spiner) es el androide asistente del capitán, y su aspiración es experimentar sentimientos, como el Hombre de Lata de El mago de Oz. El alférez Geordi LaForge (LeVar Burton) actúa como ingeniero jefe, Beverly Crusher (Gates McFadden) es la jefe médico y Worf (Michael Dorn), el oficial de operaciones estratégicas.
Worf pertenece a la raza klingon, un pueblo de guerreros que ya aparecía en la primera teleserie. A los klingon hay que sumar a otras razas alienígenas bien conocidas por el público: romulanos, ferengis y borg. Las diversas especies de este universo, muy detalladas por los guionistas, mantienen un equilibrio inestable, que se rompe con extrema facilidad.
El primer capítulo de la serie se emite el 28 de septiembre de 1987, y nada menos que 27 millones de espectadores disfrutan de ese episodio piloto: Encounter at Farpoint. Con todo, las críticas iniciales no son del todo positivas. Se comenta que los guiones de la primera temporada se dejan llevar por la fórmula, y que los efectos digitales deben perfeccionarse. Ambos factores cambian a partir de la segunda temporada.
Un total de dieciocho premios Emmy dan testimonio de la calidad televisiva del producto. Star Trek: La nueva generación es emitida por la televisión norteamericana por espacio de siete temporadas (178 capítulos), un hecho extraordinario al que no es ajena la calidad del ese reparto que encabeza, con shakespeareana autoridad, Patrick Stewart.
Además, para delicia de los trekkies más veteranos, aparecen en algunos episodios actores como James Dooham, DeForest Kelley, Majel Barrett, Mark Lenard y Leonard Nimoy. Incluso el hijo de este último, Adam Nimoy, llega a dirigir algunos episodios.
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Star Trek: La nueva generación. Primera temporada (28 de septiembre de 1987 – 16 de mayo de 1988)
Star Trek: La nueva generación. Segunda temporada (21 de noviembre de 1988 – 17 de julio de 1989)
Star Trek: La nueva generación. Tercera temporada (25 de septiembre de 1989 – 18 de junio de 1990)
Star Trek: La nueva generación. Cuarta temporada (24 de septiembre de 1990 – 17 de junio de 1991)
Star Trek: La nueva generación. Quinta temporada (23 de septiembre de 1991 – 15 de junio de 1992)
Star Trek: La nueva generación. Sexta temporada (21 de septiembre de 1992 – 21 de junio de 1993)
Star Trek: La nueva generación. Séptima temporada (20 de septiembre de 1993 – 23 de mayo de 1994)
Star Trek: La nueva generación. Los largometrajes
Atentos a los nuevos márgenes de explotación de la franquicia, los productores de la serie deciden aprovechar el inesperado tirón comercial de Star Trek: La nueva generación y elaboran un proyecto que ha de emitirse en paralelo, Star Trek: Espacio Profundo Nueve (Star Trek: Deep Space Nine) cuyo episodio piloto llega a las pantallas estadounidenses el 3 de enero de 1993. Con el fin de diversificar la audiencia, se recurre a un carismático actor de color, Avery Brooks, para que encarne al primer capitán afroamericano en la historia de la saga, Benjamin Sisko. Hay asimismo un árabe, el doctor Julian Bashir, interpretado por Siddig El Fadil, y una asiática, la oficial Keiko O’Brien, a quien da vida la actriz Rosalind Chao. Todo ello sigue la regla marcada por Gene Roddenberry sobre la representatividad social y étnica de esta tripulación ficticia, que ha de abarcar un amplio espectro humano. No obstante, el elemento más atractivo del reparto es el actor de comedia Rene Auberjonois, que populariza enormemente su papel, el alienígena Odo.
A fin de buscar una continuidad con el telefilme precedente, se incluye en el reparto el personaje de Worf, bien conocido por los espectadores y asiduo participante en las convenciones de trekkies.
A comienzos de 1995, Paramount Pictures destina veintitrés millones de dólares a la producción del episodio piloto de una cuarta serie, Star Trek: Voyager. En un principio, el productor Rick Berman cuenta con la actriz Genevieve Bujold para dar vida a la protagonista, Kathryn Janeway, capitán de la nueva nave de exploración Voyager. La intérprete canadiense, disconforme con las condiciones de rodaje, renuncia al papel, que recae en otra excelente intérprete, Kate Mulgrew. Su lugarteniente, Chakotay, es un indígena americano encarnado por Robert Beltran.
Tanto Espacio Profundo Nueve como Voyager suponen un éxito de audiencia que se suma al rendimiento que obtienen las nuevas películas de la saga. Con el convencimiento de que el universo de Star Trek tiene múltiples perfiles, Rick Berman y Brannon Braga idean otra teleserie, Star Trek: Enterprise, cuyo reparto encabezan Scott Bakula, John Billingsley, Jolene Blalock y Dominic Keating.
Enterprise comienza a emitirse el 26 de septiembre de 2001, y se mantiene en antena a lo largo de cuatro temporadas. En cierto sentido, se trata de una precuela de la serie original: la aventura sucede en el siglo XXII; esto es, cien años antes de que la tripulación de James T. Kirk busque nuevas fronteras en el espacio.
La cancelación de la serie protagonizada por Bakula no supone, ni mucho menos, el fin de Star Trek en la pequeña pantalla. De hecho, tal y como demuestra el reboot de J.J. Abrams, la franquicia sigue ocupando un puesto de preferencia en el imaginario popular.
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Star Trek: En la oscuridad (2013), de J.J. Abrams
Star Trek: Más allá (2016), de Justin Lin
El 24 de septiembre de 2017, la CBS emitió el primer episodio de Star Trek: Discovery, una nueva teleserie creada por Bryan Fuller y Alex Kurtzman, con Gretchen J. Berg y Aaron Harberts como showrunners. La acción transcurre diez años antes de los acontecimientos narrados en la teleserie de los sesenta, en plena guerra entre la Federación y el Imperio Klingon. La protagonista es Sonequa Martin-Green, y completan el reparto Doug Jones, Shazad Latif, Anthony Rapp, Mary Wiseman, Michelle Yeoh y Jason Isaacs. Por las mismas fechas, y confirmando la vigencia de la fórmula inventada por Gene Roddenberry, se estrenó The Orville, una teleserie creada y protagonizada por Seth MacFarlane en la que se plantea ‒desde un universo diferente, ajeno a la franquicia‒ un claro homenaje a Star Trek. Es algo que, en su momento, ya logró con éxito Dean Parisot en Héroes fuera de órbita (Galaxy Quest, 1999).
Todo ello demuestra que, pese al tiempo transcurrido y al vaivén de las modas, la aventura emprendida en 1965 por el Entrerprise sigue haciéndonos soñar con un futuro más allá de las estrellas, lleno de pasión y de asombro.
Imagen superior: Star Trek: Beam Me Up Digital Decoration collection / AtmosFX.com
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Copyright del texto © Guzmán Urrero Peña. Reservados todos los derechos. Este artículo incluye citas de varios estudios previos que publiqué en la Enciclopedia Universal Multimedia, de Micronet, y en los libros Historia del cine de ciencia ficción (1995), Perspectivas de la comunicación audiovisual (2000) y La cultura de la imagen (2006). Reservados todos los derechos.