El estruendo frenético y la diversión que caracterizan a la saga Misión imposible regresan a la pantalla, y por suerte, lo hacen a la altura de las circunstancias, con un espectáculo imparable, teñido de pop y sin caer nunca en el cinismo.
A veces las cosas son lo que parecen: esto es cine a todas luces analógico, si por ello entendemos rodado al viejo estilo y con la mirada puesta en un espectador que aún no ha abandonado las salas de cine.
Sería fácil identificar esta película con acrobacias extremas, de esas que a uno le dejan sin aliento. Aún sería más fácil identificar dichas acrobacias con quien las ejecuta, porque es el auténtico Tom Cruise ‒y no un doble‒ quien abraza el peligro en una época en que los efectos visuales lo harían innecesario.
Pero Misión imposible va más allá. En el caso concreto de esta nueva entrega, hablamos de cine de género como mandan los cánones. Y no es un asunto menor. Ahora nos parece algo llamativo, e incluso nostálgico, pero hubo una época en que esta superproducción no hubiera restaltado tanto en la cartelera.
Paradójicamente, a la crítica de los ochenta y los noventa ‒las décadas en cuya frecuencia vibra Misión imposible‒ esto último le parecía algo negativo. De Spielberg, por ejemplo, llegó a escribirse que «no hace películas, sino que lo que diseña son parques de atracciones que se presentan bajo la apariencia de una película».
Pues bien: bendito sea este nuevo parque de atracciones al que nos invitan el realizador Christopher McQuarrie y el propio Cruise. Por cierto, hay que ver lo bien que le han sentado sus 60 años en la piel del incansable Ethan Hunt.
Misión imposible: Sentencia mortal – Parte uno confirma dos evidencias. Que Cruise, sin necesidad de reinventarse, es el salvador de la taquilla en tiempos de crisis y que éste ha elegido bien a su némesis: la Entidad, una terrorífica forma de IA que, como no podría ser de otro modo en el siglo XXI, aspira a dominar el mundo.
¿En qué se diferencia la película de sus predecesoras en la saga? Afortunadamente, en muy poco. Mantiene el mismo pulso narrativo, incluido ese constante «más difícil todavía» en las escenas de acción, y vuelve a contar con un magnífico elenco de secundarios. A los ya habituales Simon Pegg, Ving Rhames, Rebecca Ferguson y Vanessa Kirby se les unen en esta ocasión Pom Klementieff, Esai Morales (otro superviviente de los ochenta) y la nueva compañera de fatigas de Cruise, Hayley Atwell, en el papel de Grace, esa ladrona que ahora pasa a formar parte del equipo de Hunt.
Aunque la oferta argumental no es muy novedosa ‒vuelven las directivas misteriosas, las persecuciones enloquecidas, los saltos al vacío, el ingenio, el peligro y un levísimo interés amoroso‒, aquí todo ello es manejado por McQuarrie con evidente soltura y con una geometría impecable. Pero lo que de verdad cuenta es la apuesta de Cruise por un tipo de divertimento que nunca nos cansa y que, además, está diseñado para que alcance toda su grandeza en una pantalla de cine.
Cómo se hizo
El 6 de septiembre de 2020, el primer día de rodaje principal de Misión: Imposible – Sentencia Mortal. Parte Uno, Tom Cruise saltó al vacío desde una montaña montado en moto. Concretamente, dio el salto con una Honda CRF 250 hecha a medida, desde una rampa construida al efecto en la ladera de la montaña Helsetkopen de Noruega, una vertiginosa pared rocosa situada a unos 1.200 metros sobre el nivel del mar. A continuación, se precipitó por el abismo, recorriendo más de 1000 metros en el vacío, antes de abrir el paracaídas a apenas 150 metros del suelo.
Cuando aterrizó, el director, Christopher McQuarrie, y el pequeño equipo que comparte protagonismo en Misión, y que se habían reunido para ver la emblemática secuencia cinematográfica desde la seguridad del campamento de rodaje, dieron un suspiro colectivo de alivio. A continuación, Cruise volvió a prepararse y lo repitió todo otras siete veces, sólo para asegurarse de que la filmación era perfecta.
“Cada vez que saltaba por la rampa, me estaba exponiendo al peligro. Me estaba jugando la vida. Y queríamos reducirlo al mínimo”, dice Cruise. “Tenemos un dicho sobre las películas de Misión: Imposible: ‘No lo hagas con cuidado. Hazlo como hay que hacerlo.’“ Hace esta afirmación, por supuesto, siendo perfectamente consciente de los meticulosos regímenes de formación y los rigurosos protocolos de seguridad que rodean cada elemento de la producción.
La escena de acción fue, se mire por donde se mire, la más peligrosa de toda la carrera de Cruise, que ya es decir, teniendo en cuenta que en las anteriores películas de Misión: Imposible, el actor, entre otras muchas cosas, se ha columpiado por el exterior del edificio más alto del mundo (el Burj Khalifa, de Dubai, en Protocolo Fantasma), se ha colgado de uno de los lados de un Airbus A400M en pleno vuelo (en Nación secreta) y se ha tirado de un Boeing C-17 Globemaster III desde una altura de más de 7500 metros, abriendo el paracaídas a unos 600 metros del suelo y convirtiéndose en la primera persona que realizaba un salto HALO (desde elevada altitud con apertura a baja altitud) en una película (en Fallout).
Tanto McQuarrie como Cruise dicen que se proponen mutuamente grandes ideas sobre acrobacias todo el tiempo. “McQ y yo tenemos un montón de ideas y, claro, algunas se basan en lo que nos apasionaba cuando éramos niños…,” dice Cruise. “Pero ahora lo que nos toca no es sólo imaginar estas cosas, sino descubrir la manera de rodarlas”. Y eso, dicen ambos, es lo verdaderamente divertido.
Sentencia Mortal. Parte Uno es la culminación de todo lo que Cruise ha aprendido a lo largo de sus cuatro décadas en la industria; el producto de toda una vida en pos de la excelencia, en la disciplina que se le exija en cualquier momento determinado.
“He vivido así toda la vida” dice Cruise. “De niño, cuando tuve necesidad de ganar dinero, cosa que me pasó porque no teníamos dónde caernos muertos, tuve que aprender a cortar perfectamente la hierba. En mis películas, he tenido que aprender a pilotar un helicóptero, conducir un coche entre el tráfico, saltar de un avión o desde una montaña. Para mí, todo requiere la misma mentalización”.
“Es la primera vez que dividimos una historia de Misión: Imposible en dos películas. Es algo que nunca habíamos intentado en el pasado, debido a la complejidad de estas historias. La escala de estas dos películas es épica en todos los sentidos”, dice Cruise.
Un cambio de marcha narrativa de esta escala requiere una ambición de enormes dimensiones. “Sabíamos que si íbamos a hacer una gran aventura en dos partes”, dice McQuarrie, “estas entregas tendrían que llevarse por delante todo el resto de la saga”. Ese era el calibre de la tarea a la que nos enfrentábamos”.
“Las tres películas posteriores a la de De Palma fueron dirigidas por John Woo, J.J. Abrams y Brad Bird. Y las tres fueron geniales”, dice Simon Pegg. “Sin embargo, lo que tenemos ahora… es una continuidad que funciona a la perfección en esta saga, porque no hay que empezar de nuevo cada vez”.
“Desde que Chris McQuarrie se unió al grupo, como guionista en Protocolo Fantasma, antes de asumir la dirección en las cuatro películas siguientes [Nación secreta, Fallout, Sentencia Mortal. Parte Uno y Sentencia Mortal. Parte Dos], las películas han dejado de ser la idea de Misión: Imposible que tiene una persona ajena al proyecto. En cambio, lo que tenemos ahora es la visión definitiva y singular de Tom y McQ sobre Misión: Imposible”, dice Pegg. “Y ahora tienen un dominio magistral del concepto. Saben lo que funciona y cómo hay que contar estas historias. [Esa asociación] ha dado a la serie un verdadero sentido de continuidad”.
“[En ese periodo] hemos estado perfeccionando lo que hace que una Misión: Imposible sea una Misión: Imposible,” dice Pegg. “Y hay muchos factores. Está la aventura, el recorrer el mundo de uno a otro confín, la diversión y la acción. Y cada vez que se afina una receta, es posible que haya algunos pequeños detalles que cambian para intentar perfeccionarla. Y McQ cada vez domina mejor el equilibrio de los ingredientes, para confeccionar la Misión: Imposible perfecta”.
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