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«El peligro amarillo» (1898), de M.P. Shiel

Ya comentamos en un artículo anterior la pintoresca vida de Matthew Phipps Shiel, uno de los escritores más excéntricos de su época. Racista (aun cuando él mismo era mestizo), estrafalario y místico, su obra más conocida es la novela apocalíptica La nube púrpura.

Comenzó su carrera literaria en las revistas populares británicas como The Strand, ganando rápida notoriedad gracias a sus historias cortas con influencias de Poe y sus seriales protagonizados por el decadente y neurasténico Príncipe Zaleski. Pero para los amantes de esa rama de la ciencia-ficción que es la historia alternativa y aficionados al pulp en general, es otro de sus trabajos el que ocupa un lugar especial, un trabajo de encargo que pretendía capitalizar un tema entonces de actualidad, la crisis de China, y que dio origen a todo un subgénero, el del «peligro amarillo».

En noviembre de 1897, Alemania utilizó como excusa el asesinato de unos misioneros para hacerse con el control del puerto chino de Kaio-chau. Francia y Rusia reaccionaron conquistando otros territorios chinos en lo que Inglaterra consideró una amenaza para su privilegiada posición comercial. Se llegó a hablar de guerra inminente.

Con esa coyuntura de fondo, La Emperatriz de la Tierra (The Empress of the Earth: The Tale of the Yellow War) apareció semanalmente en Short Stories de febrero a junio de 1898. Los primeros capítulos incorporaban titulares periodísticos reales a medida que se iba desarrollando la crisis mencionada. Los lectores respondieron de forma entusiasta, hasta tal punto que el editor ordenó a Shiel doblar la extensión del relato. Aquel mismo julio salió la versión en libro, titulada El peligro amarillo (The Yellow Danger; Or, what Might Happen in the Division of the Chinese Empire Should Estrange All European Countries), con una longitud recortada respecto a la historia serializada.

La novela comienza con Inglaterra enfrentada a una crisis en Oriente, en la que intervienen los alemanes, los rusos y los franceses. Se nos presenta al «peligro amarillo» en persona: el Dr. Yen How, un hombrecillo casi calvo, de piel amarillenta.

Hijo de padre japonés y madre china, Yen How representaba el lejano Oriente. Frío, despectivo hacia todas las religiones (occidentales u orientales), «no es probable que las consideraciones éticas normales tuvieran mucha influencia en los propósitos de tal hombre. Era como una avalancha, igual de fría e irresistible». ¿Y cuáles eran sus propósitos? Muy sencillo: poseer una mujer blanca. Y, de paso, amargarle la vida al resto de la población mundial.

Shiel descubría las diabólicas maquinaciones del Dr. Yen How desde el principio. Cuando, manipuladas por el chino, las potencias occidentales han quedado debilitadas por su traicionero ataque contra Inglaterra, Yen How envía a sus imparables hordas a conquistar Europa. Por suerte, en el bando de Inglaterra militaba el héroe perfecto: John Hardy (naturalmente, con ojos de un azul profundo). A medida que la crisis empeora y los ejércitos asiáticos avanzan por Occidente, Hardy asciende de oficial a Almirante de la flota y, bajo el estandarte británico, los traicioneros rusos, alemanes, franceses y otros extranjeros igualmente despreciables, logran hacer frente con éxito a los chinos.

El propio Kaiser encabeza un ejército bajo mando de la Union Jack en una importante batalla terrestre. Pero es Hardy el que debe destruir al propio Dr. Yen How, y la forma en que lo hace es quizá la mejor y más inquietante de las predicciones de Shiel.

Hardy utiliza a una joven que el villano desea, Ada Seward, para infectarlo a él y a sus ejércitos invasores con una enfermedad que diezma las huestes por millones. El Dr. Yen How sucumbe a su «deseo antinatural» por la mujer blanca. El triunfante Hardy, el amado líder de la raza blanca, muere atormentado por los remordimientos del asesinato en masa que ha cometido, eso sí, dejando al mundo inmerso en una Pax Britannica, con Europa firmemente gobernada, desde el canal de la Mancha hasta las estepas rusas, por Inglaterra.

El peligro amarillo se puede clasificar dentro del subgénero de «guerras futuras» iniciado por La batalla de Dorking y que gozó de una popularidad colosal, propiciando la aparición de multitud de libros que desarrollaban mil y una variaciones sobre el mismo tema. H.G. Wells (La Guerra de los Mundos), William Le Queux (La invasión de 1910) o Erskine Childers (El enigma de las arenas) son sólo algunos de los títulos que hemos revisado en esta revista.

La xenofobia no es algo propio de nuestros tiempos globalizados, ni mucho menos. Antes del «peligro amarillo» de Shiel hubo otro: el «peligro italiano». Sí, no es broma. El malvado Dr. Nikola, creado por el australiano Guy Boothby, se pasó muchísimas páginas asediando a varios héroes ingleses; otros malvados italianos relacionados con sociedades secretas, como «La Mano Negra», aparecían en las novelas de, por ejemplo, Sherlock Holmes.

Ya antes de la publicación de esta novela existían prejuicios contra los chinos. Desde mediados del siglo XIX fueron surgiendo toda una serie de tópicos y estereotipos negativos: se los veía como una amenaza, inferiores física, racial y socialmente, consumidores de drogas, pervertidos sexuales y serviles. En el mejor de los casos, se los presentaba como campesinos simplones y sentimentales.

La ficción popular, por supuesto, reflejó ese sentimiento antiasiático en obras como La Vorace Albion (1884), de Albert RobidaUna corta y verdadera historia de la conquista de Oregón y California por los chinos en 1899 (1882), de Robert WoltorWee Wi Peng (1882), de Ellen Sargent… Una de las primeras mentes criminales orientales de ficción se había enfrentado a uno de los inventores adolescentes tan famosos entre la juventud de la época, Tom Swift Jr. (1892)

Antecedentes existían ya, pues, en abundancia cuando El peligro amarillo alcanzó los quioscos. Shiel no inventó nada, ciertamente; no fue el único ni el primero, pero el éxito que consiguió fue fundamental para convertir un prejuicio más o menos difuso en un icono reconocible del imaginario popular occidental en el siglo XX.

Precisamente, el hecho de que consideremos digno de comentario a este libro racista y anglocéntrico, no se debe a su valor ético o literario, sino a su significación histórica y sociológica como fuente de muchos clichés y tópicos, generadores de un subgénero propio (el del «peligro amarillo») que se extendió a otros medios, como el cine: el héroe inglés, la inhumana y fría inteligencia –al tiempo que sujeta a las más bajas pasiones– propia del villano asiático, el miedo a la impureza racial, las hordas invasoras de sujetos subhumanos… En resumen, el temor a lo desconocido.

Fue Shiel quien dirigió la mirada del mundo hacia Oriente e inició una larga serie de maléficos y depravados orientales que perdurarían como iconos de la cultura popular, desde el Fu Manchú de Sax Rohmer hasta el Dr. No del James Bond de Ian Fleming (El propio Dr. Yen How estaba probablemente basado en el revolucionario chino Sun Yat-sen, quien dos años antes había sido secuestrado en Londres y retenido en la embajada china. El gobierno británico fue obligado por la presión pública británica a exigir su liberación).

No fue la única obra de Shiel en tocar el tema de las guerras futuras y la paranoia racial. El Señor de los Mares es la historia de un inglés que conquista los siete mares, se convierte en regente de Inglaterra, compra Palestina a Turquía y envía allí a los judíos, sólo para descubrir, tras ver hundirse su imperio, que él mismo es judío y acabar aclamado en Palestina como el nuevo mesías. Por suerte, el «peligro judío» no prendió en el imaginario popular de igual forma que el «amarillo» a pesar del antisemitismo reinante y la leyenda propagandística de los Protocolos de los Sabios de Sión.

Pero fue El peligro amarillo el libro de más éxito de Shiel, reeditándose en pocos años más de diez veces y volviéndose a serializar con ocasión de la rebelión de los bóxers. ¿Por qué? Al fin y al cabo, el propio autor siempre consideró que se trataba de un trabajo de encargo, ejecutado deprisa y sin mérito alguno, y nunca demostró demasiado orgullo por el mismo.

Sencillamente, el panorama social e internacional facilitó que la gente se familiarizara con Oriente. Entre 1899 y 1901 se produjo la ya mencionada rebelión de los bóxers, en la que un grupo de fanáticos, miembros de una sociedad secreta apoyada por el gobierno chino, puso sitio a las embajadas europeas en Beijing. Aquel acontecimiento pareció confirmar las predicciones de Shiel respecto a la hostilidad de China hacia Occidente. Por si esto fuera poco, miles y miles de emigrantes chinos llegaban a las ciudades americanas y europeas y los periódicos ardían con noticias sobre las mafias tong. Las barreras lingüísticas y culturales no ayudaban a mejorar la situación, a lo que se unía la tendencia de los chinos a permanecer en comunidades cerradas (tampoco es que tuvieran mucha opción).

La influencia de esta novela fue notable y otros trabajos de autores como H.G. Wells (La guerra en el aire, 1908) o Jack London (La invasión sin paralelos, 1910) se nutrieron de la misma xenofobia hacia los chinos. Por el momento, el peligro amarillo ha sido sustituido por el peligro islámico, pero cada vez miramos a China con mayor temor, desconfianza y rechazo. ¿Volverá alguien a resucitar una versión actualizada del Dr. Yen How o Fu Manchú?

Puede que nos parezca que hemos superado los prejuicios de Shiel, pero sería interesante compararlos con los tópicos presentes en nuestras sociedades en la actualidad y preguntarnos si realmente hemos avanzado tanto en los más de 110 años que han pasado desde la publicación de la novela.

Copyright del artículo © Manuel Rodríguez Yagüe. Publicado previamente en Un universo de ciencia ficción y editado en Cualia con permiso del autor. Reservados todos los derechos.

Manuel Rodríguez Yagüe

Como divulgador, Manuel Rodríguez Yagüe ha seguido una amplia trayectoria en distintas publicaciones digitales, relacionadas con temas tan diversos como los viajes ("De viajes, tesoros y aventuras"), el cómic ("Un universo de viñetas"), la ciencia-ficción ("Un universo de ciencia ficción") y las ciencias y humanidades ("Saber si ocupa lugar"). Colabora en el podcast "Los Retronautas".