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Einstein contra los cuánticos

A pesar de que Einstein debe ser considerado con toda justicia como uno de los creadores de la física cuántica, se opuso a la interpretación indeterminista de la escuela de Copenhague. Sin embargo, sería simplista reducir su discusión con los representantes de la cuántica a una polémica entre determinismo e indeterminismo.

Einstein no fue el único físico de renombre que se opuso a los partidarios de la interpretación de Copenhague (BohrHeisenbergPauli y Neuman), pues junto a él se puede mencionar a Schrödinger (una vez que se hubo recuperado de su rápida rendición) y a De Broglie, a Bohm o a Landé, quienes, a pesar de aceptar al principio las directrices de Bohr, posteriormente se pasaron al campo contrario.

De Broglie declaró en sus últimos escritos que: “En el porvenir deben reemplazarse las actuales interpretaciones de la física cuántica por ideas teóricas que nos suministren imágenes más completas y claras de la realidad microscópica”.

En cuanto a Schrödinger, sus divergencias con la escuela de Copenhague se hicieron tan extremas que llegó a declarar: “No me gusta, y siento haber tenido alguna vez algo que ver con ello”.

Otros físicos como Max Born, Jordan y Dirac se mantuvieron cerca de la ortodoxia, pero sin demasiada convicción.

En cuanto a Einstein declaró en una ocasión que la teoría cuántica le recordaba “el sistema de ilusiones de un paranoico extremadamente inteligente, forjado a partir de elementos incoherentes de pensamiento”.

Y eso que no tuvo oportunidad de conocer las posteriores interpretaciones del fenómeno cuántico, cada vez más arriesgadas y más contrarias al sentido común, ideas que sin duda le habrían llenado de asombro y le habrían convencido de que los locos dirigían el manicomio, como en aquel cuento de Edgar Allan PoeEl sistema del profesor Tarr y el doctor Fetter.

Cuando lo razonable es lo incorrecto

En la llamada polémica Einstein / Bohr, se considera de manera casi unánime que Einstein fue vencido por Bohr en los debates que ambos mantuvieron en torno a la física cuántica.

Algunos de los admiradores de Einstein han admitido resignadamente que el viejo genio chocheaba y que era incapaz de adaptarse a las nuevas concepciones, ejemplificando aquel dicho de Darwin que aseguraba que sería bueno que “todos los científicos murieran a los sesenta años, ya que después es seguro que rechazarían toda nueva doctrina”.

Lo cierto es que el propio Einstein era perfectamente consciente de esta opinión, como expresó en una carta al físico Max Born: “Ni siquiera el gran éxito inicial de la teoría cuántica me hace creer en ella… si bien tengo clara conciencia de que nuestros jóvenes colegas interpretan esto como un efecto de la senilidad. Sin duda llegará el día en que veremos cuál actitud instintiva era la correcta”.

Para demostrar la inconsistencia de la mecánica cuántica, Einstein propuso a Bohr y sus partidarios varios experimentos mentales, que planteaban paradojas como que los fenómenos cuánticos violaban el principio de que no existe acción a distancia. El más conocido de estos experimentos es el llamado EPR (Einstein / Podolsky / Rosen).

Lo curioso es que Bohr siempre salía del aprieto aceptando lo que se suponía que refutaba su interpretación. Así, dio la vuelta al argumento de que su teoría quedaba invalidada porque implicaba acción a distancia, aceptando sencillamente que, efectivamente, su teoría probaba la acción a distancia.

A pesar de objeciones como las de Popper a la idea de que Einstein fue vencido por Bohr, la sensación general en el mundo de la física fue que el que es considerado el más grande científico del siglo XX y tal vez de toda la historia (con permiso de Newton y Darwin), no había sabido adaptarse a los nuevos tiempos. Incluso científicos cuya simpatía se inclina hacia Einstein, como Bell, lo reconocen así: “La superioridad intelectual de Einstein sobre Bohr en el asunto de la teoría cuántica de la medida era enorme; un enorme abismo entre el hombre que veía claramente lo que era necesario y el oscurantista. Así que para mí, es una pena que la idea de Einstein [de una realidad causal, clásica] no funcione. Justamente lo razonable es incorrecto”.

Copyright del artículo © Daniel Tubau. Reservados todos los derechos.

Daniel Tubau

Daniel Tubau inició su carrera como escritor con el cuento de terror «Los últimos de Yiddi». Le siguieron otros cuentos de terror y libro-juegos hipertextuales, como 'La espada mágica', antes de convertirse en guionista y director, trabajando en decenas de programas y series. Tras estudiar Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid, regresó a la literatura y el ensayo con libros como 'Elogio de la infidelidad' o la antología imaginaria de ciencia ficción 'Recuerdos de la era analógica'. También es autor de 'La verdadera historia de las sociedades secretas', el ensayo acerca de la identidad 'Nada es lo que es', y 'No tan elemental: como ser Sherlock Holmes'.
Sus últimos libros son 'El arte del engaño', sobre la estrategia china; 'Maldita Helena', dedicado a la mujer que lanzo mil barcos contra Troya; 'Cómo triunfar en cualquier discusión', un diccionario para polemistas selectos. Además, ha publicado cuatro libros acerca de narrativa audiovisual y creatividad: 'Las paradojas del guionista', 'El guión del siglo 21', 'El espectador es el protagonista' y 'La musa en el laboratorio'.
Su último libro es 'Sabios ignorantes y felices, lo que los antiguos escépticos nos enseñan', dedicado a una de las tendencias filosóficas más influyentes a lo largo de la historia, pero casi siempre ignorada o silenciada. A este libro ha dedicado una página que se ha convertido en referencia indispensable acerca del escepticismo: 'Sabios ignorantes y felices'.
En la actualidad sigue escribiendo libros y guiones, además de dar cursos de guión, literatura y creatividad en España y América.

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