Traducidos impecablemente por Susana Carral, los mejores cuentos de Poe reclaman de nuevo nuestra atención, convenciéndonos de que los contraluces, los portones oscuros y los visillos entrecerrados son la mejor invitación que un lector puede recibir.
Antes de volver sobre la maestría del escritor ‒algo en lo que se detiene el responsable de la antología, Luis Alberto de Cuenca‒, quiero destacar otra novedad de esta edición: las preciosas ilustraciones de María Espejo, una artista que conoce bien las claves visuales de la literatura y en cuyo imaginario figuran ‒ahí es nada‒ los prerrafaelitas y el genial Arthur Rackham. Con un estilo claro y amable, Espejo embellece un volumen ya de por sí atractivo.
Caminar al encuentro de Poe siempre supone una experiencia literaria de dimensiones formidables. Pensemos en todo ese mundo, en el que nos vemos obligados a adentrarnos, contorneado por la desesperanza, el miedo, el romanticismo y la tenebrosa retórica de lo sobrenatural. Es un universo al que ya nos hemos acostumbrado, y que otros se han encargado de estilizar, pero que Poe define como si fuera el primero en hacerlo de forma orgánica y honesta.
El género predilecto de Poe siempre fue la pesadilla, aunque no debemos obviar su poderosísima contribución a la fórmula detectivesca.
Al hojear estas páginas, uno comprende por qué Edgar Allan Poe fue tan admirado por los simbolistas y por los surrealistas, y también por qué nos acercamos a él sin verlo como un estadounidense, sino como un angloamericano o como un sajón afrancesado que aspira a ser otro poète maudit (Esto es culpa, supongo, de admiradores suyos como Valery, Rimbaud o Verlaine).
Otra virtud en Poe es su manejo de lo grotesco. De hecho, a veces nos da la impresión de que el escritor se presenta ante nosotros como el maestro de ceremonias de un gran espectáculo de Grand Guignol, tan espantoso y retorcido como apasionante y adictivo.
Si hay una metáfora que resume su literatura es la de los espacios cerrados: las habitaciones sin ventanas, los ataúdes, las catacumbas… Escenarios de un confinamiento que, más allá de lo físico, atañe a lo espiritual.
Dejo para el último párrafo otro rasgo de su maestría. Poe no sólo era un extraordinario poeta: también fue un genio a la hora de dosificar el misterio y el suspense. Por lo demás, es difícil no conectar con uno de sus relatos sin sentir inmediatamente el tictac de un reloj que marca el fin de los tiempos y el triunfo definitivo de la gran Dama de la Guadaña, dichosa ante el espectáculo de esos pobres mortales cuya ambición siempre está condenada al fracaso y al olvido.
Sinopsis
Los relatos de terror de Poe son sin duda lo más característico y genuino de su obra. Para muchos críticos, se hallan entre «los mejores cuentos del mundo». Influido por la moda de su época y las pesadillas que sufrió desde su adolescencia, en ellos esconde una atmósfera macabra y enfermiza que contamina el ánimo de todos los lectores. Luis Alberto de Cuenca ha seleccionado los, a su juicio, diez relatos más terroríficos de Edgar Allan Poe, los más rotundos y perturbadores, para que María Espejo los ilustre a color con todo detalle. La lista la componen Berenice, Ligeia, La caída de la casa Usher, La máscara de la muerte roja, El pozo y el péndulo, El corazón delator, El gato negro, El entierro prematuro, La verdad sobre el caso del Sr. Valdemar y El barril de amontillado. El horror en estado puro, un territorio que rinde homenaje al sadismo necrófilo de un clásico.
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