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«Xena, la princesa guerrera» (1995). Fantasía sin prejuicios

Antes de que Nueva Zelanda que convirtiera en La Tierra Media, esas tierras alfombradas de hierba verde fosforito fueron la Grecia Mitológica de un universo paralelo. Antes de que Matrix llevara la acción saltimbanqui hongkonesa a Occidente, los responsables de esta serie reciclaron con mucha gracia ideas de las películas de Jet Li y Donnie Yen. Antes de que Hans Zimmer lo llenara todo de bandas sonoras con una voz femenina “étnica” de fondo, Joseph LoDuca hacía lo propio en la partitura de esta insólita producción televisiva.

Hay que señalar que Xena, la princesa guerrera (Xena: Warrior Princess, 1995-2001) no salió de la nada. En realidad, todo comenzó un año antes de su estreno, con la emisión de Hércules y las Amazonas (Hercules and the Amazon Women, 24 de abril de 1994), el episodio piloto de Hércules (Hercules: The Legendary Journeys), una serie de telefilmes de presupuesto moderado, protagonizados por Kevin Sorbo y con cameos de Anthony Quinn en el papel de Zeus (¿Qué actor hay más apropiado para ese papel?).

Estas películas televisivas, producidas por los máximos responsables de la saga Posesión InfernalRobert Tapert y Sam Raimi, gustaron a la audiencia.

El éxito de los telefilmes generó una serie de televisión de enorme éxito entre los niños y el público adulto sin prejuicios, que se deleitaba ante este peplum en clave de fantasía heroica, repleto de humor, acción y con unos protagonistas simpatiquísimos.

En 1995, una carismática villana de la serie, la princesa guerrera Xena (encarnada desde el noveno episodio por Lucy Lawless), se ganó un spin-off que llegaría a ser más popular incluso que Hércules.

Compartiendo escenarios y personajes secundarios, Xena nos contaba la redención de este energético y atractivo personaje, quien recorría esa Antigua Grecia alternativa desfaciendo entuertos, siempre acompañada de su fiel y parlanchina amiga Gabrielle (Renee O’Connor).

En un principio, y viendo el estupendo aspecto de Xena, cabría pensar que la serie era uno de esos ejemplos de fetichismo disfrazado de feminismo, pero en realidad Xena se centraba en ofrecer todo tipo de emociones, con peleas, monstruos, dioses, comedia, tragedia, ejercicios de metaficción e incluso episodios musicales. Tanta variedad, desarrollada durante seis temporadas, hizo que la pareja protagonista adquiriera cierta complejidad más allá del estereotipo, en especial dentro de lo que era, básicamente, una serie de mero entretenimiento.

De repente, la comunidad lésbica hizo suya la serie, debido a la estrecha relación entre Xena y Gabrielle (quienes, puestos a etiquetar, realmente eran bisexuales). En un episodio, unas fans de este colectivo felicitaban a sus heroínas por ser adalides de su causa, y las protagonistas preguntaban “¿Qué es una lesbiana?”. Un ejemplo de declaración de intenciones de la serie: no tenía declaración de intenciones, y quizá por esa falta de altas ambición llegó a ser una de las series más creativas y originales que jamás se han visto.

Aún hoy, a uno le miran raro por declararse seguidor de una serie infantiloide donde abundaban los decorados reciclados de cartón-piedra, las armas de plástico y los efectos digitales más rústicos. Suelen ser reproches de gente que jamás siguió este ejemplo total de libertad creativa, donde lo mismo se asistía a un cómico remake de El Golpe en plena Grecia Clásica que se asistía al enfrentamiento letal entre las dos protagonistas, que de repente se odiaban a muerte a causa de temas realmente trágicos.

Lo mismo aparecía en pantalla el dios Ares (cuya relación amor-odio con Xena dio mucho juego) que un Julio César interpretado por Karl Urban. ¿Bruce Campbell como ladrón con tics de Errol Flynn? Claro, ¿por qué no? La Guerra de Troya, el inframundo, el Lejano Oriente y hasta la Inglaterra artúrica, daba igual, todo era terreno válido para las gestas de la poderosa Xena. ¿Desatinos? ¡No, imaginación!

En unos tiempos en los que las series son adultas, caras y de lo más circunspecto, parece casi impensable que un producto así tuviera lugar en el panorama televisivo actual. Y, pese a que es de agradecer esta Era Dorada de las series, se echa de menos el grito de guerra de Xena, o algo similar a eso.

Copyright del artículo © Vicente Díaz. Reservados todos los derechos.

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Vicente Díaz

Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad Europea de Madrid, ha desarrollado su carrera profesional como periodista y crítico de cine en distintos medios. Entre sus especialidades figuran la historia del cómic y la cultura pop. Es coautor de los libros "2001: Una Odisea del Espacio. El libro del 50 aniversario" (2018), "El universo de Howard Hawks" (2018), "La diligencia. El libro del 80 aniversario" (2019), "Con la muerte en los talones. El libro del 60 aniversario" (2019), "Alien. El 8º pasajero. El libro del 40 aniversario" (2019), "Psicosis. El libro del 60 aniversario" (2020), "Pasión de los fuertes. El libro del 75 aniversario" (2021), "El doctor Frankenstein. El libro del 90 aniversario" (2021), "El Halcón Maltés. El libro del 80 aniversario" (2021) y "El hombre lobo. El libro del 80 aniversario" (2022). En solitario, ha escrito "El cine de ciencia ficción" (2022).

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