Por muchas razones, «La reina de la Costa Negra» («Queen of the Black Coast») es uno de los relatos más célebres de Robert E. Howard, y como bien saben sus admiradores, figura entre las aventuras clásicas de Conan el Cimmerio. A lo largo de sus páginas, nos encontramos con un romance trágico, protagonizado por la diablesa del mar, Bêlit. Asimismo, figuran aquí los ingredientes inconfundibles de la literatura de Howard, que por otro lado, vienen a ser el paquete básico de acceso al pulp.
A partir de un escapismo puro y duro, Howard convirtió a Conan en un héroe perfecto para los tiempos de la Gran Depresión. Me imagino que los lectores de aquellos años, castigados por la pobreza, la incertidumbre y el desarraigo, sintieron un efecto catártico al descubrir a este bárbaro vitalista, autosuficiente, instintivo, rebelde, dispuesto a subvertir el orden, y sobre todo, libre como una fiera salvaje.
«La reina de la Costa Negra» se publicó en la revista Weird Tales hace casi un siglo, en mayo de 1934. El tiempo transcurrido desde entonces ha liberado los derechos de la obra de Howard, repleta de posibilidades para el cómic y el mundo audiovisual. Tengamos presente que el escritor se suicidó en 1936, y por consiguiente, su obra es de dominio público en Europa desde 2006. De ahí que, además de las clásicas historietas de Marvel Comics y de la moderna aproximación de Dark Horse, dispongamos ahora de la serie de adaptaciones que el sello francés Glénat puso en marcha en 2018.
Entre todos los equipos creativos a los que se encomendó dicha serie, destaca el formado por Jean-David Morvan y Pierre Alary, encargados de adaptar, una vez más, «La reina de la Costa Negra» al lenguaje del tebeo.
Morvan revive en su guion el espíritu impetuoso y desaforado de Conan. Es un acercamiento fiel, sí; pero también muy personal. Es más, uno tiene la constante sensación de que el guionista ha estudiado el estilo de Howard, para luego subrayar a su gusto la violencia, la sensualidad y el sentido de la maravilla.
El hecho de que la Ley de Extensión del Plazo del Copyright (la Ley Sonny Bono) sume 25 años adicionales a la vigencia de los derechos de Howard impide que esta obra se edite, por el momento, en Estados Unidos. Eso justifica que nos encontremos con un Conan bastante europeizado, con todo aquello que caracteriza globalmente a la bande dessinée. Así pues, que nadie espere en este cómic el estilo propio de John Buscema o de Alfredo Alcalá. Delatando su origen, cada viñeta rezuma aquí la esencia del tebeo francobelga.
Morvan no es un novato a la hora de adaptar obras literarias. Entre 2000 y 2008, con el apoyo de Éditions Delcourt y la complicidad del dibujante Li-An, descubrió a los lectores su versión de la obra cumbre de Jack Vance, el Ciclo de Tschaï, también llamado Planeta de la aventura. Tres años después, llevó a las viñetas dos novelas de Boris Vian junto al artista Frédérique Voulyzé: El arrancacorazones y La espuma de los días. Y como director de la colección Ex-Libris de Delcourt, repitió la experiencia con los títulos más conocidos de Mark Twain, Edgar Allan Poe y Alejandro Dumas.
Teniendo a la vista el diseño de los personajes y el toque cartoon de algunas planchas del álbum que nos ocupa, es inevitable citar los antecedentes del dibujante Pierre Alary, animador en films como El jorobado de Notre Dame (1996), Hércules (1997) y Tarzán (1999). Está claro que su intención ha sido la de estilizar (incluso caricaturizar) las figuras, alejándose del modelo realista de Buscema. Por lo demás, su labor es muy satisfactoria, incluso diría que brillante, y logra amoldar la imaginería de Conan a un gusto más actual.
Sinopsis
El Cimmerio con sabor francés.
«Yo solo sé una cosa: si la vida es una ilusión, yo también lo soy. En consecuencia, la ilusión también es real para mí. Vivo, ardo de vida, amo, mato… y estoy contento».
Conan celebra 40 años en Planeta con la nueva edición de sus historias con Glenat, adaptando las novelas originales de Robert E. Howard, trayendo el mejor Conan, el más auténtico y el que sus seguidores más valoran a día de hoy. En una colección de álbumes que siguen el original hasta el mínimo detalle.
Robert E. Howard (Texas, 1906-1936) escribió decenas de relatos que vieron la luz en la revista Weird Tales, donde publicaban H. P. Lovecraft o Clark Ashton Smith. Su héroe más popular, Conan, generó una larga colección de cómics y adaptaciones cinematográficas. Además de fantasía, redactó historias de boxeo, al que era muy aficionado, aventuras orientales y del Oeste.
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