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Todo comienza en el medio (in medias res)

En la enumeración de las paradojas que ofrezco al final de mi libro Las paradojas del guionista, incluyo una que dice: «Antes del principio siempre hay algo» (paradoja nº13), y otra que dice: «Después del final siempre hay algo» (paradoja nº14).

Pero hay otra paradoja que no menciono en el libro y que no se refiere a la parte media de un guión (entre el planteamiento y el desenlace), pero sí a la célebre expresión in media res.

In medias res significa «en medio de las cosas» o «en mitad de las cosas» y fue dicho por Horacio en su Arte Poética para referirse a esas historias que no comienzan «ab ovo» (desde el huevo, es decir, desde el principio), sino ya en mitad de la acción, como dice Horacio que hace Homero: «Y no comienza la Guerra de Troya desde el doble huevo / sino que corre a la acción, y lleva al oyente al medio de las cosas».

La expresión ab ovo, como sabrán los aficionados a la mitología clásica, se refiere al doble huevo del que nacieron Helena y su hermana Clitemnestra: eran hijas de Zeus, que se convirtió en cisne para seducir a Leda, quien dio a luz dos huevos de los que salieron Cástor y Pólux y Helena y Clitemnestra.

Horacio, pues, recomienda seguir el método de Homero, quien comienza su narración de la guerra de Troya no desde aquel nacimiento de Helena y Clitemnestra, ni siquiera con la boda de las dos hermanas con Menelao y Agamenón, ni siquiera con el rapto de Helena o la confederación de los caudillos griegos, ni con las primeras batallas en tierra troyana, sino… ¡en el décimo año de la guerra!

Eso es lo que se llama empezar in media res, en mitad de la acción, sin necesidad de situar todo fatigosamente desde el principio.

Es cierto que muchos guionistas primerizos tienen la tendencia a contar todo desde el principio, no sólo en el relato en sí, sino en las diferentes escenas, y por eso un consejo clásico es: «No des los buenos días y no digas adiós»; es decir, no hagas que los personajes inicien cada escena limpiamente y la terminen también limpiamente.

Curiosamente, Homero, al menos en La Ilíada, tampoco termina la historia, pues no cuenta la conquista de Troya, la célebre escena del caballo, sino que se detiene en la muerte de Héctor a manos de Aquiles. Por eso se ha dicho que La Ilíada (Ilión es Troya) no debería llamarse así, sino La Aquileida, por ejemplo.

En la Odisea, sin embargo, la historia si parece terminar, quedar cerrada, a no ser que tengamos en cuenta las versiones de la leyenda que dicen que Ulises no se quedó para siempre en su isla de Ítaca, sino que finalmente emigró a tierra firme y cumplió el consejo que le dio el adivino Tiresias en el infierno: «Lleva un remo sobre los hombros y detente en aquel lugar en el que al ver el remo crean que es un instrumento agrícola».

Ahora bien, hablando estrictamente, pocas historias comienzan ab ovo, desde el huevo, desde el principio. Las únicas que recuerdo ahora, aparte de los libros de divulgación acerca del origen del universo y el Big Bang, son las cosmogonías mitológicas. Por ejemplo la de Hesíodo en su Teogonía:

En primer lugar existió el Caos.
Después Gea la de amplio pecho,
sede siempre segura de todos los
Inmortales que habitan la nevada
cumbre del Olimpo. 

O la del génesis hebreo:

Al principio Dios creó el cielo y la tierra.
La tierra era algo informe y vacío, las tinieblas cubrían el abismo, y el soplo de Dios aleteaba sobre las aguas.
Entonces Dios dijo: «Hágase la luz». Y la luz se hizo.

O la cosmogonía del huevo cósmico, origen de todas las cosas, que se da en el orfismo y en China. Eso sí que es comenzar ab ovo.

Pero, siendo un poco más flexibles en lo de comenzar por el principio, es cierto que hay películas que comienzan en mitad de la acción y otras que, por el contrario, se inician antes de la acción en sí. Un ejemplo reciente ab ovo puede ser la película de dibujos animados Up, que nos cuenta la historia de los protagonistas desde que son niños.

En otros casos, hay historias que combinan los dos métodos, ab ovo e in media res, como el episodio IV de La guerra de las galaxias (retitulado Una nueva esperanza): comienza con una letras que nos resumen la situación (ab ovo), pero lo siguiente que vemos es una nave rebelde (la de la princesa Leia) que es asaltada por las fuerzas del Imperio, personificadas en el malvado Darth Vader.

Tras este planteamiento directo, in media res, regresamos a una situación que comienza desde el principio (entendido de esta manera flexible): el granjero Luke se aburre en el planeta Tatooine, va a comprar unos robots, descubre un mensaje de la princesa Leia, habla con sus tíos, etcétera. Hasta que se precipite en la acción todavía le falta un buen rato.

Lo más paradójico del asunto es que esa película, que en su momento, a pesar del prólogo in media res de Darth Vader, enseguida empezaba desde el principio de la historia (no del de la Historia) con el granjero Luke, ahora, sin embargo, ha trasformado ese inicio ab ovo en un comienzo in media res, porque ya no es el comienzo, sino la cuarta parte de La guerra de las galaxias. Su lugar central no sólo esta reforzado por el hecho de que ahora hay dos películas antes de ella, sino también dos detrás (y si se cumpliera el plan previsto, habrá otras tres más en el futuro).

Es una buena muestra de que todo (o casi todo) siempre está o puede estar in media res, y que lo que era el inicio puede convertirse en la parte media o en el comienzo del final.

Es el efecto que producen las precuelas, es decir las secuelas de una película que trascurren antes de lo que se cuenta en esa película. Algunos ejemplos célebres son la saga de El planeta de los simioscon varias películas que cuentan lo que sucedió antes de que los simios se hicieran con el control de la Tierra.

Otros ejemplos, elegidos entre los que Concepción Carmen Cascajosa Virino enumera al tratar el tema en su tesis doctoral El espejo deformado: procesos de hipertextualidad en la ficción audiovisual norteamericana, son: Dos hombres y un destino (George Roy Hill / William Goldman, 1969), que fue continuada hacia atrás (qué remedio: los personajes morían al final) en Las primeras aventuras de Butch Cassidy y Sundance (1979, Richard Lester). El dragón rojo (2002, Brett Ratner), continuación retrospectiva de El silencio de los corderos (1991, Jonathan Demme) y Hannibal (2001, Ridley Scott), que muestra al doctor Hannibal Lecter (Anthony Hopkins) antes de que conociera a la agente Clarice Sterling en la primera película.

Cascajosa Virino dice que entre 1999 y 2003 el número de precuelas aumentó en Estados Unidos de 747 a 1390, y me atrevo a considerar que del 2003 a este año esa cifra habrá crecido todavía más. Es probable que no habrá ninguna obra audiovisual que no acabe teniendo su precuela, ya sea en el cine, en televisión o en Internet.

Sin embargo, a pesar de su popularidad, las precuelas no son una novedad: en Grecia se escribieron muchas precuelas de La Ilíada y La Odisea, que contaban los episodios anteriores a la guerra, por ejemplo Ifigenia en Áulide, de Eurípides, que cuenta el sacrificio de Ifigenia por su padre Agamenón. Por otra parte, muchas de las pocas obras que conservamos del teatro griego son secuelas o precuelas, porque los autores presentaban en los concursos cuatro obras: una trilogía trágica y un drama satírico. De Esquilo se conserva una de estas trilogías completas, la OrestiadaAgamenónLas Coéforas y Las Euménides.

Así que, hablando estrictamente, todo comienza in medias res, excepto las cosmogonías o Érase una vez el hombre, y hablando con más flexibilidad, incluso lo que comienza ab ovo puede acabar situándose in media res con una futura precuela.

Copyright del artículo © Daniel Tubau. Reservados todos los derechos.

Daniel Tubau

Daniel Tubau inició su carrera como escritor con el cuento de terror «Los últimos de Yiddi». Le siguieron otros cuentos de terror y libro-juegos hipertextuales, como 'La espada mágica', antes de convertirse en guionista y director, trabajando en decenas de programas y series. Tras estudiar Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid, regresó a la literatura y el ensayo con libros como 'Elogio de la infidelidad' o la antología imaginaria de ciencia ficción 'Recuerdos de la era analógica'. También es autor de 'La verdadera historia de las sociedades secretas', el ensayo acerca de la identidad 'Nada es lo que es', y 'No tan elemental: como ser Sherlock Holmes'.
Sus últimos libros son 'El arte del engaño', sobre la estrategia china; 'Maldita Helena', dedicado a la mujer que lanzo mil barcos contra Troya; 'Cómo triunfar en cualquier discusión', un diccionario para polemistas selectos. Además, ha publicado cuatro libros acerca de narrativa audiovisual y creatividad: 'Las paradojas del guionista', 'El guión del siglo 21', 'El espectador es el protagonista' y 'La musa en el laboratorio'.
Su último libro es 'Sabios ignorantes y felices, lo que los antiguos escépticos nos enseñan', dedicado a una de las tendencias filosóficas más influyentes a lo largo de la historia, pero casi siempre ignorada o silenciada. A este libro ha dedicado una página que se ha convertido en referencia indispensable acerca del escepticismo: 'Sabios ignorantes y felices'.
En la actualidad sigue escribiendo libros y guiones, además de dar cursos de guión, literatura y creatividad en España y América.