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Crítica: «La purga infinita» («The Forever Purge», 2021)

Las franquicias cinematográficas, sobre todo cuando se obstinan ir más allá de la trilogía, suelen pasar por un ciclo que va del entusiasmo a la rutina y la decadencia.

Ya sé que hay excepciones, pero son pocas y no llegan a romper la regla. En el caso de la saga de La purga, nos encontramos con una fórmula pasada de vueltas, muy eficaz, así que el límite de resistencia se pone a prueba en cada entrega. Curiosamente, la película que inauguró la serie, The Purge. La Noche de las Bestias (2013), era poco más que una serie B con ciertas ambiciones. Gracias a un mejor guión y a la magnética presencia de Frank Grillo, nuestra curva de satisfacción se disparó con Anarchy: La noche de las bestias (2014), para luego decaer ‒aunque no demasiado‒ con la rutinaria Election: La noche de las bestias (2016).

El quinto episodio de esta distopía violenta, La purga infinita, mantiene el vuelo rasante, y sin embargo, el producto aún funciona. Dentro de lo previsible, el planteamiento inicial de la saga ‒una noche en la que el crimen sale gratis como válvula de escape social‒ ensancha aquí sus límites. En esta ocasión, Estados Unidos se convierte en un territorio anárquico y ultraviolento, donde el odio se prolonga más allá de lo estipulado (esas doce horas anuales). Esto último nos va aproximando, sin excesivo disimulo, a un escenario al estilo Mad Max.

La acción transcurre en Texas. Los protagonistas son dos emigrantes mexicanos, Juan (Tenoch Huerta) y Adela (Ana de la Reguera), un matrimonio que sufre los prejuicios de una sociedad en la que los privilegios están bien definidos. Juan trabaja en el rancho del patriarca Caleb Tucker (Will Patton), un potentado amable y tradicional, cuya dinastía parece destinada a empeorar. Sobre todo si nos guiamos por la primera impresión que causa su heredero: el clasista y engreído Dylan (Josh Lucas), infinitamente más desagradable que su esposa Cassie (Cassidy Freeman) y que su hermana Harper (Leven Ranbim).

En realidad, todas las películas de la Purga parten de los mismos antecendentes ‒los relatos «El juego más peligroso» (1924), de Richard Connell, y «La lotería» (1948), de Shirley Jackson‒, y en consecuencia, repiten la misma trama: un puñado de personajes dispares ha de colaborar para sobrevivir durante esa matanza catártica. En este caso, ya pueden imaginar que sucede lo mismo con Juan, Adela y los Tucker.

Gracias a las buenas interpretaciones del trío protagonista (Huerta, De la Reguera y Lucas), este retorno a los mismos clichés no resulta aburrido. Por otro lado, el  director Everardo Gout sabe cómo emplear el corte y el encuadre para realzar el núcleo de la historia: ese caos nihilista y ultraviolento que se apodera de los estadounidenses de manera contagiosa.

¿Cuál es el problema? El bajo nivel de producción de la película, más cercano a lo que viene siendo habitual en una teleserie de presupuesto medio. Dada la naturaleza del film, esa carencia económica se deja sentir justo cuando no debería.

Las lecturas sobre la atmósfera social y política del país ‒incidiendo en el supremacismo, la inmigración y la tensión entre ricos y pobres‒ son aquí bastante obvias, y diría que incluso estereotipadas. Sin embargo, esa parte panfletaria no me parece molesta. En realidad, más allá de ese discurso, La purga infinita no es otra cosa que un western apocalíptico. Y este giro en la saga, sin ser nada del otro mundo, ya nos permite anticipar nuevas películas ambientadas en el mismo universo.

Sinopsis

Exterminación sin normas en La purga infinita. Una secta de criminales sin escrúpulos decide que la Purga no se acaba al amanecer, la sociedad deberá enfrentarse a una matanza interminable.

Catapultada por el demoledor éxito en taquillas en 2018 de La primera purga: La noche de las bestias, la aterradora saga de Blumhouse se adentra en un nuevo e innovador territorio: los miembros de un movimiento clandestino, insatisfechos con la noche anual de anarquía y asesinatos, deciden apoderarse del país mediante una campaña infinita de caos y masacre. Nadie está a salvo.

El director Everardo Gout tuvo intensas discusiones con sus intérpretes sobre cómo dar vida a la yuxtaposición a la que se enfrentaban. «Vemos dos inmigrantes con dos visiones ligeramente distintas: o se han visto obligados a ir a Estados Unidos o realmente quieren ir allí», dice Gout. «Observamos como lidian con ese choque de culturas y la integración. Por eso Adela enseguida se suelta con el inglés y a Juan le cuesta más. Él no quiere realmente aprender el idioma; quiere hablar español y ha encontrado el modo de hacerlo en su comunidad siempre que es posible. Cuando yo estoy en Los Ángeles, hay días que se me pasan enteros sin hablar ni una palabra en inglés, porque mi gente esta allí y puedo hablar español con ellos».

Ese compromiso con la autenticidad y con depurar bien los detalles comenzó con el propio casting. «Para mí era importante que nuestros protagonistas fueran 100 % mexicanos y no tuvieran que fingir su acento», dice Gout.

La actriz mexicana Ana de la Reguera fue quien pasó a formar parte del reparto para dar vida a Adela. Se trata de una intérprete ya conocida por su impresionante trabajo en la serie Narcos, de Netflix, y en Goliath, de Amazon.

El encargado de dar vida a Juan es el celebrado actor mexicano Tenoch Huerta, que trabajó por primera vez con Ana de la Reguera en 2006 en On the Edge y con el director Everardo Gout en Días de gracia.

Heredero del rancho de su padre, Dylan tiene más en común con Juan de lo que ninguno de los dos estaría dispuesto a admitir. Ambos enormemente protectores con sus familias y sus tradicionales costumbres, Dylan y Juan se enfrentan frecuentemente. Mientras que Juan se ha visto obligado a adoptar una nueva forma de vida en otro país, Dylan quiere mantener el statu quo en el que ha nacido. A lo largo de la película, tendrá que lidiar con algunos de sus prejuicios más arraigados… y confiar en Juan para poder sobrevivir.

Interpretado por Josh Lucas, conocido por su papel en Le Mans ‘66, Dylan respeta a Juan, pero le exige hablar en inglés en el rancho de los Tucker. «Josh es un actor fabuloso», asegura Everardo Gout. «Tiene un carácter más frío, así que cuesta un poco más conectar con él. Es así intencionadamente, al ser el personaje con la mayor curva de aprendizaje. Y, por si fuera poco, su arco se cruza con el de Juan. Son opuestos que acaban en el mismo lado de la valla».

Para el creador de la saga, James DeMonaco, muchos temas de su historia nacen de observar las crecientes grietas que se han estado abriendo en Estados Unidos a lo largo de la última década. «Cada año que pasa, nuestro país parece estar cada vez más dividido y se antoja cada más más elitista, airado e intolerante», afirma DeMonaco. «En determinados momentos, este país parece un barril de pólvora a punto de estallar por cualquier asunto: el control de las armas, la inmigración, las creencias religiosas, etc. La inmigración ha sido el asunto que más recientemente ha originado una profunda falla en el pensamiento americano, y eso es precisamente lo que yo quería abordar en La purga infinita. Quería plantear la pregunta de si un solo día es suficiente para liberar toda esa ira. La respuesta es que no».

James DeMonaco y el productor Jason Blum se conocen desde mediados de los noventa. DeMonaco conoció a su socio de producción Sébastien K. Lemercier poco después. «Jason barajó unos cuantos guiones míos después de abandonar Miramax», nos cuenta DeMonaco. «Bebíamos juntos hablando de diferentes películas. Éramos jóvenes e ingenuos, y pensábamos que podríamos hacer todas nuestras películas». Tras una pausa, añade: «Ahora somos viejos, pero igual de ingenuos». DeMonaco se ríe. «No, ahora en serio, la verdad es que Jason no lo es. Yo necesito conservar esa ingenuidad y pensar que todo lo que escribo va a poder hacerse, pero con Sébastien y Jason a mi lado, la verdad es que tengo muchas más opciones de conseguirlo».

Los cimientos de la relación entre los tres es la confianza. «Los tres confiamos mucho en los otros para hacer nuestro trabajo», dice DeMonaco. «No nos interponemos en nuestros respectivos caminos. También somos bastante sinceros, algo de lo que cobré conciencia trabajando con Sébastien en Europa. Nos peleamos y gritamos, y somos brutalmente sinceros el uno con el otro, pero no nos guardamos rencor. Nos pegamos cuatro gritos y, al minuto siguiente, estamos tomándonos un tequila».

Juntos, han hecho cinco películas de esta saga y dos temporadas de la serie, The Purge, entre otros proyectos. Lemercier cree desde siempre que lo emocionante y aterrador de la premisa central de la Purga es que se trata claramente de la pesadilla definitiva de la sociedad. «Estamos protegidos porque obedecemos un cierto número de reglas», dice Lemercier. «Cuando eso deja de suceder y además pasa en todo el mundo, se convierte en la situación más terrorífica imaginable. Lo vemos en países donde hay guerra civil, lo vemos a veces en Estados Unidos, obviamente».

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

Copyright de imágenes y sinopsis © Blumhouse Productions, Man in a Tree, Perfect World Pictures, Platinum Dunes, Universal Pictures. Reservados todos los derechos.

Guzmán Urrero

Colaborador de "La Lectura", revista cultural de "El Mundo". Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador habitual de las páginas de cultura del diario ABC y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.

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