La negra sombra de la Alemania Nazi se iba extendiendo por Europa obligando a todo el mundo a prestarle atención, Tintín incluido. En marzo de 1938 se produjo la anexión de Austria por parte de la Alemania liderada por el Partido Nacional Socialista, un acontecimiento que, obviamente, causó un gran impacto en el continente. No sería la última demostración de ambición imperialista por parte de Alemania: en septiembre de aquel mismo año se apoderó de la región checa de los Sudetes y en marzo de 1939, Bohemia y Moravia. Siguiendo de cerca tal ejemplo, el reino de Albania era fagocitado por la Italia fascista de Mussolini en abril de 1939.
Hergé recogió aquellas inquietantes noticias y las reconvirtió a su propio lenguaje de ficción en El cetro de Ottokar, octava entrega de las aventuras de Tintín, serializada en blanco y negro desde agosto de 1938 a agosto de 1939 en el seno del suplemento juvenil Le Petit Vingtiéme. La versión coloreada del álbum se publicó en 1947.
El hallazgo de un olvidado maletín en un banco del parque lleva a Tintín al encuentro con el profesor Harlequín, un peculiar sabio que está realizando un estudio sobre los sellos reales de la nación centroeuropea de Syldavia. Tintín acepta su ofrecimiento para acompañarle como secretario al escuchar por casualidad una conversación que apunta a que el profesor se halla bajo vigilancia. A partir de ese momento y ya durante el viaje a Syldavia, el joven aventurero se ve envuelto en la investigación de un complot que pretende dar un golpe de Estado, destronar al rey y anexionar la nación al país vecino, Borduria.
Hergé admitió haberse inspirado para esta historia en el libro Técnica del golpe de Estado, escrito en 1931 por el escritor, periodista y diplomático italiano Curzio Malaparte. En él se exponía la tesis de que es suficiente apoderarse de ciertas posiciones clave en el seno de un país para hacerse con el control del mismo, táctica que llevan a cabo los conspiradores pro-bordurios. Por otra parte, la identificación de la vecina de Syldavia, Borduria, con la Alemania nazi puede constatarse con detalles como el inequívoco nombre del conspirador jefe, Müstler (construido a partir de los nombres de Mussolini y Hitler) o el escudo negro y rojo reminiscente de la esvástica que lucen los aviones de esa nación imaginaria.
La denuncia del nacionalismo imperialista que destila este álbum supone un paso decidido por parte de Hergé, que por entonces aún trabajaba para Le XX Siècle, un diario netamente reaccionario que miraba con simpatía al sector más derechista de Bélgica encabezado por Leon Degrelle. Pero además de ser un libro antifascista, El cetro de Ottokar aboga con mayor intensidad si cabe por la defensa de la monarquía belga: Sildavia y su rey, el valiente y honrado Muskar XII, son una metáfora de Bélgica y su monarca, Leopoldo III.
Por último y en un tono más ligero, cabe comentar que en este álbum se produce la primera aparición de Bianca Castafiore, la soprano italiana cuyo chorro de voz anima a los que la escuchan a huir lo más lejos posible. El cómico personaje reaparecerá en otros álbumes posteriores, a veces como simple recurso humorístico y otras jugando un papel decisivo en la aventura como aliada de Tintín.
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Copyright del artículo © Manuel Rodríguez Yagüe. Publicado previamente en Un universo de viñetas y editado en Cualia con permiso del autor. Reservados todos los derechos.