Entre la década de los 70 y la primera mitad de los 80 (hablamos del siglo XX), la fantasía y la ciencia ficción vivieron una era dorada en la que no parecía haber límite para el talento y las posibilidades. El cómic, la literatura, el cine, y el arte en general, se beneficiaron de la imaginación de creadores tan dispares como Moebius, Jodorowsky, David Lynch, David Cronenberg, H. R. Giger, Ridley Scott o George Lucas. ¿Lucas? ¡Blasfemia! Pues sí, Lucas.
Puede que el éxito de La Guerra de las Galaxias, por imitación y explotación, limitara la fantasía a fórmulas encorsetadas, a las que se acostumbró el público, la industria y parte de la crítica. Pero el esfuerzo inicial, la Star Wars de 1977, fue otro derroche creativo y arriesgado de una época gloriosa. Artista multidisciplinar, pero principalmente animador, Phil Tippett colaboró en esa primera trilogía galáctica, y posteriormente, en un buen puñado de películas ya míticas para la generación X. Por ejemplo, creó y dio vida a criaturas como el dragón titular de El dragón del lago de fuego (1981), el alienígena lovecraftiano de Howard, un nuevo héroe (1986) o ED-209 y Cain en las películas de RoboCop.
La llegada de los efectos digitales le pilló animando a mano los dinosaurios de Parque Jurásico (1993), así que no le quedó otra que adaptarse a la nueva tecnología. Logró trabajos tan notables como los vistos en Starship Troopers (1997) o Evolution (2001), pero en su corazón (y en el de sus admiradores), Phil Tippett siempre prefirió la animación fotograma a fotograma (es decir, el stop motion) y la artesanía «física». Todo ello sin prescindir de los ordenadores, pero usándolos lo justito.
Guiado por esa pasión, durante tres décadas de duro trabajo, colapsos psicóticos, crowdfunding y hasta subasta de objetos fetiche de sus películas en busca de financiación, Tippett fue desarrollando su proyecto soñado: Mad God.
Aunque algunos no creíamos que fuera a llegar este momento, Mad God ya es una realidad, y se puede decir con alivio que tantos años y pesares han merecido la pena. Todo el sabor de la fantasía y la ciencia ficción pre-digital se puede paladear en un impresionante film, que comienza como una retorcida superproducción bíblica de Cecil B. DeMille o de Griffith para introducirnos en un viaje a los delirantes infiernos del Bosco, en versión industrial y atómica.
Película principalmente surrealista y lisérgica, Mad God tiene un argumento que el espectador puede seguir de manera más o menos comprensible, pero como sucede con los sueños, tiene sentido mientras se vive y es muy difícil de describir posteriormente. Imaginen una mala pesadilla, repleta de criaturas y situaciones repugnantes y crueles, pero con una capacidad de fascinación tal que uno no es que no pueda dejar de mirar, sino que además desea ver mucho más.
Un diseño de producción sublime y de gran escala, en el que cabe de todo, incluyendo estatuas de algunas criaturas del Dios Harryhausen, resucita el poder estético la chatarra, las maquinarias complejas sin utilidad clara y las mutaciones escatológicas, a lo que se suman unos efectos sonoros desquiciantes que amplifican la esencia perturbadora del film.
Aunque tiene personalidad propia, el film pertenece a la misma familia que cintas como Cabeza borradora (1977), El planeta salvaje (1973), La montaña sagrada (1973) o el Buñuel más imaginativo.
Mad God no es solo un ejemplo de la maestría técnica de Phil Tippett, sino también de su genio creativo. Se trata de una película no necesariamente retro, sino más bien atemporal, que nos recuerda de qué va esto del cine fantástico: un género que no debería limitarse a un solo tipo de historia, por muy entretenida o fascinante que nos parezca.
Sinopsis
Genio absoluto de la animación y de los efectos especiales, y supervisor entre otras criaturas fantásticas de los dinosaurios de Parque Jurásico, Phil Tippett ha tardado treinta años en completar Mad God, una película experimental que nos presenta un universo de monstruos y científicos locos.
Una campana de buceo desciende en medio de una ciudad en ruinas, mientras el Asesino emerge para explorar un laberinto de paisajes extraños.
Ganador del Oscar por El retorno del Jedi (1983) y Parque Jurásico (1993), Phil Tippet es un maestro incontestable de la stop-motion y de los efectos especiales, que ha dado vida a algunas de las criaturas más memorables de la historia del cine.
Copyright del artículo © Vicente Díaz. Reservados todos los derechos.
Copyright de la sinopsis © Sitges – Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya. Reservados todos los derechos.