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Crítica: «El hombre invisible» (Leigh Whannell, 2020)

Antes de comentar la recomendable película de Leigh Whannell, volvamos atrás. Regresemos a la infancia, o a la juventud. A las fechas en que leímos El hombre invisible (1897), de H.G. Wells y vimos El hombre invisible (1933), de James Whale. Aquel fue un personalísimo punto de encuentro con el monstruo perfecto: el que no se deja ver. Su ventaja es que lo imaginamos, entregando así el cheque en blanco de nuestros temores. Por otra parte, ¿quién no querría ser invisible? Recorrer el mundo, tan orden y en paz, para sembrar el caos, o cumplir todos nuestros caprichos. Amparados por la transparencia, convertidos en una obsesión, en una sospecha volátil, en un truco de magia que nadie consigue desvelar.

Monstruos clásicos como el de Wells se han vuelto a poner de moda, y son en esta época una metáfora muy solicitada para interpretar el mal ajeno o el propio ‒¿qué más da?‒. Así, a la hora de actualizar al hombre invisible, Whannell se encuentra francamente cómodo. Identificarlo con un perverso maltratador le permite un giro hacia el drama social, situando a la verdadera protagonista ‒una estupenda Elisabeth Moss‒ en una tesitura realista. No en vano, ella encarna a la víctima que escapa de esa relación siniestra, violenta, en busca de una ayuda que muy pocos podrán ofrecerle.

El hombre invisible de Whannell es el malvado perfecto: un manipulador vengativo, obsesionado por dominar a su pareja. Así lo exige el relato.

En este caso, su método de invisibilidad no es una fórmula química, sino un traje de alta tecnología que le permite hacer acto de presencia como un fantasma. Y es precisamente esa cualidad fantasmagórica la que mejor se explora en la película: una modélica producción que lleva la marca de fábrica de Blumhouse Productions, el sello de Jason Blum, responsable de títulos como Paranormal Activity (2007), Déjame salir (2017), Insidious (2010), La noche de Halloween (2018), The Purge: La noche de las bestias (2013), Anarchy: La noche de las bestias (2014) o Múltiple (2016).

Junto a Elisabeth Moss atravesamos ‒con horror‒ las sensaciones que experimenta una mujer acosada: el miedo, la sospecha, las falsas promesas, la huida, el trauma, los pasos atrás, la alucinación, el descrédito, la luz de gas, las esperanzas truncadas… Paso a paso, en ese viaje sin posible vuelta, el acecho del hombre invisible llega a convertirse en una auténtica paranoia.

La inteligencia narrativa de Whannell (guionista de Saw y de la saga Insidious) transforma esta tensión entre cazador y presa en un relato cargado de suspense. Imaginativa y modesta como un episodio de The Twilight Zone, calculada con esa inquietud que manejaban Robert Siodmak o Hitchcock ‒pienso ahora en Vértigo‒, la película se plantea como un thriller implacable, menos inventivo de lo que parece, pero a pesar de todo, bastante más eficaz que muchas películas de horror bendecidas por la crítica.

Sinopsis

Lo que no ves puede hacerte daño. Elisabeth Moss (Nosotros, la serie El cuento de la criada, de Hulu), ganadora de un Emmy, protagoniza la aterradora y obsesiva versión moderna basada en el clásico personaje de la galería de monstruos de Universal.

Cecilia Kass (Elisabeth Moss) está atrapada en una relación controladora y violenta con un brillante y rico científico. Una noche decide escaparse y esconderse con la ayuda de su hermana (Harriet Dyer, la serie The InBetween, de NBC), un amigo de la infancia (Aldis Hodge, Straight Outta Compton) y la hija adolescente de éste (Storm Reid, la serie Euphoria).

Tras su huida, Cecilia se entera de que su agresivo exnovio (Oliver Jackson-Cohen, La maldición de Hill House, de Netflix) se ha suicidado y le ha dejado una gran parte de su enorme fortuna. Pero ella sospecha que su muerte es un truco y poco después de recibir la herencia empiezan a tener lugar una serie de insólitas y letales coincidencias. Cecilia intenta probar desesperadamente que alguien aparentemente invisible le persigue, mientras su salud mental se resiente cada vez más.

El personaje del Hombre Invisible forma parte de la familia de clásicos del cine de monstruos de Universal, que incluye a figuras legendarias como Drácula, el Hombre Lobo, el Monstruo de Frankenstein, la Novia de Frankenstein y la Criatura del Lago Negro. Estos notorios personajes han sobrevivido al paso de los años porque son atemporales y representan todo tipo de miedos y ansiedades, donde confluyen los descubrimientos científicos, el amor y la pérdida. Estos monstruos se adaptan al momento en que vivimos.

El hombre invisible es una novedosa visión de este personaje clásico; una visión que requiere la aportación de un director con ideas, así como de guionistas con historias innovadoras y atrevidas para dar nueva vida a los conocidos personajes.

La película es el perfecto ejemplo de cómo se ha desarrollado este proceso. Al guionista y director Leigh Whannell se le ocurrió una idea tan sorprendente como aterradora para el personaje, y el estudio se entusiasmó con su perspectiva. De ahora en adelante, las películas de monstruos de Universal estarán ancladas en el género de terror, sin restricciones de presupuesto, clasificación o género. Tampoco participarán de un universo interconectado; al contrario, cada una se desarrollará en su propio mundo.

El primer capítulo ha caído en manos del productor Jason Blum, del exitoso estudio Blumhouse Productions. «Esta es la primera de una nueva generación de películas de monstruos de Universal», explica el productor. «Universal prepara unas cuantas, pero la nuestra es la primera. Estamos muy nerviosos, pero al mismo tiempo ha sido una experiencia muy divertida».

El productor de la taquillera franquicia de Universal La noche de las bestias, y de tremendos éxitos que van desde Múltiple, pasando por Cristal, hasta Déjame salir, dice que los monstruos le son familiares. «Nuestra productora lleva tiempo trabajando con el estudio», explica. «La historia de Universal con las películas de terror es larga, sobre todo en los años treinta y cuarenta. La fantasía impregna el estudio. Me reuní con la presidenta Donna Langley y me explicó que quería revitalizar la atracción por los monstruos. Dado que siempre se compara a nuestra productora con la era de los monstruos de Universal porque nos dedicamos sobre todo al cine de terror, nos pareció natural que nos encargásemos de dar el primer paso».

«Además, las películas de monstruos ocupan un lugar especial en mi corazón», sigue diciendo Jason Blum. «Por eso quise hacerla. Nuestra idea, desde el principio, fue encontrar un concepto relevante hoy en día, y eso es exactamente lo que ha hecho Leigh con El hombre invisible«.

El guionista y director Leigh Whannell descubrió al protagonista de la novela corta de H.G. Wells El hombre invisible cuando era niño. De hecho, se saltaba las clases para ver las películas de monstruos de Universal en la tele. Lo que más le gusta de este personaje es que, al contrario de otras historias de este tipo, no se han hecho muchas versiones. «Dirigir una película en torno a un personaje con alcance universal significa correr grandes riesgos», dice. «Basta con preguntar a los autores de las más recientes entregas de Star Wars para saber la presión que representa trabajar con personajes icónicos. Pero con el Hombre Invisible tuve toda la libertad del mundo. Y es que, aunque es conocido, creo que es el menos famoso de la lista. Me entusiasmó pensar en lo que podía hacer con él; tenía la posibilidad de llevarlo más allá».

Leigh Whannell se dio a conocer en 2003 como guionista del corto Saw y del primer largometraje del mismo título, que acabaría convirtiéndose en la famosísima franquicia, pero también trabajaba entonces como actor y sigue haciéndolo. Le hemos visto en Matrix Reloaded y en thrillers como la conocida franquicia Insidious, por lo que está muy familiarizado con el trabajo de los actores y con los límites que están dispuestos a saltarse.

Si tenemos en cuenta que ha escrito varios guiones de terror, no cabe duda de que el cineasta siente predilección por el mundo del suspense. «Soy un fan nato del cine de terror y disfruto participando en películas de este género», reconoce Leigh Whannell. Pero añade que se quedó realmente enganchado al dirigir Upgrade: «Después de esta película, no puedo resistirme al cine de acción. Estar en un plató orquestando una persecución con coches o una escena de lucha es algo especial, adictivo. Nada más acabar el rodaje, lo primero que se me ocurrió es que mi próxima película sería otra de acción aún más visceral».

Y así fue. La suerte quiso que El hombre invisible llamara a la puerta del director. Le citaron para que se reuniera con el equipo de desarrollo de proyectos de Blumhouse Productions, pero no imaginó en ningún momento que le ofrecerían la oportunidad de volver a imaginar a uno de los monstruos de Universal.

La idea de que la historia se contase desde la perspectiva de la protagonista atrajo a Kylie du Fresne, que lleva más de veinticinco años produciendo para el cine y para la televisión de Australia. «Leigh tiene el don de inventar personajes femeninos de gran fuerza», dice. «Ya lo hizo en la franquicia Insidious. Su percepción de los personajes femeninos es especial y no me sorprendió que quisiera contar la historia desde el punto de vista de una mujer. Siempre que se habla de El hombre invisible, todo el mundo piensa automáticamente que el protagonista absoluto debe ser un hombre, pero en este caso es Cecilia, a la que da vida Elisabeth Moss. Es una visión original, diferente. Ahora es otro enfoque, el de una mujer fuerte, y ha sabido hacerlo a la perfección».

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

Copyright de imágenes y sinopsis © Blumhouse Productions, Dark Universe, Universal Pictures. Reservados todos los derechos.

Guzmán Urrero

Colaborador de la sección cultural de 'The Objective'. Escribió de forma habitual en 'La Lectura', revista cultural de 'El Mundo'. Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador de las páginas de cultura del diario 'ABC' y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Ha trabajado en el sector editorial y es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.