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Crítica: «La invitación» (Jessica M. Thompson, 2022)

Tras el derrumbe de las viejas mitologías del cine clásico, cada vez es menos frecuente encontrar productos que circunvalen la modernidad y reclamen esa herencia tan poderosa. Durante años, hemos asimilado acríticamente la narrativa posmoderna, y la consecuencia ha sido que los antiguos clichés ‒los arquetipos de la edad dorada de Hollywood‒ han sido gestionados por guionistas que lo hacían desde el cinismo o la ironía. Por supuesto, eso también ha dado lugar a buenas películas, pero uno agradece que, de cuando en cuando, volvamos a tomarnos en serio y con respeto las fórmulas de toda la vida.

Si se hubiera estrenado hace cincuenta años, La invitación hubiera pasado a formar parte del amplísimo catálogo del romance gótico. Al tratarse de una película actual, hay que verla como una interesante recuperación de ese universo de mansiones ominosas, amenazas intangibles, aristócratas perversos y heroínas con un aura incontestable de inocencia.

En este caso, Jessica M. Thompson parece haber releído a Bram Stoker y a Daphne du Maurier después de ver Déjame salir (2017). No, no me esperaba eso, quizá porque fui a disfrutar de la película sin haber visto el tráiler (les recomiendo que hagan lo mismo) y sin informaciones previas. Por supuesto, si uno está mínimamente familiarizado con este tipo de relatos, sabrá lo que le espera a la protagonista en cuando inicia su aventura. Y lo que le espera, créanme, es sumamente atractivo para los amantes del terror clásico.

Nathalie Emmanuel da vida a Evie, una joven neoyorquina que trabaja en un servicio de cáterin. Gracias a una prueba de ADN, descubre que forma parte de una familia de la clase alta británica. Su primo segundo, Oliver Alexander (Hugh Skinner), da con ella y convence a Evie para que conozca a sus parientes ingleses. Aunque la protagonista es una mujer inteligente, que no se deja engañar por las apariencias, le costará sustraerse al lujo de una mansión en el campo y a los encantos del propietario, lord Walter (Thomas Doherty), cabeza visible del clan Alexander, un linaje que, como veremos, oculta terribles secretos.

En líneas generales, La invitación es una película más que correcta, previsible como casi todos los films de este estilo, pero bien elaborada, tanto en lo que se refiere a la creación de atmósferas como a las interpretaciones. En el capítulo técnico ‒fotografía, efectos y dirección de arte‒, también hay suficientes aciertos como para que nos sintamos en terreno seguro.

Por otro lado, hay que tener en cuenta el público al que se dirige la cinta: adolescentes familiarizados con las teleseries de Netflix, que esperan ver repetidos ciertos ingredientes y rasgos de estilo. Afortunadamente, lo que nos ofrece Jessica M. Thompson es suficiente como para que salgamos satisfechos de la sala: una heroína con la que simpatizamos de inmediato, secundarios con carisma (Sean Pertwee, Stephanie Corneliussen, Courtney Taylor, Carol Ann Crawford) y entornos que oscilan peligrosamente entre la suntuosidad y la maldición eterna.

Sinopsis

Tras la muerte de su madre y quedarse sin parientes conocidos, Evie (Nathalie Emmanuel) se hace un test de ADN… y descubre a un primo lejano que nunca supo que tuvo. Al ser invitada por su recién encontrada nueva familia a una fastuosa boda en la campiña inglesa, se verá pronto seducida por el sexy aristócrata anfitrión, pero acabará envuelta en una pesadilla de supervivencia al destapar los retorcidos secretos en la historia de su familia y las inconfesables intenciones que se esconden detrás de su pecaminosa generosidad.

La oportunidad de trabajar en el género del terror es algo que la directora Jessica M. Thompson siempre ha encontrado irresistible. “Crecí viendo películas de terror y thrillers. Son géneros sagrados para mí”, confiesa. “Siempre quise crear una película de terror contada desde una perspectiva femenina”.

“Mis película de terror favoritas siempre arruinan cosas que me encantan”, dice la productora Emilie Gladstone. “Tiburón me arruinó la playa. La noche de Halloween me arruinó la paz y calma de una vida en los suburbios. Viernes 13 me arruinó el campamento de verano. Siempre he querido ver cómo se podría hacer lo mismo con el romance y las bodas, y es exactamente lo que hemos hecho en La invitación”.

La invitación cuenta la historia de Evie, una artista de Nueva York que acaba de perder a su madre por el cáncer y se siente más sola que nunca. “Me identifico profundamente con Evie”, dice Thompson. “Me mudé a Nueva York con 24 años con idea de convertirme en cineasta. No conocía a nadie. Lo pasé mal durante una época. Tuve trabajos para sobrevivir mientras averiguaba cómo prosperar, cómo luchar por lo que quería y cómo no sentirme sola en esta increíble ciudad. Esa es precisamente Evie. Es una artista de Nueva York probando suerte en la ciudad y subsistiendo con cualquier trabajo. Se encuentra sola, ya que su madre acaba de morir de cáncer. Son cosas con las que me siento muy identificada y creo que si me hubiesen dado la oportunidad de emprender un viaje tan emocionante – especialmente cuando no tenía dinero – hubiese aceptado la invitación sin dudarlo. Estoy cien por cien segura. Esta claro que las cosas se tenían que torcer, aunque Evie acaba encontrando fuerzas y averiguando quién es, y finalmente es ella la que le mete caña al tipo”.

Evie se hace un test de ADN y descubre que tiene familia en Inglaterra. Pero no una normal, sino una familia antigua y rica que la invita a una boda que van a celebrar próximamente. Evie no se puede imaginar que en un retorcido giro de acontecimientos es ella la que acaba convirtiéndose en la novia. “Le invitan a la boda con el pretexto de que ahí conocería a toda la familia”, dice Emmanuel. “Pero acaba convirtiéndose en la novia que la familia necesita. Gracias a su ADN han descubierto que su línea sanguínea es la correcta para seguir manteniendo a la familia”.

La clave en la historia es que el personaje de Evie anhelase algo. “No puede aparecer una pesadilla sin que antes haya un sueño”, dice Gladstone. “El principio parece sacado de El Gran Gatsby: Evie llega a una boda alucinante, conoce a un tipo increíble y piensa que al fin le está ocurriendo algo bueno. Pero entonces la burbuja explota y su sueño se convierte en una pesadilla”.

Emmanuel entró en el radar de muchos espectadores cuando interpretó a la entrañable Missandei en Juego de Tronos. “Nathalie cogió un personaje con un papel bastante pequeño y puso todas sus energías en él. Le dio forma al personaje y se convirtió en uno de los favoritos de los espectadores”, dice Thompson. “Nathalie tiene una presencia preciosa. Es una persona muy empática. Tiene una gran conexión emocional con sus personajes y encuentra lo que les hace humanos. La forma en la que lleva la ropa, la forma en la que crea su arte y la forma en la que recuerda a su madre… son todos esos detalles lo que hacen que Evie parezca tan real”.

“Me ha encantado trabajar con Jess, es una tipa dura”, dice Emmanuel. “Sabe perfectamente lo que quiere, algo bastante reconfortante que hace que confíes en ella. Es una maravilla poder trabajar con una directora, es algo precioso”.

Emmanuel interpreta a Evie como una persona compasiva, algo que no encaja bien con su recién descubierta familia. “Cuando llega al castillo se presenta a las empleadas. Averigua sus nombres y las trata como personas, todo para el horror de su aristocrática familia inglesa”, dice Thompson. “Ve a los humanos como humanos, no piensa en clases o estatus. Y se mantiene firme en lo que piensa a lo largo de la película. Si va a caer lo va a hacer luchando por esas mujeres, para salvarlas de su destino”.

El lord de la mansión responsable de estos eventos es Walter, interpretado por Thomas Doherty. “Tiene ese factor x”, dice Thompson. “No puedes no mirarle. Es en parte por su apariencia. Tiene unos rasgos increíbles, tan afilados y definidos. Aunque por otro lado, está la forma en la que se maneja en el espacio. Aporta muchas capas al personaje. Parece que está interpretando dos papeles, el del romántico y encantador lord de la mansión, el protagonista, pero luego revela quién es realmente. Eso es algo que podría resultar difícil, pero Thomas hace que parezca sencillo”.

La directora Jessica M. Thompson ha junto a un equipo de cineastas femeninas para crear esta película. “Me parecía importante que esta película tuviese un equipo de producción compuesto por mujeres”, dice. “Autumn Eakin fue la directora de fotografía de mi primera película. Trabajamos muy bien y tenemos una relación simbiótica. Prácticamente no hace falta que nos comuniquemos verbalmente, entendemos perfectamente qué contar de un personaje, qué mostrar del diseño, cómo iluminar y cómo mover las cámaras. Es mi mano derecha. Ha puesto su sello personal en esta película, como en la forma de usar la luz y los tonos que utiliza. Felicity Abbott ha sido nuestra diseñadora de producción. Ha hecho un trabajo increíble creando decorados que transmiten esa sensación de estar en una fantasía y en una pesadilla al mismo tiempo. El vestuario de Danielle Knox es espectacular. Le di unas indicaciones tan específicas que no sabía cómo iba a conseguir hacerlo, pero lo consiguió de alguna manera y ha quedado increíble. La diseñadora de maquillaje y peluquería Nora Robertson ha creado estilos únicos para cada uno de los personajes”.

La película se rodó en el Castillo Nádasdy, que está a una hora de Budapest. “Hicimos una pequeña gira por algunos castillos de Hungría. Cuando vimos el de Nádasdy supimos que ese iba a ser el ganador, ya que es de estilo Tudor y parece inglés”, dice Thompson. “Pero lo que puso la guinda sobre el pastel fue que el dueño del castillo es el tataranieto de Madame Báthory, una mujer que la gente apodó como la ‘Condesa de Drácula’ y la ‘Condesa Sangrienta’. Es conocida como la primera asesina en serie de la historia. Mató a más de 600 vírgenes para bañarse en su sangre. ¿Se te ocurre algún castillo mejor en el que rodar?”.

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

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Guzmán Urrero

Colaborador de "La Lectura", revista cultural de "El Mundo". Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador habitual de las páginas de cultura del diario ABC y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.