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«Esfera» (1998), de Barry Levinson

Con la excepción de John Travolta, resulta difícil encontrar en la década de los noventa del pasado siglo una reentrada tan exitosa como la que disfrutó Michael Crichton. En los setenta, la carrera del escritor había obtenido un gran impulso con la adaptación cinematográfica de su novela La amenaza de Andrómeda (1971), éxito que prolongó ocupando él mismo la silla de director en Almas de metal (1973), Coma (1978) y El gran asalto al tren (1979). Pero después, su estrella comenzó a declinar. La adaptación de su libro El hombre terminal (1974) no tuvo repercusión alguna y sus otras películas –Looker (1981), Runaway: Brigada especial (1984) y Contra toda ley (1989)– fueron ignoradas por completo.

El atractivo de las ficciones de Crichton se había basado siempre en una concepción futurista profundamente deudora de 2001: Una Odisea del Espacio (1968): lugares y tiempos asépticos, emocionalmente estériles, en los que la humanidad o bien ha sido dominada por su propia tecnología o bien está a punto de perecer a causa de su falta de control sobre ella. Pero después del estreno de Star Wars (1977), esa visión de un futuro frío y apagado fue reemplazada por un entusiasmo infantil por todo lo que de maravilloso nos aguardaba en el universo, y el alarmismo tecnológico de Michael Crichton quedó obsoleto de la noche a la mañana.

Se ha acusado a Crichton de escribir sus novelas como si fueran potenciales guiones cinematográficos. Algo de razón hay en ello, puesto que, por ejemplo, sus libros Esfera (1987) y Parque Jurásico (1990) fueron originalmente concebidas como guiones. Muestra de lo caído en desgracia que en ese momento se hallaba el escritor para Hollywood es que ninguno de los dos obtuvo la menor atención. Y, para colmo, hubo de sufrir la ignominia de ver cómo James Cameron se apropiaba de buena parte de sus ideas en Abyss (1989).

Sin embargo, Parque Jurásico se convirtió en un best-seller y atrajo la atención de Steven Spielberg, quien la transformó en un fenomenal éxito cinematográfico en 1993. De repente, Crichton volvió a la palestra por la puerta grande y su carrera experimentó una regeneración que le proporcionó aún más éxito que en los setenta. Sus libros recibieron, uno después de otro, versiones en la gran pantalla: Sol naciente (1993), Acoso (1994), Congo (1995), El mundo perdido (1997), El guerrero número 13 (1999), Timeline (2003) y el remake televisivo de La amenaza de Andrómeda (2008). Además, escribió el guión original para Twister (1996) y creó la serie de televisión Urgencias (1996-2009). Sólo John Grisham puede compararse a Crichton como novelista contemporáneo de más éxito en el mundo audiovisual.

Pero vayamos con la película que ahora nos ocupa. En Esfera, un equipo de científicos son trasladados a una flota estacionada en mitad del Océano Pacífico. Se trata del psicólogo Norman Goodman (Dustin Hoffman), la doctora Beth Halpern (Sharon Stone), el matemático Harry Adams (Samuel L. Jackson) y el astrofísico Ted Fielding (Liev Schreiber). Al llegar son informados de que han sido seleccionados como especialistas para investigar una nave espacial estrellada descubierta accidentalmente en el lecho marino. Al entrar en ella, descubren que en realidad se trata de un ingenio terrestre que procede del futuro y que de alguna forma llegó a nuestra época a través de un agujero negro. En el corazón de la nave encuentran una misteriosa esfera de propósito y composición desconocidos.

Harry entra en la esfera, permanece allí unas horas y vuelva a aparecer inconsciente. No recuerda nada, pero inmediatamente entra en escena una entidad alienígena que desea establecer contacto con ellos. Al mismo tiempo, en el antes desierto fondo marino aparecen peligrosas medusas, serpientes marinas y calamares gigantes que parecen manifestaciones de los peores temores de cada uno de ellos.

Sobre el libro ya hablé en un artículo anterior, una mezcla entre thriller de contacto con seres alienígenas y drama psicológico; y su final un tanto decepcionante, el interesante contenido científico y la poca consistencia de sus personajes. Este último aspecto en particular es lo que explica que algunos de los detractores de Crichton estén en disposición de afirmar que de sus historias salgan mejores películas que novelas, ya que en aquéllas los actores insuflan auténtica vida a sus poco memorables personajes.

Antes de dirigir esta película, Barry Levinson ya acumulaba una sólida trayectoria como director con títulos como El secreto de la pirámide (1985), Good Morning Vietnam (1987), Rain Man (1988), Bugsy (1991) o Sleepers (1996), además de haberse encargado de la realización de otra adaptación de una novela de Crichton, Acoso (1994). Tanto en esa película como en Esfera el guión es de Paul Attanasio, con quien Levinson había colaborado en la creación de una popular serie para la televisión, Homicidio (1995-1999).

Esfera es un film correctamente realizado y el desarrollo del contacto con el alienígena y la revelación sobre su verdadera identidad cuentan con el adecuado suspense y atmósfera terrorífica. Las escenas submarinas y aquellas en las que interviene algún elemento científico destilan realismo. Levinson, su director de fotografía Adam Greenberg y el compositor Elliot Goldenthal barnizan toda la cinta de un tono claustrofóbico que atrapa la imaginación. La película acierta al ir desvelando la clave del misterio poco a poco, pero también es cierto que hay demasiadas escenas telegráficas y otras desconcertantes en las que los protagonistas parecen haber olvidado los hechos acontecidos minutos antes.

En general, se puede decir que la película Esfera es una fiel adaptación del libro, recogiendo no sólo su esencia sino la mayor parte de sus escenas y diálogos relevantes. En algunos aspectos incluso mejoran la novela, haciendo aún más verosímil la historia y los personajes. Las escenas más escalofriantes son también las más sencillas, como cuando la entidad alienígena comienza a comunicarse con los protagonistas y dice llamarse Jerry. Por desgracia, la película empieza a tambalearse hacia el final, del que se podrían suprimir fácilmente de quince a treinta minutos. La conclusión de la historia, como ocurría con la novela, es poco satisfactoria, pero ello no es tanto achacable a Levinson como al propio Crichton.

Los actores llevan a cabo un trabajo competente en el que exhiben su fuerza interpretativa: Sharon Stone, con –aparentemente– poco maquillaje, encarna con intensidad el papel de una intelectual de fuerte carácter y frágil personalidad; Samuel L. Jackson ofrece una inquietante versión del matemático frío y brillante; y Hoffman utiliza su aspecto y maneras de hombre corriente y honesto para convertirse en el personaje a través del cual los espectadores puedan introducirse en la historia.

A pesar de todo, Esfera fue la única adaptación de un libro de Crichton que supuso una decepción en taquilla, recuperando solo 37 de los 80 millones de dólares invertidos en ella. Le llovieron las críticas negativas, aduciendo que no se trataba más que un plagio o pastiche de otras películas de superior calidad, o que no era más que material propio de serie B llevado a cabo por nombres de relumbrón. Es difícil saber la razón de tanta inquina, pero una podría ser que no se trata de una cinta de ciencia ficción, como suele ser habitual, apoyada en carísimos y espectaculares efectos especiales. Se trata más bien de un drama psicológico en el que prima lo intelectual sobre lo físico. Por ejemplo, el calamar gigante que trata de acabar con ellos y que en la novela era muy real, aquí sólo se sugiere su presencia –lo que resulta aún más terrorífico–, ajustándose mejor a su verdadera naturaleza ilusoria.

Una película contemporánea con la que Esfera guarda más de un elemento en común es Contacto (1997). Ambas tratan sobre el hallazgo de una inteligencia extraterrestre y los prejuicios humanos que rodean tal acontecimiento. Pero mientras que Contacto nos dice que una civilización alienígena supone la ocasión de expandir nuestra conciencia hacia un universo mucho más rico y fascinante del que imaginamos siempre y cuando seamos capaces de superar nuestras limitaciones mentales, Esfera, de acuerdo a la filosofía que impregna la literatura de Crichton, es clara e irremisiblemente pesimista respecto a la naturaleza humana, afirmando que siempre nos las arreglaremos para sacar lo peor de nosotros incluso aunque recibamos el más asombroso de los dones.

Muchos críticos, como hemos indicado, se apresuran a establecer comparaciones con otras películas de ciencia ficción, siempre con saldo desfavorable hacia Esfera. Hay indudables similitudes con Planeta prohibido (1956) y sus sofisticadas tecnologías capaces de conjurar los temores reprimidos; o con Solaris (1972), con sus científicos a bordo de una estación espacial perdiendo progresivamente la razón a medida que un planeta inteligente trata de manifestar aspectos de sus inconscientes en un intento de establecer comunicación. Algo menos evidente sería la relación con Horizonte final (1997), la cual, enterrada bajo su embarullado cóctel de ideas, parece querer llegar a similares conclusiones que Esfera .

Naturalmente, el film que más se saca a relucir es Abyss, sin que la mayoría de quienes lo hacen sepan que ésta es, mayormente, un plagio de Esfera (la novela). Dado el prestigio de Cameron y que los críticos tienen a despreciar a la película de Levinson, puede resultar políticamente incorrecto siquiera sugerir que la historia de Esfera funciona mejor que la de Abyss. Cierto, Abyss tiene momentos de una intensidad dramática insuperable y técnicamente es impecable. Pero todo el subargumento del contacto alienígena se desarrolla de forma irregular, resolviéndolo todo apresuradamente en los últimos minutos. La escena final, en la que la gran ciudad alienígena emerge hasta la superficie, quería ser espectacular, pero no es más que un decepcionante anti–climax tanto en la versión originalmente estrenada como en el montaje del director distribuido años más tarde.

En Esfera, en cambio, Levinson se niega a presentar amables alienígenas luminosos que quieren evitarnos el horror de un cataclismo nuclear forzando el desarme atómico que a todo el mundo –excepto a políticos y militares– agradaría. Su aproximación es mucho más rigurosa y verosímil. Su alienígena es inaprensible, etéreo y claramente inhumano.

Denostada por la crítica e ignorada por el público, Esfera es probablemente una película que hubiera merecido mejor suerte. Quizá en años venideros, como ha sucedido en otros casos, se revise con nuevos ojos y pase a gozar de mejor consideración.

Copyright del artículo © Manuel Rodríguez Yagüe. Descubre otros artículos sobre cine, cómic y literatura de anticipación en nuestra sección Fantaciencia. Publicado previamente en Un universo de ciencia ficción, y editado en Cualia con permiso del autor. Reservados todos los derechos.

Manuel Rodríguez Yagüe

Como divulgador, Manuel Rodríguez Yagüe ha seguido una amplia trayectoria en distintas publicaciones digitales, relacionadas con temas tan diversos como los viajes ("De viajes, tesoros y aventuras"), el cómic ("Un universo de viñetas"), la ciencia-ficción ("Un universo de ciencia ficción") y las ciencias y humanidades ("Saber si ocupa lugar"). Colabora en el podcast "Los Retronautas".