Admitámoslo: ¿A quién no le encantan los dinosaurios? Esas criaturas que una vez dominaron la Tierra han sido fuente de fascinación para generaciones enteras, desde que fueran descritos por primera vez a comienzos del siglo XIX. Medio siglo después, escritores como Julio Verne, Arthur Conan Doyle o Edgar Rice Burroughs ya los estaban resucitando en sus obras de ficción para emplazarlos en lugares recónditos en los que ser descubiertos por intrépidos exploradores de Reinos Perdidos. Desde entonces, nunca han dejado de estar presentes en la cultura popular. La gente sigue contemplando sus esqueletos con admiración en los Museos de Historia Natural, al tiempo que disfrutan de su imponente presencia en libros, películas, documentales y cómics.
Mark Schultz fue uno de tantos niños que se sintieron inspirados por los dinosaurios. Su visita, a los seis años, al Instituto Carnegie de Pittsburgh cambió su vida. Allí se exhibía el esqueleto de un tiranosaurio rex junto a un gran mural que lo representaba a tamaño natural. Desde entonces, ese recuerdo y la fascinación que le suscitó nunca han dejado de acompañarle, y de hecho, fueron los dinosaurios los que fijaron su primera meta artística, ya de niño, llenando páginas y páginas con sus dibujos.
Luego vendrían las reposiciones televisivas de las películas de Tarzán y King Kong, clásicos de la aventura fantástica; o las peripecias africanas narradas en ¡Hatari! (1962), de Howard Hawks, film en del que extraería gran parte de su inspiración de lo que se convertiría en Xenozoic Tales años después.
Todas aquellas influencias infantiles volvieron a él cuando compaginaba trabajos como guardia de seguridad y artista y diseñador gráfico publicitario. No le gustaba ninguno de los dos empleos, y durante tres años acarició la idea de convertirse en un autor de comic–books, mezclando todas esas influencias con su preocupación por la relación entre el hombre y su entorno natural para crear una historia cuya lectura él mismo pudiera disfrutar.
Sin tener contactos en el mundo de la historieta, se acercó a las entonces nacientes tiendas especializadas en comic–books para comprobar con sorpresa el ascenso de la historieta independiente: Rocketeer, Love and Rockets, American Flagg … Después de todo, parecía haber un lugar en la industria para lo que él tenía en mente.
Así que estudió la técnica del relato gráfico corto a través de maestros como Will Eisner o Harvey Kurtzman, realizó páginas e ilustraciones de muestra y las mandó a varias editoriales. Kitchen Sink fue la que le contestó expresando su interés por la serie. Fue entonces cuando Xenozoic Tales cobró vida.
En años venideros, Schultz acumuló una larga carrera como guionista y artista, recibiendo por su trabajo la espectacular cantidad de cinco Premios Harvey, dos Eisner, un Inkpot, un Spectrum y tres Premios Haxtur. Ha guionizado personajes tan emblemáticos como Superman o el Príncipe Valiente. Pero aún hoy sigue siendo especialmente recordado por su primera creación, Xenozoic Tales, que en tan sólo catorce episodios se convirtió en un magnífico sucesor en clave de ciencia-ficción de los hace tiempo extintos cómics y películas clásicos de aventuras de los años treinta y cuarenta que tanto habían estimulado la imaginación de su creador.
Según la cronología de la serie, en 1996, una serie de transformaciones geológicas de amplitud cataclísmica cambiaron la superficie del planeta. La situación alcanzó tal punto de deterioro que para 2020, la mayor parte de la vida terrestre se había extinguido. Grupos de humanos dispersos y poco numerosos se refugiaron en búnkers subterráneos en un desesperado intento por sobrevivir. Quinientos años más tarde, regresan a la superficie y, para su sorpresa, no encuentran un páramo desolado sino un exuberante ecosistema en el que todas y cada una de las especies que alguna vez poblaron el planeta han resurgido, desde los trilobites hasta los mamuts, pasando por los dinosaurios o los caballos. Lejos de ser un sueño utópico, ese escenario natural es una locura biológica que, por alguna razón, ha conseguido alcanzar un difícil equilibrio. Ha comenzado un nuevo periodo geológico, la Era Xenozoica.
La humanidad, dividida en grupos aislados, ha pasado a ocupar los restos de la civilización que levantaron sus ancestros. Una de esas nuevas tribus se ha instalado en Ciudad del Mar, lo que queda de la antigua Manhattan, cuyos rascacielos emergen de un mar que hace siglos engulló el territorio. En una isla cercana vive el autonombrado guardián de Ciudad del Mar, Jack Tenrec, que divide su tiempo entre rescatar y reparar antiguos automóviles en su enorme garaje (aunque ya no se refina petróleo, ha diseñado un modo de convertir el estiércol de dinosaurio en combustible), colaborar a regañadientes con el consejo que gobierna la ciudad, proteger a los colonos mineros o granjeros del interior y perseguir a los cazadores furtivos.
Porque Jack (inspirado parcialmente en el personaje interpretado por John Wayne en ¡Hatari!) es un hombre dispuesto a enfrentarse con todo el mundo por hacer lo que él cree que es lo correcto: que el hombre ocupe el puesto que le corresponde un nuevo mundo, sí, pero que lo haga lentamente y con total respeto a la naturaleza, sin olvidar el cataclismo provocado por nuestra arrogancia y que siglos atrás a punto estuvo de acabar con nuestra especie.
La mayoría de aquellos que siguen a Jack Tenrec puede que no aprecien su celo, pero sí entienden su mensaje y no olvidan que la raza humana todavía tiene que demostrar si será capaz de sobrevivir en el nuevo escenario: la supervivencia y cualquier futuro progreso dependen de la conservación del equilibrio natural. Hay otros, en cambio, que anteponen sus ambiciones personales a la cautela y tratan de socavar la credibilidad e influencia de Tenrec.
Las cosas se complican cuando a la ciudad llega una hermosa mujer, Hannah Dundee, en calidad de embajadora de otra poderosa tribu, los Wassoon. El peligroso entorno del mundo Xenozoico impide las comunicaciones fluidas entre los diferentes grupos humanos, y aunque es bien recibida en Ciudad del Mar, también levanta sospechas entre los gobernadores de la tribu. Oficialmente, ha llegado para ofrecer conocimientos agrícolas y tratar de convencer a Jack de que deje de perseguir a los cazadores furtivos en territorio Wassoon. Tan valerosa como inteligente, se convierte en compañera de aventuras de Jack, pero éste sabe que los verdaderos propósitos que se esconden tras su misión diplomática son algo que la bella Hannah se ha cuidado de no revelar.
Xenozoic Tales combinó de forma tan inusual como atractiva las dos fascinaciones infantiles de Schultz: los dinosaurios y los automóviles clásicos de los cincuenta y sesenta, que en la serie simbolizan la belleza, la perfección y el poder de, respectivamente, el mundo natural y el tecnológico.
Es una historia en la que prima la aventura, sí, pero en la que no se descuida la evolución de los personajes principales. Jack se retrata al principio como un tipo duro y algo testarudo, un varonil héroe de acción de mandíbula cuadrada al estilo de los que ofrecían a cientos las antiguas revistas pulp de los años veinte y treinta. Sin embargo, a medida que avanza la serie, su tosca fachada comienza a ganar en matices. Descubrimos, por ejemplo, que pertenece a una fraternidad de tecnochamanes cuyo linaje ayudó a mantener en funcionamiento las máquinas que permitieron sobrevivir a la humanidad durante sus siglos de exilio subterráneo; y que mantiene una extraña y secreta relación con una anciana raza híbrida inteligente, de orígenes y propósitos inciertos. A pesar de su carácter hosco, muchos en Ciudad del Mar le consideran de más confianza que sus propios líderes, los gobernadores, y se dirigen a él en busca de consejo y ayuda. Ello sitúa a Jack en una situación que encuentra indeseable: la de héroe a la fuerza.
La relación entre ambos protagonistas es particularmente interesante. La tensión sexual es palpable –aunque no se muestra de forma explícita hasta el final– pero los dos son, sobre todo, camaradas de aventuras y buscadores de conocimiento. Jack sabe que la verdadera misión de Hannah como embajadora de los Wassoon ante Ciudad del Mar incluye algo más que la simple diplomacia, pero prefiere ignorarlo por el momento y esperar a que ella se lo confiese. Al fin y al cabo, él mismo esconde secretos acerca de una fuerza misteriosa y secreta tras la nueva ecología de la Tierra, que Hannah ansía conocer. Ambos se salvarán la vida el uno al otro en más de una ocasión, puesto que Jack es el cazador más experto en los nuevos bosques jurásicos, pero Hannah, además de ser ella misma una extraordinaria rastreadora, acumula una gran experiencia como marinera. Y cuando Jack es traicionado por sus conciudadanos de Ciudad del Mar y se ve obligado a exiliarse con Hannah a Wassoon, toda su vida se trastoca. Acostumbrado a ser el líder, a conocer el terreno que pisa y sumergirse en la acción, pasa a depender de Hannah en una tierra extraña y verse envuelto en intrigas cortesanas que le repugnan.
Imbricado en el argumento como un elemento más, Schultz ofrece un mensaje acerca de la Tierra y su relación simbiótica con todos sus sistemas biológicos. El autor, sin embargo, consigue transmitir su interés ecologista sin caer en el sermón ni, por tanto, distraer al lector de lo que realmente importa: la aventura en un marco de ciencia-ficción.
El mundo postapocalíptico-neojurásico de Xenozoic vio la luz por primera vez en diciembre de 1986, como historieta de 12 páginas incluida en el número 8 de Death Rattle, una antología de ciencia-ficción, fantasía y terror editada en blanco y negro por Kitchen Sink Press. La acogida fue tan calurosa que dos meses después, en febrero de 1987, aparecía el primer número de Xenozoic Tales, la serie regular (aunque el editor, Dennis Kitchen, estaba tan entusiasmado con ella que en realidad ya planificó el proyecto aun antes de la publicación de la primera historieta en Death Rattle). Aunque, bien pensado, el término regular quizá no sea el más apropiado, puesto que Schultz nunca accedió a someterse a un rígido calendario de entregas que acabara obligándole a anteponer la exigencia de terminar cada número en un plazo determinado por encima de la calidad artística. Tampoco fue del todo ajeno a los cada vez más prolongados intervalos entre número y número el desvío de su atención hacia otros proyectos relacionados con Xenozoic Tales de los que hablaremos más adelante.
En cualquier caso, la disponibilidad de mayor tiempo para la elaboración de cada episodio se tradujo, a la postre, en una espectacular progresión ascendente y el crecimiento del autor en todas sus facetas: guionista, narrador y dibujante. Lo que comienza siendo una sucesión de historias anecdóticas y sencillas con final «sorpresa» muy en la línea de los viejos cómics de ciencia-ficción de la EC en los años cincuenta, va complicándose a medida que se introducen nuevos elementos que hilan unos episodios con los siguientes y la estructura de relato corto se sustituye por una en la que cada número comprende una sola narración de mayor longitud.
Con cada entrega, la historia cobra mayor solidez y complejidad, tejiendo intrigas, dramas, misterios y las claves para solucionarlos, como el origen del cataclismo, la causa de la reaparición de los dinosaurios o cómo consiguió la humanidad sobrevivir a su encierro subterráneo.
Por su parte, el apartado gráfico, realizado en blanco y negro, es otra de las numerosas demostraciones de lo sobrevalorado que puede llegar a estar el color. En el transcurso de los catorce números de la serie, Schultz experimenta una transformación extraordinaria, que va desde su estilo sencillo pero prometedor de los comienzos hasta el arte de exquisita elegancia y atención por el detalle de los últimos episodios, pero siempre inspirándose en los grandes maestros de la escuela clásica del cómic y la ilustración.
Así, sus primeras historias exhiben un grafismo claramente deudor de los viejos maestros de la EC, como Wally Wood o Jack Kamen: figuras contundentes y carnales y un sombreado construido a base de combinar masas de negro y tramas mecánicas. Y entonces, en el número 3 (junio de 1987), empieza a incorporar la esbeltez naturalista de otros tres de los grandes, Alex Raymond y su discípulo Al Williamson por una parte, y Hal Foster por otra: la línea y las figuras humanas se estilizan y se pone mayor énfasis en el diseño y el enriquecimiento ornamental de las viñetas con multitud de detalles en los fondos, la decoración, la arquitectura, las indumentarias, las máquinas…. A partir del número cinco, el dibujo con el que nos encontramos es ya una impresionante fusión entre Williamson y el extraordinario Frank Frazetta, con elementos tomados de pintores e ilustradores como Howard Pyle, NC Wyeth, Dean Cornwell o Winslow Homer.
Mención especial merecen, por supuesto, sus dinosaurios, que como todo lo demás en este cómic, completan su propia evolución gráfica y conceptual: de los tópicos lagartos cabezones de fauces babeantes del principio a criaturas más estilizadas y anatómicamente acordes con la ciencia paleontológica actual, sin que en la transición se pierda ese aspecto gráfico al tiempo maravilloso y amenazante inherente al género de aventuras.
Schultz se interesó a fondo en el campo de los dinosaurios, realizando investigaciones, lecturas y consultas a expertos en un intento de plasmar con mayor verosimilitud esas criaturas, si bien el cómic no pretende en ningún momento sacrificar el dramatismo a favor del realismo.
Tras una magnífica progresión y el aprecio generalizado de público y crítica, la serie llegó a una inesperada conclusión en octubre de 1996 con su número 14, dejando la historia totalmente inconclusa. El primer tomo recopilatorio, que incluía la historia introductoria y los números 1-4, fue editado en 1989 bajo el título de Cadillacs y Dinosaurios y disfrutó de varias reimpresiones a lo largo de los años.
Entre 1991 y 1992, el sello Epic de Marvel Comics reeditó varias historias de Xenozoic Tales en una miniserie de seis números, de nuevo recurriendo al título Cadillacs y Dinosaurios y aplicando el color a las planchas originales en blanco y negro.
Por entonces, la serie pareció encontrarse en todas partes menos en su primer hogar editorial, Kitchen Sink Press. Así que cuando en 1993 la productora Nelvana vendió a la CBS una descafeinada serie de animación de trece episodios para su programación de los sábados por la mañana, también se la llamó Cadillacs y Dinosaurios . Ésta, a su vez, fue adaptada al cómic con el mismo título por la editorial Topps (fabricante de chicles y trading cards metido en los noventa en el negocio del cómic tras comprar los derechos de personajes como El Llanero Solitario o Xena). Aunque la nueva colección incluía material aislado de Schultz, las historias estaban principalmente guionizadas por Roy Thomas y dibujadas por Dick Giordano, Esteban Maroto o Rich Buckler. Aunque era un decente subproducto de la colección principal, no llegó a sobrepasar los nueve números, de febrero a noviembre de 1994. Y también se comercializaron videojuegos para máquinas recreativas y consolas domésticas así como un juego de rol. Nada mal para algo que comenzó siendo un aislado tebeo de aventuras de inspiración clásica publicado en una oscura revista marginal.
Aunque hay pocas perspectivas de que lleguemos a conocer el final de Xenozoic, ello no debe desanimar a cualquier lector exigente de cómics, porque, aún inconclusa, la obra de Mark Schultz es quizá el mejor cómic de dinosaurios que se haya publicado y uno de los mejores del género de aventuras en un entorno de ciencia-ficción.
Copyright del artículo © Manuel Rodríguez Yagüe. Publicado previamente en Un universo de ciencia ficción y editado en Cualia con permiso del autor. Reservados todos los derechos.