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Crítica: «Hereditary» (Ari Aster, 2018)

Hubo un tiempo en el que los espectadores nos aventurábamos en los cines en busca de horrores primordiales. Me refiero a historias que nos dejaban perdidos en laberintos infernales, oyendo las pisadas de alguna aberración que no debería existir, pero que parecía verosímil en la pantalla.

Ese tipo de cine ‒pienso en La semilla del diablo (1968), de Roman PolanskiAmenaza en la sombra (1973), de Nicolas RoegLa profecía (1976), de Richard DonnerLa leyenda de la mansión del infierno (1973), de John Hough, o El exorcista (1973), de William Fiedkin‒ nos regalaba miedos irresistibles a cambio de nuestra confianza en un más allá tenebroso y cruel, que en ocasiones era sustituido por el desequilibrio psíquico.

Este tipo de relatos, donde los hilos invisibles del mal se iban enredando en la vida de los protagonistas, nunca ha desaparecido del todo. Sin embargo, el deseo de satisfacer a un público adolescente ha sustituido esa perversa sutileza por un tren de la bruja en el que ‒vaya por Dios‒ parece que sólo importan los sustos o la sangre fácil.

Para alegría de quienes comparten esa nostalgia, Hereditary se presenta como un magnífico ejemplo de terror para adultos, rodado al viejo estilo.

Aunque se trata de su debut cinematográfico, el director Ari Aster dosifica con sabiduría la tensión, la perplejidad y los escalofríos. El ominoso destino que el film reserva a sus personajes, engarzando episodios que oscilan entre el gótico americano y un delirio mental de corte europeo, invita a sentir de nuevo el malestar que en otro tiempo nos brindaron Polanski ‒recuerden Repulsión (1965)‒, Hough y compañía.

No quiero decir con ello que Hereditary alcance la categoría de obra maestra, pero sin lugar a dudas, se trata de un film rotundo, trágico e inteligente, capaz de producir miedo desde ángulos inesperados.

Quizá esta sofisticación no sea del gusto del público amante del sobresalto fácil. De hecho, la película se toma su tiempo a la hora de presentarnos a la disfuncional familia protagonista, inerme ante los caprichos de un Mal con mayúsculas.

Buena parte de los méritos del film se debe a su formidable elenco. La niña Charlie Graham no sería tan turbadora si no fuera porque la interpreta Milly Shapiro. Su madre, Annie, no nos llevaría a zonas tan incómodas si no estuviera encarnada por una mercurial Toni Collette. Lo mismo cabe decir sobre los otros dos protagonistas: el padre, Steve (Gabriel Byrne), y el hijo adolescente, Peter (Alex Wolff).

Aunque lo sobrenatural adquiere cada vez más peso a medida que la historia avanza, lo cierto es que Hereditary se nutre con temores psicológicos ‒sobre todo, los relacionados con la maternidad y los demonios familiares‒ que contribuyen a complicar, en el mejor sentido, lo que nos cuenta esta excelente película.

Sinopsis

Cuando Ellen, la matriarca de la familia Graham, muere, su familia comienza a descubrir secretos extraños y cada vez más aterradores sobre sus antepasados. Cuanto más descubren, más tendrán que enfrentarse al siniestro destino que parecen haber heredado.

Hereditary cuenta la historia de la familia Graham, un linaje que empieza a desmoronarse tras la muerte de la matriarca. Tras su pérdida, Annie (Toni Collette) y su familia se ven hostigados por una presencia maligna que trae consigo una serie de sucesos inexplicables. Una de las más afectadas por la situación es su hija Charlie (Milly Shapiro), una niña solitaria que apenas se relaciona con la gente que le rodea y que es consciente de que algo extraño está ocurriendo.

Aster concibió la historia de Hereditary después de que su familia soportara una racha de mala suerte que duró tres terribles años. «Las cosas se pusieron tan mal que llegamos a pensar que nos habían echado un mal de ojo. Siempre escribo desde lo que conozco, desde las experiencias personales, pero también soy amante de este género. No he querido exagerar las cosas por las que hemos pasado en mi familia, pero al plantear la maldición que persigue a esta familia pude trasladar muchas de las emociones a través del filtro del cine de terror, en el que se exige siempre un alto nivel de catarsis. Este género se presta muy bien a las películas que retratan una situación injusta. Es una especie de lugar perverso en el que las injusticias llegan incluso a celebrarse».

Inspirándose en dramas tan desgarradores como Gente corrienteLa tormenta de hielo y En la habitación, en los que varias generaciones de una familia se enfrentan a la muerte, a los problemas mentales y a los abusos emocionales, Aster le da una vuelta de tuerca a la tragedia doméstica para llevar a Hereditary al campo de lo sobrenatural. El director fusiona con gran maestría la esencia de aquellas películas dramáticas con la inspiración creativa y el ritmo pausado de clásicos del terror de las décadas de 1960 y 1970, como La semilla del diabloAmenaza en la sombra y Suspense. «Esas eran películas sofisticadas, con personajes interesantes, en los que la trama se va desarrollando sin prisa», comenta Aster. Al ponerse con el guion, Aster fue dando forma a esta historia sobre una familia maldita y las terribles situaciones a las que se enfrenta hasta descubrir que forman parte de un plan maquiavélico.

«Es una película sobre la herencia, sobre el concepto de no poder elegir a los miembros de la familia ni la sangre de cada uno», dice Aster. «Habla del horror de nacer en una situación sobre la que no tienes ningún tipo de control. No se me ocurre nada más terrible que la noción de estar absolutamente indefenso».

Hereditary analiza con rigor la voluntad propia y la irrecusable insistencia de que todo está escrito y es inevitable, y plantea un discurso fatalista sobre la procreación y la generación. «El hecho de que los Graham no tengan voluntad propia es una de las claves de la película, y nos deja con una sensación de desesperanza y futilidad», dice Aster. «Quería crear una película de terror que fuera íntima pero que a la vez tuviera los medios de una gran producción, que atrapa al espectador desde el primer minuto y mantiene la tensión hasta el final. De hecho, espero que el público siga dándole vueltas al tema después de salir del cine. Ojalá les lleve a plantearse algo más profundo y primitivo, a analizar la sensación que deja algo inevitable».

Aster ha dejado una huella importante en el circuito de los festivales y se ha convertido en un nombre conocido entre los internautas gracias a sus impresionantes cortos, psicodramas que a pesar de su duración tienen calidad suficiente para plantar cara a algunos clásicos del género. En la película muda MunchausenBonnie Bedelia interpreta a una madre trastornada por el dolor y el sentimiento de culpa causados por inmiscuirse en las experiencias de su hijo universitario. En The Strange Thing About the Johnsons, un bombazo que se proyectó en el Festival de Cine de Nueva York antes de hacerse viral, Aster le da una vuelta a los típicos melodramas de los años cincuenta al plantear una escabrosa historia sobre incesto en la que un hijo adulto abusa de su padre anciano.

Ambas películas plantean ritos familiares sagrados y tradiciones que se vuelven tóxicas, con toques de comedia negra e histeria al tratar temas tan reconocibles como inquietantes. Los guiones son magníficos y las historias se desarrollan con la maestría de un realizador nato que no da puntada sin hilo al jugar con los tiempos, las tramas y los efectos visuales. Al igual que en Hereditary, su trabajo anterior examina las dinámicas de poder en la familia desde una perspectiva original e impredecible.

«Siempre me ha interesado cuestionar las dinámicas de poder», dice Aster. «Y las que se dan en el seno de la familia son las más insidiosas y difíciles». Las películas de Mike Leigh son una inesperada fuente de inspiración en el cine de Aster, por esa forma tan única de trabajar con los actores para crear «personajes y relaciones realistas. No hay otro director con esa misma capacidad narrativa. Vi Todo o nada con el equipo para que entendieran lo que buscaba conseguir con esta película».

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

Copyright de imágenes y sinopsis © PalmStar Media, Finch Entertainment, Windy Hill Pictures, A24. Cortesía de DeAPlaneta. Reservados todos los derechos.

Guzmán Urrero

Colaborador de "La Lectura", revista cultural de "El Mundo". Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador habitual de las páginas de cultura del diario ABC y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.