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«Minority Report» (2002), de Steven Spielberg

Steven Spielberg es probablemente el director con mayor éxito comercial de Hollywood y su nombre se convirtió, ya desde los inicios de su carrera, en sinónimo de películas que desprenden cierto sentido de la maravilla e inocencia infantil, aun cuando muchas de sus cintas más recientes tengan un tono mucho más oscuro. Una parte importante de su trabajo puede encuadrarse dentro de algún género concreto, incluido, claro está, el de la ciencia-ficción. Sus primeras y todavía muy recordadas incursiones en este campo fueron Encuentros en la Tercera Fase (1977) y E.T., el extraterrestre (1982). Son películas muy emotivas que transmiten de forma ejemplar un genuino sentido de comunión con los misterios y las maravillas del universo.

Sin embargo, el enfoque de Spielberg no acaba de encajar bien con lo que habitualmente se considera “buena” ciencia-ficción, esto es, la exploración y desarrollo de ideas. En estas dos producciones, Spielberg no muestra interés alguno en preguntarse acerca de la naturaleza, origen e intenciones de los visitantes alienígenas. En cambio, Encuentros en la Tercera Fase y E.T. parecen más ejercicios de autosatisfacción de sus propias fantasías: el misterio cósmico viniendo a la Tierra para entrar en contacto con gente ordinaria; o alienígenas que se convierten en fieles amigos de niños solitarios…

Para Spielberg, introducir un componente de racionalismo científico sólo arruinaría estas historias en las que se dan respuestas casi infantiles a los enigmas del universo. Más que una búsqueda de conocimiento, lo que encontramos en ellas es una certeza casi religiosa de que un universo benigno y paternalista vendrá hasta nosotros, rodeado de hermosas luces para iluminar el sendero que debemos seguir.

Ya entrada la década de los noventa, Spielberg maduró como director. Películas como La Lista de Schindler (1993), Amistad (1997) o Salvar al soldado Ryan (1998) mostraban a un realizador que utilizaba su ideología política liberal para interpretar diferentes momentos de la Historia. Con la llegada del nuevo siglo, Spielberg regresó a la ciencia-ficción con I.A., Inteligencia Artificial (2001), Minority Report y La Guerra de los Mundos (2005), películas muy diferentes a las que dirigió en sus inicios. I.A. y Minority Report son films que, en lugar de exigir del espectador una inocencia y sentido de lo maravilloso imprescindibles para disfrutarlas, lo lleva a través de una progresión creciente de ideas. Esto demuestra que Spielberg había saltado, por fin, a una ciencia-ficción más conceptual y elaborada. Resulta también significativo que en esa transición decidiera apoyarse en escritores clásicos del género: Brian Aldiss e Ian Watson para I.A., H.G. Wells en el caso de La Guerra de los Mundos y, en el título que nos ocupa, Philip K. Dick.

Washington D.C.. Año 2054. John Anderton (Tom Cruise) es un oficial de policía a cargo del Departamento de Precrimen, un proyecto piloto de carácter semiprivado que utiliza tres mutantes con capacidades precognitivas (los precogs) para predecir cuándo van a suceder los asesinatos, arrestando a los asesinos potenciales antes de que cometan sus crímenes y acusándolos de intento de homicidio. El equipo de Anderton lleva funcionando seis años y ha registrado un espectacular éxito, impidiendo que se cometiera ni un solo crimen de sangre. No obstante, el sistema está siendo sometido a una estricta revisión por parte del gobierno, que envía al agente Danny Witwer (Colin Farrell) con el fin de detectar posibles fallos, una intrusión que empeora la situación de estrés de Anderton, todavía incapaz de recuperarse del asesinato de su hijo años atrás.

Un día, mientras Anderton interpreta las nebulosas visiones de los mutantes tratando de determinar cuándo, cómo y quién cometerá el próximo asesinato, se da cuenta de que el criminal será él mismo. Habiendo defendido siempre que el procedimiento es infalible pero al mismo tiempo creyendo que es imposible que suceda lo que está viendo, se da a la fuga perseguido por sus propios hombres, decidido a demostrar que no es un asesino. Pero al hacerlo, se ve obligado a cuestionar la falibilidad de Precrimen y escarbar en los secretos de su origen y funcionamiento. Y todo ello en un breve plazo: tiene tan sólo treinta y seis horas antes de que, según la precognición, mate a un hombre que ni siquiera conoce.

Minority Report fue originalmente el título de un relato corto escrito por Philip K. Dick en 1956. Los guionistas Ronald Shusett (de Alien) y Gary Goldman (Golpe en la Pequeña China) pensaron en utilizar la historia como base para una posible secuela de Desafío total (1990, escrita también por Goldman). En ese tratamiento de guión, la acción se trasladó a Marte y los precogs se convirtieron en mutantes. La identidad del protagonista se cambió por la de Douglas Quaid, el personaje interpretado en la primera película por Arnold Schwarzenegger. Al final, el proyecto no salió adelante, pero los guionistas, que todavía eran los propietarios de los derechos del relato de Dick, reescribieron la historia apartándola del universo de Desafío total. En 1997, se contrató al novelista John Cohen para rehacer completamente el guión de cara a una adaptación cinematográfica que dirigiría el holandés Jan de Bont.

Tom Cruise tuvo acceso al guión y se lo propuso a Steven Spielberg, con quien quería trabajar desde hacía muchos años. Éste aceptó a condición de pulir la historia (para lo que trajo a Scott Frank, quien ya había firmado previamente el libreto de películas como El pequeño Tate, Morir todavía o Cómo conquistar Hollywood) y que tanto él como Cruise, en lugar de sus habituales salarios cobraran un porcentaje del beneficio, lo que permitiría mantener el presupuesto de la película por debajo de los cien millones de dólares. Al final, como suele suceder con los relatos de Philip K. Dick, hay muchas diferencias entre la historia original y la adaptación cinematográfica, la cual, por cierto, bebe también en no poca medida tanto de El hombre demolido (1953), de Alfred Bester, como de Con la muerte en los talones (1959), de Alfred Hitchcock.

Inteligencia Artificial fue la película que actuó como bisagra entre las dos etapas de Spielberg como director de films de ciencia-ficción. En ella encontrábamos a un niño perdido en busca de su madre, un niño que descubre con maravilla y asombro un mundo del que lo desconoce todo. En este sentido, bebe mucho de Encuentros en la Tercera Fase o E.T. Pero, al mismo tiempo, es una historia oscura, violenta y cruel que transcurre en un futuro distópico que fascina tanto como horroriza. Esta diferencia en el tono respecto a sus primeras películas es lo que la conecta a la segunda etapa, de la que Minority Report es ya un rotundo ejemplo. (Parque Jurásico y El Mundo Perdido también exhibían esa ambivalencia entre lo asombroso y lo atroz, si bien en mi opinión eran películas no tan decididamente pesimistas).

De hecho, Minority Report no puede estar más alejada de E.T. tanto en su historia como en la atmósfera general que domina el argumento. Bastantes de las películas de Spielberg presentan variaciones del tema de un protagonista que, de una forma u otra, trata de llegar hasta su hogar y recuperar a su familia (o parte de ella): Encuentros en la Tercera Fase, E.T., El Imperio del Sol, Always, Hook o I.A., Inteligencia Artificial. En Minority Report, Anderton pasa las noches torturándose con grabaciones holográficas de su hijo, el cual, según se nos revela más adelante, fue asesinado por un pederasta, un giro muy oscuro que nada tiene que ver con el tono luminoso e infantil de su primera etapa. Para complicar aún más las cosas, Anderton es drogadicto, algo que pocas películas mainstream americanas se atreven a plantear. Hay incluso algunos toques sexuales, detalle poco habitual en la filmografía de Spielberg.

Minority Report es la primera película de ciencia ficción de Spielberg que se apoya más en el desarrollo de la trama que en la sucesión de una serie de epifanías emocionales. Su argumento es compacto y sin fisuras, con giros sorprendentes y, sobre todo, atento al desarrollo del osado concepto central: un futuro en el que el crimen puede predecirse y, por tanto, controlarse. Es más, quizá fuera el mejor guión con el que Spielberg hubiera trabajado hasta el momento. La historia consigue que el lector se convenza de que es posible llegar a un punto en el que un hombre pueda matar deliberadamente a otro que ni siquiera conoce; y ofrece una ingeniosa solución a cómo asesinar a alguien en un mundo en el que todos los crímenes se detectan antes de que ocurran. (Atención: spoiler): La película termina con un toque de humor negro en el que el verdadero asesino se enfrenta a una irónica elección: disparar a Anderton y ser arrestado por ello, o ejercer su libre voluntad y, por tanto, demostrar que todo el sistema pre-crimen que él ha defendido es falso.

Por otra parte, el final positivo y ejemplarizante al que no pudo sustraerse Spielberg, probablemente no hubiera sido el elegido por Philip K. Dick (es, desde luego, bastante diferente a lo que puede leerse en su relato). Se ha apuntado la interesante teoría de que el auténtico final de la película está escondido en la misma y no es lo que parece. Cuando Anderton es capturado y colocado en coma, el guardia declara: “Dicen que tu vida pasa frente a tus ojos, que todos tus sueños se hacen realidad”… Y eso es exactamente lo que sucede luego: escapa, vence al villano, se queda con la chica e incluso tiene otro hijo. Ergo, el final que se nos muestra no es más que una fantasía creada por la mente de un Anderton condenado injustamente a una eternidad de no-vida. Es algo mucho más acorde con el tipo de engaños y giros sobre los que Dick gustaba apoyar muchas de sus novelas y cuentos y que pueden resumirse en que las cosas no son lo que parecen (solamente en lo que a cine se refiere, podemos citar como ejemplos Desafío total, Infiltrado, Next, Blade Runner, Paycheck o Destino oculto). Probablemente no es lo que el optimista Spielberg tenía en mente, pero resulta interesante que la película pueda interpretarse de esas dos formas diametralmente opuestas (el triunfo de la voluntad humana o la ilusión del libre albedrío) sin dejar de resultar entretenida. (Fin del spoiler).

Como decía más arriba, Minority Report sobresale en su género gracias a su interesante concepto central: un potencial futuro que anima al debate y la reflexión: ¿Qué pasaría si el crimen pudiera predecirse y, por tanto, evitarse? ¿Crearía ello una especie de sociedad utópica? ¿Qué precio habría que pagar? ¿Sería un sistema sin fisuras? ¿Qué efectos tendría ello sobre, por ejemplo, el derecho penal o el civil? La respuesta de los guionistas, claro, es que el producto de semejante descubrimiento acabaría siendo una distopía (al fin y al cabo las utopías puras tienen poco o ningún potencial dramático) donde la tecnología propiciaría un sistema fascista en el que la gente sería arrestada por crímenes que no habrían cometido aún. Se plantea por tanto el dilema teológico del libre albedrío frente a la predeterminación, un debate de carácter filosófico-religioso que nunca ha dejado de estar presente en la ciencia ficción desde sus orígenes. ¿Es compatible la precognición con la libre voluntad? (Spielberg, de forma poco convincente, parece sugerir en la película que sí lo es).

Además, los problemas sociales derivados de nuestra propia naturaleza no quedarían automáticamente solucionados por el hecho de poder anticipar los crímenes. La gente seguiría teniendo impulsos asesinos –de hecho, tal y como se nos muestra, habría un número inmenso de convictos en animación suspendida por ese motivo‒ y otras lacras continuarían afectando a la sociedad: el tráfico y consumo de drogas, por ejemplo; o la corrupción derivada de la codicia y el ansia de poder. Por no hablar de que el sistema no es infalible y que aquellos que pueden burlarlo son precisamente los que ostentan el poder y el conocimiento del mismo.

Siendo una película de Spielberg el tema de la relación entre padres e hijos no podía estar ausente. Por una parte, Anderton es un hombre atormentado que se culpa por el secuestro y asesinato de su hijo. Por otra, mantiene a su vez una clara relación paterno-filial con su jefe y presidente de Pre-Crimen, Lamar Burgess (Max Von Sydow). (Atención: nuevo spoiler). Anderton acabará sobreponiéndose a sus traumas vía la muerte de su padre simbólico, tras la cual podrá retomar su vida de ciudadano de clase media, limpiando su apartamento, reconciliándose con su mujer y teniendo otro hijo. Hasta los precogs acaban escapando de su condición de esclavos para formar una especie de familia. (Fin del spoiler).

En la impresionante secuencia de apertura, una compleja tecnología de presentación de imágenes permite a Anderton manipular, ordenar y analizar los fragmentos aleatorios del futuro que se han extraído de la mente de los precogs como si de un montador cinematográfico se tratara, localizando y eventualmente impidiendo un asesinato inminente. Los peligros que acechan en ese futuro pueden de esta forma ser controlados y extraídos de la incertidumbre propia de la evolución histórica para ser convertidos en un presente maleable que puede ser contenido y supervisado.

Tener su propio estudio, Dreamworks SKG, ha permitido a Spielberg disfrutar de la libertad creativa y la base financiera necesarias para dar forma a sus sueños, unos privilegios al alcance de pocos directores. Un factor muy importante en el éxito artístico y comercial de Minority Report fue la creación del mundo del futuro que sirve de fondo a la trama, una tarea en la que Spielberg se volcó con entusiasmo.

Tres años antes de comenzar la producción, el director reunió un equipo de dieciséis expertos para dar forma a lo que podría ser el año 2054: ingenieros, bioquímicos, arquitectos, urbanistas, informáticos, escritores y diseñadores crearon para Spielberg un futuro verosímil, coherente con nuestro tiempo actual y rico en detalles. Tanto es así que la película merece la pena verse sólo por la exuberancia conceptual y tecnológica que presenta: videoanuncios personalizados que se activan escaneando la retina del cliente, periódicos con hologramas, cajas de cereales con figuritas animadas, coches automáticos que no sólo circulan por las autopistas sino que pueden deslizarse por las fachadas de los edificios y aparcar en huecos abiertos en las mismas, rastreadores robóticos con forma de araña que escanean la retina para confirmar la identidad… Todo ello está filmado con acierto por el director de fotografía habitual de Spielberg, Janusz Kaminski, al que aquél dio instrucciones muy claras de crear “la película más desagradable y sucia” que ambos hubieran hecho hasta la fecha.

Asimismo la fusión entre la fotografía real y los efectos por ordenador está muy bien lograda. De hecho, el director prefiere construir el suspense recurriendo más al montaje tradicional que a poner en escena costosos y llamativos efectos especiales, algo que sin duda ayudará a que la película envejezca con dignidad.

La dirección de Spielberg, como de costumbre, es impecable. Desarrolla la acción con ritmo imparable y tensión creciente fusionando con habilidad ciencia ficción y thriller policíaco sin olvidar la acción. Algunas de las secuencias son magníficas, como la persecución a toda velocidad con Anderton tratando de mantener el equilibrio sobre uno de los coches o luchando con sus compañeros policías en un callejón. La secuencia de las arañas robóticas rastreando el inmueble en el que se esconde Anderton es difícil de olvidar, como también aquella en la que el policía, gracias a la precog Agatha (Samantha Morton) consigue eludir la captura en un centro comercial sin llegar a esconderse nunca de sus perseguidores.

Cabe mencionar por último que Minority Report tuvo una serie de televisión derivada en 2015, ambientada tras los acontecimientos narrados en la película, con un Departamento de Pre-Crimen clausurado y un precog alistado como policía convencional. Fue cancelada tras diez episodios.

En definitiva, una de las películas de ciencia-ficción más maduras de Spielberg, dinámica, intrigante, emocionante, imaginativa y magistralmente dirigida y montada, que plantea complejos dilemas acerca del compromiso moral y la integridad personal.

Copyright del artículo © Manuel Rodríguez Yagüe. Sus entradas aparecieron previamente en Un universo de viñetas y en Un universo de ciencia-ficción, y se publican en Cualia.es por cortesía del autor. Manuel también colabora en el podcast Los Retronautas. Reservados todos los derechos.

Manuel Rodríguez Yagüe

Como divulgador, Manuel Rodríguez Yagüe ha seguido una amplia trayectoria en distintas publicaciones digitales, relacionadas con temas tan diversos como los viajes ("De viajes, tesoros y aventuras"), el cómic ("Un universo de viñetas"), la ciencia-ficción ("Un universo de ciencia ficción") y las ciencias y humanidades ("Saber si ocupa lugar"). Colabora en el podcast "Los Retronautas".