El guardaespaldas es mi película favorita de los años 90. Un compendio de todas las novelas negras que había leído en mi infancia (se nota que Lawrence Kasdan, el guionista, leyó tantas como yo), esta historia de obsesión por el deber y amor interracial se convirtió casi en un código de vida para mí.
Mi secuencia favorita está aquí: el baile entre Frank Farmer y Rachel.
Él, tan envarado y azorado como Gary Cooper cuando corría a mojarse la nuca en Bola de fuego; ella, deliciosa cuando el director Mick Jackson, sin explicitar la causa del súbito alboroto a espaldas de ellos, captura el momento en que la cantante susurra a su guardaespaldas con desarmante afecto: «Don’t worry… Don’t worry… I’ll protect you», encarnando el mayor miedo de todo guerrero.
Hoy esa frase resulta paradójica. En todo caso, bien por Whitney.
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