Esta desconocida película bien merece una revisión para reivindicarla. Nos hallamos ante una joya oculta de finales de los 80, que rinde homenaje al terror pulp de los años 30, dirigida por el extraño Tibor Takács, autor también de la estimable cinta de terror infantil y lovecraftiano La puerta (1987).
Al igual que les sucedió a otros directores de la época, como Fred Dekker, la carrera de Tibor Takács se fue disipando tras unos prometedores comienzos. De hecho, se ha visto relegado a la realización de telefilmes de ciencia–ficción de escaso presupuesto, la verdadera serie B de estos tiempos.
Su currículum posterior a La puerta y Lecturas diabólicas (también titulada I, Madman y Hardcover) ha provocado que muchos aficionados y algún que otro erudito de saldo hayan menospreciado estas películas de peculiar atmósfera, impecable puesta en escena y tributarias del terror al estilo Weird Tales, en especial en el caso del film que aquí nos ocupa.
Lecturas diabólicas está protagonizada por la dependienta de una librería –la sexy Jenny Wright de Los viajeros de la noche– obsesionada con la obra de un oscuro escritor de terror de los años 30, cuya escasa obra resulta extrañamente sugestiva: algo similar a lo que ocurriría con Sutter Cane en la posterior obra maestra de John Carpenter, En la boca del miedo.
La ficción y la realidad comienzan a entremezclarse cuando el asesino de uno de estos libros, titulado I, Madman, acosa a la protagonista, al tiempo que va exterminando y mutilando personas con la intención de reconstruir su destrozada cara.
Estrenada en la época de popularidad de Freddy Krueger, es fácil pensar que, con Lecturas diabólicas, Takács se quiso apuntar a la moda con este slasher sobrenatural, quizá con la intención de crear un monstruo carismático con el que establecer una nueva franquicia.
Posiblemente por ahí fueran los tiros, pero el asesino en cuestión, el dual doctor loco Alan Kessler/escritor demente Malcolm Brand se acerca más a los antihéroes trágicos de Lon Chaney que al granguiñolesco hombre del saco de Elm Street.
Con un aspecto similar al de La Sombra, el asesino y sus crímenes –tanto los del mundo real como los que vemos que perpetra en las páginas impresas– homenajean directamente las tramas y el aroma a papel barato y rancio de las viejas revistas de terror y crímenes, una auténtica delicia no solo para el aficionado al terror, sino para todo el que ama de corazón el género y su larga historia.
El punto débil del film son las interpretaciones, no especialmente ejemplares, incluyendo las de la atractiva pareja protagonista (la citada Jenny Wright y Clayton Rohner). Por lo demás, todo funciona: el guión de David Chaskin, la realización a ratos hitchcockiana de Takács, la atmósfera ligeramente onírica, las certeras pinceladas de gore e incluso unos breves pero soberbios momentos de animación stop–motion.
Lecturas diabólicas es una película pequeña, sin demasiadas pretensiones, pero realizada desde la veneración por los clásicos del terror y no sólo con la intención de hacer dinero fácil sin gastar mucho, algo que el espectador notará.
Como le sucede a la protagonista de la película cuando halla los libros de terror de Malcolm Brand, el espectador inquieto encontrará una inesperada gema oculta que, quién sabe, quizá le provoque alguna que otra dulce pesadilla.
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