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Crítica Irati

Crítica: ‘Irati’ (Paul Urkijo, 2022)

Los que, durante más años de los que nos gustaría, hemos visto mucho cine, tendemos a pensar que ya está todo el pescado vendido. Que ya no hay talentos nuevos y que el cine de antaño es un refugio. Vale, no nos falta un poco de razón. Pero cada año siguen estrenándose ‒en salas de cine, rechace imitaciones‒ títulos de interés, en su mayoría hechos con ganas y mimo. Irati es el perfecto ejemplo de obra realizada por puro impulso creativo por un grupo de gente con talento y empeño, y que además funciona estupendamente como entretenimiento y espectáculo.

Toca aquí mencionar a Paul Urkijo y su anterior película, esa gran sorpresa que fue Errementari (2017), una cinta que sigue extendiendo su fama gracias a su inclusión en el catálogo de Netflix. Fue aquella una propuesta arriesgada en lo comercial, teniendo en cuenta que está rodada en euskera, pero que a su vez ha sido capaz de captar la atención del público más variopinto gracias a su cuidada producción, su estilización visual y su uso del folkore de una manera oscura, pero divertida y asequible. Gracias a esto último, despierta inevitables comparaciones con cineastas como Guillermo del Toro o Tim Burton, historietistas como Mike Mignola o teleseries de culto como El cuentacuentos.

Tanto en Errementari como en IratiUrkijo imprime su huella personal cuando se transforma en un eslabón más de la cadena de narradores de viejas leyendas vascas. Las mismas que a él le contaron en su infancia, solo que ahora esa tradición pasa a la gran pantalla. Lo hace, además, a través de la mirada de un director enamorado del cine de terror, las películas de espada y brujería de los 80, el cine de acción, los cómics y ese etcétera que los miembros de las generaciones X y Millennial tan bien conocemos.

Huyendo de definiciones simplonas tipo «El Señor de los Anillos vasco» o el «Avatar vasco», Irati bucea en las leyendas medievales para narrar una historia llena de simbología atávica, con especial hincapié en la figura femenina y en la importancia de la Naturaleza (así con mayúscula), sin caer en la pose ni el discurso superficial de cara a la galería bienpensante. Hablamos aquí más bien de las interpretaciones más primitivas, profundas y junguianas del mundo y la especie humana: las que siguen incrustadas en nuestra psique pese a que la ciencia ya haya sacado a la luz misterios que eliminan la magia.

Con un espíritu más cercano al Excálibur de John Boorman que a los derivados tolkienianos, Irati se sitúa en el siglo VIII, un periodo histórico tan difuso que facilita el casamiento entre realidad y leyenda. La mítica batalla de Roncesvalles, germen de tanta y tan variada literatura, sirve de escenario de inicio de la película, y lo hace con una ambientación creíble (estupendos exteriores y magnífico trabajo de vestuario y caracterización), pero su resolución incluye la utilización de magia ancestral. Puede que esto no sea del agrado de los puristas de la Historia, pero la realidad aquí es más elástica, siguiendo la máxima de la película: «Todo lo que tiene nombre, existe».

Eneko Sagardoy interpreta a un héroe clásico con unos orígenes no muy alejados del William Wallace de Mel Gibson. El personaje regresa a sus tierras con una misión no menos clásica, que incluye honor, justicia, tesoros escondidos en el corazón de la Madre Tierra y criaturas de un mundo mágico crepuscular, cada vez más arrinconado por la colonización de las religiones monoteístas y su inevitable homogeneización cultural.

Eneko no es el héroe principal. La aparición de Irati (Edurne Azkarate), una bella criatura del bosque, le abre los ojos a otra realidad mucho más fascinante que el mundo civilizado. Sí, como Pocahontas o Neytiri: las historias contemporáneas no hacen más que recontar lo que ya se narraba en las grutas prehistóricas.

Un poderoso personaje femenino para una película en la que lo femenino es la clave, junto al valor de lo diferente, pero sin discursos fáciles, sino mediante espectaculares imágenes simbólicas que le sacan máximo provecho a los escenarios naturales.

Sin prescindir de las herramientas digitales a la hora de crear seres mágicos o aumentar la escala de las batallas, Irati posee una cualidad «orgánica» que, con infinitamente menos presupuesto que cualquier producto Marvel, la hace más vistosa que esos millonarios retratos de actores sobre croma feúcho que nos vienen del casi extinto Hollywood (que, esperemos, no nos trate de robar a Paul Urkijo).

En definitiva, nos hallamos ante una obra donde todos los elementos (música, fotografía, dirección artística, efectos…) están confeccionados con una dedicación que se refleja en la pantalla.

Entrevista Paul Urkijo

Entrevista con Paul Urkijo

Tras un lustro de desarrollo, el estreno de Irati supone la realización de un proyecto totalmente personal de Paul Urkijo. La película toma como base el cómic de J. Muñoz Otaegui y Juan Luis Landa El ciclo de Irati, pero añadiendo numerosos cambios provenientes tanto del propio mito como de la imaginación de Urkijo, también guionista.

«Es algo que tenido siempre como obsesión desde niño», nos dice. «En el País Vasco hay mucha tradición de ir al monte. Cuando íbamos a un bosque, mis padres me hablaban de las criaturas míticas; me decían, ahí vive Basajaun, en este río viven las lamias, en esa cueva vivía la diosa Mari… Siempre me han gustado la fantasía, los monstruos, la mitología y especialmente la mía, la vasca. En Irati me centro en la figura más preciosa de esta mitología, la diosa Mari».

El film también destaca por la calidad de sus secuencias de acción, otro de los géneros favoritos de Paul Urkijo: «Disfruto mucho con las coreografías de acción, con la planificación. Ya en el propio guion describo la sucesión de eventos dentro de la propia secuencia. Me parece importante que lo que sucede en las peleas, las batallas, esté ya escrito, porque creo que tienen que apoyar el drama, la emoción. Aparte, yo practico artes marciales desde los 15 años, y me encanta todo el tema de las armas, cómo manipularlas, las técnicas… con eso soy bastante friqui. Así que, de primeras, presento las coreografías y luego, junto al coordinador de especialistas, se le da forma. En la pelea del bosque, por ejemplo, yo le indicaba que tenía que ser más sucia».

La espectacularidad de las imágenes refleja la calidad de la producción, aunque no hablemos de una megaproducción hollywoodiense: «Siempre he partido de limitaciones. Nunca he tenido un cheque en blanco para hacer lo que me diera la gana. Le das la dimensión a un proyecto con base en esas limitaciones y si ves que es factible o no. En este caso, yo veía que era factible. Esta es una película de género fantástico, pero que está muy apoyada en la naturaleza, una naturaleza real que nos va a dar valor de producción. Solo tenemos que ir a esos lugares naturales, a los que es complicado acceder, pero que están ahí. No tienes que construir decorados. Los efectos especiales los enfrentamos de una manera mucho más sugerente, buscando más un realismo mágico que un fantasy artificioso, porque los efectos especiales en exceso a veces son traicioneros. Como soy ilustrador, aunque no profesional, me hago mis propias artes conceptuales y el story y preparo un libro de tapa dura para presentarlo a los productores y al equipo».

El rodaje de ocho semanas se llevó a cabo en localizaciones de País Vasco, Navarra y Huesca: «La película comienza en verano, en la época de la batalla, y luego, 14 años después, la película transcurre en otoño. Yo quería buscar justo el momento en el que pillábamos el cambio de la hoja, en octubre, cuando rompe el color de la hoja y aparecen esos dorados y rojos impresionantes, como metáfora de ese mundo que está en ocaso, ese mundo mitológico crepuscular que está desapareciendo».

Criado con la ficción de espada y brujería, la pregunta es inevitable, ¿Tolkien o Howard?: «Yo soy más de Howard, la verdad… Pero también soy muy tolkieniano».

Sinopsis

Siglo VIII. El cristianismo se extiende por Europa mientras las creencias paganas desaparecen.

Ante el avance del ejército de Carlomagno al atravesar los Pirineos, el líder del valle pide ayuda a una diosa ancestral. Mediante un pacto de sangre, derrota al enemigo dando su vida a cambio, pero antes, hace prometer a su hijo Eneko que protegerá y liderará a su pueblo en la nueva era.

Años más tarde, Eneko afronta esa promesa con una misión: recuperar el cuerpo de su padre enterrado de forma pagana junto al tesoro de Carlomagno. Pese a su fe cristiana, necesitará la ayuda de Irati, una enigmática pagana de la zona.

Los dos jóvenes se adentrarán en un extraño e inhóspito bosque donde “todo lo que tiene nombre existe”.

Copyright del artículo © Vicente Díaz. Reservados todos los derechos.

Copyright de imágenes y sinopsis © Bainet Zinema, Ikusgarri Films, Kilima Media, EITB, Filmax. Reservados todos los derechos.

Vicente Díaz

Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad Europea de Madrid, ha desarrollado su carrera profesional como periodista y crítico de cine en distintos medios. Entre sus especialidades figuran la historia del cómic y la cultura pop. Es coautor de los libros "2001: Una Odisea del Espacio. El libro del 50 aniversario" (2018), "El universo de Howard Hawks" (2018), "La diligencia. El libro del 80 aniversario" (2019), "Con la muerte en los talones. El libro del 60 aniversario" (2019), "Alien. El 8º pasajero. El libro del 40 aniversario" (2019), "Psicosis. El libro del 60 aniversario" (2020), "Pasión de los fuertes. El libro del 75 aniversario" (2021), "El doctor Frankenstein. El libro del 90 aniversario" (2021), "El Halcón Maltés. El libro del 80 aniversario" (2021) y "El hombre lobo. El libro del 80 aniversario" (2022). En solitario, ha escrito "El cine de ciencia ficción" (2022).