Es una aventura de Ant-Man, sí. Pero el director Peyton Reed aclara que pretende ser algo más. O mejor dicho, algo distinto: «En Quantumanía profundizamos y complicamos la dinámica familiar además de representar un mundo mucho mayor», explica. «En las dos primeras películas nos sumergimos en el Mundo Cuántico pero esta vez queríamos dar a la película un aspecto completamente diferente porque se trata de una experiencia épica».
Las dos anteriores películas de Ant-Man eran cintas familiares, apegadas a la típica comedia de los ochenta, repletas de personajes entrañables y sin esa carga de solemnidad que tantas veces exhibe el cine de superhéroes. En cambio, en Quantumanía el realizador, seguramente aconsejado por la todopoderosa cúpula de producción que coordina este universo superheroico, deja atrás esa fórmula y se adentra en otro subgénero: el de los mundos perdidos.
En este caso, Ant-Man (Paul Rudd), su hija Cassie (Kathryn Newton), la Avispa (Evangeline Lilly), Janet van Dyne (Michelle Pfeiffer) y Hank Pym (Michael Douglas) no viajan hasta el centro de la Tierra ni a una isla habitada por dinosaurios, sino hasta ese Mundo Cuántico en el que Peyton Reed ha jugado a emular el estilo de Star Wars: «No solo tuvimos que crear el aspecto de esas ciudades y civilizaciones», dice. «También tuvimos que diseñar la lógica interna y la historia para poblarla después con todas esas criaturas, seres y estructuras. Reunimos mucha documentación visual para inspirarnos. Desde fotografías con microscopio electrónico a imágenes de la revista Heavy Metal de los años 70 y 80. Recopilé imágenes de antiguas portadas de libros de bolsillo de ciencia ficción, obra de artistas como John Harris, Paul Laird o Richard M. Powers. Esas ilustraciones son evocadoras y muy sugerentes».
Que quede claro: el diseño de producción funciona muy bien justamente porque se notan esas referencias, a medio camino entre los tebeos de Heavy Metal (en Europa, Métal Hurlant) e ilustradores como los mencionados por Reed. También se nota que el reparto conoce de sobra las teclas que conviene tocar. Los protagonistas saben lo que se espera de ellos, al igual que los secundarios (en especial, Corey Stoll como Darren Cross / Modok) y el villano de la función (un entregado Jonathan Majors en la piel de Kang el Conquistador).
Sin embargo, en esta aventura resuelta en una escala infinitesimal, con esa escenografía psicodélica y colorista, se pierde algo que me encantó en las dos entregas previas: el tono de comedia ligera, ligado a las calles de San Francisco y a la intervención de secundarios como el entrañable Luis (Michael Peña).
Esto último hace que Ant-Man y la Avispa: Quantumanía se homologue a otras producciones del Universo Marvel. Quizá salgan ganando los efectos visuales, pero se pierde bastante personalidad en el guion. Y no sé si es lo que más le conviene a esta franquicia. Aunque el resultado entretiene, uno siente que Quantumanía ya solo es una pieza más en el catálogo Marvel.
Sinopsis
En Ant-Man y La Avispa: Quantumanía de Marvel Studios, Scott Lang y Hope Van Dyne continúan explorando la vida como una pareja con la peculiaridad de que también son superhéroes. La vida les sonríe: Scott ha escrito un libro, Hope defiende causas humanitarias y su familia, los padres de Hope, Janet Van Dyne y Hank Pym, y la hija de Scott, Cassie, por fin forman parte de sus vidas cotidianas. Resulta que Cassie comparte la pasión de su nueva familia por la ciencia y la tecnología, sobre todo en lo que respecta al Mundo Cuántico. Pero su curiosidad los lleva a emprender un viaje inesperado solo de ida al gigantesco mundo subatómico donde se encuentran con nuevas y extrañas criaturas, una sociedad atemorizada y un maestro del tiempo que acaba de emprender un peligroso proyecto. Scott y Cassie se ven empujados en una dirección y Hope, Janet y Hank en otra, pero todos están perdidos en un mundo en guerra y no saben si alguna vez encontrarán el camino de vuelta a casa.
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