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La filosofía de la ciencia

Alguien puede ser científico, incluso un buen científico, y no entender cómo funciona la ciencia y el método científico, o ignorar cuáles son sus bases filosóficas y racionales. Es lógico, porque tampoco los bancarios o los banqueros conocen siempre cómo funciona la economía. Ahora bien, en una discusión que pretende ser, no ya científica pero sí al menos racional, hay que saber qué es lo que se puede demostrar y qué es lo que no se puede demostrar.

En el siglo XX muchos pensadores se interesaron en una disciplina que no era nueva, pero que conoció un gran desarrollo teórico, la Filosofía de la ciencia. Entre aquellos pensadores se puede citar a Henri Poincaré, a los miembros de Círculo de Viena y el positivismo, a Imre Lakatos, a Thomas S. Kuhn, a Bertrand Russell, a Karl Popper o al irreverente y heterodoxo Paul Feyerabend.

Imagen superior: Richard Feynman, recordado por Bill Gates.

La filosofía de la ciencia se ocupa de cuestiones que antes caían en los terrenos de la epistemología, la gnoseología y la teoría del conocimiento, disciplinas que también comparten límites difusos, así como la lógica e incluso las matemáticas, al menos en tanto que ciencia más estricta y perfecta.

Un aspecto importante de la filosofía de la ciencia consiste en distinguir entre tres contextos diferentes, que los profanos o los aficionados (pero también algunos científicos, como ya he dicho) mezclan a menudo, lo que da lugar a todo tipo de malas interpretaciones del método científico y de los límites de la ciencia.

Contexto de demarcación: qué es ciencia, qué no es ciencia; que es ciencismo o cientifismo (una manera dogmática y acientífica de entender la ciencia), qué es seudociencia y qué es superstición.

Contexto de descubrimiento: cómo alcanza la ciencia sus resultados, mediante la observación, la inducción, la deducción, la abducción, la experimentación, pero también la intuición o el puro azar o serendipia. Tiene mucha relación con al historia de la ciencia.

Contexto de justificación: cómo se validan o certifican las hipótesis y teorías.

Es decir, una cosa es cómo se obtiene un conocimiento científico y otra muy diferente cómo se prueba o justifica ese conocimiento. La historia de la ciencia está llena de ejemplos de procedimientos acientíficos que llevaron a descubrimientos asombrosos (contexto de descubrimiento), pero eso no significa que podamos considerar científica una teoría o hipótesis sin antes someterla a las estrictas reglas de la validación científica (contexto de justificación).

Imagen superior: el físico David Deutsch, muy popular por haber creado el primer algoritmo cuántico y defender la teoría de los universos múltiples, ha propuesto una teoría del todo (Theory of Everything) que combina las deas de Popper con las de la computación de Turing, la de los universos paralelos de Everett y el neodarwinismo de Dawkins.

Al que le interese el tema del método científico, puede leer a los clásicos, como LakatosKuhn (La estructura de las revoluciones científicas) y Popper (La lógica de la investigación científica). Pero, para resumirlo de manera brutal (por el momento): la mayoría de los científicos se inclinan por el falsacionismo de Popper, que sostiene que las hipótesis y teorías de la ciencia no se pueden demostrar de manera absoluta, pero que si se pueden poner a prueba (es decir, falsar o falsificar). En función de los resultados de esa falsación, se aceptan o rechazan las hipótesis o teorías, pero siempre provisionalmente. Aunque entre los filósofos de la ciencia se dice a menudo que Popper con su falsación ignoraba la manera en la que trabajan de veras los científicos, pues su máximo interés es demostrar sus teorías y no refutarlas, se da el curioso caso, como ya he dicho, de que entre los propios científicos intereresados en las bases de su proceder, la mayoría aceptan la fasación.

Todo esto quiere decir que en ciencia ninguna teoría está nunca demostrada, por más datos que tengamos a su favor, como bien se vio cuando la física newtoniana fue superada, mejorada y en ciertos terrenos refutada por la relativista, después de siglos de pruebas contundentes a favor de Newton. Esto implica un importante corolario: en ciencia la discusión continua es fundamental.

Lo que define a la ciencia frente a la religión y la superstición es precisamente que sus resultados siempre están en discusión. Mientras que las religiones (en especial las reveladas) nunca cambian sus textos originales y lo que hacen es retorcer la interpretación de éstos para adaptarse a los nuevos descubrimientos, en ciencia los nuevos descubrimientos obligan a modificar los textos y las formulaciones previas. No hay textos sagrados en ciencia, porque la ciencia es, además de un corpus de conocimientos que aumenta y se modifica constantemente, antes que nada y por encima de todo, un método.

Existen algunos libros accesibles para cualquier lector de divulgación de filosofía de la ciencia y el método científico. Uno sencillo pero riguroso es de Noretta KoertgeCurso de filosofía de la ciencia. Y también es muy recomendable dentro de la divulgación, además de muy divertido y muy entretenido, ¿Qué es esa cosa llamada ciencia?, de Alan F. Chalmers.

Aprender cómo funciona la ciencia y a qué podemos llamar conocimiento científico, es decir, el tercer contexto mencionado más arriba (el de justificación), es fundamental, porque significa ni más ni menos que aprender a pensar, aprender a pensar bien. Como decía el gran Richard Feynman: “La ciencia es el método que hemos inventado para dejar de engañarnos a nosotros mismos”. No se puede definir mejor.

Imagen de la cabecera: Richard Feynman.

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Daniel Tubau

Daniel Tubau inició su carrera como escritor con el cuento de terror «Los últimos de Yiddi». Le siguieron otros cuentos de terror y libro-juegos hipertextuales, como 'La espada mágica', antes de convertirse en guionista y director, trabajando en decenas de programas y series. Tras estudiar Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid, regresó a la literatura y el ensayo con libros como 'Elogio de la infidelidad' o la antología imaginaria de ciencia ficción 'Recuerdos de la era analógica'. También es autor de 'La verdadera historia de las sociedades secretas', el ensayo acerca de la identidad 'Nada es lo que es', y 'No tan elemental: como ser Sherlock Holmes'.
Sus últimos libros son 'El arte del engaño', sobre la estrategia china; 'Maldita Helena', dedicado a la mujer que lanzo mil barcos contra Troya; 'Cómo triunfar en cualquier discusión', un diccionario para polemistas selectos. Además, ha publicado cuatro libros acerca de narrativa audiovisual y creatividad: 'Las paradojas del guionista', 'El guión del siglo 21', 'El espectador es el protagonista' y 'La musa en el laboratorio'.
Su último libro es 'Sabios ignorantes y felices, lo que los antiguos escépticos nos enseñan', dedicado a una de las tendencias filosóficas más influyentes a lo largo de la historia, pero casi siempre ignorada o silenciada. A este libro ha dedicado una página que se ha convertido en referencia indispensable acerca del escepticismo: 'Sabios ignorantes y felices'.
En la actualidad sigue escribiendo libros y guiones, además de dar cursos de guión, literatura y creatividad en España y América.