Juan Antonio Bayona como realizador, Eugenio Mira como director de la segunda unidad, Bernat Vilaplana en la sala de montaje y Óscar Faura como director de fotografía. Ahí tienen cuatro razones que explican la calidad de esta superproducción, una cinta de aventuras en la que los detalles previsibles se alternan con una sucesión de aciertos más que sorprendente en una secuela.
Bayona, además de un director con una mirada propia, es un cinéfilo. Parece una obviedad pero, créanme, no siempre sucede. Y en este caso, además, esa cinefilia contribuye a delinear el estilo de su película. Así, Jurassic World: El reino caído se llena de referencias y de guiños, a partir de un catálogo que va desde la narrativa de Spielberg ‒como no podía ser de otra forma‒ hasta las sombras clásicas del expresionismo alemán, sin olvidar el legado de King Kong (1933). Todo ello envuelto con el luminoso papel de regalo que habitualmente caracteriza a los blockbusters.
Gracias a ese impulso visual de Bayona, el guión de Derek Connolly y Colin Trevorrow, que en otras manos quizá se hubiera deslizado hacia la rutina, aquí cobra fuerza en pantalla y adquiere la corpulencia de una clásica historia de terror victoriano, con los ingredientes que caracterizan a dicho subgénero. Es decir: presencias espectrales, golpes de efecto melodramáticos, enigmas familiares y revelaciones bajo la luz de la luna.
Por otro lado, el tipo de escenas que cualquier amante de los dinosaurios espera ‒las de persecución y cacería, para entendernos‒ son resueltas en la primera parte del film con un extraordinario oficio. Ya las hemos presenciado en innumerables ocasiones, y quizá por ello nunca serán tan novedosas como las de Parque Jurásico (1993), pero su resolución incluye algún que otro hallazgo que va mucho más allá de la pirotecnia digital. En todo caso, ya digo que el meollo de la película viene después.
Por cierto, los nostálgicos deben aplaudir otra decisión: la de usar un buen número de criaturas animatrónicas que otorgan verosimilitud a las escenas en las que aparecen.
En un determinado tramo del film, encontramos ecos de la segunda película de la saga, El mundo perdido (1997): unos ecos reforzados por la presencia de Jeff Goldblum, en la piel del matemático Ian Malcolm. Sin embargo, es a partir del segundo acto ‒no les adelantaré por qué‒ cuando la cinta adquiere brío y encuentra su genuina personalidad.
Bayona es un buen director de actores, y en este caso, es una virtud necesaria, dado que la pareja protagonista (Bryce Dallas Howard y Chris Pratt) se ve reforzada por un sólido elenco de secundarios, encabezado por tipos incontestables como James Cromwell, Toby Jones y Rafe Spall. Debemos sumarle a ello la solvencia de Daniella Pineda, Ted Levine o la niña Isabella Sermon, y asimismo, el reencuentro con Geraldine Chaplin, cuyo papel de ama de llaves, por una rara asociación de ideas, me ha hecho recordar a la joven institutriz que interpretó en Ana y los lobos (1972), dirigida por Carlos Saura.
La legendaria falta de originalidad que siempre caracterizó a las películas de monstruos ‒sólo hay que pensar en las mil secuelas de Godzilla‒ se da la vuelta en algunas secuencias de este largometraje. De hecho, Jurassic World: El reino caído no deja de ser un capítulo más de una saga, con los guiños y automatismos que ello implica, pero también emprende una inteligente búsqueda de direcciones alternativas.
En todo caso, es el empaque estético que consiguen Bayona y Faura, y por supuesto, su sentido del tempo, lo que convierte a esta producción en algo muy especial.
Dejo para el final un detalle contemporáneo, y es la oportuna insistencia del guión en cuestiones vinculadas a la bioética, al debate sobre la desextinción de especies y a la protección de los ecosistemas por medio de proyectos como el que defiende el biólogo E.O. Wilson.
Sinopsis
Hace tres años que el parque temático y lujoso complejo turístico Jurassic World fue destruido por dinosaurios fuera de control. Isla Nublar ha sido abandonada por los hombres y los dinosaurios sobreviven como pueden en la jungla.
Cuando el volcán de la isla que estaba inactivo entra en erupción, Owen (Chris Pratt) y Claire (Bryce Dallas Howard) ponen en marcha un plan para proteger a los dinosaurios de la extinción. Owen se dedica a buscar a Blue, el raptor al que él crió y que está desaparecido en la jungla, y Claire, que ha aprendido a respetar a estas criaturas, está dispuesta a cumplir con su misión. Cuando llegan a la isla, ya inestable por la erupción del volcán, descubren una conspiración que podría convertir nuestro planeta en un lugar con un inmenso peligro no visto desde tiempos prehistóricos.
Con toda la emoción y aventura de una de las sagas más populares y exitosas de la historia del cine, esta nueva entrega cuenta con los personajes y dinosaurios ya conocidos, a los que se unen nuevas especies más aterradoras que nunca. Bienvenidos a Jurassic World: El reino caído.
Quizás cueste creerlo ahora, pero cuando el director y los productores empezaron a desarrollar Jurassic World, estrenada en 2015, no se imaginaban que la película se convertiría en una de las cinco de mayor recaudación de la historia. El director y coguionista de esta primera entrega, Colin Trevorrow, también coguionista y productor ejecutivo de Jurassic World: El reino caído, reconoce que siempre había soñado con volver a lanzar la serie que le había cautivado siendo niño con una trilogía. Tanto el coguionista Derek Connolly como él mismo se enorgullecen de dar vida de nuevo a los personajes de Michael Crichton y a la historia creada por Steven Spielberg para llevarla a otro nivel.
Al poco de acabar la promoción de la primera entrega y de ver hasta qué punto el público disfrutaba con ella, no tardaron en tomar aliento y ponerse manos a la obra. «Unas dos semanas después del estreno de Jurassic World, regresé a mi casa en Vermont desde Los Ángeles para reunirme con mi familia», recuerda Colin Trevorrow. «Le pregunté a Derek si le apetecía cruzar el país conmigo en coche. Pensé que podríamos aprovechar para ver hacia dónde guiar la historia. Ya tenía una idea muy general y quería contársela en un lugar que nos permitiera pensar con toda libertad, incluso imaginar cosas extrañas en torno a un futuro próximo».
Encantados con el tremendo éxito de la película y con la confianza que Steven Spielberg había depositado en ellos, los dos se lanzaron a la carretera para pensar en la nueva historia de Owen, el entrenador de velocirraptores, la gerente Claire y los miles de dinosaurios que se escaparon y ahora recorren el suelo y los cielos de Isla Nublar. «Antes de que nos fuéramos, Steven me dijo: ‘Enséñame hacia dónde crees que podemos ir con esos personajes y hasta dónde podemos llegar’. Así que nos fuimos de Vermont en coche y en el camino se nos ocurrió la historia de Jurassic World: El reino caído«, sigue diciendo el guionista y productor ejecutivo.
Los increíbles dinosaurios tienen un papel tan importante como Claire y Owen, lo que se hace incluso más patente con Blue, la hembra de Velociraptor con la que Owen tuvo una profunda conexión hasta que salió del nido. Después de una encarnizada pelea con su hermano Echo, en la que Blue acabó con una cicatriz en el labio, dejó claro que ella mandaba. En una ocasión, Owen fingió hacerse daño durante un entrenamiento y Blue demostró cierta empatía. Es cruel y cariñosa a partes iguales; tristemente, ahora es la última de su especie.
Para dirigir la segunda entrega de la trilogía, los productores hablaron con el cineasta J.A. Bayona para que se uniera al proyecto. Conocido por unas obras tan intimistas como de gran alcance narrativo, el director no dudó en subirse a bordo de un proyecto que probablemente sea el mayor reto al que haya debido enfrentarse hasta la fecha. Recuerda la épica película que lo empezó todo: «Como mucha gente de mi generación, me quedé maravillado cuando vi Jurassic Park. Las criaturas que habitaron nuestro planeta hace millones de años tenían algo absolutamente cautivador, y la idea de traerlas a la vida después de su extinción me parece fascinante. Es un concepto genial y muy entretenido para una saga. La primera vez que vi al Brachiosaurus en una pantalla, decidí que cualquier cosa era posible».
Además de unos inolvidables recuerdos cinematográficos, también es muy difícil decir «no» al hombre que los hizo posibles mediante un sinfín de enormes éxitos. «Steven Spielberg me dio esta oportunidad», dice J.A. Bayona. «Me parece maravilloso haber trabajado con él, soy un gran admirador suyo. Además, después de rodar El orfanato, Lo imposible y Un monstruo viene a verme, me apetecía mucho hacer una película de aventuras, y la propuesta llegó en el momento más oportuno».
El director le agradece a Colin Trevorrow, cuya gran pasión es todo lo referente al mundo jurásico, su disposición a entregarle el guion de esta nueva entrega para que lo plasmara en la gran pantalla. «Colin me describió la historia y me entusiasmó», dice J.A. Bayona. «A partir de ese momento empezamos a trabajar juntos para incorporar mi propia visión al relato. Disfruto jugando con el suspense para enganchar al espectador; también me gusta la intensidad, quiero que el público viva una experiencia total».
Steven Spielberg destaca que J.A. Bayona supo hacer suyo un universo que ya tenía un estilo muy marcado. «Una de las cosas que tienen en común las entregas de Jurassic es que todas son obra de cineastas enamorados de su profesión», explica el productor. «Juan Antonio hizo un trabajo asombroso a través de su dominio del arte cinematográfico para que El reino caído estuviera más cercana a la película que dirigí y, a la vez, más cercana a la que Colin dirigió… sin dejar de ser suya al cien por cien. Es un cineasta de verdad, con una voz realmente propia que le permitió apropiarse de esta entrega de Jurassic World. Fue una gran suerte que aceptara participar con su estilo. Ha conseguido algo fuera de serie».
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