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Julián M. Clemente y Helio Mira: «Los chicos que coleccionaban tebeos»

Corrían los años ochenta. Todos éramos más jóvenes y los cómics de superhéroes no se convertían con frecuencia –como hoy sucede– en superproducciones cinematográficas, y menos aún servían como tema de tesis doctorales. Aquellos tebeos eran, fundamentalmente, una pasión juvenil que prosperó gracias a dos editoriales, Forum y Zinco: una pasión que, con el tiempo, se ha convertido en una seña de identidad cultural y sentimental para toda una generación.

La novela Los chicos que coleccionaban tebeos (2013) habla de esos años, y lo hace desde la perspectiva de quienes amamos los cómics. Hoy hablamos con sus autores, Helio Mira, director y guionista, y Julián M. Clemente, Editor Marvel de Panini Cómics.

En principio, Los chicos que coleccionaban tebeos iba a ser un cómic dibujado por Víctor Gómez. Habladme del proceso previo. ¿Cómo fue evolucionando el proyecto a partir de ahí y qué os condujo a afrontar la tarea de escribirlo juntos?

Helio: Lo de escribirlo juntos resultó del hecho de que los dos teníamos en la cabeza hacer algo parecido, y al ser amigos y estar permanentemente maquinando proyectos en común, la ocasión se presentaba cristalina. El proyecto pasó de ser un tebeo a una novela gracias al ojo avispado de nuestro editor, Alejandro M. Viturtia.

Julián: Sé que es raro escribir una novela a cuatro manos, pero nosotros la trabajamos como un guión de cine, y aquí sí es mucho más habitual trabajar en equipo. ¡Ahora casi no me veo escribiendo solo!

¿Qué compartimos quienes, por edad, formamos parte de esa la Generación Forum-Zinco a la que también pertenecen los protagonistas de la novela?

Helio: Pues básicamente la coincidencia entre el estallido creativo y fenomenal que se produjo en el cómic americano de la época, con obras con Watchmen o Dark Knight, y la edad de supuesta maduración, esos años adolescentes que determinan en buena medida quién serás para los restos. Esa confluencia es, de hecho, el meollo principal de la novela.

Julián: Es importante el detalle de que esa generación coincidiera en ese momento preciso, porque fue cuando los cómics de superhéroes dieron el gran salto hacia delante. Cada lector tiene su época y nosotros tenemos ésta, que me parece especialmente trascendental. No me imagino enganchándome con los horribles tebeos de los noventa. Por fortuna, nosotros tuvimos a Alan Moore, y no a Jim Lee.

Cada vez que se habla de un argumento de los ochenta en el que unos chavales comparten experiencias suele sacarse a relucir, como principal referente, Cuenta conmigo, la película de Rob Reiner inspirada en la novela de Stephen King. ¿En qué medida influyó este relato en vuestra idea original?

Helio: De entrada, creo que mucho, aunque como ocurre con toda influencia poco a poco va quedando atrás mientras que la obra en la que trabajas va adquiriendo su propia autonomía.

Julián: Originalmente, yo tenía un proyecto de novela que se parecía demasiado a Cuenta conmigo, y que es uno de los capítulos del libro. Pero cuando entró Helio en escena eso se amplió hasta desdibujarse la novela. Compartimos la mirada nostálgica a una época y el elogio de la amistad, pero nos hemos distanciado bastante. Recuerdo haber releído luego la novela de King y darme cuenta que no se parece demasiado a Los chicos.

Este es un relato de amistad, pero lo que realmente une a los chavales protagonistas es que se convierten en cómplices gracias a una afición compartida. ¿Creéis que hoy en día, con lo mucho que ha cambiado el mundo del tebeo, los adolescentes pueden llegar a sentir esas mismas emociones en una tienda de cómics?

Helio: Si, ocurre permanentemente, lo veo al visitar la librería. Otra cosa es que internet haya cambiado las relaciones sociales, que a veces se hable desde casa o desde el móvil, que tus circulos de compañeros aficionados transciendan fronteras y que los tebeos puedan ser leídos en tablets además de en papel. Pero la base sigue siendo la misma: el interés por una serie de historias y personajes. Llámale afición compartida 2.0 si quieres, pero cambia la forma, no el fondo.

Julián: Claro. Nosotros hemos descrito nuestra nostalgia, pero otras generaciones tendrán la suya. La ventaja que teníamos nosotros es que no había tantísima dispersión como ahora, pero por otra parte es cierto que las redes sociales permiten ahora conectar más fácilmente con gente de gustos similares a los tuyos. Nosotros reivindicamos nuestra época, pero no como abueletes cascarrabias. No todo tiempo pasado fue mejor.

Hablamos de una novela en la que hay una parte de autobiografía, y asimismo un interés por describir lo que eran y lo que significaban los tebeos de superhéroes en la segunda mitad de los ochenta. ¿Os habéis tenido que contener para no ceñiros demasiado a vuestra propia biografía, y por otro lado, para no caer en un exceso de información y de referencias comiqueras que hubiera lastrado el relato?

Helio: No nos hemos contenido nada en lo referente a la parte más autobiográfica, porque la clave emocional del asunto provenía en buena parte de todas aquellas anécdotas de esos años (que van de lo emotivo a lo divertido). Otra cosa es que las hayamos ficcionado mínimamente para que encajaran en la corriente argumental que proponíamos, claro. En cuanto a lo de las referencias comiqueras, pues creo que están las que tienen que estar: no las elegimos al azar, si no que se trataba de hacerlas aparecer de la manera y en el momento en que pudieran tener un peso específico en el proceso de crecimiento de cada personaje, que es de lo que realmente trata la novela.

Julián: Lo que hicimos primero fue catalogar todas esas anécdotas que teníamos, que eran muchísimas, nuestras y de gente que nos las habían contado, y luego al margen de esto creamos la estructura de la novela. A partir de ahí, fuimos adaptando las anécdotas a esa estructura. Las referencias biográficas están bastante cambiadas y se deben al libro, no al revés. En ningún caso es autobiografía, aunque haya muchos elementos que hayamos podido vivir.

En la novela, habéis conseguido transmitir el espíritu de unos años en los que los tebeos de superhéroes, poco a poco, empezaron a ganarse el respeto del mundo intelectual. De hecho, esta entrevista va a aparecer en una revista cultural, donde a nadie le sorprende que tengamos una sección de cómics. Es algo que hace veinte años no ocurría. Y esto, que evidentemente es muy positivo, me lleva a pensar que el mundo del cómic se ha sofisticado mucho. ¿No se habrá perdido, por el camino, el encanto juvenil de aquellos tebeos que comprábamos en los kioscos y luego intercambiábamos sin otro interés que el de divertirnos?

Helio: No creo que el encanto se haya perdido, igual somos nosotros que alcanzamos ciertas edades más desencantadas. Pero un consejo: hay que luchar contra eso, crecer no significa dejar de disfrutar de las cosas que te puedan hacer feliz y esto es algo que salva a más de un personaje de esta novela, e incluso a nosotros mismos como autores. Me sorprende lo mal que crecen algunos, he de decir. En cuanto a lo de que a nadie le sorprenda ya una sección de cómics en un lugar como este, pues es una nueva prueba de la normalización general de cierto tipo de ficción. Algo predecible. No olvidemos que la cultura es ante todo un juego social bastante orgánico y en constante evolución. Con la llegada del cambio generacional, era muy lógico que las lecturas de nuestra infancia y adolescencia saltaran alegremente a ese ruedo, perfectamente arraigadas ya para los restos.

Julián: Yo no sólo no creo que se haya perdido, sino todo lo contrario. Y al hilo de lo que decía Helio, creo que ahora hay más gente que sigue disfrutando de lo que le gusta por más que haya crecido. Hay una parte de la madurez mal entendida que consiste en dejar de comprar tebeos o ir al cine o dejar de escuchar música. Antes estaba mal visto ser adulto y leer cómics. Hoy ser adulto y leer cómics es signo de que eres alguien con una determinada sensibilidad, y desde luego alguien más interesante que quien no tiene aficiones ni sabe quién es Alan Moore.

Hay un personaje esencial en vuestra novela. Me refiero al librero, El Cobra. ¿Cuánto hay de real en ese personaje tan detestable?

Helio: Ese personaje existía y existe, y es el único de todo el libro que no ha sido ficcionado: se le retrata tan cual fue porque no había manera de inventar a semejante pájaro, era imposible que aquí la ficción superara a la realidad, es el supervillano de barrio perfecto. Está teniendo su repercusión, surge en todas las entrevistas y nos han llegado correos pidiéndonos un spin off. Gracias a mi amigo y paisano, el escritor Alberto López Aroca, acabo de descubrir un par de detalles que no conocía: tuvo que huir de nuestra ciudad porque adeudaba dinero, y llegó a montarse un negocio de cazafantasmas. Dos detalles muy acordes con lo que ya sabíamos de él, y que hubieran aparecido en el libro si me llego a enterar a tiempo. Me consta que está muy alejado del circuito lector, que ahora lleva el mantenimiento de un geriátrico (¡pobres abuelos!) y que se acuerda de nuestras trastadas tan perfectamente como nosotros recordamos sus fechorías.

Julián: Qué pena no haber sabido esas cosas a tiempo, porque todavía nos lo habríamos pasado mejor con el personaje. Es curioso lo mucho que ha gustado El Cobra. La verdad es que no lo esperaba.

Entre las muchas anécdotas que contáis en Los chicos que coleccionaban tebeos, queda claro que hay unos cuantos títulos de aquella década que os emocionaron más allá de lo imaginable, y que probablemente hoy seguiríais llevándoos a una isla desierta. ¿Me podríais mencionar algunos de esos cómics legendarios?

Helio: Watchmen, Batman Dark Knight, Elektra Asesina, Animal Man, X Men de Claremont, Excalibur de Alan Davis, etc etc

Julián: Watchmen y Batman de Frank Miller (el Miller bueno. Es decir: Año Uno y Dark Knight) siempre, también La Patrulla-X de Chris Claremont, y añado Spider-Man de Roger Stern y casi cualquier cosa que hicieran en esta época John Byrne, George Pérez, de nuevo Miller y Walter Simonson.

Hay un tebeo de la Patrulla X con un significado especial en vuestro libro: «¡El destino de Fénix!», editado en diciembre de 1983 por Surco. ¿Cómo explicaríais la importancia de este cómic a un lector que no esté familiarizado con el coleccionismo de aquellos años?

Helio: Bien, podría intentar explicarse con un ejemplo actual: las teleseries. Imaginemos que por cualquier razón, el capítulo más potente de Juego de Tronos se traspapela y no nos llega por ningún conducto, aún sabiendo que existe ahí fuera en alguna parte y que es una bomba de relojería. Está claro que se generaría toda una expectativa de cara a dar con él.

Julián: Es muy buen símil. Para nosotros, la muerte de Fénix era fundamental. Más importante incluso lo que simbolizaba que lo que era realmente. Creo que durante mucho tiempo fue el cómic más buscado de nuestra generación, y luego, cuando fue accesible, el cómic favorito de muchos, quizás hasta que Watchmen le quitó el puesto. Para mí, simbolizaba el momento en que La Patrulla-X se había convertido en el cómic que no podías dejar de leer. Podías leer cualquier otra cosa, no importaba qué, pero todos leíamos La Patrulla-X y a todos nos apasionaba, a veces por razones diferentes.

En la actualidad, los controles de calidad en las ediciones españolas de Marvel son muy exigentes. En los lanzamientos de cada título, se ha reducido enormemente la distancia con la edición americana. No es difícil conseguir números atrasados. Y por si ello no bastara, a través de Internet, y aunque vivamos en el pueblo más aislado, podemos estar al tanto de las novedades en tiempo real. Todo eso, objetivamente, es una gran ventaja para el lector. Pero en los ochenta, cuando conseguir un determinado tebeo era una tarea casi imposible, me da la impresión de que valorábamos mucho más el coleccionismo, y cualquier hallazgo nos hacía enormemente felices. ¿Estáis de acuerdo o es que la nostalgia me lleva a mitificar aquella época?

Helio: Claro que se mitifica todo tiempo en que uno fue feliz. Pero también hay que ser realistas y agradecidos, y reconocer que el mercado del aficionado al cómic no ha estado nunca tan bien surtido en cantidad y hasta en calidad objetiva como lo está ahora.

Julián: Tiene de mitificación, como antes se han mitificado los sesenta, y ahora le ha tocado a los ochenta y le empieza a tocar a los noventa en algunas cosas (fundamentalmente en la música). Pero también es cierto que es una época de renacimiento de los cómics. Los setenta no fueron tan rupturistas e interesantes. Y los noventa fueron un horror. Hay una parte de mitificación, y otra en que de verdad eran cómics muy buenos.

Imaginaos por un momento que retornáis a esa segunda mitad de los ochenta, y que con vuestro modo de entender los tebeos de aquel entonces, alguien os diera a leer un cómic de superhéroes actual, como los de la línea Marvel Now! ¿Qué creéis que os hubiera sorprendido más?

Helio: Por un lado, el cuidado y diversificación de las ediciones, y por otro los saltos argumentales, imposibles en otra época, como el visto en la serie de Marvel Civil War, por poner un ejemplo.

Julián: Ha cambiado bastante la narrativa, y eso es interesante. De hecho, a los lectores nos ha costado adaptarnos a esa narrativa. Pero me imagino un lector de los ochenta empatizando con muchos de los tebeos que se han hecho en los 2000. Son épocas parejas, aunque los 2000 no han sido tan revolucionarios, pero sí han marcado la ruptura con la decadencia de los noventa.

Helio, como guionista y director, ¿te has planteado Los chicos que coleccionaban tebeos de una manera visual? El tema, desde luego, daría mucho de sí en pantalla.

Helio: No se lo cuentes a nadie, pero nos estamos peleando con ello. Es una adaptación mucho más complicada de lo que pueda parecer. Hay que darle la vuelta como a un calcetín para que funcione. Esta historia en audiovisual sería lo mismo, pero no igual. Un jaleo. Ya te contaré si realmente avanzamos.

El punto de referencia actual en la narración es el año 2012, coincidiendo con el estreno de Los Vengadores. ¿Se os pasó alguna vez por la cabeza en 1985 que, algún día, podría estrenarse una película de superhéroes alabada por la crítica seria y disfrutada por un público masivo?

Helio: Se me pasaba constantemente por la cabeza en aquellos años, cuando no entendía por qué determinadas historias que leíamos en aquellos tebeos y hasta novelas no terminaban de hacerse películas. Pero estaba claro que acabaría ocurriendo. Lo cierto es que casi toda ficción que alcanza cierto peso específico, acaba siendo película, aunque sea con un par de décadas de margen.

Julián: Realmente yo no creía que fuera posible. Quizás películas sueltas de superhéroes, como tuvimos en la época pre-Marvel Studios, pero ahora hemos entrado en territorio no cartografiado, sólo posible en nuestros mejores sueños. Vivimos en un What If permanente.

Los adolescentes de los ochenta aprendimos a entender la vida a través de la cultura popular, y en concreto, a través del cine, la televisión y los tebeos. El proceso de maduración que narráis en la novela se da en los personajes, pero felizmente, también se ha dio en el mundo del cómic de superhéroes gracias a tipos como Alan Moore o Frank Miller. ¿Creéis que os hubieran seguido gustando los cómics llegados a la edad adulta si no hubiera madurado tanto el tebeo de superhéroes?

Helio: Es posible que no. En aquella época empezábamos a salir y a frecuentar nuevos ambientes y los tebeos parecían tener los días contados en nuestras rutinas. Pero la aparición de Watchmen o Dark Knight demostró que el medio y el género de superhéroes nos «seguía el paso» en cierta medida hacia cuna supuesta madurez, y por eso la afición se arraigó para los restos.

Julián: Sí me gustarían, pero quizás desde una perspectiva exclusivamente nostálgica. No los viviría con la pasión con la que los sigo viviendo. Para mí, los cómics que me gustan siguen siendo el ocio de primera categoría, por delante de otros productos de ocio. Como entretenimiento de cultura popular, creo que no hay nada mejor que leer un buen cómic para mí, ni siquiera la mejor película.

Hace un tiempo, Julián, anunciaste tu propósito de escribir una novela sobre el mundo editorial. Su título iba a ser No todo el mundo puede llamarse Peter Parker. ¿Aún sigues elaborando este proyecto?

Julián: No, y de hecho fue uno de los vericuetos en los que me perdí hasta llegar a Los chicos. Pero sí me gustaría seguir escribiendo narrativa, y no necesariamente relacionada con los cómics. Algo de eso tengo en la cabeza, aunque a muy largo plazo.

Helio, he leído que, entre tus próximos guiones, figura el de un cómic. Por favor, háblanos de esta obra.

Helio: Es una novela gráfica que está dibujando mi amiga, la gran Carla Berrocal. Nos ha contratado el proyecto EDT, y estamos en ello, lentos pero seguros. Es la cruenta historia de un lider mapuche revolucionario contra el invasor español, en Chile, en el siglo XVI. Las páginas que nos van llegando de Carla son tan afiladas como la propia historia, son completamente alucinantes, lo mejor de su carrera sin duda. Se lo intento poner difícil con el guión, pero ella siempre es más rápida. Así que nos estamos divirtiendo mucho. No sé cuando estará listo, pero os aseguro que os va a encantar.

Julián, también has participado en la edición española del libro de Sean Howe, Marvel Comics: La historia jamás contada, coescribiendo un capítulo especial sobre la historia de Marvel en España. Lo menciono porque Los chicos que coleccionaban tebeos se complementa, en clave emocional, con esa misma historia. Son lecturas paralelas.

Julián: Es muy divertido, porque aunque no los escribí a la vez, sí los corregí a la vez, y a veces confundía un libro con el otro. En mi imaginario, están enlazados y se complementan. Uno es Marvel desde dentro, otro son los tebeos desde fuera. Y ambos me están dando muchísimas satisfacciones. Ha sido un año genial.

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Guzmán Urrero

Colaborador de "La Lectura", revista cultural de "El Mundo". Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador habitual de las páginas de cultura del diario ABC y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.