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Pinacoteca Canora: Pene Pati

Un tenor recién llegado a este tan fascinante mundo de la ópera como bendecido de antemano, puesto que comparte casi su apellido con una de las sopranos más legendarias de su historia; Adelina Patti (1843-1919) que escrito sea de paso, nació circunstancialmente en Madrid donde sus padres, cantantes, actuaban por entonces. .

Pati nació bastante más lejos de la capital española, en la Polinesia, en una de las islas de Samoa en el año1987.

Dado su interés por el canto, en su desarrollo profesional contó el apoyo de dos colegas que vieron en él posibilidades futuras: el tenor Dennis O’Neill y la soprano Kiri te Kanawa, ambos suficientemente conocidos por la afición considerando sus importantes carreras. Pati estudio en Cardiff con O’Neill a quien, según propias palabras, debe su técnica. Recordemos que el tenor galés, nacido en 1948, realizó en su omento una actividad internacional importante, con unos medios más sólidos que atractivos dejando un legado disco y videográfico que da testimonio de semejante currículo, compartido con colegas como Eva Marton. Samuel Ramey, Jane Eaglen, Cheryl Studer, Julia Varady, Ana María Sánchez, Adelaida Negri, Renato Bruson

Fue premiado Pati en concursos que llevan selectos nombres como el Operalia de Placido Domingo, el de Joan SutherlandRichard Bonynge y el de Montserrat Caballé.

Participó en el programa de formación de cantantes jóvenes que lleva el nombre del director de orquesta Gaetano Merola (1881-1953), fundador de la Ópera de San Francisco en 1923 haciéndose eco de los deseos de la importante colonia italiana de la ciudad.

Destacó de tal manera en esos cursos hasta el punto de que le ofrecieran debutar como Duque de Mantua en Rigoletto en la ciudad californiana. Fue el primer paso de una carrera que va en imparable ascenso.

En la parte personal de su biografía merece añadirse que está casado con la soprano lírica Amina Edris cantante que repentinamente nos asombró al aparecer, como Alice, en la excelente grabación de Robert le Diable de Meyerbeer para el sello Palazzetto Bru Zane. Para este encomiable sello, la soprano egipcia acaba de registrar Ariane de Massenet.

En el primer disco en solitario de Pati, realizado para Warner Classics y objeto de su presencia en esta pinacoteca, une personajes ya enfrentados en escena con otros de posible o sucesiva incorporación. En un destacado equilibrio entre repertorios conocidos o no tan habituales. El propio cantante asegura que todas las arias han tenido especial importancia en su recorrido profesional hasta ahora. En general, puede adelantarse que el disco ofrece un detallado retrato de cantante e intérprete.

Como acompañamiento el samoano disfruta de una sólida batuta, la de Emmanuel Villaume, con asistencia musical (sic) de Romain Dumas, y la Orchestre National Bordeaux et Aquitaine. En algunos cortes interviene el Coro de la Ópera de Burdeos que prepara y dirige Salvatore Caputo y como Pharaon en la rossiniana Moïse Mirco Palazzi se encarga de esa asistencia. El CD fue grabado en Burdeos en agosto de 2021 y contó con la producción ejecutiva del prestigioso Alain Lanceron, quien está detrás de numerosos registros de los más importantes solistas de la actualidad.

Entre otros galardones, el disco ha merecido el Diaphason d’Or que concede la revista musical francesa Diaphason.

Pati comienza su tarea, como se podía esperar, con dos importantes fragmentos del Duque de Mantua verdiano. El recitativo, aria y cabaletta de la primera escena del acto II y la inevitable La donna è mobile, fácil concesión al forofo operístico.

En la primera, la personalidad del frívolo noble aparece en su variada dimensión: ira entrecortada por fugaces manifestaciones de un sentimentalismo que parece ser sincero en el aria antes de recuperar su prepotencia posterior. En una cabaletta largo tiempo orillada, pese a su importante labor de completar la personalidad del mantuano. Debemos a Alfredo Kraus su definitiva e irreversible recuperación. El primero en grabarla en disco fue Mario del Monaco en su registro completo de 1954.

Pati sabe dar cada tripartito contenido, pero lo que más llama la atención es la voz. Un lírico de colorido homogéneo, sonido emitido sin problemas a pesar de la poco fácil escritura del aria que i incide peligrosamente en la zona de paso de centro al agudo. Lirismo sentimental del aria que se cambia por ímpetu y empuje en la cabaletta con la presencia de un coro ducho en estos menesteres. Un remate que, desde luego, concluye Pati con un soberbio agudo donde si bien la voz parece perder un poco de cuerpo, la nota se extiende generosamente.

La lectura del allegretto, o sea la canzone con la que el Duque define someramente al género femenino, la destaca Pati dentro de la mejor tradición ejecutiva.

Roméo de Gounod, otra parte de la que Kraus hizo uno de sus caballos de batalla, le permite al tenor samoano pasar al estilo elegantemente lírico que caracteriza la música del compositor francés. La voz luce con similar belleza al fragmento anteriormente escuchado; el intérprete cambia de tono al diferenciar en la reprise de la melodía principal al hacerla más suave y sedosa, considerando que en música (y canto) hay que evitar la monotonía, ley general para cualquier época de la historia musical. Para aciertos: en la nota aguda final emite una inesperada aunque discreta messa di voce. Prueba de su ya lograda emisión canónica, Pati supera las numerosas vocales “e” en las que el sonido pierde volumen si la emisión no está completamente resuelta.

Arnold del Guillaume Tell rossiniano fue estrenado en 1829 por Adolphe Nourrit. Durante un tiempo el patriota suizo estuvo muy asociado al tenor de fuerza y con un buen dispuesto registro agudo para sus varios do naturales. No extraña que cantantes como Brian Sullivan, Francesco Tamagno (el primer Otello verdiano), Mario Filippeschi o Tony Poncet, que también se medían con partes de spinto, se enfrentaran a él. Hubo otros que, por la insistencia en notas superiores, hicieran lo mismo, en épocas bastante avaras para tan extraordinaria partitura. Por dar varios ejemplos: Gianni Raimondi, Nicolau Gedda, Gianni Jaia. Christ Merritt, vía Muti, dio una vuelta de tuerca a su manera belcantista de cantarlo. Posteriormente se unió a ellos, ya la ópera rescatada para el repertorio, Gregory Kunde, Giuseppe Sabbatini, Juan Diego Flórez, Michael Spyres, Celso Albelo y otros.

Pati no ha cantado aún es escena Arnold, más centrado en repertorio esencialmente lírico. Sin embargo, en el disco incluye su gran página solista en el acto IV.

Esta página resume un tanto el doble aspecto del personaje: el personal de corte lírico (en el aria) y el social o heroico correspondiente al héroe suizo enfrentado a los invasores austriacos (en una cabaletta que posteriormente serviría de modelo a Verdi para Di quella pira de Manrico). Pati saca adelante todo el fragmento, sin problemas de registro ni de adecuación estilística, aunque se eche en falta un centro de mayor anchura. Quizás para compensar, alarga el agudo final hasta límites asombrosos llegando casi a hasta el último acorde de la orquesta. Imponente. Un loggione estallaría en alaridos.

A continuación el Nemorino de L‘elisir d’amore donizettano, ópera más asociada a la actividad del tenor samoano que tuvo, seguramente, la satisfacción de cantarlo en ocasiones junto a la Adina de su esposa soprano.

Una furtiva lagrima cuenta con tantas lecturas discográficas como para situarla entre las más registradas desde que en 1902 la efectuara Enrico Caruso. No hay tenor que no se resista a ella, incluso el inquieto Roberto Alagna la cantó en una curiosa versión hecha para voz de barítono.

Pati realiza una lectura esperada, acudiendo a una serie de matices que se evidencian los suficientes para transmitir los efectos de esa “lágrima furtiva” de Adina en un ser tan candoroso y simple como sensible cual es Nemorino.

Raoul de Nangis, el tenor amoroso de Les Huguenots de Meyerbeer, entre sus participaciones destacan dos: el aria de presentación y el hermosísimo, extenso e imponente duo de amor del acto IV con Valentine. Fue otro de los personajes estrenados por Adolphe Nourrit continuado intérpretes de diverso cariz y consideración hasta que, injustamente, la obra desapareciera de los escenarios. Últimamente está mereciendo una muy legitima atención aunque, como suele ocurrir con este compositor franco-alema, con insoportables cortes. Hay que poner de relieve que en estos últimos años le sacaron enorme provecho, tras Nicolai Gedda y después Richard Leech, Gregory Kunde, John Osborn e incluso fugazmente Juan Diego Flórez. Tesitura aguda sí, pero con elegancia y amplitud de canto con unas melodías desarrolladas que dan cuenta del sentimentalismo y categoría del noble hugonote. Los ascensos al re bemol agudo son notas que el aficionado siempre espera con intriga y delectación. Recordemos la suntuosísima frase lde dúo Tu l’a dit

Pati canta el aria con la fineza asociable a la francesa que corresponde al aristocrático personaje y alcanza la nota esperada (re bemol) con la brillantez exigida.

Gaetano Fraschini (1816-1887) fue un tenor contemporáneo de Verdi al que el maestro admiró sin retaceos. De hecho, escribió para él, entre 1845 y 1859 nada menos que cinco partes entre ellas una tan decisiva como la de Riccardo de Un ballo in maschera. Además de obras verdianas, Fraschini cantó otras de vocalidades tan extremas como las correspondientes a Alfredo Germont (lírico puro) y Don Alvaro (un spinto con todas las de la ley). Y Arrigo de su partitura más patriótica, La battaglia di Legnano, estrenada por Fraschini en 1849. El tono recogido, sentimental de esta romanza viene definida por el cantante con acentos ínteriorizados gracias al inmaculado legato, una condición entre las de mayor exigencia del canto y del estilo verdianos. Muy bien escogida por Patu y que otros momentos del personaje son de mayor peso instrumental.

A continuación, el citado bajo Mirco Palazzi, habitual presencia en el Festival Rossini de Pesaro, da pie y acompaña a Pati para que vuelva a dar cuenta de su disciplinada capacidad rossiniana para el Moïse francés. Aquí el tipo de canto es diferente: Aménohiis ha de adornar la horizontalidad de la línea melódica con los saltos de octava que dan a este tipo de páginas un especial atractivo canoro. El samoano lo realiza con la comodidad necesaria.

Acudiendo a una obra poco manoseada, Pati incluye el aria de Polyeucte en la partitura de Gounod que lleva ese nombre, a partir del texto literario de Pierre Corneille. Estrenada en 1878 la escrita por Donizetti más de cuatro décadas atrás despierta algo más de atención desde que Maria Callas la recuperara en 1960. Pati extrae toda la belleza de la melodía típica del compositor, creando igualmente el crescendo expresivo (y vocal) que ella trae consigo. Un nuevo ejemplo de la disposición del intérprete para el repertorio del Ochocientos francés.

Volviendo a Donizetti, Pati programa la escena completa de la cárcel de Robert Devereux en la excelente ópera que lo tiene por titular. La patética introducción orquestal que bien pudo inspirar a Donizetti la equivalente a Florestan en el Fidelio a través de la de Leicester en la Elisabetta (Beethoven y Rossini dándose la mano). Suena muy bien expuesta por la batuta, ayudando a que Pati se sienta a gusto en tan significativo momento que da al personaje un relieve hasta entonces algo orillado frente a la potente presencia de la soprano. Magnífica escena de belcantismo romántico que el tenor de Samoa sabe utilizar por la coloración de sus medios, la expresividad y la diferente exhibición de posibilidades canoras. Si hubiera alguna duda en cuanto a la madurez de un intérprete, escuchando aquí a Pati se despejarían definitivamente. El tenor ha cantado ya en escena Percy de Anna Bolena, en parte una clonación de Devereux..

Des Grieux de Massenet parece encajar con los medios y la personalidad de Pati. Ha elegido para demostrarlo la narración que hace a Manon en el segundo acto, un idílico enclave donde la pareja podrá hallar su plena y aislada felicidad. Situado en un instante clave de la acción, permite al intérprete una forma de canto suave e interiorizado como si le hablara al oído a una muchacha que está a punto de traicionarlo.

Pati recoge ese tono delicado, acariciante y sutil, el acento justo y completamente francés, la voz recorriendo todas esas deliciosas notas con un cuidado de la dicción y del canto todo ello asociable a una estatura interpretativa de gran clase.

L’étoile du Nord es una obra de Meyerbeer, posterior y bien alejada a sus famosas y espectaculares óperas a lo grande, tipo Robert le Diable, Les Huguenots y Le Prophéte. Estrenada en 1854 en la Opéra-Comique, dando así cuenta de su contenido y finalidades, ofrece el mismo tema que antes utilizaran Lortzing en Zar y carpintero (1837) y previamente Donizetti en Il borgomastro de Saardam (1827). La historia gira en torno al zar Pedro el Grande que oculta su personalidad como n trabajador de astilleros. Una sencilla comedieta que tiene su correspondencia en la encantadora canción de Danilowitz elegida por Pati. Tras tanto alarde de registro y disposiciones, con ella y con la siguiente cierra su faena el tenor. Porque la canción de Jocelyn de la homónima de Benjamin Godard comparte parecidas condiciones canoras. Esta berceuse es lo que hace a esta bonita y tan francesa partitura una presencia constante en la discografía. Grabada ya por glorias del canto, como Gigli, McCormac, Tauber, Bjoerling y, cómo no, Domingo, ha merecido atención hasta de voces femeninas como la exquisita Ninon Vallin. Pati sin perder su juvenil y espontánea personalidad, se une con su lectura a la mejor tradición, Puede que también anuncie un camino a seguir con cierta preferencia en el futuro: el repertorio lírico francés. De cualquier modo cumple sus expectativas: presentar en sociedad discográfica a un nuevo e indiscutible valor.

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Fernando Fraga

Es uno de los estudiosos de la ópera más destacados de nuestro país. Desde 1980 se dedica al mundo de la música como crítico y conferenciante.
Tres años después comenzó a colaborar en Radio Clásica de Radio Nacional de España. Sus críticas y artículos aparecen habitualmente en la revista "Scherzo".
Asimismo, es colaborador de otras publicaciones culturales, como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Crítica de Arte", "Ópera Actual", "Ritmo" y "Revista de Occidente". Junto a Blas Matamoro, ha escrito los libros "Vivir la ópera" (1994), "La ópera" (1995), "Morir para la ópera" (1996) y "Plácido Domingo: historia de una voz" (1996). Es autor de las monografías "Rossini" (1998), "Verdi" (2000), "Simplemente divas" (2014) y "Maria Callas. El adiós a la diva" (2017). En colaboración con Enrique Pérez Adrián escribió "Los mejores discos de ópera" (2001) y "Verdi y Wagner. Sus mejores grabaciones en DVD y CD" (2013).