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«Aniquilación» («Annihilation», 2018), de Alex Garland

Alex Garland había llamado la atención por primera vez como autor de la novela La playa (1996), que fue adaptada a la gran pantalla por Danny Boyle contando con un guion escrito por aquél. La colaboración de ambos continuó con resultados aún más satisfactorios en el film de zombis 28 días después (2002) y el híbrido de ciencia ficción y terror Sunshine (2007). A partir de este punto, Garland pudo considerarse ya un guionista de género que confirmaría su capacidad en los libretos de Nunca me abandones (2010) y Dredd (2012). Su debut tras las cámaras llegó con la sobresaliente Ex-Machina (2015), que además de elogiosas críticas por todo el mundo le valió una nominación al Oscar al Mejor Guion Original.

Aniquilación fue, por tanto, su segunda película como director. También escribió su guion, aunque en este caso se trató de la adaptación libre de una novela de 2014, obra del autor estadounidense Jeff Vandermeer y a la que seguirían dos secuelas, Autoridad (2014) y Aceptación (2014) completando la que se ha denominado Trilogía Southern Reach.

Durante el dilatado periodo que duró su preproducción, la cinta dio mucho que hablar, levantando considerables expectativas que, tras el estreno, se vieron algo rebajadas. Y es que después de realizar algunas proyecciones de prueba, tanto Garland como el productor Scott Rudin hubieron de enfrentarse a las presiones del distribuidor, Paramount, para que cambiaran la oscura conclusión de la historia. Al final y para disgusto del director, se decidió estrenarla en cines tan solo en Estados Unidos, Canadá y China, mientras que en el resto del mundo se emitió exclusivamente a través de la plataforma Netflix. En cuanto al público, se mostró dividido entre aquellos que elogiaron su valentía, belleza y alcance conceptual, y quienes se sintieron decepcionados por una cinta que no se ajustaba a los cánones más comerciales del género.

Lena (Natalie Portman) está siendo retenida en cuarentena en unas instalaciones gubernamentales mientras la examinan e interrogan unos científicos. Y así, empieza a narrar la experiencia que la ha conducido hasta ese punto. Ex militar y profesora de biología celular en la universidad, tras un año, no había conseguido superar el duelo de haber perdido a su marido Kane (Oscar Isaac), un soldado de las fuerzas especiales que desapareció durante una misión secreta. De repente, Kane reaparece en casa sin dar explicaciones y con un aire ausente y distante. Cuando sufre un ataque, ella llama a una ambulancia y, de camino al hospital, se ve rodeada por vehículos del gobierno. Tanto ella como Kane son puestos bajo custodia militar.

Lena se entrevista con la doctora Ventress (Jennifer Jason Leigh), quien le revela que se encuentra en unas instalaciones secretas sitas en una reserva natural de la costa del sur de Estados Unidos. Tres años antes, un meteorito se estrelló cerca de un faro de las cercanías, creando a partir de ese punto una zona en continuo crecimiento y cuyo interior es totalmente desconocido e impenetrable a la tecnología disponible. Kane fue parte de uno de los diversos equipos que entraron en «el Resplandor» para investigar el fenómeno… y el único en regresar con vida.

Dispuesta a encontrar respuestas, Lena se presenta voluntaria para unirse al siguiente equipo, este compuesto íntegramente de mujeres expertas en diferentes campos (biología, psicología, supervivencia, física): Thorensen (Gina Rodriguez), Radek (Tessa Thompson) y Sheppard (Tuva Novotny). Lo que se encuentran es una especie de mundo alienígena en la Tierra, un lugar en el que la naturaleza ha experimentado mutaciones que oscilan entre lo escalofriante y lo bello.

Existe un subgénero no oficial dentro del género fantacientífico que versa sobre gente que se adentra en territorios en los que han dejado de regir las reglas que gobiernan nuestro mundo. Ejemplos cinematográficos del mismo los encontramos en títulos como El cubo (1997), el episodio «Más allá» de los Animatrix (2003), la televisiva Habitación perdida (2006), Monsters (2010), Radius (2017) o, más cuestionable, la serie Perdidos (2004-2010). En este caso, el referente más claro de Garland es claramente Stalker (1979) de Andrei Tarkovski. Eso sí, para crear la zona del Resplandor, Garland dispuso de un presupuesto que el director ruso no pudo ni soñar. También el tema que domina el último tercio de la película, el de los simulacros creados por los alienígenas, nos remite a otra cinta de Tarkovski, Solaris (1972), sobre una inteligencia extraterrestre que creaba dobles a partir de los recuerdos de los humanos en un intento de comunicarse con ellos.

Garland crea una atmósfera de suspense desde el comienzo. El regreso de Kane con su expresión ausente, como si hubiera perdido la memoria y las emociones, captura el interés del espectador. Y a partir de ese momento, se van planteando una pregunta tras otra sin dar inmediatamente las respuestas. En este sentido, sitúa al espectador en el mismo plano que las protagonistas, que saben muy poco del fenómeno al que van a tener que enfrentarse: ¿De dónde vino ese meteorito? ¿Cuál es su propósito? ¿Es amistoso u hostil? ¿Qué hay dentro del Resplandor? Conforme se internan más profundamente en la zona bajo la influencia alienígena, las exploradoras irán obteniendo respuestas y topándose con nuevos enigmas.

El viaje al interior del Resplandor es una sucesión de momentos que oscilan entre lo fascinante y lo pesadillesco. Por ejemplo, el grupo se despierta tras la primera noche en la zona encontrándose con que han pasado varios días de los que no guardan memoria; van encontrándose con mutaciones biológicas aparentemente imposibles, incluyendo una escena muy desasosegante en la que hallan un video tomado por Kane donde se abre el estómago de uno de sus compañeros para descubrir que en su interior hay una especie de criatura reptiliana; o, en las mismas instalaciones, el hallazgo, en una piscina vacía, del cuerpo del hombre del vídeo, que parece haber explotado en un mosaico de hongos multicolores.

Y es que el director y los responsables de diseño y efectos especiales construyen un entorno que transmite auténtica extrañeza en momentos como ese en el que el equipo llega a los restos de un asentamiento rodeado por figuras de forma humana pero hechas con flores y que parecen estatuas congeladas; o la aproximación final de Lena a los alrededores del faro epicentro del fenómeno, caminando por una playa desierta en la que han crecido árboles de cristal. La escena quizá más estrafalaria es aquella en la que el grupo acaba atado en una habitación por uno de sus enloquecidos miembros y son atacados por un oso mutante de rostro cuasihumano que grita «¡Ayúdame!». Con sus insólitas criaturas y plantas y su atmósfera etérea, vaporosa y multicolor fotografiada con acierto por Rob Hardy, el Resplandor es un ejemplo sobresaliente de creación de mundos imaginarios.

Aunque mucho de lo que sucede en el interior del Resplandor comienza como algo benigno, como si se tratara de una especie de exuberante paraíso, en varias ocasiones la fascinación se torna auténtico terror. Estos momentos son quizá menos frecuentes de lo que uno podría esperar, pero cuando llegan son implacables. Ello forma parte del plan de Garland para hacer que el espectador se sienta simultáneamente más confuso acerca de lo que ocurre y más consciente de la situación. Con notable talento, manipula las expectativas del espectador, proporciona información que aclara algunas dudas para luego abrir nuevas incógnitas y que no decaiga el interés.

Hay que tener en cuenta, eso sí, que aun cuando en todo momento se mantenga esa expectación de ver qué encontrará el grupo cuando llegue a su destino, todo transcurre a un ritmo considerablemente lento –aunque ni mucho menos tanto como el de Stalker, donde Tarkovski dejaba que sus personajes se sentaran en silencio durante minutos sin que nada sucediera–. Incluso los momentos de tensión y terror no aceleran demasiado ese discurrir, por lo que toda la película, pese a su belleza visual, tiene un aire lánguido que puede no ser del gusto de todos.

Como adaptación de una obra literaria y aunque la trama básica y el tono general se respete, no puede decirse que sea del todo fiel. La novela contiene abundantes y largas escenas de gente muy asustada, sentada, pensando y recordando tragedias pasadas, lo cual no es muy cinematográfico. En el libro sólo había cuatro miembros en el equipo explorador que, además, sólo se conocen por su función: la Antropóloga, la Bióloga, la Psicóloga y la Topógrafa. Y aunque se aportan algunos datos sobre su pasado y sus turbulentos sentimientos, el lector conoce a la Bióloga sobre todo a través de su tarea en el equipo. Tampoco esto hubiera tenido una buena traslación al cine, así que Garland decidió introducir un poco más de caracterización para Lena.

Así, la película intercala una serie de escenas en las que se explora la conexión entre Lena y Kane, que por otra parte es un punto clave de la trama. Ella va rememorando a lo largo de la peripecia momentos íntimos con su marido que dan una idea del inestable estado de su relación. Pero en la práctica, esas escenas, estando bien dialogadas e interpretadas, no acaban de integrarse del todo bien con el resto dado que parecen demasiado familiares y banales en relación a esa exploración de un nuevo y fascinante mundo.

Por otra parte, mientras que el libro se centra en el duelo de Lena y combina el terror con la melancolía, la película opta por la culpa. Hay quien ha argumentado que poner el foco sobre la culpa de Lena como sentimiento catalizador de sus actos mina su valía como científico porque en lugar de presentarse voluntaria impulsada por su curiosidad y sed de conocimiento, lo hace porque siente que le debe algo a su marido. Lo mismo ocurre con el resto de las mujeres del equipo: una es una enferma terminal sin nada que perder, otra perdió a una hija, otra es una adicta…

Más allá de eso (y de la obvia imposición de introducir diversidad racial), el guion propone un alejamiento importante de los clichés habituales al ser todas las protagonistas mujeres. Es más, las cinco exploradoras no se presentan como bellos objetos de disfrute sexual, regalos para la vista del espectador masculino, sino como científicos competentes en sus respectivos campos. No son estas las profesionales torpes de, por ejemplo, Prometheus (2012), dispuestas a abrazar al primer monstruo que se cruza en su camino. Lena observa la Naturaleza y recoge muestras que piensa le serán útiles; Radek entra en pánico cuando se da cuenta de que la tecnología no le va a servir de mucho en el Resplandor, pero se sobrepone y recurre a las técnicas más tradicionales; como todo buen psicólogo, Ventress vigila y analiza al resto de sus compañeras al tiempo que mantiene ocultas sus propias emociones…

A muchos les pareció que Aniquilación era una historia con momentos visuales fantásticos pero con poco que decir en el fondo. No creo que ese sea el caso. Más bien, las imágenes se apoderan de los conceptos y lo fascinante que resulta la aventura hace olvidar –al menos en un primer visionado– los subtextos simbólicos (como ese plano de apertura de una célula dividiéndose una y otra vez y que enseguida relacionamos con la vida, resulta ser todo lo contrario: un tumor reproduciéndose) y la exploración de la desgarrada mente de Lena, arrasada por la pena. ¿Es una película sobre el deseo consciente de autodestrucción? ¿O sobre la inevitabilidad de la autodestrucción? ¿Sobre el cambio y la transformación como fuerza vital y creadora? ¿O sobre la degeneración y la muerte? ¿O quizá sobre todo ello a la vez?

El final enigmático pero claramente pesimista contradice al libro de referencia y sus secuelas (las cuales, asegura Garland, no existían cuando él empezó a escribir el guion). Es esa conclusión lo que irritó a muchos espectadores, seguramente porque subvierte las expectativas que tenían al respecto.

Uno podría esperar un encuentro épico con una inteligencia extraterrestre –algo, quizá, en la línea de 2001: Una Odisea del Espacio (1968) o Solaris–, pero que termina pareciéndose más a «La Invasión de los Ladrones de Cuerpos» (1956). Garland opta por una solución similar a la que ya había tomado en Ex-Machina. Ambas películas tratan sobre personas que se aventuran en territorio –geográfico y científico– desconocido para encontrarse con entidades no humanas que imitan nuestra forma y que no terminan favorablemente para nuestra especie. Pero que el final no satisfaga las expectativas del espectador medio (que probablemente esperaba un desenlace feliz), no es achacable a la película.

En este caso, el final presenta otro par de problemas. Primero, ese remate sorpresa y brusco al estilo de, por ejemplo, La Dimensión Desconocida, es impactante, sí, pero deja poco tiempo al espectador para reflexionar sobre sus consecuencias y los dilemas morales y traumas psicológicos que han conducido al mismo. Por otra parte, hay un problema estructural. La primera escena de la película nos muestra a Lena de regreso del Resplandor, la única superviviente de su grupo, siendo interrogada por los científicos de la base cercana. Como enseguida revela el fatal destino que han corrido sus compañeras, le resta algo de tensión al resto de la trama, narrada en forma de flashback.

Tampoco ayuda que sólo el personaje de Lena tenga un verdadero trasfondo. A sus compañeras el guion les otorga historias, motivaciones y personalidades diferenciadas pero mucho más superficiales que las de la protagonista. El caso es que sin explorar demasiado a los secundarios y conociendo además que no van a sobrevivir, es difícil sentir demasiado sus muertes más allá de apreciar el buen trabajo que realizan las actrices con el poco sustrato sobre el que construir sus respectivos personajes.

Sospecho que la razón por la que Aniquilación no se estrenó en cines en la mayor parte del mundo es la misma por la que me parece una película tan interesante y valiente: Paramount no creyó que fuera a recaudar demasiado dinero así que no invirtió esfuerzo en promocionarla. Y es una auténtica lástima dado que, como hemos visto, se aleja mucho de la ciencia ficción blockbuster en varios aspectos,

Aniquilación, sin ser perfecta, es una película atrevida y fascinante que mezcla ciencia, psicología y terror bajo la forma de pasajes e imágenes de hipnótica belleza y que sumerge al espectador en un mundo extraño y misterioso. Ofrece interpretaciones intensas y una ciencia ficción que plantea cuestiones de peso en lugar de limitarse a desarrollar una trama previsible y banal adornada con llamativos efectos especiales.

Copyright del artículo © Manuel Rodríguez Yagüe. Descubre otros artículos sobre cine, cómic y literatura de anticipación en nuestra sección Fantaciencia. Publicado previamente en Un universo de ciencia ficción, y editado en Cualia con permiso del autor. Reservados todos los derechos.

Manuel Rodríguez Yagüe

Como divulgador, Manuel Rodríguez Yagüe ha seguido una amplia trayectoria en distintas publicaciones digitales, relacionadas con temas tan diversos como los viajes ("De viajes, tesoros y aventuras"), el cómic ("Un universo de viñetas"), la ciencia-ficción ("Un universo de ciencia ficción") y las ciencias y humanidades ("Saber si ocupa lugar"). Colabora en el podcast "Los Retronautas".