Con frecuencia, se considera que ésta es la cualidad anhelada por excelencia. Una cualidad cuya importancia queda señalada en el cine y la literatura, y que nos ha brindado toda suerte de fantasmagorías a lo largo de la historia. En esta caso, la ciencia tiene la última palabra, y aunque la invisibilidad sea una propuesta atrevida, este magnífico libro de Philip Ball nos invita a reflexionar sobre ella mirando de reojo al laboratorio.
Los visitantes espectrales, la hechicería medieval, las hermandades invisibles, las sesiones de linterna mágica, la fotografía de hadas, el ilusionismo victoriano, las posibilidades del multiverso, los hombres invisibles de H.G. Wells, Ralph Ellison o Jack London, la exploración del mundo atómico, el equipamiento cromático del camaleón, las capas de invisibilidad por proyección… Son tantos los temas abordados por Ball que uno tiene la impresión de que el asunto se agota en este ensayo, un estudio fascinante que se lee con placer y bajo la ilusión de que el ensueño y la realidad científica van de la mano.
Aunque Ball plantea su relato con anotaciones racionales ‒este es un libro de ciencia‒, y sobre todo, esmerándose en mantener el rigor, lo cierto es que el resultado es tan ameno y tan evocador que uno se siente invitado a una gran aventura. En el fondo, cada capítulo gira en torno a la misma idea: ¿qué justifica ese afán del ser humano, tan poderoso como una promesa de eternidad? ¿A qué obedece ese empeño en pasar desapercibido? ¿Qué confiere ese encanto inigualable a la posibilidad de ser transparentes?
Phillip Ball es un maestro a la hora de explicar con ligereza investigaciones complejas, y sin duda, todas las que tienen que ver con la invisibilidad lo son. Sin embargo, en este contexto de médiums, prestidigitadores y novelistas, dichas investigaciones parecen formar parte de un plan maestro, digno de una obra de ficción.
El peligroso encanto de lo invisible recoge los aportes de muy diversas disciplinas, desde la psicología a la física cuántica, pasando por la antropología y la historia de las religiones. En cierto modo, el libro recorre la historia de la civilización humana a partir de una sola faceta, que además nos identifica de forma inconfundible desde la infancia. (Pensemos en esos niños que cierran sus ojos y ya se creen criaturas de la oscuridad, imperceptibles para los demás.)
Cualquier lector se sentirá identificado con el estudio de Ball. Desde los tiempos más lejanos, la posibilidad de un camuflaje definitivo se perfila como un gran poder. El cazador no será visto por su presa, el guerrero podrá acercarse a su adversario y el delincuente será inapreciable a ojos de sus perseguidores. Ese poder ‒o mejor dicho, ese deseo de poder‒ echaría por tierra la idea de que la magia no existe, y en términos alegóricos, vendría a ser un sucedáneo de la vida fantasmal, como un signo de incipiente inmortalidad.
Entre los muchos atractivos de la obra que nos ocupa, figura su retrato de aquellos científicos que, pese a su racionalismo, fueron tentados por la creencia en esas posibilidades inmateriales. Desde Isaac Newton hasta el bueno de William Crookes ‒un físico admirable, embelesado por una espiritista victoriana‒, el retablo de personajes es tan variado como encantador.
Sinopsis
¿Qué haría si pudiera volverse invisible? Seguramente, algo relacionado con el poder, con el dinero o con el sexo…, o con las tres cosas. Ser invisible es un viejo sueño del ser humano, pero lo invisible nos rodea ya todos los días. Está lo paranormal, lo inexplicado (con más creyentes de lo que creemos). Está lo microscópico: las bacterias y los virus que conviven con nosotros, y los mundos fascinantes de la física cuántica, donde las leyes ordinarias ya no sirven. Están los trolls y la «internet profunda». Están la ciencia ficción y la literatura, el cine y los mitos. Y en la sombra hay todo un batallón científico tratando de lograr un escudo de invisibilidad… que quizá sea real mañana.
Philip Ball es químico y doctor en Física por la Universidad de Bristol. Editor de la revista Nature, colabora regularmente con New Scientist y otras publicaciones científicas. Es además miembro del departamento de Química del University College de Londres. Su prolífica trayectoria se caracteriza por la cantidad de libros considerados definitivos en las materias que trata, como es el caso de H20: Biografía del agua, y el premio Aventis 2005, Masa Crítica.
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