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‘I Robot’ (The Alan Parsons Project, 1977). Rock progresivo y futurismo pop

Una vez más, tras el éxito de Tales of Mystery and Imagination, Alan Parsons halló un hueco y se abrió camino a través de dos tendencias en auge: el rock sinfónico y la música electrónica. El resultado de esa ambición, I Robot, segundo álbum de The Alan Parsons Project, fue gestado bajo la batuta de Parsons y Eric Woolfson, y vio la luz el 1 de junio de 1977, gracias al sello Arista Records. Poco antes, entre los meses de diciembre de 1976 y marzo de 1977, se había completado su grabación en los venerables estudios Abbey Road.

Como era obligado tras el estreno de La guerra de las galaxias, el álbum rinde tributo a la ciencia ficción. Con un enfoque conceptual que lo aproxima al art rock, I Robot hunde sus raíces en la popular saga de relatos de Isaac Asimov, explorando cuestiones filosóficas intrínsecamente ligadas a la inteligencia artificial.

Al igual que otros títulos señeros del rock progresivo, la concepción de la portada quedó a cargo de la agencia Hipgnosis, un colectivo de diseño gráfico que trabajaba para grupos como Pink Floyd, la Electric Light Orchestra y Led Zeppelin. El álbum de Alan Parsons y Woolfson logró posicionarse en el segundo lugar de las listas en Alemania y Nueva Zelanda, mientras que en los Estados Unidos se erigió en la novena posición del Billboard 200.

Como señala el crítico Claudio Frabetti en Onda Rock, Alan Parsons pasará a la posteridad como uno de los más grandes ingenieros de sonido de todos los tiempos, dotado de un toque original e inconfundible que le permitió fusionar el rock y la electrónica, en un punto intermedio entre el legado del prog-rock y el futurismo: «un estilo que ya había echado raíces en el lado oscuro de la Luna floydiana y que había contaminado felizmente el planeta Tierra al final de la volcánica década de los 70».

Dice Frabetti que Parsons terminó pagando una doble herejía: «demasiado orientado al pop para los puristas del prog-rock de los 70 y demasiado pulido para las generaciones posteriores al punk y post-punk». Pese a éxitos tan rotundos como Eye In The Sky (1982), que aún se eternizan en las radiofórmulas, en los últimos tiempos bandas underground como Gala Drop «han sido quienes han traído de vuelta su sonido, llegando a incluir una muestra de I Robot en una pista de su álbum homónimo de 2009, titulado elocuentemente Parson«.

«En el caso de The Dark Side Of The Moon ‒nos dice Frabetti, el joven Alan, que ya había trabajado como ingeniero de sonido en Abbey Road y Let It Be de los Beatles, fue el verdadero artífice, a pesar de su modesta compensación (35 libras a la semana). El uso de técnicas de grabación avanzadas, como la introducción del sonido multicanal en contraposición a la producción cuadrafónica, y la creación de efectos de sonido impactantes, habían construido el verdadero ADN artístico de uno de los álbumes más vendidos en la historia de la música moderna, otorgando fama mundial a Pink Floyd».

Sin embargo, como bien señala el crítico italiano, Parsons tuvo que encontrarse con dos figuras providenciales ‒el citado Eric Woolfson, quien ya había producido a los Rolling Stones, y el director de orquesta Andrew Powell, quien estuvo al mando en los dos primeros álbumes de Kate Bush‒, para concretar un proyecto» en el que Powell intervenía como arreglista, mientras que Woolfson y Parsons «actuaban como compositores y músicos polifacéticos, acompañados por cambiantes elencos de cantantes y músicos».

Tras grabar Tales Of Mistery And Imagination Edgar Allan Poe, inspirado en los cuentos del maestro del gótico americano, «el conjunto afinó su puntería y logró el éxito al año siguiente con I Robot, un nuevo álbum conceptual ambientado esta vez en el universo robótico de Isaac Asimov. El título mismo hace eco de la famosa colección de cuentos del escritor ruso-americano, privada de la coma por cuestiones de derechos de autor (el propio Asimov, contactado por Parsons, no pudo autorizar su reproducción fiel, ya que había renunciado a los derechos de la obra)».

Frabetti reproduce las notas de la portada: «I Robot es la historia del ascenso de las máquinas y el declive del hombre, que paradójicamente coincide con el descubrimiento de la rueda por parte de este último… También es una advertencia de que su breve dominio en este planeta probablemente está llegando a su fin, porque el hombre ha intentado crear al robot a su imagen y semejanza».

En definitiva, se aborda aquí musicalmente un tema muy habitual en la ciencia ficción de aquellos años. Con todo, lo importante no es ese material literario, sino la envoltura musical que despliega el álbum «En comparación con su debut ‒escribe Frabetti‒, el sonido se vuelve más cinematográfico y futurista, con un mayor uso de sintetizadores, pero también más variado, abriéndose al rock, al pop e incluso al funky y a la música disco. Una apuesta audaz en una época en la que las barreras ‘ideológicas’ entre géneros (piensa solo en la que existía entre el prog-rock y el disco-pop) eran prácticamente insuperables».

Bill DeMain aclara en Classic Rock el contexto en el que surge el disco: en el año de Star Wars, Alan Parsons estaba creando su propia obra de ciencia ficción. «Era junio de 1977, y Estados Unidos estaba siendo invadido por robots. A la cabeza se encontraban R2-D2, C-3PO y el dinamo con cúpula de cristal que miraba desde la portada del álbum I Robot«. «Fue un timing impecable por parte de George Lucas«, recuerda el propio Parsons, entre risas. «Fue tan considerado de sacar Star Wars al mismo tiempo que nuestro álbum».

«Woolfson ‒añade DeMain‒ tuvo una agradable conversación con Asimov, a quien le encantó la idea de musicalizar su libro. Desafortunadamente, el autor ya había vendido los derechos a una compañía audiovisual. Sin embargo, esto no los detuvo, y la pareja eliminó la coma del título y escribió su propia versión». «Adoptamos la visión opuesta a la filosofía de Asimov: en última instancia, las máquinas dominarían al hombre», dice Parsons.

«En los estudios de Abbey Road ‒continúa‒, la pareja desmontó y volvió a montar sus canciones con la ayuda de una banda compuesta por ex miembros de Pilot y un arsenal de cantantes, desde Steve Harley hasta Allan Clarke de The Hollies.

«Al igual que Jean-Michel Jarre ‒añade Frabetti‒, Parsons sabía cómo manipular la electrónica de manera melódica y atractiva, sin perder su encanto frío y solemne, gracias en gran parte a su destreza en los arreglos. Esta operación tiene un éxito perfecto en la pista principal: impulsada por un ritmo obsesivo, crece en intensidad con el énfasis místico del coro, en un exuberante entrelazado de piano eléctrico y sintetizador, culminando en una apoteosis cósmica en la que también entran en juego instrumentos tradicionales como el címbalo (el dulcémele húngaro) y el kantele (la cítara finlandesa). Pero en realidad, todo suena muy interpretado, desde la sección rítmica (Stuart Tosh en la batería, David Paton en el bajo) hasta la guitarra de Ian Bairnson y el clavinet de Woolfson».

Sin embargo, concluye, la primera verdadera sorpresa del álbum se encuentra en la segunda pista: «I Wouldn’t Want To Be Like You», que viene a ser «un giro abrupto hacia el territorio del funky-disco, con la voz negra de Lenny Zakatek calentando una pegadiza melodía y Bairnson desatándose en la guitarra, incluyendo un extravagante solo». En el terreno del rock progresivo, destaca el enfoque general del álbum, «como una única suite multifacética» y el lirismo melódico de temas como «Some Other Time», donde hallamos «un motivo conmovedor al estilo de la primera época de King Crimson, con un dúo entre las voces masculina y femenina de Peter StrakerJaki Whitren, envuelto en un ambiente de cuento de hadas (intro de piano y flauta sintética, guitarra acústica de 12 cuerdas) y una majestuosa capa orquestal, bajo la hábil dirección de Powell. Se trata de una balada emotiva que quizás simboliza un último acto de conciencia de la humanidad bajo la amenaza inminente de la robotización».

No es, a juicio de Frabetti, el único ejemplo de la versatilidad de Parsons y Woolfson: «The Voice», escribe, «es otro número sorprendente, un pastiche con el típico sabor de los años setenta respaldado por un bajo implacable en el que se mezclan sabores psicodélicos a base de wah-wah, una melodía central de pop-rock cantada por Steve Harley (Cockney Rebel) y una dinámica parte orquestal funky, punteada, entre arcos y aplausos, que evoca ‘Papa Was A Rolling Stone’ de los Temptations. Y cuando Powell también pone su toque (‘Total Eclipse’, la única pista de su autoría), se adentra aún más en las tierras de un vanguardismo espectral, con un interludio disonante de un coro mortuorio y silbidos de cuerdas sintéticas que hacen eco de las partituras neoclásicas de Gyorgy Ligeti en 2001: Una odisea del espacio«.

Copyright los entrecomillados © Claudio Fabretti. Publicado por OndaRock con licencia CC. Traducción de Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.