El 150 aniversario del nacimiento de Puccini se celebró de diversas maneras. Una de ellas, bien sabrosa, fue la emprendida en plan individual por la soprano milanesa de nombre tan evocador, Amarilli Nizza, al registrar todas las arias escritas para soprano por el compositor luqués.
Una panoplia sonora, como se sabe, de variada riqueza musical y expresiva, desde la sufrida Anna de Le Villi hasta la no menos resignada Liù, sin olvidarse de la pizpireta Musetta, desde luego, ni de la sanguinaria Turandot, los dos extremos de la vocalidad femenina pucciniana.
A la Nizza ya la conocíamos por dos discos anteriores, en los que repartía atriles con el bel canto romántico y el verismo, además de dos encarnaciones en vivo, la de la mozartiana Doña Elvira y la de la verdiana Elena, añadiendo a sus valores puramente artísticos el esplendor de su belleza y la categoría de su saber estar escénico. El disco pucciniano sumó a tal vocación de versatilidad musical un equiparable bagaje dramático que permitió a la intérprete sacarlo holgadamente adelante.
La voz de la Nizza, en principio definible con el adjetivo de lírica a secas, tiene la extensión razonable para apechugar con todas las partes en atril y gana enteros a través de un canto proclive a las regulaciones, a la sapiencia para utilizar el idioma, con un fraseo certero donde línea melódica e intenciones expresivas se funden con eficacia.
Superando un poco la dogmática calificación de las diversas tipologías sopraniles, la cantante con esa inteligencia musical apoyada en imaginativos conceptos y sin olvidar su innato lirismo capaz de entrar de lleno en el tan peculiar que caracteriza al canto pucciniano, pudo cumplir con honores la dificultosa tarea emprendida. Máxime cuando varios momentos del disco están tomados en vivo, por lo que no existe trampa ni cartón. En concreto: las interpretaciones de Giorgetta, Angelica y Lauretta, cantadas las tres en una misma velada en el Comunale de Módena, en alarde poco común por parte de una intérprete.
Igualmente, Nizza es la primera soprano que hasta la fecha [el disco se publica en 2008] ofrece más al completo esta exhibición pucciniana, superando en extensión los recitales dedicados al de Lucca, por Callas, Kabaivanska o Price, citando sólo estas tres colegas ilustres. Por más que sería deseable que la fanciulla Minnie figurara más representada en el registro a través de alguno de los otros tres ariosos con los que cuenta en la genial partitura, probablemente debida la ausencia a motivos temporales (el disco dura casi 76’).
El orden de las arias sigue el cronológico de composición y el de su lugar en la respectiva ópera, detalles a considerar. En el caso de Cio-Cio-San, incluye su intensa declaración a Sharpless «Che tua madre», además por supuesto de las dos populares arias de la japonesa suicida. Operación parecida con Manon Lescaut al tener en cuenta la tercera intervención solista, la de «L’ora o Tirsi».
Es decir, que la selección está ampliamente satisfecha. Giorgetta en Il tabarro no tiene un aria propiamente dicha o fácilmente delimitada, sino un momento a dos voces con Luigi (el tenor que no figura citado en el disco es Rubens Pellizzari), «E ben altro il mio sogno», bellísima añoranza del barrio parisino de la protagonista (Belleville), donde la Nizzaalcanza la nota aguda alternativa con lo cual la faena queda mejor resuelta.
A destacar la manera de poner fin en pianissimo (inventado) a «Se come voi piccina de Le Villi», la primera aria “pucciniana” propiamente dicha. La parte más comprometida para sus posibilidades, el «In questa reggia» de Turandot, la diseña en un clima de despreciativa distancia, combinando tal acerada indiferencia con destellos repentinos de agresividad que hacen su lectura un modelo de inteligencia, astucia y efectividad, supliendo así las carencias “naturales” del tipo de voz que precisa tan comprometida página.
Disco recomendado: Amarilli Nizza: Puccini. Referencia: CDS 595. Discográfica: Dynamic.
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