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Crítica: «X» (2022), de Ti West

No les engaño si les digo que X, de Ti West, se detiene en las derivaciones menos respetables del cine de los setenta: el porno y el terror extremo. Y sin embargo, entre otros muchos méritos, la película capta maravillosamente el espíritu de aquella época.

De primeras, el argumento suena a nostalgia y bajas pasiones. ¿El año? Un caluroso 1979. Rumbo a un rincón perdido de Texas, nos encontramos con un grupo de jóvenes que pretende rodar una película para adultos en los albores del VHS: el productor Wayne Gilroy (Martin Henderson), los actores porno Maxine Minx (Mia Goth), Bobby-Lynne (Britanny Snow) y Jackson Hole (Scott Mescudi), el director RJ (Owen Campbell) y su novia, Lorraine (Jenna Ortega). Su destino es una granja aislada, propiedad de dos ancianos que, aparte de vivir en otra dimensión de la realidad, desconocen las intenciones de Wayne y sus compañeros.

De ahí en adelante, suceden muchas cosas que no adelantaré, pero que sorprenderán felizmente al espectador. Es obvio que no se trata de un material apto para menores, y no obstante, la película es tan inteligente y audaz que consigue lo inesperado: convertir un slasher en un divertimento en el que casi nada es lo que parece. De hecho, la trama incluye una espeluznante reflexión sobre la pérdida de la juventud y plantea dilemas morales bastante incómodos. Todo ello con un tono que oscila entre el horror, el suspense, la melancolía y el humor negro.

Las referencias cinéfilas de X se bifurcan entre el porno de bajo presupuesto ‒piensen en las mil imitaciones de Garganta profunda (1972) o El diablo en la señorita Jones (1973)‒ y el cine de terror en la línea de La matanza de Texas (1974). Al fin y al cabo, como bien sabe West, la contribución fundamental de la cinta de Tobe Hopper fue el ya típico choque entre un puñado de urbanitas y esa variedad de psicópatas que el cine suele ubicar en contextos aislados, como si fueran mutantes que sobreviven en un mundo atávico.

Bajo su aparente sencillez, esta película tiene tantos ángulos que no es fácil definirla. ¿Un gran guiñol? ¿Un thriller retro y sangriento? ¿Un nudie trágico? Incluso he leído a un crítico norteamericano mencionar ese subgénero que llaman psycho-biddy, y que suele estar protagonizado por mujeres que fueron glamurosas y que ahora resultan aterradoras (Al estilo de Bette Davis en ¿Qué fue de Baby Jane?, para entendernos).

En fin, tampoco iré más allá, porque añadir otras etiquetas a X solo serviría para anular los golpes de efecto que depara en su último tercio.

Como narrador, Ti West mantiene la intriga y la tensión desde el impulso inicial. Hay mucho que elogiar en el trabajo del reparto ‒Snow y Goth están espléndidas‒, pero si X se aleja de la vulgaridad, se debe a la exigencia de West.

Aunque la base del film podría definirse como material reciclado, el director consigue abrir un emocionante abanico de posibilidades. El resultado, como podrán comprobar, es un largometraje entretenidísimo y con un impresionante nivel de aciertos.

Sinopsis

En 1979, un grupo de jóvenes cineastas se reúnen en una remota granja en una zona rural de Texas, para rodar una película para adultos. Cuando los dueños del lugar, una solitaria pareja de ancianos, descubren sus intenciones, el rodaje se convierte en una lucha desesperada por sus vidas.

El director Ti West (Them [serie TV]El valle de la venganzaV/H/SLa casa del diablo), reconocido y galardonado por sus películas de terror, nos vuelve a atrapar con X, una vuelta de tuerca al género slasher, homenaje a los grandes clásicos de los años 70. Jenna Ortega (ScreamThe FalloutEl día del síYou [serie TV]), Brittany Snow (El juego del ahorcadoUna noche para morirDando la nota), Martin Henderson (Un lugar para soñar (Virgin River)[serie TV]Los extraños: cacería nocturnaThe Ring (La señal)), Scott Mescudi, conocido como Kid Cudi en su faceta de rapero (No mires arribaWe Are Who We Are [serie TV]Westworld [serie TV]) y Mia Goth (SuspiriaEl secreto de MarrowboneLa cura del bienestar) son los actores que van a sufrir por su vida en X.

West se ha forjado una carrera a base de simulacros artísticos de películas de terror de bajo presupuesto de las décadas de los 70 y 80, entre ellas la cinta slasher con tintes ocultistas de 2009 La casa del diablo, que cimentó su reputación de inconformista independiente cuya profunda cinefilia rezumaba de la pantalla. Desde los cautivadores mechones en capas de las reinas del grito Jocelin Donahue y Greta Gerwig al ingenioso uso retro del diseño de sonido, la partitura, la dirección artística y los efectos prácticos —lo que incluye verdaderos torrentes de sangre— La casa del diablo parecía una auténtica película de los 80.

Para X, que evoca y recrea la América rural de alrededor de 1979, West recurrió a su amor por el Nuevo Cine Americano de los años 70 —cuando jóvenes cineastas se saltaron las reglas al intentar ofrecer algo nuevo— y a su pasión por el cine de terror de bajo presupuesto de esa época.

“Cuando veo películas de los 70, es evidente que las hacían verdaderos apasionados del arte del cine y eso es algo que echo de menos”, explica West. “Uno de los principales factores que me movió a hacer X fue que quería tomar algo con escasas pretensiones intelectuales y ver si podía convertirlo en algo más intelectual. Me resultó un reto inspirador tomar los tópicos tradicionales del sexo y la violencia propios del cine de la época y reinventarlos de una manera más reflexiva”.

En X, seis jóvenes tejanos ambiciosos —dos strippers, un veterano de Vietnam, un productor, un advenedizo director de cine y su aparentemente callada novia de grandes ojos inocentes— se echan a la carretera con destino a un apartado rancho, donde tienen previsto rodar su obra magna, La hija del granjero. La idea es que el proyecto sea una película pornográfica inconformista de factura artística, con la que pretenden ganarse al gran público y recaudar millones.

Empleando su distintivo estilo de suspense que se va intensificando poco a poco, y que ya le permitió elevar La casa del diablo por encima de sus raíces en el cine slasher de los 80, West centra X en la creciente relación entre Maxine y Pearl —dos mujeres interpretadas por una misma actriz, que quieren ambas lo que no tienen y están dispuestas a hacer lo que haga falta para conseguirlo— una dinámica que se vuelve más estrecha, y más tensa, a medida que avanza la película.

“Envejecer es algo deprimente e inevitable cuando, afrontémoslo, hay muchas cosas en nuestra sociedad que están reservadas para los jóvenes”, comenta West. Hacia la mitad del metraje de X, durante un descanso del rodaje, Bobby-Lynne canta una versión acústica de la balada de Fleetwood Mac “Landslide”, un panegírico a los dolores de envejecer con dignidad cuando el tiempo parece que se nos pasa volando. “La canción es muy evocadora de la melancolía que supone envejecer”, prosigue West. “Era la canción perfecta para esa secuencia en pantalla dividida, que pone en contraste las dos líneas argumentales —los jóvenes cineastas y sus ancianos anfitriones— porque es el momento en el que la película cambia de tono”.

En X, West recrea la Texas de la década de 1970 con todo el mimo y el minucioso detallismo que puso a la hora de recrear los 80 en La casa del diablo. Desde el anhelo de Maxine por la carrera de Lynda Carter, al uso de un tema de Blue Öyster Cult, a la marca concreta de cerveza que podía encontrarse en una tienda de carretera, West dota de textura a la época en la que se ambienta la historia con su meticulosa manera de abordar el cine.

Con el diseñador de producción Tom Hammock (Godzilla vs. Kong), West recreó el entorno hasta el más mínimo detalle, surtiendo las estanterías de la tienda de una de las primeras escenas con marcas desconocidas, olvidadas o desaparecidas de cigarrillos, cerveza, leche e incluso revistas porno. “La razón por la que la mayoría de las películas no se ponen muy concretas ni esotéricas con el diseño de producción es porque supone mucho trabajo extra para algo que únicamente un grupo muy reducido de personas notarán o apreciarán”, opina West. “Formo parte de ese grupo reducido de personas, necesito creer que estoy verdaderamente allí”.

X se filmó en Nueva Zelanda durante el verano de 2020, mientras la COVID-19 causaba estragos en los Estados Unidos y buena parte del mundo. Aunque en un primer momento se mostró reticente a rodar en el extranjero, West acabó por ver el rodaje a tanta distancia como una gran ventaja: el reparto y el equipo pudieron trabajar durante una pandemia en un país donde no había casos de COVID y la seguridad del reparto y el equipo era primordial.

Además de estar libre de COVID, Nueva Zelanda también ofrecía acceso a WETA Workshop en Wellington, el creativo estudio de efectos que Peter Jackson hiciera famoso gracias a sus películas de El señor de los anillos. Antes de El señor de los anillos, WETA se había labrado su reputación como estudio de efectos responsable de proyectos como Braindead (Tu madre se ha comido a mi perro) y Agárrame esos fantasmas. En Nueva Zelanda, West se encontró muy próximo al mejor estudio de efectos prácticos y prostéticos del mundo.

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Guzmán Urrero

Colaborador de la sección cultural de 'The Objective'. Escribió de forma habitual en 'La Lectura', revista cultural de 'El Mundo'. Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador de las páginas de cultura del diario 'ABC' y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Ha trabajado en el sector editorial y es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.