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«Strange Adventures» (1950-1973) y «Mystery in Space» (1951-1964), de Julius Schwartz

Aunque muchos de los editores y guionistas de cómics de comienzos de los cincuenta consideraban a la ciencia ficción únicamente como un género más del que poder obtener cierta rentabilidad, hubo otros que llegaron al negocio armados no sólo con experiencia en el medio editorial, sino con un amplio conocimiento de ese género. Fue el caso de Julius «Julie» Schwartz

Nacido en 1915, Schwartz fue un aficionado pionero de la ciencia ficción. Leyó el primer número de la mítica Amazing Stories en 1926 y desde entonces se convirtió en un ávido seguidor del género, sumergiéndose en las historias que ofrecían las revistas pulp como Astounding Science Fiction o Thrilling Wonder Stories. A los dieciséis años editó su primer fanzine de gran tirada, The Time Traveller (enero de 1932). Se graduó en el City College de Nueva York en Matemáticas y Física, disciplinas que le servirían de ayuda en el futuro.

Schwartz y su amigo Mort Weisinger (más tarde editor de los títulos de Superman en DC Comics) abrieron una agencia literaria especializada en ciencia ficción, The Solar Sales Services. Entre sus clientes se contaban nombres como Stanley Weinbaum, H.P. Lovecraft, Edmond Hamilton, Henry Kuttner, Robert Bloch, Alfred Bester o Ray Bradbury. En una etapa posterior de su carrera, Julius Schwartz participaría en la creación de muchos personajes, pero como agente literario, él mismo se convirtió en una personalidad arrolladora que inspiró a otros, como le sucedió al escritor Anthony Boucher, que modeló a su agente M. Halsted Phyn en el libro Rocket To the Morgue (escrito en 1942 bajo el seudónimo de H.H. Holmes ) a partir de Schwartz. El mismo Boucher era un personaje fascinante, autor de muchas obras de ciencia ficción y policiacas, probablemente el crítico más influyente del género y cofundador de la revista The Magazine of Fantasy and Science Fiction .

En 1944, Alfred Bester, que por entonces escribía guiones para los cómics de Green Lantern, mencionó a Schwartz que había una posibilidad de entrar en el staff editorial de All-American Comic Group (más tarde integrado en DC Comics). Schwartz decidió abandonar el mundo literario (declararía años después que nunca volvió a leer ciencia ficción y que jamás vio un episodio de Star Trek o una película de Star Wars) y se dirigió a la entrevista de trabajo con el único conocimiento del medio que daba la lectura apresurada de un puñado de tebeos en el metro de camino a las oficinas donde iba a tener lugar dicha entrevista. Pero no debía preocuparse, porque su experiencia y su buen ojo a la hora de elegir y contar una historia le proporcionaron el trabajo, trabajo que desempeñó hasta 1986, cuando abandonó la edición de cómics mensuales (su adiós fueron el Superman nº 423 y el Action Comics nº 583, escritos por Alan Moore). Pasó a asumir el cargo honorífico de Embajador de Buena Voluntad de DC Comics hasta su muerte en 2004.

Pronto se encontró supervisando los cómics de Flash, Green Lantern y All-Star Comics. Schwartz aportó a su tarea como editor una capacidad extraordinaria para generar ideas, sentido del drama y, no menos importante, un sólido conocimiento científico, todo lo cual trasladaría a los argumentos de miles de historias. Aunque Schwartz es a menudo más recordado como el principal responsable en el renacimiento de los cómics de superhéroes conocido como Silver Age, con su renovación de títulos como Flash, Green Lantern o la Liga de la Justicia de América, fueron las colecciones de ciencia ficción que supervisó, Strange Adventures y Mystery In Space, sus mayores logros.

Porque lo cierto es que a finales de los cuarenta, los superhéroes habían pasado a un estado de hibernación. Parecía que más allá de la tríada clásica (Superman, Batman y Wonder Woman) ya nadie estaba interesado en los justicieros disfrazados. Las ventas se desplomaron y las editoriales buscaron nuevos géneros con los que atraer lectores. Uno de ellos fue la ciencia ficción.

Durante años, la ciencia ficción fue la gran olvidada por parte de los comic-books. Planet Comics, editada por Fiction House a partir de 1939, fue la única en dedicarse enteramente a ese género. Entretanto, el mundo fue cambiando. La explosión de la bomba nuclear, el inicio de la carrera espacial y la fiebre OVNI ocuparon en rápida sucesión la atención del público. Harry Harrison –más tarde escritor de éxito– y el dibujante Wallace Wood sugirieron al editor Bill Gaines aprovecharse de esa atención y lanzar una nueva línea de cómics de ciencia ficción alejados temáticamente de lo que hasta el momento había venido haciendo Planet Comics.

Así nacieron en 1950 Weird Science y Weird Fantasy, que bajo el sello editorial de EC y apoyados en los guiones de Al Feldstein ofrecieron historias de originales argumentos, inesperados finales –no siempre felices– y preocupación por las implicaciones tecnológicas de su tiempo y las consecuencias morales que de ellas se derivaban.

Al tiempo que los cómics de EC inspiraron el nacimiento de otros títulos, se produjo el florecimiento de la edad dorada del cine de ciencia ficción gracias al estreno de Con destino a la Luna (1950) un revulsivo que no sólo animó a otros estudios a probar suerte con el género, sino que espoleó un interés en el público que animó a DC –entre otras muchas editoriales– a probar fortuna en el mundo de los cohetes, el espacio y los alienígenas.

La ciencia ficción no era nueva en DC. El género, como telón de fondo para las hazañas de los superhéroes de la casa, había formado parte de los cómics desde su comienzo. Pero también había sido objeto de series concretas, como Don Drake on the Planet Saro o Astra, Girl of The Future. Sin embargo, el primer héroe futurista en disfrutar de algo parecido al éxito popular fue Tommy Tomorrow. Sus aventuras compartían colección con las de Superman en Action Comics, donde se publicó de forma regular desde 1948 hasta 1959. Curiosamente, su primera aparición se registró en Real Fact Comics en 1947, aunque por entonces no era más que un personaje creado por Jack Schiff y Mort Weisinger a través del cual se realizaban predicciones sobre los próximos avances científicos. En su siguiente encarnación, ya en Action Comics, se había convertido en miembro de un cuerpo de élite del siglo XXI, los Planetarios.

DC consideró que había llegado el momento de apostar algo más fuerte por esa nueva ola de ciencia ficción. La propuesta inicial para una nueva serie iba a llevar el título de Project: Science . Pero alguien, quizá el mismo Schwartz, se dio cuenta de que esta cabecera iba a sonar tan atractiva a los potenciales jóvenes lectores como si en su portada figurara un gran sello que dijera Historias aprobadas por tus padres. Así que se eligió un título más sonoro y evocativo, Strange Adventures (que previamente había denominado también a una revista británica de ciencia ficción de breve duración –dos números– en 1946-1947). Parecía lógico escoger como editor de ese nuevo título a alguien con conocimientos del género y que, además, hubiera acumulado experiencia profesional con él. Julius Schwartz era la elección ideal.

El primer número, con fecha agosto–septiembre de 1950, incluía una adaptación de ocho páginas escrita por Gardner Fox y dibujada por Curt Swan de la mencionada película Con destino a la Luna . Ya en aquella primera portada aparecía algo muy significativo: los nombres de los guionistas; inclusión insólita en un medio que siempre favorecía a los artistas por encima de los escritores. Ello tenía una explicación.

Aunque Schwartz se llevaba bien con sus artistas y respetaba su talento, siempre tuvo una predilección especial por los guionistas. Él mismo se ocupó de buscar a escritores con los que había trabajado en el pasado y a los que había representado en su antigua agencia literaria: Edmond Hamilton, H.L. Gold, Manly Wade Wellman… Al poner su nombre en los créditos e incluso las portadas pretendía atraer al lector de revistas pulp ya sobradamente conocedor de aquellos nombres.

Sin embargo, fue a su llegada a DC cuando Schwartz conoció a dos de los guionistas con los que formaría el mejor equipo de su carrera. El primero de ellos fue Gardner Francis Fox.

Fox, nacido en 1911, había estudiado Derecho y ejercido durante un breve periodo de tiempo antes de entrar en el mundo de los cómics de la mano del editor Vince Sullivan. Fox se convirtió en una rica fuente de guiones e ideas y trabajó para todas las editoriales de cómic en el curso de una carrera profesional que se prolongó más de treinta años, creando personajes tan imperecederos como Flash o Hawkman . Y aunque no el más prolífico de los guionistas de su tiempo, sí fue uno de los que escribieron cómics de mejor calidad. Su fuerte nunca fue la caracterización de personajes, sino el desarrollo de las historias, los giros inesperados y las aproximaciones novedosas a viejos clichés.

Gardner Fox y Julius Schwartz realizaron juntos su mejor producción, alcanzando alturas que nunca llegaron a repetir por separado. Su asociación creativa puede compararse a la que unos años después uniría a Stan Lee y Jack Kirby: juntos produjeron cómics de una calidad que, por separado, ya fuera trabajando individualmente o en colaboración con otros, no se repetiría jamás.

Más adelante, Schwartz utilizaría sus contactos editoriales para ayudar a establecerse a Fox como novelista de ciencia ficción, fantasía, westerns y relatos históricos. Murió en 1986.

El segundo guionista que más contribuyó a Strange Adventures (SA) y Mystery in Space fue John Broome. Nacido en 1913, conoció a Schwartz cuando éste consiguió vender algunas de sus historias mientras trabajaba como agente literario. Más adelante, cuando Julius se mudó a los cómics, se llevó a Broome con él. Schwartz diría de él: «Mi padrino –en la boda de «Julie» con su esposa Jean–, mi mejor escritor y mi mejor amigo». Los guiones de Broome tenían argumentos más ligeros que los de Fox, pero lo compensaba con su habilidad en la delineación de personajes. Murió en 1999 tras haber disfrutado de la aclamación de los fans en la San Diego Comic-Con del año anterior.

Fox y Broome fueron los colaboradores favoritos de Schwartz. Porque aunque él mismo era una fuente inagotable de ideas, no era escritor. Sólo escribió tres guiones en toda su carrera y era muy consciente de que necesitaba la ayuda de otro profesional para insuflar vida al argumento y encadenar una serie de ideas sueltas en la forma de una historia. Tanto Fox como Broome sólo tenían palabras de elogio para su trabajo con Schwartz. Fox, que escribió la mayoría de las historias principales de Strange Adventures, explicó su método de trabajo en común: Schwartz pasaba a Fox una idea muy somera para una historia, éste le daba forma de sinopsis y luego ambos la discutían. «A veces cambiamos un poco la idea original. En la mayor parte de las ocasiones lo transformábamos muchísimo. De vez en cuando, desechábamos toda la idea y trabajábamos sobre una completamente nueva. A menudo invertíamos unas tres horas en cada historia corta y el doble en narraciones que ocuparan todo el número».

Sea cual fuere el método con el que Schwartz, Fox y Broome realizaban las historias, parecía funcionar. Naturalmente, no todo era de gran calidad y de vez en cuando aparecían historias realmente aburridas, pero Strange Adventures se vendió lo suficientemente bien como para animar a la editorial en 1951 a lanzar una nueva cabecera de ciencia ficción con el evocador título (sugerido por el editor ejecutivo de DC Whitney Ellsworth) Mystery In Space. Su primera portada recreaba el más puro estilo pulp, sensacionalista y erótico, mostrando el dramático rescate de una damisela de una muerte segura en el espacio profundo.

Cada número de Mystery in Space contenía material variado, mezclando artículos de ciencia popular y anuncios de interés público ( Know Your Country!, Be Your Self –Your Best Self! ; Be Sure of Your Facts! ) con series e historias individuales. En sus páginas trabajarían muchos de los mismos guionistas que ya suministraban aventuras para SA: Broome y Fox, por supuesto, pero también Leigh Brackett, Otto Binder, Ed Herron, David V. Reed y Sam Merwin, antiguo editor de Thrilling Wonder Stories y Startling Stories. Normalmente, las historias principales de Strange Adventures versaban sobre algún tipo de amenaza originada en nuestro propio planeta, mientras que las de Mystery in Space –antes de la aparición del que sería su personaje estrella, Adam Strange– presentaban peligros provenientes del espacio exterior. Aunque, naturalmente, esto no era una regla fija.

Desde el principio, ambas colecciones incluyeron seriales protagonizados por personajes más o menos fijos. Por ejemplo, en Strange Adventures nº 1 aparecieron el detective científico Darwin Jones, escrito por David Reed y dibujado por Paul Norris); y Chris KL–99, escrito por el legendario Edmond Hamilton. Chris fue el primer ser humano nacido en el espacio. Junto a sus compañeros, un científico venusiano llamado Jero y un aventurero marciano de nombre Halk, explora el espacio a bordo de su nave, la Pioneer. Descubridor de muchos mundos, a menudo se le apodada «el Colón del espacio». Aunque creada gráficamente por Howard Sherman, la serie fue dibujada principalmente por Murphy Anderson.

Por su parte, Mystery In Space nº 1 presentaba a Los Caballeros de la Galaxia escritos por Robert Kanigher, dibujados por Carmine Infantino y serializados en los primeros quince números de esa revista (abril de 1951-junio de 1952). Recordado con afecto por algunos fans y con disgusto por otros, la serie de Space Cabby (Taxista Espacial) debutó en Mystery in Space nº 21, convirtiéndose en invitado regular a partir del 26 y hasta el 47. El personaje fue creado originalmente por el guionista Ed Herron y el dibujante Howard Sherman, aunque la mayor parte del material sería escrito por Otto Binder y dibujado por Gil Kane, Bernard Sachs y Joe Giella.

Los Star Rovers fueron también presentados en esta colección. A ellos dediqué otro artículo, como también al personaje más famoso de la colección, Adam Strange, que nació originalmente en el nº 53 de Showcase (agosto 1959), pero que se convirtió en la principal estrella invitada de Mystery In Space: nada menos que 48 números seguidos hasta el 102 (septiembre 1965).

Pero el más popular de Strange Adventures fue el Captain Comet, primero de una larga lista de superhéroes científicos, cuyo origen se narraba en el número 9 escrito por John Broome (bajo el seudónimo de Edgar Ray Merritt) y dibujado por Carmine Infantino.

Adam Blake era un hombre nacido 100.000 años antes de su tiempo, poseedor de la capacidad mental y física de una persona de mil siglos en el futuro. Blake asume la identidad del Capitán Cometa para proteger al mundo, pero sus aventuras acabarían llevándole al espacio, donde pasaría varios años antes de regresar a una Tierra poblada por una civilización más avanzada, pero con los mismos problemas. He dicho que era un superhéroe. Efectivamente: tenía identidad secreta (un bibliotecario de suaves maneras), llevaba un uniforme llamativo claramente identificable, disfrutaba de superpoderes (como la telepatía o la levitación, aunque solía confiar más en su inteligencia) y luchaba contra el mal.

Sus aventuras aparecerían regularmente en la colección hasta el nº 49 (1955). Más tarde, el Capitán fue recuperado e integrado en el Universo DC regular. El apartado artístico fue asumido por Murphy Anderson, quien acabaría siendo el dibujante que más se relaciona con el personaje. Anderson era un veterano en el campo de la ciencia ficción que había dibujado Star Pirate para Planet Comics entre 1944 y 1947 y que llegó a DC Comics tras haberse ocupado de la tira diaria de Buck Rogers (1947-1949). Su falta de educación artística formal la compensó con su entusiasmo y experiencia e ilustró casi un centenar de historias de ciencia ficción para DC en los años cincuenta.

Strange Adventures fue, además, iniciador involuntario de otra moda: la de los simios. The Guilty Gorilla, escrita por John Broome y dibujada por Murphy Anderson, fue publicada en el número 39 (diciembre de 1953) de ese título. En esta historia, el Capitán Cometa se tomaba un descanso de sus aventuras interplanetarias cotidianas para quedarse en su ciudad de Midwest City y desmantelar una organización criminal liderada por un gorila superinteligente.

Para entonces, los lectores de cómics ya habían conocido a otros gorilas, incluyendo a Man-Ape The Mighty, con quien el Capitán Cometa había intercambiado la mente; y Gorilla Boss, que tenía el cerebro del mafioso George Dyke. El mismo Broome retomaría varias veces el tema de los gorilas, especialmente en otro clásico de SA: The Human Pet of Gorilla Land (nº 108, septiembre de 1959). En esta historia dibujada por Carmine Infantino, los gorilas eran los señores de una civilización a los que se entregaba un humano en calidad de mascota. En otros números de SA, los simios usurparon el rol de la humanidad como exploradores del espacio, como en Gorillas in Space (nº 64, enero 1956).

Aquella moda fue forzada por Irwin Donenfeld, editor en jefe de DC, que observó que las ventas de Strange Adventures nº 39 (en cuya portada figuraban el Capitán Cometa y el Gorila) habían sido sustancialmente superiores a lo normal. Llegó a la conclusión de que el responsable había sido el simio, y exigió a Schwartz que introdujera con regularidad monos en la revista. Más adelante, los simios de DC incluirían a Congorilla (originalmente un humano llamado Congo Bill), Gorilla Grodd (un enemigo de Flash), Titano the Super-Ape y el Ultra-Humanite (villanos de Superman); Monsieur Mallah (otro super villano) o Gorilla Witch (resultado de mezclar un explorador, un gorila y una poción mágica). Incluso Jimmy Olsen y Superboy acabaron convertidos en monos. Y la moda no se detuvo en DC. El propio Stan Lee se hizo eco de ella cuando creo al Fantasma Rojo y sus Supersimios como villanos de Los Cuatro Fantásticos en el nº 13 de esa colección (1963).

Tanto Strange Adventures como Mystery In Space se vendían razonablemente bien. Por ejemplo, en 1960, la primera tenía una circulación de 207.000 ejemplares por número. Dos años después las ventas de toda la industria de los cómics habían descendido considerablemente, y ello redujo la tirada de SA a unas todavía respetables 180.000 copias por número. Mystery In Space, por su parte, vendía 248.000 copias por número en 1960 y dos años más tarde todavía mantenía 190.000 lectores.

El tipo de historias que se podían leer en ambos cómics pertenecen al subgénero comúnmente conocido como space opera: aventuras fantásticas y aceleradas que llevaban al lector a través del espacio y el tiempo y entre cuyas obras emblemáticas en su vertiente literaria podríamos citar Los Hombres de la Lente de E.E. Smith o las aventuras de Dominic Flandry, Agente de Terra Imperial, narradas por Poul Anderson.

Veamos una típica historia de Strange Adventures, «No abrir hasta el día del Juicio Final» (nº 36, septiembre de 1953). Extraños objetos provenientes del espacio exterior caen por toda la Tierra. Un científico del gobierno sospecha que esos artefactos, disfrazados de regalos, son en realidad «¡armas secretas diseñadas para preparar al planeta para una invasión alienígena!».

Como confirmación de su teoría, una flota de astronaves surge desde las profundidades del espacio. Mientras las naciones de la Tierra se preparan para lanzar un ataque nuclear, las naves emiten inesperadamente felicitaciones de cumpleaños en todos los lenguajes de nuestro planeta. El científico detiene el ataque: «¡Debería haber adivinado antes el significado de los regalos ! ¡La Tierra nació exactamente hace cuatro mil millones de años! ¿Nuestros planetas vecinos nos envían esos objetos como…¡Regalos de cumpleaños! ¡Feliz Cumpleaños Tierra! Ahora, vayamos y demos la bienvenida a las gentes de otros mundos…como amigos!».

Muchas de aquellas historias presentaban misterios imaginativos ambientados en entornos futuristas o fantásticos. Siempre había un protagonista que resolvía la cuestión, salvaba el mundo o detenía la invasión alienígena mediante la inteligente aplicación del razonamiento científico y un coraje de la vieja escuela.

Julius Schwartz no se engañaba respecto a su trabajo. Sabía que lo que editaba no era alta literatura de ciencia ficción, pero estaba orgulloso de ello. Porque aunque las historias de Strange Adventures y Mystery in Space no eran ni proféticas ni visionarias (los habitantes del planeta Rann en la serie de Adam Strange tenían naves con capacidad interplanetaria pero seguían enviando su correo por tubos neumáticos), al menos en un par de ocasiones sí predijeron tendencias y modas de la literatura popular. Por ejemplo, en la historia «El día más extraño de la Tierra», de John Broome y Mike Sekowsky, (Strange Adventures, nº 120, septiembre de 1960), el astronauta Robert Chambers emerge de una «cámara de vacío gravitacional» para encontrarse prisionero en un bucle años más tarde popularizado en la película Atrapado en el tiempo (1993) e imitado hasta la saciedad.

Strange Adventures y Mystery In Space fueron dos grandes títulos de ciencia ficción de los cincuenta. Sólo los cómics publicados por EC en aquellos mismos años les hacen sombra. A menudo son estos últimos los que gozan de mayor atención por parte de comentaristas y enciclopedias, pero en mi opinión ello es debido en primer lugar al funesto y mítico destino que sufrió la editorial (obligada al cierre por una ola de mojigatería que puso en peligro toda la industria del comic-book y cuyo comentario excede el ámbito de este espacio); en segundo lugar a su mayor nivel gráfico, con artistas de la talla de Wally Wood, Al Williamson, Jack Kamen, Bill Elder o Joe Orlando. La plantilla de DC en este apartado quizá fuera algo menos impresionante, pero los trabajos de Gil Kane, Carmine Infantino o Murphy Anderson están por encima de la media al tiempo que las colaboraciones puntuales de Virgil Finlay o Frank Frazetta ofrecían pequeñas golosinas visuales.

Y, en tercer lugar, porque las historias de EC siempre tuvieron un tono pesimista y cínico que les hacía parecer más adultas, mientras que Strange Adventures y Mystery In Space apostaban por el optimismo y los finales esperanzadores. Aparte de eso, sus guiones no sólo gozaron de un estándar de calidad equivalente a los de EC, sino que a pesar de su tono ligero y amable, también introducían comentarios y sátiras sociales.

Tomemos por ejemplo la historia «Es un mundo de mujeres» (Mystery In Space nº 8, julio de 1952), escrito por John Broome, y en el que se planteaba el problema de la discriminación de género. «En 2980 la primera mujer fue elegida presidente de la Federación Terrestre. En 3100, las mujeres ya habían reemplazado a los hombres en los principales puestos de todas las actividades. Los pilotos de los cohetes de combate de la Tierra que conquistaron la galaxia en el siglo XXXIII eran mujeres. Las mujeres practicaban los deportes mientras que los débiles hombres miraban y aplaudían. A los hombres pasaron las ocupaciones domésticas y de cuidado del hogar…»

El héroe de la historia, un muchacho adolescente llamado Greg, pasa el aspirador por la casa mientras su madre se prepara para ir a trabajar como piloto de cohetes. «Pero madre», pregunta, «¿por qué no puedo ir a la escuela de cadetes como hiciste tú?». «Porque eres un hombre, Greg. Por eso». El chico insiste y se convierte en el primer hombre de la historia reciente en matricularse en la escuela de cadetes. «¡De alguna forma siento que tengo que conseguirlo y demostrar que un hombre puede hacer lo mismo que una mujer!».

«Tendremos que enviarle a una misión –se resignan de mal humor sus instructoras femeninas– pero naturalmente no será más que una molestia durante el combate». Una de ellas coincide: «¡Naturalmente! ¡Los hombres no pueden pelear!». Bajo el fuego, sin embargo, Greg demuestra lo que vale y rescata a la capitana Stella, su oficial superior. Ella se enamora del valiente y deciden casarse. Greg le dice a su flamante prometida: «En nuestra casa, Stella, aspirar el suelo será tu trabajo». Ella responde: «Sí querido, lo que tú quieras». «Yo fui el primero, Stella, pero ahora, por todas partes, más y más chicos están convirtiéndose en cadetes espaciales». «Nosotras las mujeres hemos dirigido las cosas durante tiempo más que suficiente, Greg –suspira Stella–. Ha llegado el momento de que los hombres cojáis el relevo».

Las mujeres, sin embargo, eran las que mandaban en otra serie de ciencia ficción de DC, Astra, Girl of the Future, serializada en Sensation Comics (octubre de 1950) junto con Wonder Woman y otras series destinadas a un público femenino, como Romance, Inc o Dr. Pat. Creada por el escritor y editor Robert Kanigher, Astra es una presentadora y periodista de Transvideo News. Ingeniosa, equilibrada e independiente, Astra fue una refrescante adición al panteón de anónimas bellezas en traje espacial ajustado que solían poblar otros cómics y revistas pulp de la época.

Julius Schwartz, ya lo hemos comentado, fue él mismo un gran fan de la ciencia ficción en su juventud y a menudo escribía cartas a la sección de correspondencia de las revistas que leía en los años veinte y treinta. Sabía del gran valor que los lectores otorgaban a un espacio en el que podían ver reproducidos sus comentarios, intercambiar opiniones y direcciones y extender de esta forma la red de aficionados. La primera sección de correo de los lectores en Strange Adventures apareció en su número 123 (diciembre de 1960), sustituyendo a una sección anterior, Spotlight On Science, en la que Schwartz contestaba a preguntas de supuestos lectores –quizá falsos– sobre temas científicos. Dicha sección se hizo regular a partir del 193 (abril de 1962).

A pesar del respeto que Schwartz se ganó entre los lectores y del cariño que los fans profesaban por ambos títulos, todo terminó en abril y mayo de 1964. En Strange Adventures nº 163 (abril de 1964), «Julie» se despidió afectuosamente de sus lectores. Su carta no se reprodujo en Mystery in Space nº 91 (mayo de 1964), pero en el siguiente número el puesto editorial de ambos títulos pasó a manos de Jack Schiff. Schwartz y su equipo pasaron a ocuparse de las colecciones de Batman, empezando con Detective Comics nº 327 (mayo de 1964, el vigésimo quinto aniversario de la primera aparición del Hombre Murciélago en esa colección) y Batman nº 164 (junio de 1964).

DC obtuvo un gran éxito gracias a la nueva vida que Schwartz insufló en el universo de Batman. Pero su ausencia en Strange Adventures y Mystery In Space dejó un profundo hueco creativo. Aunque, claro está, para la editorial tenía más importancia la salud de un héroe mundialmente conocido que la de un par de títulos de ciencia ficción de perfil medio.

Sin embargo, Schwartz siempre se sintió más cómodo e innovador en aquellas series y personajes en cuya creación había intervenido personalmente. Por ejemplo, su contribución más personal a los renovados títulos de Batman fue la inclusión de historias de complemento protagonizadas por el Hombre Elástico, un personaje cuya creación –junto a John Broome y Carmine Infantino– había supervisado años atrás como invitado regular en la colección The Flash .

¿Qué hubiera pasado si otro editor hubiera sido asignado a Batman y Julie Schwartz se hubiera quedado en Strange Adventures y Mystery In Space? Es probable que ambas colecciones hubieran mantenido un nivel aceptable de calidad, quizá con tendencia al declive creativo, al menos hasta que Gardner Fox y John Broome se marcharan de la compañía en 1969. En ese punto, es igualmente posible que hubieran sido sustituidos por una nueva generación de guionistas que habrían reemplazado a los héroes científicos de ambas colecciones por estrellas de rock o místicos incomprendidos moldeados al estilo de los que por entonces poblaban la Marvel de los setenta.

Quizá fuera mejor así, una muerte rápida (aunque no indolora) en lugar de una larga y agotadora enfermedad. La marcha de «Julie» de Strange Adventures y Mystery In Space significó el abandono de las historias de héroes preocupados por los problemas del mundo (que, al fin y al cabo, son los de todos) al mismo tiempo que en Marvel florecía el icono del nuevo héroe, aquel agobiado por sus propios problemas.

A pesar de la larga y fructífera relación que mantuvieron con Julius Schwartz y DC Comics, Broome y Fox se marcharon de la editorial en 1969 tras disputas económicas sobre los derechos de reedición y la equidad salarial entre empleados. La partida de quienes habían sido dos pilares de la principal editorial de cómics de Estados Unidos significó, de hecho, el fin de la Silver Age.

Mystery In Space fue cancelado en su número 110 (septiembre de 1966) –el título fue recuperado en 2006 para una miniserie de ocho números protagonizada por el Capitán Cometa escrita por Jim Starlin y dibujada por Shane Davis‒. Pero Strange Adventures corrió mejor suerte. El editor Jack Schiff consiguió mantener las ventas, primero introduciendo personajes superheróicos como Animal Man (creado por Dave Wood y Carmine Infantino para el número 180, septiembre de 1965) y La Encantadora y luego con Deadman (205, octubre 67).

Sin embargo, el alejamiento de la colección de sus orígenes para equipararse con el resto del universo de superhéroes de la editorial marcó el principio de su fin. Y ello a pesar de que Julius Schwartz volvió a retomar las riendas con el número 217 (marzo-abril de 1969), diez años después del debut de Adam Strange en sus páginas. Desde ese momento, Strange Adventures se limitó a reeditar viejas aventuras de Adam Strange y Los Caballeros Atómicos; incluso su título se cambió –no oficialmente– a Adam Strange Adventures.

La jugada salió bien, porque las ventas fueron lo suficientemente buenas como para lanzar un nuevo título, From Beyond the Unknown (octubre-noviembre de 1969), dedicada a reeditar historias independientes. Aún más, SA y From Beyond… aumentaron su número de páginas hasta 52. Nada nuevo se aportaba ya, pero al menos se consiguió presentar a aquellos viejos personajes a una nueva generación de lectores.

Strange Adventures fue finalmente cancelada en su número 244 (octubre–noviembre de 1973), pero no sin antes publicar dos historias nuevas de Adam Strange, la última de las cuales reunía al guionista Gardner Fox con su más querido personaje para un último viaje a Rann.

Fue el final de una época. Strange Adventures y Mystery in Space sembraron durante veinte años la imaginación de toda una generación de lectores. La creatividad de sus tres padres, Schwartz, Broome y Fox, regaló a sus seguidores una pléyade de personajes que no han perdido vigencia: Los Caballeros Atómicos, el Capitán Cometa, Star Hawkins, el Taxista Espacial, Space Ranger, los Star Rovers, el Museo Espacial, los Caballeros de la Galaxia…

Se dice que ningún niño leyó un número de Strange Adventures o Mystery in Space sin aprender algo de ciencia. Pero aunque aquellos cómics se encontraban entre los más educativos de su época, su creador, editor y coordinador tenía muy claro que en primer lugar, su misión era la de entretener contando historias imaginativas que mantuvieran a sus lectores –generalmente chicos o adolescentes– enganchados. Ese editor imaginó cientos de argumentos e ideas destinadas a maravillar al lector respetando al mismo tiempo su inteligencia. El nombre de aquel extraordinario profesional fue Julius Schwartz.

Copyright del artículo © Manuel Rodríguez Yagüe. Descubre otros artículos sobre cine, cómic y literatura de anticipación en nuestra sección Fantaciencia. Publicado previamente en Un universo de ciencia ficción, y editado en Cualia con permiso del autor. Reservados todos los derechos.

Manuel Rodríguez Yagüe

Como divulgador, Manuel Rodríguez Yagüe ha seguido una amplia trayectoria en distintas publicaciones digitales, relacionadas con temas tan diversos como los viajes ("De viajes, tesoros y aventuras"), el cómic ("Un universo de viñetas"), la ciencia-ficción ("Un universo de ciencia ficción") y las ciencias y humanidades ("Saber si ocupa lugar"). Colabora en el podcast "Los Retronautas".