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Amores que matan, música que enamora

Entre L’apoteosi d’Ercole (Nápoles, 1819) y Virginia (ídem, 1866), Mercadante escribió alrededor de 60 óperas que fueron triunfando (o menos) a lo largo y ancho de Italia y Europa, compitiendo con los mayores colegas nacionales, desde Rossini Verdi.

Con el paso del tiempo, algunos de aquellos músicos ocuparon los mejores puestos de la historia lírica italiana hasta que la curiosidad de algunas emprendedoras programaciones o de (pocos) responsables discográficos, unido a la voracidad de suficientes aficionados, han permitido o están permitiendo que su perfil compositivo renazca, ocupando el lugar que Mercadante entre los grandes merece.

No es una sorpresa entonces que Emma d’Antiochia, otro de los aciertos incalculables de ese sello que es Opera Rara ‒que tanto lleva haciendo por el inagotable repertorio italiano de la primera parte del Novecientos‒ nos vuelva a extasiar por la calidad de la composición, un compendio de páginas solistas, conjuntos y coros cocinados con una astucia y habilidad teatrales que encuentra su preciso complemento en la modélica capacidad instrumental, siempre al servicio del drama y en apoyo del solista cantor.

El entusiasmo surge de cada momento de la partitura, desde la imponente obertura (que se inicia graciosamente con un tema que recuerda el aria di sortita de Belcore en L’elisir d’amore donizettiano) hasta el desolador remate como corresponde a una historia de amores imposibles comm’il faut. Entre medias, magníficas arias para sopranos (una más liviana, ligera y aguda, Adelia; otra más central y de mayor peso, la Emma del título), tenor (Ruggiero) y barítono (Corrado), con algún otro personaje de relleno esporádicamente destacado en los recitativos, como el esclavo Aladino, quien, complicando aún más las liadas relaciones sentimentales entre el cuarteto protagonista, está enamorado de Emma.

De la categoría vocal de la obra hablan algunos intérpretes del estreno veneciano de 1834: Emma fue Giuditta Pasta, primera Anna Bolena, Amina o Norma; Adelia, Eugenia Tadolini, que sacó a la luz primerizas heroínas donizettianas como Paolina, Maria di Rohan o Linda de Chamounix; Ruggiero, Domenico Donzelli, el baritenor de acentos vigorosos y rico volumen pero también capaz de matices dulces y acariciantes (fue, entre otros, el primer Pollione, además de varios héroes donizettianos); y Corrado, el bajo cantante genovés Orazio Cartagenova, que estrenara Filippo de la belliniana Beatrice di Tenda y especial intérprete de Il furioso de Donizetti, cuyo generoso temperamento y tipo de vocalidad permitió ir delimitando el significado y los límites de la cuerda baritonal.

Aparte de las magníficas y variadas oportunidades que la partitura ofrece al coro, con dos bien expansivos finales de acto, la obra da mucho juego por supuesto a los solistas y, la verdad, es difícil destacar una o unas páginas sobre otras. Pero merecería llamar la atención hacia el cuarteto Ei qui dinanzi dentro del Primer finale (cuyo sencillo acompañamiento recuerda al Verdi de los inicios) o hacia cualquiera de las arias de los cuatro solistas, muy interesantes dentro de la mayor o menor convencionalidad (la de Corrado Non sai tu che il mondo intero, está muy bien aprovechada por Roberto Servile en el registro de 2004 que hoy recomendamos) o el dúo de las dos féminas inmediatamente antes de la conclusión de una obra que transcurre sin un mínimo desmayo.

Dirige David Parry, ya experimentado en lides semejantes, al frente de una orquesta dócil y sensible (London Philharmonic). Maria Costanza Nocentini es una Adelia involucrada en los acontecimientos dramáticos y canoros y Bruce Ford un Ruggiero apoyado en la experiencia de su fructífera carrera rossiniana. Los dos, con el siempre animoso Servile, circundan la impecable labor de Nelly Miricioiu que sabe en cada momento dar color y sentimiento a la infeliz protagonista, para cuya tarea ha tomado sin duda como modelo a Maria Callas.

Callas podría haber cantado esta Emma, si la época y una trayectoria profesional más amplia lo hubieran permitido, porque se ha dicho hasta la saciedad que la Diva de las Divas fue la clonación moderna de aquella mítica Giuditta Pasta.

Disco recomendado: Saverio Mercadante: «Emma D’Antiochia» / Nelly Miricioiu, Roberto Servile, Bruce Ford, Maria Costanza Nocentini. Geoffrey Mitchell Choir. London Philharmonic Orchestra. Dir.: David Parry / Opera Rara / Ref.: ORC 26 (3 CD) D1 x 3

Copyright © Fernando Fraga. Este artículo se publica en Cualia por cortesía del autor y de Diverdi. Reservados todos los derechos.

Fernando Fraga

Es uno de los estudiosos de la ópera más destacados de nuestro país. Desde 1980 se dedica al mundo de la música como crítico y conferenciante.
Tres años después comenzó a colaborar en Radio Clásica de Radio Nacional de España. Sus críticas y artículos aparecen habitualmente en la revista "Scherzo".
Asimismo, es colaborador de otras publicaciones culturales, como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Crítica de Arte", "Ópera Actual", "Ritmo" y "Revista de Occidente". Junto a Blas Matamoro, ha escrito los libros "Vivir la ópera" (1994), "La ópera" (1995), "Morir para la ópera" (1996) y "Plácido Domingo: historia de una voz" (1996). Es autor de las monografías "Rossini" (1998), "Verdi" (2000), "Simplemente divas" (2014) y "Maria Callas. El adiós a la diva" (2017). En colaboración con Enrique Pérez Adrián escribió "Los mejores discos de ópera" (2001) y "Verdi y Wagner. Sus mejores grabaciones en DVD y CD" (2013).