Neal Adams es casi invariablemente mencionado en las enciclopedias como renovador gráfico del género de superhéroes a finales de los sesenta y principios de los setenta gracias a su trabajo en Deadman, Batman, Green Lantern/Green Arrow, los Vengadores o X-Men. Pero lo que se pasa por alto a menudo es su sobresaliente trabajo en el género del terror.
Hacia 1971, el Comics Code, el organismo de autocensura que la industria norteamericana del comic-book había instituido casi veinte años atrás, estaba perdiendo parte de su fuerza disuasoria y los cómics se mostraban más y más atrevidos. Los tiempos, en rápida evolución, habían dejado obsoletas algunas de las provisiones más rancias del Código, tal y como pronto demostrarían colecciones como Green Lantern-Green Arrow. Con esa liberalización vendría una relajación de las normas contra la inclusión de vampiros u hombres lobo, cambio que aprovecharon rápidamente Marvel y DC, lanzando toda una nueva línea de publicaciones de terror. Joe Orlando, editor de los títulos de terror de DC Comics, acogió ese cambio con entusiasmo: «Hacer terror era mi trabajo. Me gustaba».
Orlando era ya un profesional de gran experiencia cuando DC lo contrató como parte de su política de renovación general encomendándole la misión de actualizar sus títulos de terror y misterio. Dibujante y guionista, se había destacado como uno de los puntales de los míticos títulos de terror y ciencia ficción de la EC a mediados de los cincuenta; había colaborado en la revista de humor Mad; escrito los melodramáticos guiones de Little Orphan Annie y trabajado en los magazines de terror Creepy y Eerie publicados por Warren.
House of Mystery, uno de los títulos de los que había de encargarse, llevaba publicándose desde 1951, pero cuando él cogió el relevo (en su número 174, julio 1968) había pasado a ser un simple soporte para reediciones de material antiguo. No tuvo las cosas fáciles. Al principio sólo le suministraban rancias historias de ciencia ficción archivadas en los armarios y sin salida en los títulos superheróicos, y un presupuesto que sólo le permitía encargar una decena de páginas de nuevo material y una portada al mes.
La necesidad es la madre de la creatividad, y Orlando recurrió a su experiencia en la vieja EC para introducir una serie de personajes fijos que presentarían las historias en un tono cínico y socarrón: el estirado Caín para House of Mystery y su patético hermano Abel para House of Secrets, la colección hermana de la primera –al principio editada por Dick Giordano, aunque Orlando acabaría convirtiéndose en editor de ambos títulos–. Ambos hermanos permanecerían como maestros de ceremonias de sus respectivos cómics durante los siguientes quince años.
Como era un recién llegado a la editorial, a Orlando no le daban acceso a los mejores guionistas y dibujantes, así que comenzó a dar entrada a nuevos profesionales: Len Wein y Marv Wolfman desarrollaban sus propias ideas, y jóvenes artistas como Mike Kaluta o Bernie Wrightson las dibujaban. También llamó a viejos conocidos de su época en EC, como Wally Wood o Al Williamson. Otro de los que colaboraron a que el género de terror de la DC pasara de la nada a un éxito superior al de muchos superhérores, fue Neal Adams.
Neal Adams no era un novato en el ámbito del terror. En 1967, previamente a su entrada en DC, había dibujado algunas historietas para las revistas de la Warren. Además, su participación en los personajes de Deadman (en la colección Strange Adventures) y El Espectro habían cimentado su familiaridad con el suspense y la representación de lo sobrenatural. Puede que no fuera bagaje suficiente como para ser considerado un maestro del terror, pero daba igual. Su talento era tal que dibujara lo que dibujara, llamaba la atención y era inmediatamente tomado por otros artistas como referencia.
Así supo verlo Carmine Infantino quien, en su calidad de editor en jefe, le convirtió en el principal portadista de la casa. En no poca medida, la portada es la responsable de que un cómic se venda o se quede en la estantería, y Neal Adamssabía crear unas imágenes tan impactantes que era imposible no fijarse en ellas. Transformó el estilo visual de los personajes de la casa, no sólo a través de sus páginas para las colecciones de Batman, Deadman o Green Lantern / Green Arrow, sino también gracias a sus numerosísimas portadas (los expertos cuentan 379) para colecciones como Adventure Comics, Action Comics, Justice League of America, Superman, Batman, The Brave and The Bold, Detective Comics y por supuesto y sobre todo, las colecciones de terror, House of Mystery y House of Secrets,
Orlando era muy consciente del poder de la portada a la hora de vender el tebeo y, sin duda, uno de los factores que hicieron remontar las ventas de sus colecciones de terror fue la calidad de su ilustración de presentación. Recordaba muy bien cómo su antiguo editor en EC, Bill Gaines, le había dicho que las portadas que mejores ventas le habían reportado eran aquellas en las que aparecían niños en peligro. Había tomado la idea de una ilustración para una edición del clásico de Mark Twain Tom Sawyer, en la que se veía al protagonista escondido en un cementerio presenciando un asesinato. Ese concepto básico, desarrollado de múltiples formas, funcionaba siempre.
Y a ello se ajustó Neal Adams, quien desde 1968 realizó las mejores portadas posibles para House of Mystery trabajando sobre esa idea. En muchas ocasiones, se presentaba con una portada que había inventado y Orlando se la pasaba a los guionistas para que desarrollaran una de las historias a partir de ella.
Los dos elementos que casi siempre estaban presentes en sus ilustraciones y con los que jugaba una y otra vez fueron el grupo de niños y una casa, ya fuera su interior o el exterior. Adams dominaba el tema, la composición, el estilo, la iluminación y el color – éste último también lo supervisaba, una preocupación poco habitual entonces entre los dibujantes–. Sus portadas a menudo manipulaban el espacio, distribuyendo la acción por los bordes de la ilustración y dejando la parte central libre, consiguiendo así transmitir una intensa sensación de que algo terrible estaba a punto de abatirse sobre esos niños. Sus dramáticas ilustraciones de encuadres con angulaciones inusuales y figuras estilizadas eran como versiones siniestras y retorcidas de los amables cuadros de Norman Rockwell.
La siguiente incursión de Adams en el terror tendría lugar diez años más tarde, a mediados de los ochenta. Para entonces, ya hacía tiempo que dirigía su propia empresa gráfica, Continuity. En una revista lanzada bajo ese sello, Echo of Future Past, serializó su propia visión de los monstruos clásicos de la literatura gótica, Drácula, Frankenstein y el Hombre Lobo.
En 1993, esas páginas fueron recopiladas en el formato de novela gráfica titulada Monstruos y editada por Vanguard Productions junto a material diverso, como ilustraciones inéditas o diseños de producción para películas.
En su introducción a esa novela gráfica, Adams recuerda el cariño que desde su niñez ha sentido por esas grotescas criaturas, cariño inspirado por los viejos films de monstruos de la Universal. Sin embargo, siempre se sintió decepcionado porque nunca llegara a plantearse el enfrentamiento definitivo entre esos tres iconos. Menciona la película Frankenstein contra el Hombre Lobo (Frankenstein Meets the Wolf Man, 1943), de Roy William Neill, como un mediocre intento en esa dirección.
Así, lo que Adams trató de conseguir en Monstruos fue su propia versión de esa historia tan largo tiempo soñada, contada al estilo de la Universal o de la Hammer, pero sin las limitaciones presupuestarias que lastraran el estilo visual de aquellos estudios. Una de las principales ventajas del cómic como medio para contar historias es que puede representarse prácticamente todo, sin importar lo ambicioso o fantástico que resulte. La única restricción viene dada por el talento y habilidad del artista. Adams decidió aprovecharse de ello a la hora de abordar esta obra.
Para ser sincero, el guión de Monstruos es muy inferior a su dibujo. No es que esto deba sorprendernos. Adams siempre ha sido mejor artista que guionista. Se trata de un argumento que utiliza una excusa bastante cogida por los pelos para reunir en el mismo lugar todos los ingredientes de la receta: el científico atormentado, la angelical chica rubia, el castillo siniestro, los gitanos, el laboratorio, los grotescos sirvientes y los monstruos… y dirigirlos hacia un clímax un tanto artificial, pero repleto de dramatismo, acción y violencia en el que se enfrentan el Conde Drácula y Frankenstein (el Hombre Lobo queda marginado durante buena parte de la secuencia).
Es esta obra un homenaje al triunvirato monstruoso más célebre de la cultura occidental. Como sucede en muchas ocasiones en las que un gran dibujante intenta, además, asumir las tareas de guionista, la historia es mediocre. No especialmente mala; ingeniosa a veces, con algunos giros y sorpresas… pero de lo que no cabe duda es de que si ese argumento lo hubiera ilustrado alguien con menos talento, habría pasado totalmente desapercibido.
Y es que todo lo que de endeble tiene el guión lo tiene de bonito el arte. Aunque Adams figura como autor completo, se diría que en el dibujo han intervenido algunos de sus ayudantes en Continuity, pero la mano maestra detrás del cómic es claramente la suya. Su talento narrativo, aunque más moderado que en sus años jóvenes, sigue ahí, así como los atrevidos diseños de página y viñeta. Su talento para el detalle, la gestualidad facial y corporal y las secuencias complejas no han perdido fuerza.
Recomendable para amantes del terror con sabor clásico y seguidores de Neal Adams en una de sus últimas obras destacables.
Copyright © Manuel Rodríguez Yagüe. Publicado previamente en Un universo de viñetas y editado en Cualia con permiso del autor. Reservados todos los derechos.