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«Rip Kirby», de Alex Raymond

Leer estas viñetas de Alex Raymond evoca un pasado en blanco y negro. Ya saben lo que esto significa: tic-tac hasta los años cuarenta. Recuperamos así la elegancia, la sofisticación y la dureza de unos años en los que un detective podía vivir la Vida, con mayúscula, y al mismo tiempo, resolver crímenes aunque no contase con un solo testigo.

Un viaje en el tiempo, de entonces a hoy, es también un salto cuántico en el cómic y en la narrativa audiovisual. De ahí que releer a Raymond equivalga a recuperar un estilo que ya nadie se atreve a cultivar. Hablamos del artífice de obras maestras como Flash Gordon o Jungle Jim: un genio absoluto, cuyo dominio del trazo y de la composición en tinta china era tan excepcional como el encanto de sus relatos.

Quizá Rip Kirby se parezca a otros investigadores. Por ejemplo, a Philip Marlowe, y en menor medida, a Dick Tracy. Lo diferencia su aspecto: el de un tipo de elevada educación, vestido con trajes impecables, y con esas gafas y esa pipa que nos llevan a pensar en un profesor universitario. Por si no bastara, es un amante de la lectura, de la música clásica y del ajedrez, bastante cerebral y metódico en sus costumbres.

Pero que nadie vea en este punto un rasgo de fragilidad. Kirby es un exmarine con experiencia en combate, y cuando hace falta, prescinde de más preámbulos y pasa a la acción. Sin embargo, a diferencia del típico detective hardboiled de la novela negra, Kirby es también un intelectual que prefiere el método deductivo clásico ‒el de Sherlock Holmes‒ a la brutalidad de los interrogatorios nocturnos y las persecuciones callejeras.

Como los superhéroes que invadirían el mercado a partir de esos años, nuestro detective cuenta don dos fieles aliados, su novia, la encantadora modelo Judith Lynne «Honey» Dorian, y su mayordomo, Desmond, cuyo pasado en los bajos fondos contrasta con su estirada apariencia.

En todo caso, a Kirby no le hace falta demasiada ayuda para resolver unos casos que, a medida que avanzó la serie, se fueron haciendo más y más intrincados, desafiando así la inteligencia de este personaje que pronto se convirtió en un clásico de los tebeos de posguerra.

Como detective, Rip Kirby cuenta con todos los avales. A sus conocimientos científicos y criminológicos se suman el valor que demostró en el frente del Pacífico y un optimismo pertinaz, que le permite encontrar esperanza en los casos más enrevesados.

Raymond, como le sucedía a Harold Foster, creía que el perfeccionismo gráfico era un don que había que conquistar a fuerza de trabajo. Cualquiera que se adentre hoy en las tiras de su Rip Kirby podrá comprobarlo. De hecho, hoy se adivina mejor la influencia más notable que recibió la serie: el trabajo de ilustradores publicitarios como Al Parker (1906–1985), popularizado en publicaciones como Cosmopolitan, The Saturday Evening Post o Sports Illustrated. A partir de esa fuente de inspiración, Raymond consiguió mantener una línea de calidad portentosa.

Pero hay algo más. Uno lee este maravilloso tebeo con la sensación de que trasluce algunas cualidades del propio autor: su experiencia bélica, su distinción personal o ese glamuroso estilo de vida que, por desgracia, fue oscureciéndose hasta que perdió la vida a los 47 años, en un accidente automovilístico.

Ocurrió el 6 de noviembre 1956. Aquel día Raymond conducía a toda velocidad, con un impulso a medio camino entre la euforia y la autodestrucción. Stan Drake le había prestado su Corvette e iba en el asiento de copiloto. Acelerando como si quisiera escapar del mañana, se estrelló finalmente contra un árbol.

Rip Kirby sobrevivió a su creador. Tras debutar en la prensa el 4 de marzo de 1946, prolongó sus peripecias hasta el 26 de junio de 1999. Los beneficios que brindó al King Features Syndicate son tan fabulosos como las alegrías que dio a sus seguidores.

Aunque es lógico que el nombre de Raymond resalte en estas líneas, no conviene olvidar a otra figura: el editor de King Features, Ward Greene, que fue quien sugirió al dibujante este proyecto y quien se encargó de los guiones hasta su muerte.

Sinopsis

Rip Kirby de Alex Raymond nº 01/04

Historietas incluidas:

El asesinato de Chip Faraday (04/03/1946 al 20/04/1946)
La fórmula Hicks (22/04/1946 al 26/06/1946)
Asesinato líquido (27/06/1946 al 02/11/1946)
Falsificaciones letales (04/11/1946 al 18/01/1947)
Pasado imperfecto (20/01/1947 al 24/05/1947)
La casa de muñecas (26/05/1947 al 11/10/1947)
Un panorama desolador (13/10/1947 al 12/06/1948)
Terror en el Támesis (14/06/1948 al 04/12/1948)

El integral de Rip Kirby es la primera recopilación completa del clásico posmoderno de posguerra de Alex Raymond. Creada en 1946 por Raymond, después de licenciarse de los marines tras la Segunda Guerra Mundial, esta tira aportó una nueva perspectiva al género negro, dando un nuevo giro al estilo previo de detectives duros. Rip Kirby era listo y sofisticado, además de un verdadero hombre. Aplicaba métodos científicos a sus técnicas de resolución de crímenes, aunque vivía mucha acción. Kirby era un exatleta y héroe de guerra condecorado.

Coguionizado por Ward Greene, Rip Kirby trataba con frecuencia temas de su tiempo, incluido el mercado negro de tráfico de niños o las tentativas por limitar la proliferación del armamento atómico y biológico. Entre los secundarios estaban Desmond, el asistente de Rip, y multitud de mujeres imponentes, en particular la novia de nuestro protagonista, Honey Dorian, y la espectacular morena Pagan Lee. Muy al corriente de las modas de la época, Raymond también llevó la posguerra y el chic de los primeros años 50 a las páginas del cómic.

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

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Guzmán Urrero

Colaborador de "La Lectura", revista cultural de "El Mundo". Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador habitual de las páginas de cultura del diario ABC y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.

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