La intención original de Nigel Kneale había sido que Quatermass and the Pit fuera la última entrega de su carismática creación: «No quería repetir, porque el doctor ya había salvado al mundo de la destrucción final tres veces, y a mí eso ya me parecía suficiente».
Pero no lo era. En 1965, la BBC le ofreció escribir un especial de Quatermass para la televisión, oferta que repitió en 1969 con el fin de reemplazar al Doctor Who, que acababa de perder su actor principal por segunda vez. Kneale rehusó, pero cuando la cadena recurrió a él unos cuantos años después, ya no pudo resistirse. Comenzó el proyecto para un serial que iba a ser producido por Joe Waters, pero, por alguna razón, la BBC perdió el interés y abandonó.
El testigo lo recogió la cadena independiente Thames Television, a través de su subsidiaria Euston Films, y la reaparición de Quatermass fue emitida en 1979 como primer programa tras una huelga de técnicos que había durado once semanas. No se reparó en gastos para esta miniserie de cuatro episodios, titulada simplemente Quatermass (también conocida como Quatermass IV, or The Quatermass Conclusion). Costó más de un 1.250.000 libras (compárense con las 18.000 libras que Quatermass and the Pit costó a la BBC diez años antes).
Más de veinte años después de su creación, el último caso de Quatermass sigue hallando su inspiración en las ansiedades y miedos de su época. Kneale decidió no repetirse, e ideó otra forma distinta de interacción entre los alienígenas y la Humanidad. La acción se desarrolla en esta ocasión en un futuro cercano en el que la civilización humana se tambalea. El petróleo se está agotando, la ley y el orden son engullidos por la violencia ejercida por bandas callejeras y la incapacidad de unos gobiernos que se dedican a malgastar los menguantes recursos en un inútil proyecto espacial.
Quatermass ha envejecido. Con los años ha aumentado su desilusión por el mundo, del que lleva ya mucho tiempo retirado, viviendo como un recluso en Escocia. Hasta que se ve obligado a salir de su refugio para buscar a su nieta perdida, Hettie (Rebecca Saire). Para ello se une a un joven astrónomo judío, Joe Kapp (Simon MacCorkindale), con el que deberá derrotar a una fuerza alienígena que está «cosechando» a la juventud de nuestro planeta, convocándolos en antiguos lugares de culto y absorbiéndolos desde allí en rayos de luz.
Quatermass analizaba el declive y ulterior colapso social en términos históricos, aunque la utilización de hippies y punks como ejemplo de un mundo degenerado carece de la sutileza de anteriores trabajos de Kneale. El guión, escrito años atrás, resultó no haber envejecido bien, y de hecho, la idea central ya había sido planteada en un serial de fantasía infantil emitido en 1977 y titulado Children of the Stones. Eso sí, cuando el serial satiriza la propia televisión, recupera los momentos más incisivos de sus historias pasadas.
Como ya venía siendo tradicional, el papel protagonista recayó en otro actor diferente. Aunque André Morell aún vivía y trabajaba cuando comenzó la producción, se pensó que sir John Mills tenía mayor categoría y poder de convocatoria entre los espectadores (en cualquier caso, Morell falleció poco antes de que la serie se emitiera).
«El principal cambio», dijo Kneale en una entrevista, «fue que la versión de la BBC habría sido rodada sobre todo en el estudio, mientras que la de Euston Films fue filmada enteramente en película de 35 mm, con muchas tomas de exteriores. Fue mucho más lujosa que lo que yo o la BBC hubiéramos podido imaginar». Más tarde, en 2003, afirmó: «Fue escrita originalmente para la BBC, pero perdieron interés en ella. Dijeron que era demasiado siniestra. Bueno, sí, se suponía que era siniestra. Privar a la Tierra de su población es un pensamiento perturbador. Quizá es que la historia no estaba destinada a ser algo alegre».
Ni alegre…ni tampoco barata. Como sus predecesores, el serial pretendía ser «ciencia-ficción con rostro humano», pero su abultado presupuesto levantó unas expectativas en términos de efectos visuales y localizaciones en exteriores que no se vieron confirmadas por una historia a la altura. Además, la producción carecía del sentimiento de intimidad y, en último término humanidad, de las anteriores entregas. «Euston Films se gastó una fortuna ‒reconoció Kneale‒. Por ejemplo, construyeron todo un observatorio del siglo XVIII, cuando yo sólo había escrito un poco sobre un lugar ruinoso en el campo. Pero toda la producción se llevó a cabo de manera espléndida. Me quedé sorprendido y un poco emocionado cuando lo vi».
Este capítulo final en la saga clásica de Quatermass se ofreció en dos formatos diferentes: cuatro capítulos para su emisión en televisión y un telefilme de 105 minutos, titulado The Quatermass Conclusion, y destinado al mercado exterior. Kneale escribió asimismo una adaptación novelizada de su guión que contenía ciertas diferencias con el serial.
Además de su aproximación a la figura del científico como hombre racional y de confianza –aspecto del que ya hablamos en un artículo anterior–, otra de las innovaciones que Nigel Kneale aportó a la ciencia-ficción fue el concepto de que el universo más allá de la atmósfera terrestre no era en absoluto parecido a aquello con lo que frecuentemente se nos ha querido seducir.
En la mayor parte de la ciencia-ficción escrita y rodada, el espacio es sólo otro lugar, sin atmósfera ni gravedad, donde los planetas son más o menos como la Tierra excepto por el color de sus cielos y la forma de las rocas. En la visión del cosmos de Kneale, el espacio tiene profundidades ocultas en las que acechan amenazas monstruosas y la atmósfera de la Tierra no es más que una piel muy delgada que nos separa del caos y la locura. Hay cosas ahí afuera que nos volverían locos si tratáramos de comprenderlas; formas de vida extrañas que no piensan ni actúan como los humanos.
En este sentido, Kneale se hallaba más cerca del terror imaginado por H.P. Lovecraft que a la ciencia-ficción rigurosamente racional de Arthur C. Clarke o Isaac Asimov. Uno no puede imaginar a Bernard Quatermass coexistiendo con las razas alienígenas que desfilaban por Star Trek. Para Quatermass, toda vida extraterrestre, por definición, está más allá de la comprensión humana. Esa herencia aún pervive en multitud de obras y especialmente en la saga Alien, cuyo creador, Dan O’Bannon, fue un reconocido fan del trabajo de Kneale. Un universo que genera criaturas primarias, hijas del caos, tales como los Aliens, no es un lugar por el que los seres humanos deberían viajar despreocupadamente.
Como todas las buenas instituciones terroríficas, Quatermass se resiste a morir. Varios guionistas y directores se han visto tan influenciados por Kneale y sus tres miniseries televisivas que intentaron bien aprovecharse de sus ideas, bien encargarse de remakes de sus historias.
El director John Landis invitó a Kneale a Estados Unidos en los ochenta para proponerle un remake de La mujer y el monstruo que, por diversas razones, nunca llegó a buen puerto. John Carpenter le pidió que escribiera el guión para la tercera película de su serie Halloween, El día de la bruja. Sin embargo, la aproximación del británico fue criticada como pasada de moda.
El director del film, Tommy Lee Wallace, realizó profundas modificaciones en el guión. A pesar de ellas, aún se puede detectar que su narrativa no tiene casi nada que ver con las historias de asesinos psicópatas de Carpenter, hallándose, en cambio, más próxima al espíritu de Quatermass.
Disgustado, Kneale se marchó de Hollywood, pero Carpenter, aún cautivado por el inglés, utilizó el seudónimo Martin Quatermass en el guión de El Príncipe de las Tinieblas. Esto último llevó a Kneale a escribir una carta al diario The Observer, donde se preguntaba con sarcasmo: «Si esto es un homenaje, ¿quién necesita insultos?».
Más recientemente, Dan O’Bannon escribió el guión para un posible remake de El experimento del doctor Quatermass ambientado en Norteamérica, y cuyo clímax tendría lugar en una central nuclear. Como muchos proyectos relacionados con el nombre de Kneale, nunca llegó a la fase de producción.
Otro director, Alex Proyas, responsable de películas como El Cuervo (1994), Dark City (1998) o Yo, robot (2004) siempre acarició la idea de hacer un remake de Quatermass and the Pit, para el que escribió un guión junto a David Goyer. En esta ocasión, la producción fue paralizada por cuestiones legales. Y por nombrar un último ejemplo: la película Fuerza vital (1985), de Tobe Hooper, basada en la novela Vampiros del Espacio de Colin Wilson, incluye una secuencia en la que un súcubo provoca el caos en una estación de metro. Sin duda, está inspirado por el clímax de Quatermass and the Pit.
Parece justo que Kneale terminara en el mismo medio en el que comenzó. En 1996, escribió un documental radiofónico para la BBC sobre Quatermass, en el que Andrew Kier recuperó su papel de profesor. En 1997, en los audiocomentarios que realizó para la edición de Quatermass and the Pit en laserdisc, sugirió la posibilidad de escribir un guión sobre las primeras experiencias del científico en el campo de los cohetes, ambientado en el Berlín de los años 30.
Por desgracia, no pudo llevarlo a cabo. Kneale falleció en 2006, un año después de ver cómo la BBC4 emitía como homenaje una versión en directo de El experimento del doctor Quatermass, protagonizada por el actor Jason Flemyng. Era la versión más joven y dinámica del personaje hasta la fecha. Para sorpresa de propios y extraños, a pesar de que el guión tenía más de 50 años, todavía conservaba su capacidad dramática. Y esa es la razón por la que la influencia de Nigel Kneale no sólo sigue viva, sino que perdurará mientras siga existiendo la televisión.
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Quatermass 2 (1957), de Val Guest
Quatermass and the Pit (1958), de Nigel Kneale y Rudolph Cartier
¿Qué sucedió entonces? (Quatermass and the Pit, 1967), de Roy Ward Baker
Quatermass (The Quatermass Conclusion, 1979), de Piers Haggard
Copyright del artículo © Manuel Rodríguez Yagüe. Publicado previamente en Un universo de ciencia ficción y editado en Cualia con permiso del autor. Reservados todos los derechos.