Matt Reeves, coautor del guion junto a Peter Craig, dirige esta excelente película como si fuera un cruce entre el neo-noir más contundente, el cine conspirativo de los setenta y un videoclip gótico. Pese a su abrumadora (y criticable) duración, The Batman me dejó hechizado, porque comprobé, intuitivamente, que Reeves se empeña en ser autor. Y esto, en una época en que las películas de este tipo parecen rodadas por un comité, es algo que aún debería importarnos.
El siglo XXI, en lo cinematográfico, lleva camino de ser el siglo de los superhéroes, no solo por el gran número de películas extraídas del catálogo del cómic, sino por el modo en que este estereotipo ‒el del superhumano o el vigilante hiperentrenado‒ va impregnado a otros géneros.
Naturalmente, basta dar una ojeada a esta retahíla de títulos para percatarse de que hay figuras de mayor densidad psicológica, y en cierto modo, literaria. Por veteranía, Batman se sitúa a la cabeza. Su larguísima trayectoria editorial permite adaptaciones de distinta índole. Hasta ahora, se ha impuesto en la pantalla el Batman existencialista y violento (el de Nolan y Snyder, para entendernos), consolidado en nuestro imaginario gracias a tebeos como Batman: El regreso del Caballero Oscuro (1986), de Frank Miller, o Batman: La broma asesina (1988), de Alan Moore y Brian Bolland. La evolución natural de esa figura sombría, indisolublemente ligada al destino de ese pudridero moral que es Gotham, puede encontrarse en títulos más recientes, como Batman: El Tribunal de los Búhos (2011-2012), de Scott Snyder y Greg Capullo.
Pero hay otros avatares del personaje. Uno de los más interesantes, a mi modo de ver, es el de Batman como detective que resuelve casos. Esta es, en realidad, la caracterización original del Hombre Murciélago en los cómics de los años cuarenta y cincuenta, reforzada con matices más modernos en Batman (1970), de Dennis O’Neil y Neal Adams. Con esas dos cualidades ‒una inteligencia deductiva digna de los investigadores de la novela negra y gestos de valentía casi suicidas‒ el Caballero Oscuro regresa al cine en esta suntuosa película de Reeves, que aspira nada menos que a presentarnos a un Batman digno de los tiempos que corren: torturado y febril, disimulando el dolor mientras entrecierra los ojos en la oscuridad.
La clave del film (y lo digo llevado por el entusiasmo que contagia este reinicio) es la interpretación de Robert Pattinson, un actor que, a priori, se aleja por completo del perfil clásico de Bruce Wayne. Con una tristeza permanente, hecho polvo por demasiadas madrugadas en vela, Pattinson se adueña del personaje y le proporciona un matiz obsesivo y hermético, pero asimismo cargado de inteligencia.
A su lado, Zoë Kravitz construye una Catwoman segura, muy convincente, que compensa en pantalla la opacidad del protagonista. Por su parte, Jeffrey Wright dota de dignidad y fatalismo al comisario James Gordon, y Andy Serkis convierte a Alfred Pennyworth en un recio veterano de los servicios de inteligencia.
Al otro lado del cuadrilátero tenemos a un sensacional repertorio de villanos. Un enfermizo e irritante Paul Dano transforma a Enigma ‒un chiflado que garabatea pictogramas‒ en la sublimación máxima del psicópata. Colin Farrell es un Pingüino que evoca voluntariamente a Robert De Niro en Los intocables. Y John Turturro convierte al mafioso Carmine Falcone en otro adicto al homicidio, pero con una elegancia demodé propia de Vito Corleone.
Aunque la película se ciñe a una investigación criminal, lo cierto es que en su escenario relampaguea el horror. La Gotham de The Batman supura maldad, corrupción y delirio, y en sus calles, la dinámica más habitual es la del depredador y la presa. Casi diría que sus habitantes se dividen entre los que han salido en libertad condicional y los que consumen calmantes para no pensar en lo peor.
Gracias a una rotunda fotografía y a una trabajada puesta en escena, Matt Reeves nos sitúa en el corazón de esa ciudad impregnada de resentimiento. De hecho, la realización es tan áspera que parece que nos invita a esquivar los golpes.
Aunque la trama esconde secretos que solo Batman consigue revelar, llega un momento en que la cinta nos atrapa con una convicción asombrosa, más allá del interés que tengamos por descubrir el desenlace. En el fondo, esa es la clave del género negro: la cohesión simbiótica entre los personajes y su entorno se convierte en algo más importante que la propia resolución del misterio.
Sinopsis
Después de dos años acechando por las calles de la ciudad como Batman (Robert Pattinson) e infundiendo miedo en las mentes perversas de los criminales, Bruce Wayne está sumido en las profundidades de las sombras de Gotham City. Este vigilante solitario cuenta con pocos aliados de confianza ‒Alfred Pennyworth (Andy Serkis), el teniente James Gordon (Jeffrey Wright)‒ entre la red corrupta de oficiales y figuras de perfil alto de la ciudad. Y eso le ha llevado a convertirse en la única encarnación de la venganza entre sus conciudadanos.
Cuando un asesino apunta a la élite de Gotham con una serie de maquinaciones sádicas, un rastro de pistas crípticas lleva al Mejor Detective del Mundo a realizar una investigación en el inframundo, donde se cruza con personajes como Selina Kyle/alias Catwoman (Zoë Kravitz), Oswald Cobblepot/alias El Pingüino (Colin Farrell), Carmine Falcone (John Turturro) y Edward Nashton/alias Enigma (Paul Dano). Las pruebas están cada vez más cerca de casa y la escala de los planes del perpetrador se vuelven más clara, así que Batman debe forjar nuevas relaciones, desenmascarar al culpable y hacer justicia al abuso de poder y a la corrupción que llevan mucho tiempo devastando Gotham City.
A Robert Pattinson le acompañan un famoso e infame elenco de personajes de Gotham formado por Zoë Kravitz, Paul Dano, Jeffrey Wright, John Turturro, Peter Sarsgaard como Gil Colson, el fiscal de distrito de Gotham, Jayme Lawson como Bella Reál, candidata a la alcaldía, con Andy Serkis y Colin Farrell.
Matt Reeves dirige la película a partir de un guion de Reeves y Peter Craig, basado en personajes de DC. Batman fue una creación de Bob Kane con Bill Finger.
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