En el cuarto volumen del Ciclo de Cyann, Los colores de Marcade (Les Couleurs de Marcade, 2007), la protagonista llega a un planeta cuya superficie hostil y desértica está perpetuamente oculta bajo una espesa capa de nubes. Sobre éstas, levantada sobre colosales pilones, se alza la gran ciudad que durante unos días acoge a nuestra heroína. Aunque utilizar el verbo «acoger» llama a engaño. A punto de ser asesinada, Cyann es rescatada por un funcionario del imperio que se convierte en su amante y le sirve de guía por la compleja sociedad de Marcade.
Nada es gratis en esta ciudad, ni siquiera las conversaciones. Todo el mundo lleva un dispositivo electrónico en sus vestimentas que, según el color que muestre, indica si su portador está dispuesto a dialogar o responder a una simple pregunta, incluso un saludo, y a qué precio, si quiere que le dejen tranquilo o si está arruinado. Sobre cada individuo planea, además, un artefacto que sirve para llevar la cuenta de los créditos gastados y cobrados por cada transacción comercial o «interpersonal». No existe la privacidad a menos que se pague un impuesto para ello: los encuentros sexuales «privados» más interesantes de la noche anterior son exhibidos en pantallas públicas ante la indiferencia general.
En un clima de capitalismo extremo, la ética o la misma humanidad, desaparecen: los padres a los que sus hijas deben dinero las ofrecen a las «Casas de Placer» para que trabajen allí hasta que salden sus deudas; los periódicos atentados que causan masacres en los centros comerciales son ocultados y disimulados como espectáculos para que el miedo no aparte a la gente de los mercados y las calles; los hijos de las familias acomodadas se entregan a cacerías humanas nocturnas cuyas víctimas son desgraciados que han caído en la ruina. Asqueada, Cyann consigue tras no pocas tribulaciones huir de ese mundo y llegar al suyo, Olh. Pero allí todo ha cambiado. Sus viajes espaciales a través de las puertas estelares cuyo secreto posee han conllevado desplazamientos temporales y en su planeta han pasado varias décadas desde que se marchó a ilO.
Los colores de Marcade es un álbum satisfactorio solo a medias. El dibujo, diseño y color son magníficos. Lacroix y Bourgeon nos presentan no sólo una ciudad de bella factura estética sino una sociedad aparentemente diferente a la nuestra pero con total coherencia interna. Y digo aparentemente porque en realidad la reconocemos sin dificultad como una versión deformada y exagerada de nuestra insaciable sociedad de consumo. El diseño urbano y arquitectónico recuerda a una fusión de un parque temático y un centro comercial, símbolos ambos del ocio y el consumismo, referencias nada inocentes habida cuenta del espíritu salvajemente mercantilista y nihilista de los marcadianos.
No me extenderé otra vez acerca del minucioso trabajo que los autores vuelcan en la descripción gráfica y conceptual de este mundo, pero sí quiero subrayar, una vez más, la inteligente utilización del color como elemento expresivo inserto en la narración. Si en Aïeïa de Aldaal la paleta de colores se limitaba –con una gran variedad de matices, eso sí– a tonos ocres y pardos acordes no sólo al entorno físico del planeta sino al carácter de la propia aventura, en Los colores de Marcade asistimos a una explosión cromática. Ese desfile de colores y formas –en los edificios, las vestimentas, los maquillajes faciales e incluso las propias nubes que rodean la ciudad– sugieren vitalidad, alegría y riqueza y su efecto dramático se acentúa cuando se pone en contraste con la negra alma que subyace en esa sociedad enferma.
El problema del álbum reside en que fracasa a la hora de alcanzar sus metas. Cyann pasa toda su estancia en Marcade tratando de escapar del planeta y olvidando que en primer lugar llegó allí para investigar la red de explotación de mundos que había montado una gran corporación. Ese punto queda sin aclarar adecuadamente cuando tras varias tribulaciones Cyann consigue transportarse a Olh. Al percatarse el lector de que han transcurrido cuarenta años, que el aspecto de la ciudad de Cyann ha cambiado considerablemente y que la política y el gobierno han dado un giro radical, no puede sino esperar un clímax revelador de gran intensidad emocional –no puedo profundizar más en el comentario sin chafar el final–. Pero lo que encontramos es otra apresurada sucesión de huídas que se prolonga varias páginas y que no resuelve nada. Con todo, es una historia entretenida, excelentemente dibujada y que no afecta negativamente al tono general de la serie.
Bourgeon detuvo aquí su desarrollo de la saga, rematando el álbum en un final abierto y que dejaba paso a nuevas aventuras de Cyann. Regresó entonces a su ciclo de Los Pasajeros del Viento para trabajar en su último álbum –dividido en dos partes–, por lo que los fans de su ciencia ficción hubieron de esperar esta vez nada menos que cinco años –y otro cambio de editorial, de Vents d´Ouest a 12Bis– para descubrir qué había sido de su temperamental heroína.
Artículos relacionados con el Ciclo de Cyann
La fOntana y la sOnda (1993), de François Bourgeon y Claude Lacroix
Las seis estaciones en ilO (1997), de François Bourgeon y Claude Lacroix
Aïeïa d’Aldaal (2005), de François Bourgeon y Claude Lacroix
Los colores de Marcade (2007), de François Bourgeon y Claude Lacroix
Los Pasadizos del Entretiempo (2012), de François Bourgeon y Claude Lacroix
Las suaves auroras de Aldalarann (2014), de François Bourgeon y Claude Lacroix
Copyright del artículo © Manuel Rodríguez Yagüe. Descubre otros artículos sobre cine, cómic y literatura de anticipación en nuestra sección Fantaciencia. Publicado previamente en Un universo de ciencia ficción, y editado en Cualia con permiso del autor. Reservados todos los derechos.