En el verano de 2014 el Festival Rossini de Pesaro, entre otros títulos, programó El barbero de Sevilla. La Accademia di Urbino se encargó del montaje, aliviando el mal sabor dejado una década atrás por el trabajo escénico, inusualmente disparatado, de Luca Ronconi. Bajo la acertada dirección de Giacomo Sagripanti y arropado por sólidos apoyos de Paolo Borgogna (Bartolo) y Alex Esposito (Basilio), brilló un terceto especialmente adaptado, por voz y juventud, a sus respectivos encargos: Juan Francisco Gatell (Almaviva), Chiara Amarù (Rosina) y Florian Sempey (Figaro). Un impetuoso Sempey, que entonces sumaba 26 años, asombró por la total comprensión del personaje para el que añadía los medios, la disposición y el colorido que de inmediato deben asociarse a tan popular barbero. Sempey protagoniza esta nota.
Francés, se formó en la girondina Libourne, luego Burdeos y finalmente en París. A los 21 años consiguió un enorme éxito como Papageno mozartiano en la Ópera de Burdeos, seguido ya por el rossiniano Figaro con el que estableció una especial relación. Sin embargo, había que abrirse camino y no desdeñó integrarse en partes menores de óperas de Verdi, Puccini, Bizet y otros compositores.
Alcanzado el estrellato su repertorio es ya considerable sobre todo teniendo en cuenta su juventud. Para su primer recital discográfico ha elegido con toda lógica un programa exclusivamente dedicado al Rossini cómico.
Grabado en Burdeos en enero de 2021, el mismo mes en el que cumplía 33 años, disfrutó de una excelente compañía: la Orquesta Nacional de Bordeaux Aquitaine, el coro de la Ópera de Burdeos y la certera batuta de Marc Minkowski, uno de los directores franceses de mayor prestigio internacional. Y lo denominó, cómo no, Figaro? Sì! Rossini.
El barbero de Sevilla está presente en el disco a través de tres cortes: la obertura que en manos del director goza de su ritmo, agilidad y brillantez; la cavatina del protagonista titular y el divertido y tan importante dúo con Rosina que, entre otras virtudes, ayuda a completar la personalidad de la muchachas tras haberse ella misma previamente definida en Una voce poco fa.
La interpretación del Largo al factotum demuestra la especial relación de cantante con personaje y refleja la comodidad y la satisfacción con que el barítono la ejecuta. La voz lírica, de colorido claro, corre por toda la extensión vocal con l la fluidez requerida, mientras el intérprete en su nitidísima dicción da contenido a cada palabra del texto, definiendo así al completo la personalidad del astuto y simpático, muy querible ya desde este inicio, barbero. No hay palabra que no sepa destacar Sempey, siempre dentro de la mejor tradición y, en base a ello, por ejemplo, da la nota aguda no escrita pero impuesta por la tradición, en el último de los la, la, la. Desde luego que en la rápida coda su agilidad vocal le permite superarla con la conveniente disposición.
El dúo con Rosina, a cargo de la excelente compatriota y mezzosoprano, Karine Deshayes, está muy bien planteado el fragmento ya que el dúo propiamente dicho viene precedido por su recitativo. Ello permite al oyente entrar mejor en la situación igual que a sus dos intérpretes.
En este Dunque io son puede ocurrir que la parte femenina se “coma” un poco a la masculina. No es así, Sempey se pone firme ante la oleada sonora y expresiva de la Deshayes, impecable en el canto y en la traducción, con las partes de agilidad tan bien resueltas como en el caso de su compañera. Los dos se divierten a gusto.
El aria de Germano en la farsa en un acto La scala di seta, el cantante ha de cambiar de registro. Germano es una especie de Figaro en pequeña escala y aquí comienza el aria dando cuenta de su carácter serio y sentimental referirse a los problemas sentimentales de su señora. Sempey para ello hace que su voz tenga un sonido algo más oscuro, mientras se va desliando por diversas formas de canto para llegar a la cabaletta donde recupera su auténtica y graciosa personalidad. Un gran momento rossiniano y no demasiado conocido que Sempey, con su lectura, ayuda difundir y disfrutar. Porque el barítono domina todos los recursos posibles para que resulte una lectura modélica. Es un aria con perticchino ya que hay réplicas a cargo de Blansac quien, cosa curiosa, no se distribuyó a ningún colaborador del disco cuando podría haberse encargado de ello Nahuel di Pierro o Yoann Dubruque que luego aparecerán en otros cortes del registro.
Germano lo estrenó Nicola de Grecis en 1812, puesto que esta Escalera de seda es la sexta ópera estrenada por Rossini. De este cantante romano alguien escribió «Experto en el estilo hablado y silábico del repertorio bufo, además de sus dotes óptimas como actor, está dotado de una perfecta impostación vocal». Se puede decir lo mismo doscientos años después e Florian Sempey.
De Grecis estuvo afecto a la obra rossiniiana. Cantó Dandini y Don Magnifico de La Cenerentola y de esta deliciosa partitura se ocupa asimismo Sempey. Como Dandini, ha elegido el dúo bufo entre el citado y Don Magnifico. Este tipo de encuentros-desencuentros son típicos de Rossini a lo largo de toda su producción cómica italiana desde La cambiale di matrimonio hasta justamente La Cenerentola, aunque ya formaban parte de la mejor tradición italiana del género. Ahí está el de Geronimo y el conde Robinson en Il matrimonio segreto de Cimarosa.
Como Magnifico se cuenta con el bajo argentino Nahuel di Pierro ya bregado en territorio rossiniano tanto serio como bufo. Los dos se meten en cada respectivo personaje sin que sea posible hallarles la más mínima objeción, incisivos ambos con una comicidad apropiada, ausente de excesos. La mejor prueba: en el casi parlato del que antes se escribió, una pequeña sección que separa las dos secciones del dúo, los dos cantantes encuentran para ello el acento justo, donde existe el peligro pasarse de la raya. Ha de insistirse aquí en destacar la labor de la batuta de Minkowski. Impecable e implacable en sostener el discurso vocal de los dos cantantes. Rossini en su más alta significación.
Nicola de Grecis fue también un Taddeo destacado. Ese fiel, pusilánime y tontorrón cortejador de Isabella a la que sigue a Argelia donde la muchacha espera encontrar y rescatar a su amado Lindoro, esclavo privilegiado de Mustafà.
En L’italiana in Algeri, se da oportunidades al coro de la Ópera de Burdeos para que demuestre su calidad interpretando el Viva el grande Kaimakan, hilarante escena donde los eunucos de Mustafá otorgan esa dignidad al bobalicón Taddeo que en la voz de Sempey acaba por resultar tan simpático y entrañable como el personaje a la postre merece. De nuevo, Minkowski y orquesta ofrecen un muy expresivo a par de primoroso acompañamiento al entregado solista, además de ofrecer un modelo de asimilación rossiniana con la vibrante lectura de su famosa y popularísima obertura. Una de las más interpretadas del compositor aunque lo sea por debajo de la del Barbero de Sevilla.
Para el dúo Ai caprici della sorte de este mismo dramma giocoso (de 1813 el mismo año de Tancredi y Aureliano in Palmira, ¡qué derroche! Don Parmeninione fue estrenado por Luigi Pacini a quien Rossini consideraba un gran intérpretes de sus personajes bufos. Luigi era el padre de Giovanni Pacini colaborador a menudo de Rossini cuando las prisas por estrenar una ópera la acuciaban), el Taddeo de Sempey acude otra vez al arte de Karine Deshayes. Con efectividad aún mayor si cabe que en el caso anterior (dúo Rosina-Figaro), libretista y compositor aprovechan para definir a Isabella, mujer inteligente y bella con cuyas cualidades sabe manejar a los hombres a su antojo. Anuncia, pues, lo que va a venir a continuación: la joven seducirá a Mustafà, se burlará de el y le obligará a respetar a su esposa Elvira. Es algo más que un omento de brillo para los dos solistas, mezzo y barítono, Deshayes, graciosa y elegante, con todas las posibilidades vocales y técnicas exigidas da réplicas a un Sempey que no se achica ante tamaña exhibición, algo que a menudo suele ocurrir en este fragmento rossiniano que contiene la mejor inspiración melódica al servicio de un sentido del humor de exclusividad rossiniana.
L’occasione fa il ladro (El ladrón ocasional se puede traducir sin hacerlo muy literariamente) es otra farsa en un acto estrenada seis meses después de La scala di seta en el San Moisè de Venecia. En su aria con perticchino (el criado Martino asumido por asimismo barítono francés, un jovencísimo Yoann Dubruque) Don Parmenione decide suplantar la personalidad del conde Alberto camino de Nápoles para conocer a su futura esposa Berenice a quien no conoce. La página es extraordinaria por el despliegue melódico, variado en sus diversas secciones, y las oportunidades que ofrece al intérprete. De nuevo Minkowski “canta” con el solista en una estricta fusión música y la voz y el arte de Sempey se deslizan por las diferentes formas de canto con una maestría magistral, rubricando el fragmento con una soberbia y tenida nota aguda.
Don Parmeninione fue estrenado por Luigi Pacini a quien Rossini consideraba un gran intérprete de sus personajes bufos. Luigi era el padre de Giovanni Pacini, compositor y colaborador a menudo de Rossini cuando las prisas por entregar una ópera le acuciaban.
Se cierra el recital con el aria de Raimbaud de Le comte Ory. Para esta joya del repertorio cómico francés, la tercera de las cinco partituras estrenadas en la Academia Real parisina, Rossini utilizó parte de una cantata previa en honor de la llegada al trono de Carlo X. De hecho este fragmento de Raimbaud proviene del aria e catálogo que canta Don Profondo en ese Viaggio a Reims. Sempey, en esta adaptación donde se le suma el coro, ausente en Medaglie incomparabili pues tal es la que interpreta Don Profondo en esa originalísima cantata escénica. Rossini con ella elevó este tipo de composiciones a niveles desconocidos. Descubierta a finales del siglo pasado, se ha convertido en pieza de repertorio de numerosos teatros y en el Festival de Pesaro lleva años representándose en la velada del fin del curso de su academia de canto en una producción acertadísima de Emilio Sagi.
El primer Raimbaud fue Bernard-Henri Dabadie quien estrenó también los rossinianos Pharaon y Guillaume Tell. Hace pensar que Sempey con el tiempo asuma este tipo de personajes.
Este corte es el remate oficial del CD, pero tiene una sorpresa final que o figura en los créditos del disco. Sempey acompañado por piano (puede que Minkowski) regala una simpática lectura de La chanson du bebé, uno de los llamados Pecados de Vejez que figura en Volumen XI, originariamente escrito para mezzosoprano. A su favor, Sempey en tan regocijante página con texto de Émilien Pacini (escritor francés que nada que ver con los otros Pacini aquí citados) emplea el tono justo sin cargar las tintas, un peligro que no evitan otros colegas.
Disco, en definitiva, digno de ocupar en la sala rossiniana del museo un lugar privilegiado. Si alguien lo duda, que escuche este disco.
La actividad escénica de Sempey le permite otros papeles de óperas francesas o italianas de corte serio o cómico, como Valentin de Faust, Enrico, Belcore (por cierto estrenado por el citado Dabadie) y Malatesta donizettianos, así como a Rameau, Berlioz, Haendel o Monteverdi. En partes siempre adaptadas a su vocalidad.
Tuvo el privilegio de participar en la reconstrucción de L’ange de Nisida, en Bergamo 2019 como Don Fernando. Partitura de Donizetti que, al no ser representada en su momento, acabaría el compositor la reciclaría convirtiéndose, en parte, en La Favorite.
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