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«Mediocracia. Cuando los mediocres toman el poder», de Alain Deneault

En un chiste soviético que recuerda Slavoj Žižek, un oyente llama a Radio Ereván para preguntar «¿Es verdad que Rabinovitch ha ganado un coche nuevo en la lotería estatal?». Y desde Radio Ereván le responden: «En principio, sí, ha ganado un coche nuevo. Sólo que no es un coche, sino una bicicleta, y tampoco es nueva, sino vieja, y no la ha ganado, sino que se la han robado».

En la era de las apariencias, muchos académicos, políticos y periodistas corren el riesgo de parecerse al coche de Radio Ereván. No tienen el nivel que se uno imagina, sino el que uno se teme, y tampoco cultivan la excelencia, sino que exhiben felizmente su mediocridad.

Nada o poco nuevo bajo el sol. No voy a aportar aquí datos nuevos sobre el gregarismo y la banalidad que se contagian a través de las redes, y tampoco viene a caso el desahogo ‒más o menos melancólico‒ que merecen tantas ideas y modas que se filtran por vía televisiva, o incluso en las aulas.

Quien pretenda combatir esa corriente se enfrenta a una derrota cantada de antemano. A la hora de convertirnos en marcas o en figuras productivas, ya no cuentan los conocimientos o iluminaciones de otro tiempo, sino la habilidad para asumir los imperativos del orden establecido: la productividad, la buena imagen, el sometimiento al promedio social y el pragmatismo. Dicho de otro modo, la mediocridad como rasgo de estilo.

En este sentido, nos recuerda Alain Deneault que «las ideas se vuelven mediocres cuando a los investigadores les trae sin cuidado la relevancia espiritual de las propuestas que desarrollan». Y dado que, al final, lo que sucede en la universidad acaba proyectándose en otras áreas de la vida, a nadie debe extrañarle que comunicadores y gobernantes acaben transmitiéndonos esa misma insignificancia.

Son varias las causas de esta tendencia, pero Deneault no excluye la posibilidad de que un mal uso de la lógica empresarial sea la más relevante. «El dinero ‒escribe‒ se ha impuesto en la cultura moderna como una manera de calcular el valor medio, desde el momento en que se escogió como el signo preferido para mediar entre bienes. Esta unidad de medida de valores se ha impuesto a lo largo de la historia como un gran vector de la mediocridad».

Sería fácil tergiversar esta afirmación. En su vertiente positiva, el dinero tiene un papel crucial en el intercambio social y en el progreso. Sin embargo, cuando el dinero se convierte en la única medida para calibrar el conocimiento, la sabiduría, la autoridad o el liderazgo, ya entramos en arenas movedizas. Para entenderlo con un solo ejemplo, comparen a esos viejos periodistas de hace décadas ‒respetados por izquierdas y derechas, ajenos a la lógica mercantilista que hoy caracteriza al infoentretenimiento‒, compárenlos, decía, con los cazaclicks de la prensa digital, para quienes la importancia de una noticia ‒verdadera o falsa‒ se mide en visitas, y por consiguiente, en recursos publicitarios que no entran a distinguir la calidad o la valentía.

En Mediocracia, Deneault estudia con rigor y profundidad este penoso fenómeno de estandarización universal. Algo que, como dice el subtítulo de este excelente libro, se agrava cuando los mediocres toman el poder, y se ponen al frente de una sociedad anestesiada y cada vez más infantil, en la cual el pensamiento crítico o la independencia son virtudes incómodas.

Sorprendente, provocativo e implacable, este magnífico ensayo de Alain Deneault expone sin rodeos ni medias tintas los pecados propios del siglo XXI. Desde sus páginas, uno puede ‒y debe‒ buscar otros puntos de referencia para salir de esa mezquindad que hoy estrecha nuestras vidas.

Sinopsis

Si los de arriba no cuestionan ni imaginan nada, ¿a qué podemos aspirar?

El político ambivalente afín a progresistas y conservadores; el profesor de universidad que ya no investiga, sino que rellena formularios burocráticos; el reportero que encubre los escándalos fiscales y hace ruido en la prensa amarillista o el artista revolucionario, pero subvencionado…

El rigor y la exigencia han dejado paso al esquema carente de referentes que inspira esta crítica mordaz. Da igual si es el ámbito político, académico, jurídico, cultural o mediático: se mire por donde se mire, se constata el triunfo de lo mediocre.

El autor analiza con un estilo ingenioso cómo las aspiraciones mediocres que invaden la sociedad no dan como resultado sino ciudadanos también mediocres.

Alain Deneault es filósofo y escritor, profesor de Sociología en la Université du Québec y director del programa del Collège international de philosophie de París. En sus libros y charlas se ha centrado en denunciar las prácticas inmorales de las grandes corporaciones. Este es su segundo libro traducido al español, después de Paraísos fiscales. Una estafa legalizada (2017).

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

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Guzmán Urrero

Colaborador de la sección cultural de 'The Objective'. Escribió de forma habitual en 'La Lectura', revista cultural de 'El Mundo'. Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador de las páginas de cultura del diario 'ABC' y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Ha trabajado en el sector editorial y es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.