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El año «Agrippina»

1709, Venecia 26 de diciembre, temporada de carnaval, Teatro San Giovanni Crisostomo, Haendel estrena con un éxito incuestionable Agrippina con un complicado pero divertido texto de Vincenzo Grimani, propietario del teatro, cardenal y luego virrey de Nápoles. El papel principal fue interpretado por Margerita Durastanti que posteriormente estrenaría otras obras del compositor en su provechosa etapa londinense. Agrippina es la cuarta obra teatral de Haendel tras cuatro anteriores estrenadas en Hamburgo, una de ellas por cierto ya ocupada por asuntos romanos de nuevo considerados: Nero.

La obra gira en torno a las intrigas de Agrippina por conseguirle el trono a su hijo Nerone, usando para ello sus encantos (sobre los manejables cortesanos Pallante y Narciso), unas cuantas argucias sobre Poppea, intrigando descaradamente contra Claudio y ensañándose sin piedad contra el infeliz Ottone. Al final, tras una acción que parece anunciar los futuros vodeviles, consigue sus objetivos eso sí tras poner un poco de orden cual Deus ex machina la mismísima Giunone, Juno, la Hera de los griegos que, entre otras atribuciones, era la diosa del matrimonio.

Agrippina hubo de esperar otras recuperaciones previas del compositor sajón para comenzar a imponerse en los intereses actuales, en especial Giulio Cesare a menudo atendida pero de maneras un tanto disparatadas. Por ejemplo, Arnold Gramm para la American Opera Society de 1967 (con una Cleopatra de Monserrat Caballé fuera de estilo) sustituía recitativos con un improvisado narrador, mientras Richard Bonynge dos años después realizada su particularísima versión en Hamburgo (con una mejor adaptada al estilo Joan Sutherland) donde dio cabida a cualquier fragmento haendeliano a mano y a gustos personales.

En los pasados años ochenta, Agrippina gozó de un inesperado impulso gracias a Christopher Hogwood con los Giovanile del Veneto por un lado y, por otro, con los London Baroque Players y Arnold Östman. Hogwood se valió de cantantes más bien rossinianos para ponerla en pie: Margarita Zimmermann, Martine Dupuy o la Manca di Nissa, acudiendo únicamente a un contratenor (Derek Lee Ragin) para Narciso. En Schwetzingen Östman, que dejó su lectura en imágenes en una excelente producción de Michael Hampe y el fascinante protagonismo de Barbara Reynolds, prefirió para Nerone un tenor (David Kuebler) en un personaje que posteriormente se disputarían mezzos o contratenores.

Nicholas McGegan y John Eliot Gardiner le dieron en los noventa el espaldarazo definitivo a Agrippina y puede afirmarse sin recato o imprudencia que hoy la magnífica ópera se ha instalado en los repertorios, si se considera que se ha cantado ya en Dresde, Palermo (inesperada Katia Ricciarelli en Agrippina), Karsruhe, Bruselas (René Jacobs y la Antonacci), Santa Fe, Montreal, Zúrich, Gante… Este curso lírico, el que reafirma el comentario del título, el Maestranza de Sevilla la programó con la estupenda Orquesta Barroca que lleva el nombre de la ciudad, Enrique Onofri en el foso, montaje de Marianne Clément y Ann Hallenberg encabezando equipo. Coincidiendo así con el Metropolitan neoyorkino donde Agrippina se distribuyó a Joyce DiDonato, en el foso el allí habitual Harry Bickett y en el escenario un magnífico trabajo de David McVicar. El regista inglés se tomó la molestia de cambiar el final: quien pone las cosas en su sitio no es Juno sino el propio Claudio (el bajo Matthew Rose) un tanto harto de tanto jaleo de corte y alcobas.

Esta acertadísima producción norteamericana ha coincidido con la publicación en discos por parte de Erato llevado a buen fin en mayo de 2019 protagonizado por la misma DiDonato al frente de un soberbio grupo: Franco Fagioli (Nerone en voz de contratenor, en el Met neoyorkino fue, notabilísima, la mezzo Kate Lindsay), Luca Pisaroni (Claudio), Elsa Benoit (Poppea), Jakub Jozef Orlinski (la última revelación contratenoril como Ottine), Andrea Mastroni (Pallante), Carlo Vistoli (Narciso) y Biogio Pizzuli (Lesbo) con el lujo de contar para el escaso cometido de Juno con Marie-Nicole Lemieux. Il Pomo d’Oro y Maxim Emelyanchev redondean tan logrado producto.

Estos dos teatros dieron el pistoletazo de salida para otras funciones de Agrippina a lo largo de 2020. A saber: en mayo en Hamburgo con Alice Coote, Riccardo Minasi y un esperado montaje del hoy muy de moda Barry Kosky, una reposición de 2019; en junio a no lejos de allá, Dortmund, en concierto con Maite Beaumont y Christophe Rousset; en agosto más al norte, a Drottningholms con Anna Hallenberg; en octubre a la Scala milanesa merced a Gianluca Capuano y Robert Carsen (que ya la dirigió en 2016 en Viena), protagonista Stephanie d’Oustac.

Agrippina no tiene las pretensiones de otras partituras posteriores de Haendel, como Giulio Cesare, Alcina, Ariodante por citar tres más ambiciosas. Pero cuenta con una música de enorme calidad, al servicio de una certera caracterización de los personajes siempre dentro de las rígidas normas de lo que fue la ópera barroca. Hay en ella un especial momento destinado a quien da título a la obra: Pensieri, voi mi tormentate. Página inspiradísima, de una fuerza dramática insoslayable, una oportunidad de oro para una cantante-actriz, como es Joyce DiDonato. Hay que escucharla, sea como sea.

Imagen superior:  Joyce DiDonato © Erato. Reservados todos los derechos.

Copyright del artículo © Fernando Fraga. Reservados todos los derechos.

Fernando Fraga

Es uno de los estudiosos de la ópera más destacados de nuestro país. Desde 1980 se dedica al mundo de la música como crítico y conferenciante.
Tres años después comenzó a colaborar en Radio Clásica de Radio Nacional de España. Sus críticas y artículos aparecen habitualmente en la revista "Scherzo".
Asimismo, es colaborador de otras publicaciones culturales, como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Crítica de Arte", "Ópera Actual", "Ritmo" y "Revista de Occidente". Junto a Blas Matamoro, ha escrito los libros "Vivir la ópera" (1994), "La ópera" (1995), "Morir para la ópera" (1996) y "Plácido Domingo: historia de una voz" (1996). Es autor de las monografías "Rossini" (1998), "Verdi" (2000), "Simplemente divas" (2014) y "Maria Callas. El adiós a la diva" (2017). En colaboración con Enrique Pérez Adrián escribió "Los mejores discos de ópera" (2001) y "Verdi y Wagner. Sus mejores grabaciones en DVD y CD" (2013).