Crítica: ‘Beau tiene miedo’ (2023)

Gusten o no, directores de cine como Ari Aster se agradecen como agua en el desierto (o en cualquier sitio, tal cual están las cosas), simplemente por intentar hacer algo distinto y crear lo que les viene en gana. El género de terror, en principio más abierto a la osadía que los géneros «serios», ha proporcionado al joven cineasta neoyorquino un buen territorio para contar las historias que le interesan desde su personal estilo narrativo, provocando eso tan complicado de provocar como son las «opiniones enfrentadas».

Lejos de «domesticarse» para agradar a la industria, Ari Aster da aquí un nuevo salto peligroso alejándose ‒no mucho, pero sí lo justo‒ del terror para narrar una suerte de odisea freudiana de tres horas que a cada espectador le recordará a alguna otra historia, desde Homero a Terry Gilliam, pasando por Jonathan Swift, Lewis Carroll, Jodorowsky, Angela Carter o una interminable lista de autores y obras sobre viajes exteriores e interiores con cierta carga satírica. Añadan Cervantes a dicha lista, por supuesto. Qué demonios, si hasta el propio Aster la ha calificado como «un Señor de los Anillos judío, con el protagonista tratando de llegar a casa de su mamá».

Con un enfoque a ratos surrealista y constantemente caricaturesco, Beau tiene miedo se mueve en el territorio del cine artie (en la onda de Spike Jonze, Charlie Kaufman o Michel Gondry), con todo el mimo estilístico al que nos tiene acostumbrado Ari Aster y su habitual espíritu frío y despiadado (¿kubrickiano?), un humor negro no fácil de captar por todo el mundo, por excesivamente siniestro. Incluye en esta nueva película un precioso segmento con animación con dirección de los chilenos Cristóbal León y Joaquín Cociña (La casa lobo) y supervisión de efectos del maño Jorge Cañada Escorihuela.

Hay muchas maneras de ver Beau tiene miedo, y este humilde cronista admite que debe de escapársela alguna, porque en las casi tres horas de duración del film lo único que detectó fueron clichés freudianos, casi una ilustración cinematográfica de conceptos del psicoanálisis del guarrete austriaco, en especial el «complejo de castración», incluyendo sus causas y sus efectos. Posiblemente haya algo más que interpretar, pero Aster incide con tanta fuerza en esta idea que resulta complicado apreciar más detalles, sobre todo teniendo en cuenta que los constantes gimoteos y balbuceos de un insoportable Joaquin Phoenix como protagonista absoluto son capaces de destrozar la concentración y los nervios de un campeón de ajedrez. El actor parece ya acomodado en sus aplaudidas tonterías desde el éxito de Joker (aquí viene a hacer el mismo numerito, pero poniendo voz de Chris, el personaje de la serie Padre de familia) y verle en películas «distintas» es el precio que tendremos que pagar los aficionados al cine más o menos arriesgado.

Recomendable para descansar del cine-fórmula más comercial, Beau tiene miedo requiere de cierta paciencia y vejiga, pero nunca llega a aburrir durante su visionado ni en las discusiones posteriores, todavía más jugosas.

Sinopsis

Vuelve Ari Aster, tras Hereditary y Midsommar, con su tercera película descrita como terror surrealista ambientada en un presente alternativo, con grandes dosis de humor negro. Joaquin Phoenix se mete en el papel de un hombre paranoico que se embarca en una odisea épica para volver a casa con su madre, mientras intenta librarse de los horribles miedos y traumas que marcaron su vida.

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